ARTÍCULO V
Objeción y Respuesta
¿Es posible, dirá alguno, que los cuartodecimanos como Polícrates y los demás de los que se trataba en tiempos del Papa Víctor, que eran cristianos y buenos cristianos, no ayunasen el día que celebraban la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo? Pues, si celebraban la Pasión el catorce de la luna, entonces no ayunaban, dado que Eusebio dice expresamente que los cuartodecimanos terminaban su ayuno el catorce de la luna.
Respondo que una dificultad de esta naturaleza, aunque no la pueda satisfacer plenamente, no es capaz de destruir la certeza de un hecho del que creo haber aportado pruebas muy convincentes. Teniendo en cuenta lo poco que sabemos de la disciplina de los asiáticos, no sería muy sorprendente que ignorásemos lo que hacían precisamente respecto a este tema el día que celebraban la Pasión. Además, el ayuno y demás extremas austeridades que detalla San Epifanio en su exposición de fe y en otra parte[1], siendo una preparación para la fiesta, no sería muy sorprendente que terminen al comienzo de la fiesta misma. Terminaría el día de la Resurrección para todos los otros cristianos que tenían a la Resurrección como la gran fiesta y su Pascua, y podían terminar para los cuartodecimanos en la Pasión, que tenían también como su gran fiesta, y que era también el día de la Pascua. Seguirían en ésto a los judíos cuyos ayunos terminaban con el festín Pascual. Nosotros ayunamos la vigilia de San Pedro, pero no el día de su pasión o de su martirio. Sin embargo, diré los otros pensamientos que me han venido sobre este tema.
En primer lugar, aunque los traductores de Eusebio hayan traducido las palabras de su texto como: finem jejuniis imponere (terminar los ayunos), sin embargo, las palabras griegas bien pueden traducirse como solvere jejunia, romper los ayunos o interrumpir los ayunos. De forma que Eusebio se pudo servir de estos términos con respecto a los cuartodecimanos, incluso cuando, después de haber roto sus ayunos por el festín Pascual, hubieran vuelto a ayunar el día de la Pasión que celebraran a continuación.
Y este comportamiento no sería particular de los cuartodecimanos. El Concilio de Laodicea, celebrado o un poco antes o, más probablemente, después del Concilio de Nicea, prohíbe, por medio de un canon, la costumbre que algunos observaban de romper el ayuno de Cuaresma el jueves anterior al domingo de Pascua:
“No hay que romper el ayuno el jueves de la última semana de cuaresma”
Y los que así obraban no eran cuartodecimanos.
San Agustín, en su Carta 118, habla de una costumbre semejante que había en su tiempo en algunas iglesias. Pero quienes rompían así su ayuno el Jueves Santo no dejaban de ayunar el día siguiente, fiesta de la Pasión que era un viernes, día en el cual incluso independientemente de la Pasión, toda la Iglesia estaba obligada a ayunar. Así, pues, los cuartodecimanos después del festín Pascual que hacían a la noche como Nuestro Señor, ayunaban el día siguiente y aún ayunaban el día siguiente y todavía el siguiente hasta el día de la Resurrección, desde el cual y hasta Pentecostés estaba prohibido ayunar. Y ciertamente, nunca se les reprochó que hayan pasado ese día en la alegría, como San Epifanio le reprocha a los herejes Aereanos[2] que, en ese tiempo consagrado a la mortificación, comenzaban el día con una buena comida, con risas y diversiones.
Incluso se pueden entender muy bien las palabras de Eusebio de los ayunos extraordinarios que los cristianos practicaban la última semana de cuaresma, la cual terminaban con una abstinencia completa de toda suerte de alimentos, según el fervor o las fuerzas de cada uno, a veces de un día entero, dos, tres, cuatro y otras veces, de más. Eso es lo que en realidad denominaban ayuno de Pascua, y que terminaban la noche del sábado al domingo de la Resurrección o la mañana del domingo al canto del gallo, como lo dice San Epifanio en su Exposición de la fe. Es sobre esa clase de ayuno, sobre ese ayuno Pascual que San Ireneo, escribiendo al Papa Víctor en favor de los asiáticos, dice que no había ninguna ley en la Iglesia y estoy persuadido que es de este ayuno del que habla Eusebio en el pasaje que lo trata. Los asiáticos o cuartodecimanos lo terminaban la noche del catorce de la luna, pero lo que digo es que eso no impedía que el día mismo de la Pasión no observasen el ayuno ordinario y que no pasaran ese día en la devoción y ejercicios de piedad conforme al espíritu del misterio. Tanto para ellos como para los demás cristianos, estaba prohibido ayunar desde Resurrección hasta Pentecostés, rezaban de pie, cantaban el Aleluya. Jamás se los acusó de haber violado la disciplina común a todas las Iglesias.
Pero me parece que San Epifanio nos puede proveer con qué sacarnos del apuro al informarnos que los cuartodecimanos recomenzaban sus obras de penitencia después de su festín Pascual. Es en un pasaje donde el P. Petau confiesa que no ve claro y que le hubiera parecido menos obscuro si hubiera tenido la idea que doy aquí de las costumbres de los cuartodecimanos. Este es el pasaje de San Epifanio[3].
“Los herejes audianos, que se habían hecho cuartodecimanos, citaban, para autorizar su costumbre de hacer la Pascua el catorce de la luna, un cierto libro llamado las Constituciones de los Apóstoles, diferente del que tenemos hoy en día, pero igualmente supuesto bajo el nombre de los Apóstoles: citaban en su favor unas palabras de ese libro, como escritas por los Apóstoles: No os inquietéis por contar los días; sino que celebrad la Fiesta junto con vuestros hermanos de la circuncisión; haced la Pascua con ellos”.
San Epifanio pretende que por los hermanos de la circuncisión se deben entender aquellos que de judíos se habían hecho cristianos, mientras los seguidores de Audiano lo entendían de judíos que permanecían judíos. San Epifanio sostiene que los Apóstoles, supuesto que sean los autores de ese libro, no habían dado esa regla sino con el fin de mantener la uniformidad en la celebración de la Fiesta; de donde razona así contra esos herejes:
“Si los Apóstoles, por el bien de la paz y para mantener la concordia, juzgaron oportuno que se hiciera la Pascua al mismo tiempo que la hacían los Judíos, enemigos de Jesucristo, ¿cuánto más oportuno es celebrarla con toda la Iglesia para no hacer un cisma?”.
Luego prueba que no se puede cumplir a la letra todo lo que este libro prescribe para la celebración de la Pascua y que así hay que ver más bien la intención de los Apóstoles, que es la de establecer la uniformidad, que la letra de esta pretendida regla. He aquí, dice, una cosa que ordenan los Apóstoles a los Cristianos con respecto a la Pascua:
“Mientras los judíos hacen sus alegres festines, vosotros los cristianos ayunad y llorad por ellos, porque es en esta fiesta que crucificaron a Jesucristo, y mientras comen con tristeza sus ázimos y hierbas amargas, haced vuestro festín”.
Les muestra que, al seguir esta regla a la letra, sucederá alguna vez que los cristianos deberán ayunar el domingo, cuando caiga ese día el quince de la luna pascual y, por lo tanto, la fiesta de la Pascua de los judíos en la cual Nuestro Señor Jesucristo, según él, fue crucificado. Pero no solamente eso está prohibido en toda la Iglesia, sino que incluso, agrega San Epifanio, este mismo libro de la Constitución de los Apóstoles, maldice al que ayuna en domingo.
“Maldito aquel que aflige su alma el día domingo”.
Este es exactamente el pasaje de San Epifanio que prueba, como he dicho, que los cuartodecimanos recomenzaban a ayunar después del festín Pascual y que celebraban la Pasión del Salvador después de este festín.
Pues según esta orden,
mientras los judíos comenzaban a comer sus ázimos y hierbas amargas, con su
cordero Pascual, ceremonia que no tenía nada más que tristeza para ellos, mientras,
digo, los judíos comenzaban sus ázimos y comían sus hierbas amargas con
tristeza la noche del catorce de la luna, los cristianos cuartodecimanos hacían
su festín Pascual con alegría; y al día siguiente estos mismos cristianos
ayunaban y lloraban porque era el día que los judíos habían crucificado a su
Señor. ¿No es en términos expresos lo que he dicho, a saber, que los
cuartodecimanos, después de haber roto y terminado su gran ayuno Pascual por
medio del festín de la noche del catorce de la luna, ayunaban inmediatamente
después al celebrar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo?
“Se puede concluir, dice, del sentimiento de San Epifanio con respecto a este pretendido decreto de los Apóstoles que, en los primeros tiempos de la Iglesia, sobre todo mientras los judíos fueron Obispos de Jerusalén, se había ordenado que la Pascua fuera hecha por los Cristianos al mismo tiempo que la hacían los Judíos, es decir, el catorce de la luna en cualquier día que cayera, con tal que fuera después del equinoccio, pues es de esta manera que las constituciones Apostólicas ordenan hacer: los cristianos festejarán mientras los judíos comerán sus ázimos con sus hierbas amargas; pero en lo que respecta al otro punto, continúa todavía el P. Petau, mientras los judíos hacen su festín de alegría, los cristianos estarían en duelo y tristeza, lo cual no puede ser, a menos que se diga que al día siguiente de la Pascua Cristiana, que era el primero de los ázimos de los Judíos, se ayunaba entonces en la Iglesia, lo cual es completamente falso. Pues es cierto que estaba prohibido ayunar los cincuenta días desde Pascua a Pentecostés… pero, continúa, de cualquier manera que uno explique este pasaje y el precedente, siempre quedan muchas dificultades”.
Así concluye este sabio suponiendo lo que es falso: que los cuartodecimanos, haciendo la Pascua el catorce de la luna, hacían la fiesta a la cual hoy en día le damos ese nombre. Por el contrario, al suponer, lo que es cierto y he probado, que hacer la Pascua para los cuartodecimanos era algo muy distinto de la fiesta de Resurrección, y que, después de su festín Pascual, hacían la fiesta de la Pasión de Nuestro Señor, este pasaje de San Epifanio es muy fácil de entender, tal como lo he mostrado y nos enseña la disciplina de los cuartodecimanos sobre el artículo del que se trata aquí.