viernes, 9 de diciembre de 2016

Retractatio IV: Algunos grupos del Apocalipsis VIII: Diversos Grupos.

Nota del Blog: mucho tiempo ha pasado desde la última retractatio y la verdad que ya es hora de poner algunas cosas en su lugar.

Al hablar del VIII de los grupos del Apocalipsis (ver AQUI y también la nota 2 AQUI) distinguíamos dos batallas y, consiguientemente, dos tiempos y dos grupos diversos.

Decíamos que lo que se narra tras la apertura del sexto Sello correspondía al Juicio de las Naciones (VI, 12-17) mientras lo que vemos en el capítulo XIX, 11-21 es un suceso anterior, donde se describe la batalla del Harmagedón, pero ¿será ésto así?

Tal vez hemos pecado de demasiadas sutilezas y distinciones.

Veamos:

Que en el capítulo VI se describe el comienzo del Juicio de las Naciones y se narran las conmociones en el sol, la luna, las estrellas y el cielo, y que a este Juicio lo vemos profetizado en Is. XIII, 9-10; XXXIV, 4; Jl, II, 10.30; III, 4.15; Mt. XXIV, 29; Mc. XIII, 24; Lc. XXI, 25 no parece haber demasiados problemas en admitirlo. La dificultad estaría más bien en el capítulo XIX.

Repasemos primero el texto y luego lo sometamos a un breve análisis:

11. Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sedente sobre él es llamado Fiel y Veraz, y juzga con justicia y guerrea.
12. Sus ojos llamas de fuego y en su cabeza muchas diademas, tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él mismo.
13. Y vestido con un vestido empapado de sangre, y el Nombre de Él es llamado el Verbo de Dios.
14. Y los ejércitos que están en el cielo lo siguen en caballos blancos y vestidos de finísimo lino blanco y puro.
15. Y de su boca sale una espada aguda, para que hiera con ella a las naciones. Y Él las destruirá con vara de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso.
16. Y tiene sobre su vestido y sobre su muslo escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
17. Y vi un ángel de pie en el sol y clamó con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo: “Venid, congregaos para el banquete, el grande, de Dios,
18. a comer carnes de reyes y carnes de quiliarcas y carnes de fuertes y carnes de caballos y de los que montan en ellos y carnes de todos, de libres y de esclavos y de pequeños y de grandes”.
19. Y vi la bestia y los reyes de la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra Aquel que monta el caballo y contra su ejército.
20. Y la Bestia fue presa y con ella el Falso Profeta, el que delante de ella había hecho los signos, con los cuales había engañado a los que recibieron la marca de la Bestia y a los que se postraron ante su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre.
21. Y los demás fueron muertos con la espada del que montaba el caballo, la que salía de su boca y todas las aves se hartaron de las carnes de ellos.


Antes que nada pongamos este capítulo en su contexto inmediato. En los capítulos XV-XVI vemos el derrame de las siete Copas, mientras que en los XVII-XVIII asistimos a la destrucción de Babilonia, luego la profecía sigue en el capítulo XIX con el regocijo en el cielo por la destrucción de la gran Ramera, tras lo cual vemos el cielo abierto y la aparición de Jesucristo.

No hay que perder de vista que esta es, en líneas generales, una profecía toda seguida, con lo cual existe secuencia cronológica.

En dos lugares más se vuelve a hablar en el Apocalipsis sobre esta batalla:

XVII, 12-14:

“Y los diez cuernos que viste, diez reyes son, que reino aún no han tomado, mas autoridad, como reyes, por una hora reciben con la Bestia.
Estos un propósito tienen y su poder y autoridad a la Bestia dan.
Éstos contra el Cordero guerrearán y el Cordero los vencerá (porque Señor de señores es y Rey de reyes) y los que con Él (están): llamados y escogidos y fieles”.

Los que pelean contra el Cordero son los diez cuernos de los que venía (y seguirá) hablando, los que se identifican con los diez reyes de los cuales está formada la Bestia del Mar y que para ese entonces ya van a haber destruído a Babilonia.

XVI, 13-16:

“Y ví de la boca del Dragón y de la boca de la Bestia y de la boca del Falso Profeta (salir) espíritus tres, impuros, como ranas.
Son, pues, espíritus de demonios que hacen signos (prodigiosos), los que salen a los reyes de todo el mundo habitado a fin de congregarlos para la guerra del día, del grande, del Dios, el Todopoderoso.
He aquí que vengo como ladrón: bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos, para que no ande desnudo ni vean su vergüenza.
Y los congregó en el lugar, el que es llamado en hebreo “Harmagedón”.

Bien, tratemos de ordenar esto un poco.

En la batalla del Harmagedón vemos los siguientes grupos que guerrean contra el Cordero:

a) Anticristo-Individuo (XIX, 19-20).

b) Falso Profeta (XIX, 20).

c) Diez Cuernos (XVII, 14).

d) Reyes de la tierra (XIX, 19)[1].

e) Reyes de todo el mundo habitado (XVI, 14).


Ahora bien, en la batalla del capítulo XIX hay claramente dos etapas: una en la cual son muertos la Bestia y el Falso Profeta (v. 20) y otra donde perecen los restantes (v. 21).

Está claro que en la primera de las etapas se trata del Anticristo-Individuo[2], gracias al pasaje paralelo de San Pablo cuando le escribe a los Tesalonicenses en segunda carta (II, 8):

“Y entonces se revelará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará por el aliento (lit. espíritu) de su boca y anulará por la manifestación de su parusía…”.

Aquí termina la primera etapa de la guerra del Harmagedón y lo que sigue después es, ni más ni menos, el comienzo del juicio de las Naciones, lo cual se prueba fácilmente por algunos pasajes bíblicos:

1) Primero y principal, el orden de todos estos acontecimientos, y que muchos pasan por alto, ya fue indicado claramente por Nuestro Señor en el Discurso Parusíaco cuando dijo (Mt. XXIV):

29. "E inmediatamente después de la tribulación de los días aquellos, el sol se obscurecerá y la luna no dará su resplandor y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de los cielos serán sacudidas.
30. Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces harán luto todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con virtud y gloria mucha.
31. Y enviará sus ángeles con trompeta grande y congregarán a sus elegidos de los cuatro vientos, de extremos del cielo a extremos de ellos.

Tenemos en primer lugar el fin de la tribulación, que no es otra cosa más que el fin del reinado del Anticristo, de lo cual viene hablando en los versículos anteriores, y luego agrega que inmediatamente después tendrán lugar los fenómenos celestes, y es recién después de este hecho que ha de venir en Gloria y Majestad.

Como se vé, esto coincide claramente con el Apocalipsis, pues primero es destruido el Anticristo-Individuo, y luego tienen lugar los fenómenos celestes que se identifican con el comienzo del Juicio de las Naciones, y vemos así las dos etapas de la batalla del Harmagedón.

2) El juicio de las Naciones no puede excluir a ninguna. Ahora bien, es interesante observar que en el capítulo XVI se habla de todas las naciones que han de ser congregadas para esta guerra:

13. Y ví de la boca del Dragón y de la boca de la Bestia y de la boca del Falso Profeta (salir) espíritus tres, impuros, como ranas.
14. Son, pues, espíritus de demonios que hacen signos (prodigiosos), los que salen a los reyes de todo el mundo habitado a fin de congregarlos para la guerra del día, del grande, del Dios, el Todopoderoso.

3) Y por último, el capítulo XIX termina diciendo (v. 21):

“Y los restantes fueron muertos con la espada del sedente sobre el caballo, con la que salía de su boca y todas las aves se hartaron de sus carnes”.

Pero he aquí que ya antes en el v. 15 había aclarado:

Y de su boca sale una espada aguda, para con ella herir a las naciones. Y Él las destruirá con cetro de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso”.

Este cetro de hierro ya lo habíamos visto como el premio al vencedor de Tiatira en II, 26-27:

“Y al que venciere, esto es, al que guardare hasta el fin mis obras, le daré autoridad sobre las naciones, y las destruirá con vara de hierro, cual vasos de cerámica serán quebradas”.

Y, por supuesto, en XII, 5:

“Y dio a luz un Hijo, un varón, que está por destruir todas las naciones con cetro de hierro y fue arrebatado su Hijo hacia Dios y hacia el trono suyo”.

La verdad que podríamos seguir analizando algunos otros textos en confirmación de lo que acabamos de decir pero creemos que con lo expuesto ya queda más que claro el asunto, y por lo tanto, la necesidad de la retractatio.

Vale!




[1] Estos Reyes de la tierra no se pueden identificar con los diez Cuernos porque estos últimos destruirán a Babilonia (XVII, 16) mientras que los primeros llorarán tras su destrucción (XVIII, 9-10). Parecería que tampoco pueden ser identificados con “los Reyes de todo el mundo habitado”, y que tienen una relación especial con la gran Ramera: son los que fornican con ella y viven en el lujo (XVII, 2; XVIII, 3.9).

[2] La duda podría venir con respecto a los diez cuernos, pero parecería que no hay que incluirlos en la primera etapa de la batalla porque Dan. VII, 12 explícitamente los excluye:

“A las otras bestias también les fue quitado su dominio, pero les fue prolongada la vida hasta un tiempo y un momento”.