viernes, 2 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (IV de XII)

    20. A este principio hay que atribuir las numerosas lagunas que un lector atento de la Biblia no puede dejar de percibir. Nos limitaremos a citar algunos ejemplos en el Pentateuco.

Gén. XXII, 19, Abraham vuelve de la tierra de Moriah a Bersabee, y tiene allí su morada. 7 versículos más adelante, su esposa Sara muere en Cariath-Arbé o ciudad de Arbee, más tarde llamada Hebrón. «Y Abraham, continúa el texto, fue allí, a llorar y lamentarse por ella», etc. ¿Cómo es que Sara muere a ocho leguas de su casa?

Gén. XXVIII, 5, Jacob abandona Bersabee, donde vivían sus padres, a toda prisa para escapar de la venganza de su hermano mayor. Sale sin más equipaje que su persona y su bastón, pues él mismo dice más adelante, XXXII, 10: Pasé este río Jordán llevando sólo mi bastón. Talmud Caldeo de Onkelós: Porque solo he pasado este Jordán. En el cap. XXXV regresa de Mesopotamia, y mientras va de vuelta a su padre, a la ciudad de Arbee, he aquí que Débora muere en su campamento, y se ve obligado a enterrarla bajo una encina en el monte de Betel, donde se encontraba en ese momento. No nos sorprende poco ver que le sigue la nodriza de su madre, a la que no había llevado consigo cuando huyó de la casa de su padre.

Gén. XXXVII, 25 ss., los hijos de Jacob ven venir una caravana de ismaelitas y Judá ofrece vender a José a los ismaelitas. Versículo inmediatamente posterior: «Y habiendo acudido a ellos los mercaderes madianitas, sacaron a José de la cisterna y lo vendieron a los ismaelitas». Finalmente, en el v. 36 dice que los madianitas lo vendieron de vuelta a Egipto. Es evidente que falta algo en el texto, pues no puede haber confundido a los ismaelitas, descendientes de Ismael, con los madianitas, descendientes de Cetura.

Gén. XLVIII, 22, Jacob dijo a José: «Te doy a ti y a tus hermanos la parte de la tierra que he conquistado a los amorreos con mi espada y mi arco». El texto sagrado no nos muestra en ninguna parte a Jacob desenvainando la espada o tensando el arco contra un enemigo.

Éx. IV, 18 y ss., por orden de Jehová, Moisés abandona su retiro de Madián y se dirige a Egipto con su mujer y sus hijos. En una posada de su camino, Seforá, su esposa, se apresuró a circuncidar a su hijo para proteger a su marido del efecto de la indignación de Jehová. Moisés llega a Egipto, libera a los hijos de Israel y los conduce al desierto tras el cruce milagroso del Mar Rojo. Cuando Jetró, suegro de Moisés, se enteró de estas cosas en Madián, tomó, según leemos en el cap. XVIII, a Seforá mujer de Moisés, a quien había despedido, y a sus dos hijos. Ahora bien, no encontramos en todo lo que precede en el texto, ni cuándo, ni por qué, ni cómo Moisés había enviado de vuelta a Madián a su mujer y a sus hijos.

En II Tim. III, 8, el erudito discípulo de Gamaliel cita, como asunto de conocimiento común entre los hebreos, la resistencia que Jannes y Mambres hicieron a Moisés en Egipto. El texto del Éxodo no dice absolutamente nada sobre estos dos magos.

21. El Libro de lo Justo llena estas lagunas, así como otras que sería demasiado largo mencionar aquí[1].

22. Ahora podemos proceder con certeza a la solución de esta primera pregunta: ¿Cuál es el Libro de lo Justo nombrado en Josué y Samuel? El buen sentido dice, y lo anterior lo demuestra, que era una colección de Memorias, de informes sinceros de todos los acontecimientos memorables de cada época. Libro de lo Justo puede explicarse así: un libro de relatos exactos, verídicos, que puede servir de regla, de norma, tanto para los historiadores como para los fieles. Estos últimos extraen de ella instrucciones saludables.

23. Josefo, que escribía en un siglo en el que la tradición seguía viva entre sus correligionarios, confirma plenamente que tal era la naturaleza del Libro de lo Justo. Después de relatar, Ant. Lib. V, cap. 1, n. 17, el milagro del sol que se detuvo sobre Gabaón, añade estas notables palabras: 

«Que el día se prolongó entonces y superó la duración ordinaria, es lo que reconocen las Memorias depositadas en el templo». 

No hay duda de que aquí Josefo quiso reproducir las propias palabras del texto de Jos. X, 13: «¿No está esto, היא, escrito en el Libro de lo Justo?». Si se hubiera referido simplemente a la Biblia, no habría remitido a su lector a los archivos del templo. La Biblia estaba ampliamente extendida tanto en griego como en hebreo. Añadamos que, en ninguna otra parte de sus Antigüedades, donde relata todos los grandes milagros del Antiguo Testamento, se refiere a estas Memorias depositadas en el templo. ¿Y cómo podría haberse referido a la Biblia, ya que advierte en su preámbulo que la reproduce en su totalidad, incluyendo, según su cronología, un período de 5000 años? Ptolomeo, asegura, sólo obtuvo una parte del Sumo Sacerdote Eleazar. En cuanto a Josefo, se compromete a no quitarle ni añadirle nada. Es concebible que después de esto hubiera sido bastante superfluo decir: «Esto es lo que se puede ver en la Biblia».

24. El Libro de lo Justo ha sido clasificado en las primitivas Memorias por los antiguos exégetas. No se leerán sin interés los dos siguientes pasajes de Teodoreto sobre Josué: 

«¿Qué significa, no está escrito en el Libro de lo Justo? El autor, después de habernos dado a conocer el poder del profeta, que con su sola palabra detuvo el movimiento de las grandes luminarias, hasta que su victoria fue completa, no dejó de temer encontrarse con algún incrédulo, y dice que este hecho consta en una antigua Memoria». 

Sobre II Sam., cuestión 4: 

«¿Qué es este Libro de lo Justo? De aquí se deduce con claridad que la historia de los Reyes fue tomada de varios libros proféticos (libros antiguos escritos por profetas). Pues el escritor, después de hablar del canto luctuoso, añade: ‘He aquí que esto está escrito en el Libro de lo Justo’». 

25. He aquí el comentario de Procopio sobre nuestro versículo de Josué: 

«El autor dice: “No soy el primero que habla de este milagro. Hay un libro que lo dio a conocer antes que yo”». 

26. Según R. Levi-ben-Gerson, comentario a los dos versículos de Josué y Samuel: 

«El Libro de lo Justo era un libro conocido por todo el mundo, מפורסם, en aquellos días y se perdió como consecuencia de la dispersión de Israel». 

Rabí Jacob Fidanque, en sus anotaciones al comentario de Abarbanel sobre Josué, también lo da como un libro antiguo que ya no se encuentra.


 [1] El difunto Brentano nos contó que cuando se leía la Biblia a la famosa Emmerich, ésta detenía frecuentemente al lector diciéndole: «Pero te estás salteando (überspringt) algo aquí». Se le decía que no había nada más en el texto. Luego añadía lo que sabía que faltaba allí. Oyendo Éx. XIII, 19, donde se lee: «Y Moisés se llevó (de Egipto) los huesos de José». Me dijo: «No me lees cómo los encontró Moisés». A continuación, relató todos los detalles que figuran en nuestro Libro de lo Justo y en otras colecciones de tradiciones de la antigua Sinagoga.