martes, 22 de agosto de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIV, 14

 14. Y vi y he aquí una nube blanca y sobre la nube uno sentado, semejante a Hijo de hombre, teniendo sobre su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. 

Concordancias: 

Νεφέλη (nube): cfr. Mt. XVII, 5; Mc. IX, 7; Lc. IX, 34-35 (Transfiguración); Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. XIII, 26; XIV, 62 (Parusía); Lc. XXI, 27; Hech. I, 9-11; I Tes. IV, 7; Apoc. I, 7; XIV, 15-16. Ver Apoc. X, 1; XI, 12. 

καθήμενον (sentado): cfr. Mt. XIX, 28; XX, 21.23; XXV, 31; XXVI, 64; Mc. X, 37.40; XIV, 62; Lc. XXII, 30.69; Apoc. III, 21; XIV, 15-16; XX, 4. Ver Mt. XXII, 44; Mc. XII, 36; XVI, 19; Lc. XX, 42; Hech. II, 30.34; Ef. I, 20; Col. III, 1; Heb. I, 3.13; VIII, 1; X, 12; XII, 2. Ver Apoc. IV, 2-4.9-10; V, 1.7.13; VI, 16; VII, 10.15; XI, 16; XIX, 4; XX, 11; XXI, 5. 

ὅμοιον (semejante): cfr. Apoc. I, 13.15; II, 18; IV, 3.6-7; IX, 7.10.19; XI, 1; XIII, 2.4.11; XVIII, 18; XXI, 11.18. 

υἱὸν ἀνθρώπου (hijo de hombre): cfr. Apoc. I, 13. 

κεφαλῆς (cabezas): cfr. Apoc. I, 14; IV, 4; IX, 7.17.19; X, 1; XII, 1.3; XIII, 1.3; XVII, 3.7.9; XVIII, 19; XIX, 12. 

Στέφανον (corona): cfr. Mt. XXVII, 29; Mc. XV, 17; Jn. XIX, 2.5; I Cor. IX, 25; Fil. IV, 1; I Tes. II, 19; II Tim. IV, 8; Sant. I, 12; I Ped. V, 4; Apoc. II, 10; III, 11; IV, 4.10; VI, 2; IX, 7; XII, 1. 

χρυσοῦν (de oro): cfr. Apoc. I, 12-13.20; II, 1; IV, 4; V, 8; VIII, 3; IX, 13.20; XV, 6-7; XVII, 4; XXI 15. 

Στέφανον χρυσοῦν (corona de oro): cfr. Apoc. IV, 4.10. 

χειρὶ (mano): cfr. Apoc. I, 16; VI, 5; VII, 9; VIII, 4; X, 2.8.10; XIII, 16; XIV, 9; XVII, 4; XIX, 2; XX, 1.4. 

Δρέπανον (hoz): cfr. Mc. IV, 29; Apoc. XIV, 15-19. 

ὀξύ (afilada): cfr. Apoc. I, 16; II, 12; XIV, 17-18; XIX, 15. 

Δρέπανον ὀξύ (hoz afilada): cfr. Apoc. XIV, 17-18. 

 

Comentario: 

Straubinger: “Una nube blanca: véase I, 7 y nota. Este Hijo de hombre (sin artículo) parece que no puede ser sino el Mesías (cfr. I, 13), como lo sostienen los más. Su corona atestigua que viene triunfante, como un día lo anticipara (Mt. XVI, 27 ss; Mc. IX, 1 ss y notas). La intervención de ángeles que aquí vemos coincide con lo que Él anunció (Mt. XXIV, 30 s) y no implica necesariamente que este gran Personaje sea uno de ellos según suponen algunos, pues no le vemos descender personalmente, como en XIX, 11 ss. sino que Él los envía (Mt. XIII, 39.41) y actúa desde la nube donde “todo ojo lo verá” (I, 7)”. 

Allo: “Καὶ εἶδον, καὶ ἰδοὺ (Y vi y he aquí), misma fórmula de transición que en IV, 1; VI, 2.5.8; XIV, 1”. 

Allo: “Notemos la reserva de la descripción: “uno sentado sobre una nube”, como Dios en el cap. IV, era “uno sentado sobre el trono”. En todos los pasajes donde Juan introduce a Dios o a Cristo en visión, cap. I, IV, V, XII, XIV, XIX, XXII, evita nombrarlos directamente; un temor, un respeto misterioso los distingue de los demás personajes”. 

Aretas: “Los Santos Padres interpretaron la nube como de María siempre Virgen según aquello de Isaías: “Ved cómo Jehová montado sobre nube ligera entra en Egipto” (XIX, 1). 

Wikenhauser: “La descripción del juicio bajo las figuras de la cosecha y la vendimia es tradicional. De la primera se habla en Is. XVII, 5; XXVII 12; Mt. III, 12; XIII, 30.39 (la cosecha es el fin del mundo); Mc. IV, 29. De la segunda en Is. LXIII, 3 ss; Jer. XXV, 30; Lam. I, 5. En Joel II, 12 s las dos imágenes aparecen juntas: 

Que se alcen las gentes y marchen al valle de Josafat (nombre simbólico que significa “Dios juzga”), porque allí me sentaré yo a juzgar a todos los pueblos en derredor. Meted la hoz, que está ya madura la mies. Venid, pisad, que está lleno el lagar y se desbordan las cubas, porque es mucha su maldad”. 

Este pasaje es como el modelo de la visión. 

Sobre una nube diáfana aparece al vidente la figura celestial de un hijo de hombre. La estrecha relación que existe entre este pasaje y Dan. VII, 13 no deja duda de que se trata de un mismo personaje. La visión marca el cumplimiento de Ap. I, 7 porque la aparición del Hijo del hombre sobre las nubes es, según palabras del propio Jesús, el comienzo del juicio (Mc. XIII, 26; XIV, 62). La corona de oro identifica al Hijo del hombre como a rey y vencedor y la hoz afilada pone de manifiesto su función de juez. Para llevar a término el juicio sólo espera la orden de Dios, que se ha reservado el fijar la hora (Mc. XIII, 32; Hech. I, 7). La orden se le comunica por intermedio de un ángel que viene del templo, el lugar de la presencia de Dios. El juez aplica entonces la hoz a la tierra, segando las espigas maduras”. 

Caballero Sánchez: “La nube blanca, ya lo hemos dicho, es un signo inequívoco de la presencia divina. Una nube brillante arrebató a Jesús el día de la Ascensión, a la vista de sus discípulos, y una nube blanca lo trae ahora a la presencia de los suyos. Se cumple la promesa de los ángeles: “como lo habéis visto irse, así lo veréis volver” (Hech. I, 11)”. 

Bover: “Los rasgos de la nube blanca y la corona de oro y la intervención personal del Hijo del Hombre parecen indicar que se trata especialmente del juicio en que han de ser galardonados los buenos”. 

Garland: “La razón por la cual el Hijo del Hombre supervisa la cosecha de trigo es que Él es quien sembró la buena semilla (Mt. XIII, 37)”. 

Fillion: “Similem Filio: como más arriba (I, 13). Es difícil dudar que este personaje no represente al Hijo del hombre tal como volverá un día, según su propia predicción, con su gloria y poder de juez soberano. Cfr. Mt. XXIV, 30 y XXVI, 64”. 

Swete: “Al igual que los Ancianos en IV, 4, la Figura sobre la nube está coronada con una corona de vencedor forjada en oro, en gran contraste con la corona de espinas de la Pasión (Mc. XV, 7), pero no una diadema imperial; Cristo coronado es aquí el Conquistador más que el Rey”. 

Swete: “Su mano no porta una espada sino una hoz afilada y lista para usar. Es instructivo comparar esta descripción con la visión de I, 13 ss por un lado y con la de XIX, 11 ss por el otro; en ambos casos los ornamentos e instrumentos son apropiados para el personaje asumido”. 

Bauckham: “La vendimia era una imagen tradicional de la consumación escatológica, pero Juan la presenta de forma única en dos formas: la cosecha de grano, llamada "la siega de la tierra" (XIV, 14-16) y la cosecha de uva, llamada "la vendimia de la tierra" (XIV, 7-20). Las dos imágenes se basan en Jl. III, 13 (Heb. IV, 13): 

“Echad la hoz, porque la mies está ya madura,

venid y pisad, porque lleno está el lagar;

se desbordan las tinas; pues su iniquidad es grande”. 

Para los estudiosos modernos parece claro que todo este versículo se refiere a la vendimia, que Joel utiliza como imagen del juicio sobre las naciones malvadas (cf. III, 11-12). Pero Juan encontró dos imágenes en él: la cosecha de grano en la primera línea, la cosecha de uva en la segunda. Esto se debió sin duda a que la palabra… No fue el primer lector de Joel en tiempos del Nuevo Testamento que encontró una referencia a la cosecha de grano en estas palabras, como muestra la alusión a ellas en Mc. IV, 29. La cuestión que se plantea, sin embargo, es si, al desarrollar dos imágenes diferentes de la cosecha escatológica a partir de Jl. III, 13, Juan pretendía que fueran imágenes alternativas de la misma realidad, o imágenes de dos aspectos diferentes de la consumación escatológica… 

La imagen de pisar las uvas en el lagar es una imagen natural del juicio, y el final de Jl. III, 13 deja muy claro que se trata de un juicio sobre los pecadores. Necesitaríamos una buena prueba de que Juan pretendía esta imagen en otro sentido. Además, en XIV, 19 se habla de "el gran lagar de la ira de Dios", aludiendo así también a Is. LXIII, 1-6 (cf. también Apoc. XIX, 15), que describe el juicio iracundo de Dios sobre las naciones como el pisado de un lagar. Pero también hay que señalar que la imagen del lagar en XIV, 19 está relacionado con una imagen utilizada anteriormente en este mismo capítulo, de modo que los lectores del capítulo XIV ya están preparados para reconocer XIV, 17-20 como una imagen negativa del juicio de Dios sobre las naciones no arrepentidas. La "gran prensa de la ira de Dios" (XIV, 19) se hace eco tanto del "vino de la ira de su fornicación" (XIV, 8), que Babilonia ha hecho beber a todas las naciones, y también 'la copa del vino de la ira de Dios vertida sin diluir en la copa de su ira' (XIV, 10), que Dios hace beber a todos los que adoran a la bestia… El vino de Babilonia es el modo de vida corrupto que ofrecía a las naciones y que las incitaba a adorar a la bestia. A la luz de estas imágenes, el pisado del lagar sólo puede ser el acto del juicio de Dios sobre las naciones. 

Lo que ha pasado desapercibido es que, si la imagen de la vendimia tiene un antecedente en el cap. XIV, también lo tiene la imagen de la cosecha de grano. De los 144.000 (la iglesia en su victoria a través del martirio) se dice que "Estos fueron comprados de entre los hombres, (como) primicias (ἀπαρχὴ) para Dios y para el Cordero" (XIV, 4). La frase recuerda a V, 9, dirigida al Cordero: “compraste para Dios con tu sangre (hombres) de toda tribu y lengua y pueblo y nación”. Pero ahora aprendemos que los seguidores del Cordero, rescatados por su sacrificio, han de ser ellos mismos un sacrificio. Además, son un tipo específico de sacrificio: las primicias. Las primicias eran la primera gavilla que se tomaba de la cosecha antes de segar el resto, y que se ofrecía a Dios como sacrificio (Lev. XXIII, 9-14). La conexión entre las primicias de XIV, 4 y la recolección de toda la cosecha en XIV, 14-16 sería obvia para cualquier judío, que difícilmente podría utilizar la imagen de las primicias sin implicar una cosecha completa de la que las primicias son el signo y la promesa (cf. Rom. VIII, 23; XI, 16; XVI, 5; I Cor. XV, 20.23; XVI, 15). Así, los mártires, redimidos de entre todas las naciones, son ofrecidos a Dios como primicias de la cosecha de las naciones, cuya siega se describe en XIV, 14-16. Esto debe significar que la imagen de la cosecha de grano no es una imagen de juicio, sino una imagen de la reunión de las naciones convertidas en el reino de Dios. Es la imagen positiva que complementa la imagen negativa de la cosecha. 

Es cierto que se ofrecían primicias de uva (Ex. XXII, 29), así como de grano, pero difícilmente se podría ver a los mártires como las primicias del juicio de las naciones, que la vendimia simboliza. Pero esta implicación puede evitarse en cualquier caso mediante una alusión a Lev. XXIII, 10 en la visión de la cosecha de grano. Ese versículo, que se refiere claramente a la cosecha de grano, ordena a los israelitas: 

Cuando, después de entrar en el país que Yo os daré, segareis allí la mies llevareis una gavilla, como primicias de vuestra siega, al sacerdote”. 

La referencia a la siega de "su cosecha [es decir, la de la tierra]" parece ser recogida y dotada de un nuevo sentido en Apoc. XIV, 15: "siega…, que está completamente madura[1] la siega de la tierra". Si Juan tenía en mente en este capítulo específicamente la ley de la ofrenda de las primicias en Lev. XXIII, 9-14, entonces no puede dejar de ser significativo que las primicias debían ir acompañadas de la ofrenda de un cordero sin mancha (Lev. XXIII, 12; cf. Apoc. XIV, 4-5). 

(…) 

En primer lugar, aunque las descripciones de la siega (XIV, 14-16) y de la vendimia (XIV, 17-20) son en muchos aspectos paralelas, hay una diferencia importante entre ellas. La cosecha de grano se desarrolla en una sola acción: la siega. La vendimia comprende dos acciones: recoger las uvas en el lagar y pisar el lagar. Estas dos acciones, como veremos más adelante en el Apocalipsis, corresponden a la reunión de los reyes de la tierra y sus ejércitos en el Armagedón (XVI, 12-14) y al juicio de las naciones en la Parusía (XIX, 15, que se hace eco de XIV, 19 y revela la identidad del que pisa el lagar, que queda enigmático en XIV, 20). El relato de la cosecha de grano podría haberse extendido en paralelo a la vendimia, ya que a la siega le seguía la trilla (normalmente realizada por animales que pisoteaban el grano) y el aventado (en el que se separaba el grano bueno de la paja, que se volaba o se quemaba). Así como el pisado del lagar es una imagen natural del juicio, también lo son la trilla y el aventado. Pero la siega no lo es. Cuando se utiliza la siega como imagen del juicio, o bien la trilla es el aspecto especificado (Jer. LI, 33; Miq. IV, 12-13; Hab. III, 12; Mt. III, 12; Lc. III, 17; cf. Apoc. XI, 2) o los malvados son comparados con la paja que se lleva el viento o se quema (Sal. I, 4; XXXV, 5; Is. XVII, 13; XXIX, 5; Dan. II, 35; Os. XIII, 3; Mt. III, 12; Lc. III, 17). El juicio discriminatorio podría estar simbolizado por la recolección del grano en los graneros, mientras que la cizaña (eliminada antes de la siega) o la paja se queman (Mt. III, 12; XIII, 30; Lc. III, 17). Casi nunca la cosecha como tal, que significaría principalmente la siega, es una imagen negativa del juicio (Os. VI, 11 es quizás el único caso bíblico). En referencia a la consumación escatológica, la siega es siempre una imagen positiva de la entrada de la gente en el reino (Mc. IV, 29; Jn. IV, 35-38)… 

En segundo lugar, la única acción de la cosecha de grano la realiza "uno como hijo de hombre" sentado en una nube y con una corona (XIV, 14), mientras que las dos acciones de la vendimia las realiza respectivamente un ángel (XIV, 19) y uno cuya identidad no se revela hasta XIX, 11-16, que lo presenta como guerrero y juez divino. El personaje que recoge la cosecha de grano es ciertamente Jesucristo (cf. I, 13) y también el que pisa el lagar, pero las dos imágenes de Cristo son deliberadamente diferentes. La descripción de la figura sobre la nube es una alusión clara a Dan. VII, 13-14, los únicos versículos de Daniel que se refieren a 'uno como hijo de hombre'. Lo describen viniendo en las nubes hacia Dios (compárese la relación de la nube con el templo celestial en Apoc. XIV, 14-15) para recibir “el señorío, la gloria y el reino y todos los pueblos y naciones y lenguas” (Dan. VII, 14; compárese la corona de oro, que simboliza la realeza, que lleva la figura en Apoc. XIV, 14) Dan. VII no describe esta figura como un juez o que se ocupa de la destrucción de la bestia. Simplemente recibe su reino universal. Esto es también lo que hace en Apoc. XIV, 14-16… En XIV, 14-16 vemos que el reino de Cristo se extiende desde la iglesia a las naciones”. 

Holtz (citado por Feuillet): “Para refutar mejor la idea errónea común de que en Apoc. XIV, 14 Cristo, sentado en una nube blanca sería el de la parusía, T. Hoitz señala que en la parusía Cristo no se sienta en una nube, sino que viene con las nubes”.



[1] Notar que traduce “madura” en lugar de “seca”.