sábado, 10 de junio de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIV, 7

 7. diciendo con voz grande: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio” y “Postraos ante el que hizo el cielo y la tierra y mar y fuentes de aguas”. 

Concordancias: 

Φωνῆ μεγάλη (voz grande): cfr. Apoc. I, 10; V, 2.12; VII, 2; VIII, 13; X, 3; XI, 12; XII, 10; XIV, 9.15.18; XVI, 1.17; XIX, 1.17; XXI, 3. Ver Apoc. I, 12; IV, 1; XI, 15. 

Φοβήθητε (temed): cfr. Mt. X, 26-31; Lc. XII, 4-9.22-34; Apoc. I, 17; II, 10; XI, 18; XIV, 7; XV, 4; XIX, 5. 

Δόξαν (gloria): cfr. Mt. XVI, 27; XIX, 28; XXIV, 30; XXV, 31; Mc. VIII, 38; X, 37; XIII, 26; Lc. IX, 26.31-32; XII, 27; XXI, 27; XXIV, 26; I, 14; XI, 40; XII, 41; XVII, 5.22.24; Hech. VII, 2.55; Col. III, 4; I Tes. II, 12; II Tes. I, 9; II, 14; Tit. II, 13; I Ped. I, 11; IV, 13; V, 1; Apoc. I, 6; IV, 9.11; V, 12-13; VII, 12; XI, 13; XV, 8; XVIII, 1; XIX, 1.7; XXI, 11.23-24.26. Ver Apoc. XV, 4; XVI, 9. Ver Apoc. XV, 4; XVIII, 7. 

δότε αὐτῷ δόξαν (dadle gloria): cfr. Apoc. XI, 13; XVI, 9; XIX, 7. Ver también Jos. VII, 19; I Reg. VI, 5; Is. XLII, 12; Jer. XIII, 16; Lc. XVII, 18; Jn. IX, 24; Hech. XII, 23; Rom. IV, 20. 

ἦλθεν (vino): cfr. Apoc. I, 7; III, 11; V, 7; VI, 1.3.5.717; VIII, 3; IX, 12; XI, 14.18; XIV, 15; XVI, 15; XVII, 1.10; XVIII, 10; XIX, 7; XXI, 9; XXII, 7.12.20. 

Ὥρα (hora): cfr. Apoc. III, 3.10; IX, 15; XI, 13; XIV, 15; XVII, 12; XVIII, 10.17.19. 

Κρίσεως (juicio): cfr. Mt. X, 15; XI, 22.24; XII, 36.41-42; XXIII, 33; Mc VI, 11; Lc. X, 14; XI, 31-32; Jn. V, 22.24.27.29-30; XII, 31; XVI, 8.11; II Tes. I, 5; Heb. IX, 27; X, 27; II Ped. II, 4.9.11; III, 7; I Jn. IV, 17; Jud. I, 6; Apoc. XVI, 7; XVIII, 10; XIX, 2. 

Προσκυνήσατε (postraos): cfr. Apoc. III, 9; IV, 10; V, 14; VII, 11; XI, 16; XIII, 4.15; XVI, 2; XIX, 4.10.20; XXII, 8-9. 

Latría: Apoc. IX, 20; XIII, 8.12; XIV, 9-11; XX, 4. (Parecería que siempre en sentido peyorativo de idolatría). 

Duda: Apoc. XI, 1; XV, 4. 

Cfr. Apoc. XIX, 10. 

οὐρανὸν (cielo): cfr. Apoc. IV, 1; VI, 13-14; VIII, 10; IX, 1; X, 6; XI, 6; XII, 4; XIII, 13; XIX, 11; XX, 1; XXI, 1-2. 

γῆν (tierra): cfr. Apoc. I, 5.7; V, 3.6.10.13; VI, 13.15; X, 2.5-6.8; XI, 4; XVII, 2.5.18; XVIII, 1.3.9; XIX, 2.19; XX, 8-9.11; XXI, 1.24. Ver Apoc. III, 10; VI, 4.8.10; VII, 1-3; VIII, 5.7.13; IX, 1.3-4; XI, 6.10.18; XII, 4.9.12-13.16; XIII, 3.8.11-14; XIV, 3.6.15-16.18-19; XVI, 1-2.18; XVII, 8; XVIII, 3.9.11.23-24. 

Θάλασσαν (mar): cfr. Apoc. V, 13; X, 6; XXI, 1. Ver Apoc. IV, 6; VII, 1-3; VIII, 8-9; X, 2.5.8; XII, 12.17; XIII, 1; XV, 2; XVI, 3; XVIII 17.19.21; XX, 8.13. 

οὐρανὸν… γῆν… Θάλασσαν (cielo… tierra… mar): V, 13 (cielo, tierra y mar); X, 6 (cielo, tierra y mar); XIV, 7 (cielo, tierra y mar); XX, 11 (tierra y cielo); XXI, 1 (cielo y tierra). 

πηγὰς (fuentes): cfr. Mc. V, 29; Jn. IV, 6.14; II Ped. II, 17; Apoc. VII, 17; VIII, 10; XVI, 4; XXI, 6. 

ὑδάτων (aguas): cfr. Apoc. I, 15; VII, 17; VIII, 10-11; XI, 6; XII, 15; XIV, 2; XVI, 4-5.12; VII, 1.15; XIX, 6; XXI, 6; XXII, 1.17. 

πηγὰς ὑδάτων (fuentes de aguas): cfr. Jn. IV, 14; Apoc. VII, 17; VIII, 10; XVI, 4; XXI, 6. Ver Jn. VII, 37-39; Apoc. XXII, 1.17. 

 

Citas Bíblicas: 

Mt. X, 28: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, y que no pueden matar el alma; más temed a aquel que puede perder alma y cuerpo en la gehena”. 

Jn. XVI, 8-11: “Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio: por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí; por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más; por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado”. 

 

Comentario: 

Puesto que esta frase tiene lugar entre la quinta y la sexta trompeta, como se dirá luego, tal vez haya aquí una alusión a las primeras cuatro trompetas.

Contra esa querella del Espíritu Santo, Satanás opone la incredulidad de Israel. Cuando la Mujer dé a luz, y Satanás no sea ya admitido al Trono de Dios como Acusador, entonces sabrá que la ejecución de la sentencia sigue pronto (Apoc. XII, 12), la cual tendrá lugar en XX, 1 y el castigo será la prisión en el Abismo durante los mil años. En cuanto al juicio del mundo es lo que vemos ejecutarse a través de las diversas plagas del Apocalipsis: las Trompetas, las Copas y luego el Juicio de las Naciones. 

Ecumenio: “Dice que no se debe temer a la Bestia agresiva, asesina de almas, al Anticristo, aunque amenace y haga las cosas más perversas, pues dice: “Ha llegado la hora de su juicio”, y se va a castigar de forma nunca vista a quien aterroriza a los que habitan la tierra. “Y adorad, dice, a quien ha hecho a toda criatura; no al diablo, perverso e impío”. 

San Andrés: “Temed a Dios y no os asustéis del Anticristo, que no puede matar el alma junto con el cuerpo”. 

Ribera: “No temáis al Anticristo y sus amenazas. No temáis a los que matan el cuerpo, y que no pueden matar el alma; más temed a Cristo, que puede perder alma y cuerpo en la gehena y que ya viene a juicio, para dar honor a los buenos y eterno suplicio a los malos. Este es el Evangelio, es decir, la buena nueva: clamar que está próximo el día del juicio, y nada se puede anunciar más alegre para los buenos”.

 

Bonsirven: “Contiene la primera parte de la predicación apostólica, la que se dirigía los pueblos idolatras para apartarlos de sus errores y abominaciones y conducirlos a la adoración del Creador, del único y verdadero Dios (Hech. XIV, 15; I Tes. I, 9); primer paso hacia la fe cristiana; conversión urgente, pues la hora del juicio ha llegado y se realiza sobre la ciudad del mal”. 

Bauckham: “El mensaje del primer ángel (XIV, 7) es una invitación positiva al arrepentimiento y a la adoración del único Dios verdadero, expresada en términos que recuerdan a XI, 13. Los otros dos ángeles refuerzan este mensaje proclamando la caída de Babilonia (XIV, 8) y por lo tanto el juicio de los impenitentes que siguen bebiendo el vino de Babilonia y adorando a la bestia (XIV, 9-11). El mensaje del segundo ángel se refiere a la inevitable caída de ese sistema de maldad humana que se opone al reino de Dios; el mensaje del tercer ángel se refiere al juicio de los individuos que continúan adhiriéndose al sistema. Juntos constituyen la advertencia negativa que subraya la invitación positiva del primer ángel. El conjunto de los tres ángeles es paralelo a la predicación de los dos testigos, con su llamada al arrepentimiento (XI, 3), reforzada por los juicios de advertencia (XI, 5)”. 

Shea: “Un aspecto especial de estos pasajes paralelos tiene que ver con la falsa creación que ocurre bajo la descripción de la bestia de la tierra y la descripción de la verdadera creación que ocurre bajo el mensaje del primer ángel. Hay una creación en cada caso, pero son de diferente naturaleza. La creación descrita en el mensaje del primer ángel es la verdadera creación. Se describe especialmente en términos que provienen de los tres primeros días de la semana de la creación: "adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de agua". Estos aspectos de la creación incluyen especialmente los acontecimientos descritos en los tres primeros días del relato de la creación de Gén. I. Luego, a partir del cuarto día, se poblaron esos aspectos de la creación, primero los cielos atmosféricos, luego el mar y el cielo, y finalmente la tierra. Esto incluye los cuerpos astronómicos del cuarto día, las aves y los peces del quinto día, y los animales terrestres y el hombre del sexto día. A esta población se refiere el cuarto mandamiento con la frase adicional "y todo lo que hay en ellos". Esa frase adicional no ocurre aquí. Esta referencia es a la creación del mundo como originalmente habitado, pero los habitantes mismos no se describen específicamente aquí.

En ese sentido, la pseudocreación de la bestia de la tierra llena ese vacío, pero lo llena con algo equivocado. El lenguaje de la creación se utiliza para describir la creación de la imagen de la bestia. La palabra imagen se utiliza igual que en Gén. I, 26, donde Dios dice: "Hagamos al hombre a nuestra imagen". Luego, Dios pasó a crear la verdadera primera pareja humana. En el caso de la bestia de la tierra, hace una imagen no del verdadero hombre o mujer, sino de la primera bestia, una bestia grotesca, por cierto.

Luego, tras haber formado al hombre del polvo de la tierra, Dios le insufló aliento de vida (Gén. II, 7). Eso es lo que hace la bestia de la tierra con su pseudo-creación: "Se le permitió dar aliento a la imagen de la bestia". En este sentido, esta pseudocreación sigue los pasos de la creación original. Entonces, habiendo hecho a Adán, pero antes de que fuera hecha Eva, Dios hizo hablar a Adán para que nombrara a los animales (Gén. II, 19). Una vez hecha la imagen de la bestia, la bestia de la tierra le insufla vida, y entonces la propia imagen habla (Apoc. XIII, 15). Cuando la imagen de la bestia habla, no nombra a los animales. Nombra a los hombres y mujeres que no la adoran. "También hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, sean marcados en la mano derecha o en la frente". Aquí también es una parodia de lo que hizo Adán en el Jardín del Edén. Dios hizo un hombre y habló con los animales, nombrándolos. La bestia terrestre hace una imagen de un animal, la primera bestia, y habla, pero no a los animales; habla a los hombres. No da a los hombres y a las mujeres sus nombres, sino que les da su propia marca y les obliga a adorar la imagen bajo pena de no poder comprar ni vender o incluso bajo pena de muerte. Esto no es dejar que los animales con nombre corran libremente, como hizo Adán. A Adán se le dio el verdadero dominio sobre la tierra y los animales. A la bestia se le da un pseudo-dominio sobre la tierra y sus habitantes a través de esta coacción”. 

Muñoz León: “El primer Ángel tiene una buena nueva eterna (un evangelio eterno, XIV, 6-7). La denominación “buena nueva eterna” califica como “evangelio” el mensaje del Apocalipsis (ver X, 7). Ahora bien, el mensaje central es el reinado de Dios, como hemos visto en las proclamaciones de XI, 15 y XII, 10 ss. De esta manera, encontramos una profunda coincidencia con la conexión entre evangelio y reino que hay en los sinópticos (cf. Mc. I, 15 y la denominación de Mateo “evangelio del Reino” (IV, 23) y la de Lucas “evangelizar el reino de Dios” (IV, 43).

Ese evangelio es la proclamación de la soberanía de Dios y de la salvación ofrecida en Cristo, la invitación a adorar al Único Dios y el anuncio de juicio divino para los que no se conviertan de sus iniquidades. Es una invitación a temer (adorar) y dar gloria a Dios, porque ha llegado la hora del juicio. En vez de adorar a la Bestia, se debe adorar únicamente al Creador”.