martes, 13 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XX de XXXVIII)

     A continuación, el P. Pacios analiza más en detalle las objeciones de los Rabinos y las respuestas de Jerónimo para defender el porqué de la interpretación alegórica en estos pasajes. 

1) Si las profecías que de suyo admiten explicación material se interpretan en sentido figurado, toda la Sagrada Escritura habría de entenderse figuradamente, incluso la creación del mundo, los 10 Mandamientos y la Historia de los Patriarcas. 

Resp. La interpretación de las profecías no se hace al arbitrio propio, sino según las declaró el Mesías y sus Apóstoles. Y el Mesías enseñó la interpretación literal para la Creación, Mandamientos e Historia de los Patriarcas[1]. 

2) Si la Ley se interpreta en sentido literal, la Ley será una. Si en sentido espiritual, habrá tantas leyes como intérpretes. 

La respuesta es la misma: no hay más intérprete que el Mesías; por lo tanto, la Ley sigue siendo una, pues la interpretación no se deja al arbitrio de cada cual. Y es evidente que entre la interpretación de los rabinos y la del Mesías, hay que preferir la de éste. Aquí se ve claramente cómo la cuestión de la venida del Mesías es la primordial, ya que Él es el que nos ha de dar la verdadera interpretación de la Sagrada Escritura. 

3) Todos están concordes en que las palabras santuario, arca, Israel, David, sacerdote, rey, etc. y otras semejantes se entienden materialmente en el primero y segundo templo. Y como no hay ninguna razón para cambiar su significado, lo mismo se deben entender materialmente cuando se habla de ellas para los tiempos mesiánicos (en el tercer templo). Igualmente, las palabras que anuncian la ruina de Israel se entienden materialmente, y materialmente se cumplieron. Por consiguiente, también se han de entender materialmente, y materialmente cumplirse, los vaticinios sobre la reparación de Israel. 

Resp. La objeción no procede, porque en los tiempos mesiánicos se mudó la condición del mundo con respecto a la Ley, cuya duración era de 2.000 años hasta el Mesías. Por eso las profecías que se refieren a la reparación de la cautividad babilónica se entienden y se cumplieron materialmente, porque aún no había cambiado la condición del mundo; pero las que se refieren a los tiempos del Mesías, que había de traer los bienes espirituales, son susceptibles de interpretación espiritual. Y nos fuerzan a darles esa interpretación: 

a) La misma mutación de la condición del mundo en el tiempo del Mesías. 

b) Los mismos profetas que nos inducen a ello empleando palabras no susceptibles de entenderse en sentido material. 

c) Los mismos doctores judíos que interpretan espiritualmente las palabras Santuario, Casa de Dios, Templo, Jerusalén, Sión, Israel, Tierra y David que se encuentran en esas profecías. Si esas palabras tienen sentido espiritual, ¿cuándo podrán entenderse mejor en ese sentido que en los tiempos mesiánicos? 

d) Lo que de hecho ha sucedido. Los profetas anunciaron el tiempo de la venida del Mesías. En ese tiempo vino Cristo: probó su misión con milagros; los detalles de su vida coinciden con lo que de ella anunciaron los profetas; los judíos que no le reciben caen en cautividad que ya dura cerca de 2.000 años, indicio manifiesto de que se han apartado de la verdadera fe. Los actos mesiánicos, que se dice que Cristo no cumplió, aparecen manifiestamente cumplidos si se les da el significado espiritual. Por consiguiente, hay que decir que esa interpretación es la verdadera, o bien que los profetas se equivocaron al anunciar el tiempo de la venida del Mesías, y que la cautividad actual de los judíos es inexplicable. Pero como los profetas no podían equivocarse, y como la cautividad está anunciada como un castigo a la infidelidad judía, síguese que esas profecías han de interpretarse espiritualmente y que los judíos están en cautividad por haberse alejado del verdadero Dios, que es el Mesías. 

Hasta aquí la larga respuesta de Jerónimo. En sustancia, nos parece que ya queda suficientemente clara nuestra posición con respecto a los argumentos de Jerónimo, pero notemos nada más al pasar varios problemas: 

a) Si después de la venida del Mesías las profecías se deben interpretar espiritualmente, entonces, todas aquellas relativas a la destrucción de Jerusalén y del Templo, seguida del cautiverio, debieron haber sido tomadas en sentido espiritual y, por lo tanto, de la Iglesia. 

b) Es patente por las mismas Escrituras que la vuelta del cautiverio con Ciro no marcó el fin del cautiverio judío. Toda la argumentación de Jerónimo cae, pues, por su base. 

He aquí que hoy somos siervos; sí, somos siervos en ese mismo país que Tú diste a nuestros padres, para que comiéramos sus frutos y sus bienes. Sus abundantes frutos son para los reyes que Tú has puesto sobre nosotros a causa de nuestros pecados. Ellos dominan, según su antojo, sobre nuestros cuerpos y nuestras bestias, y vivimos en gran angustia” (Neh. IX, 36-37). 

Palabras completamente opuestas a las alegadas por Jerónimo.


 [1] En esta parte de la respuesta, (ses. 26) Jerónimo se remite a lo que va a desarrollar después, tratando la octava cuestión “si el Mesías había de dar una ley nueva”, lo cual se trató en las sesiones 32 y 43 y confesamos que no vemos desarrollado este punto.