sábado, 19 de septiembre de 2020

La Disputa de Tortosa (XVI de XXXVIII)

4) Condición de los Rabinos: 

En tiempo del Mesías volverán a observarse, como antiguamente se hacía, todas las ceremonias y sacrificios de la ley mosaica, junto con el sacerdocio aarónico (Deut. XXX, 1-5.8; Ez. XXXVII, 24; XL ss.). 

 

Respuesta de Jerónimo: 

Jerónimo negó esto, pero difirió su discusión para cuando se tratase de las preguntas 8 y 9; tan sólo replicó ahora al texto de Zac. XIV, 16, demostrando que la fiesta de los tabernáculos, que según el profeta celebrarán todas las gentes, ha de entenderse espiritualmente, es decir, que a los creyentes en el Mesías se les exigirá el desprecio de los bienes terrenos y el desapego de ellos, para no amar más que los bienes celestiales. 

La explicación se confirma por el hecho de que no se hace mención de otras fiestas mucho más importantes, como la Pascua; si, pues, se manda la fiesta de los tabernáculos, no es por lo que es en sí, sino por lo que espiritualmente significa. 

 

Contrarréplica de los Rabinos: 

La respuesta judía dejó sin explicar el por qué se nombró la fiesta de los tabernáculos en vez de la Pascua y se limitaron a afirmar que el último capítulo de Zacarías no podía entenderse alegóricamente, dados los detalles materiales que contiene. 

 

Opinión del P. Pacios: 

Dice que la explicación de Jerónimo es muy plausible. 

 

Nuestra opinión: 

El texto de Deuteronomio prueba más bien en contra de lo que alegan los judíos pues habla de una circuncisión espiritual, y lo mismo dígase de Ez. XXXVII, puesto que “observar las leyes y guardar los mandamientos”, no implica necesariamente todas las ceremonias judías y si además se tiene en cuenta que el Mesías había de promulgar una Ley nueva, como les prueba Jerónimo, entonces la objeción es de poco valor. 

Se les puede conceder, sin embargo, que algunas ceremonias judías pueden llegar a volver durante el Milenio, pero sólo como valor figurativo de la Misa y, aun así, van a estar circunscriptas al Templo de Jerusalén, como bien lo prueba Lacunza y lo reconocen autores como Ramos García. 

Un par de palabras sobre el famoso texto de Zacarías: 

Todas las fiestas del Antiguo Testamento como, de hecho, todo el Antiguo Testamento, miraban a Jesucristo. 

Ahora bien, Nuestro Señor cumplió en sí mismo la fiesta de la Pascua porque, como lo dice San Pablo, 

“Expurgad la vieja levadura, para que seáis una masa nueva, así como sois ázimos porque ya nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada” (I Cor. V, 7). 

Otra ceremonia que había que cumplir era el ofrecimiento de las primicias: 

“Habló Yahvé a Moisés, diciendo: “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando, después de entrar en el país que Yo os daré, segareis allí la mies llevareis una gavilla, como primicias de vuestra siega, al sacerdote, el cual mecerá la gavilla; delante de Yahvé, para que os sea favorable. El día siguiente al sábado la mecerá el sacerdote…” (Lev. XXIII, 9-11). 

Este “día siguiente al sábado” es, como se ve por el contexto, el que cae dentro de la octava de Pascua. 

Ahora bien, Jesucristo es también “la primicia”, porque resucitó al día siguiente al sábado dentro de la octava de Pascua, pues, como dice San Pablo: 

“Más ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que durmieron” (I Cor. XV, 20. Cfr. v. 23). 

A Pentecostés, la otra fiesta importante, la vemos cumplida con la venida del Espíritu Santo. En el Sinaí y en el Cenáculo vemos la promulgación de ambas leyes, la Antigua y la Nueva. 

Y nos está quedando la fiesta de los Tabernáculos, que es la fiesta de la morada en tiendas por el desierto cuando los judíos tenían el Arca de la Alianza. Esta fiesta es una fiesta escatológica por su naturaleza y se deberá cumplir durante el Milenio, por eso es que leemos en el Apocalipsis en varias oportunidades: 

Apoc. VII, 15-17: “A causa de esto, están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su santuario y el sentado sobre el trono tenderá su tabernáculo sobre ellos. No tendrán hambre ya, ni tendrán sed ya ni caerá sobre ellos el sol ni ardor alguno. Porque el Cordero, el (que está) en medio del trono los apacentará y los guiará a fuentes de aguas vivas y borrará Dios toda lágrima de sus ojos”. 

Apoc. XXI, 3-4: “Y oí una voz grande desde el trono que decía: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres y fijará su tabernáculo con ellos y ellos sus pueblos serán y Él “el Dios con ellos” será y borrará toda lágrima de sus ojos y la muerte no será ya, ni luto, ni grito, ni dolor será ya, porque las cosas primeras se fueron”. 

Esta fiesta de los Tabernáculos todavía no se ha cumplido y sucederá tal como lo anuncia Zacarías. No hay dificultad en que se celebre esta fiesta de la misma manera que las otras dos, es decir, en sentido cristiano, pero esto no quita que lo que dice Zacarías sobre las naciones yendo a Jerusalén a celebrar la fiesta de los Tabernáculos se deba interpretar alegóricamente o aplicar a la Iglesia en nuestros tiempos. 

En conclusión, creemos que se les puede conceder a los judíos literalidad en el pasaje sin menoscabo del dogma católico.