3)
Llegamos, por fin, al más importante de todos y nos parece que ayudará también
a ubicar la tierra.
La clave para entender el mar creemos que está en un pasaje paralelo de Jeremías, donde sucede exactamente lo mismo que en el
Apocalipsis[1].
Apoc XVIII, 17-21: “Porque
en una hora fue desierta tanta riqueza!”. Y todo
piloto y todo el que a lugar navega y marineros y cuantos el mar trabajan,
desde lejos, se pusieron de pie, y clamaban viendo el humo de su incendio,
diciendo: “¿Quién semejante a la ciudad, la grande?”. Y arrojaron polvo sobre
sus cabezas y clamaban, llorando y lamentándose, diciendo: “¡Ay, ay, la ciudad,
la grande, en la cual se enriquecieron todos los que tienen las naves en el mar
a causa de su opulencia, porque en una hora fue desierta!”. ¡Alégrate sobre
ella, cielo y (¿esto
es?) los santos y los apóstoles y los profetas, pues ha juzgado Dios
vuestro juicio contra ella! Y alzó un
ángel fuerte una piedra como un molino grande, y (la) arrojó al mar, diciendo: “Así con ímpetu será arrojada
Babilonia, la gran ciudad y no será hallada ya”.
Jer. LI, 63-64: “Y después de leer este
libro, atarás a él una piedra y lo
arrojarás en medio del Éufrates; y dirás: “Así se sumergirá Babilonia, y
no se recobrará del mal que voy a traer sobre ella. Así quedarán destruídos”.
Como se ve, la coincidencia es casi total y la diferencia
más importante está en que donde San Juan dice mar, Jeremías había dicho Éufrates.
El resto de las citas será fácil ubicar y aplicar:
Apoc. VII, 1-3: “Después
de esto vi cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro ángulos de la
tierra, teniendo los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel subiendo del
oriente del sol, teniendo (el) sello
del Dios vivo y clamó con voz grande a los cuatro ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar diciendo: “No dañéis la
tierra, ni el mar, ni los árboles,
hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.
Apoc. VIII, 8-9: “Y el segundo ángel trompeteó y como un monte grande,
en fuego ardiendo, fué arrojado al mar y se volvió la tercera parte del mar
sangre. Y murió la tercera parte de las creaturas, de las que están en el
mar, las que tienen almas y la tercera parte de las naves fue destruida”.
Apoc. X, 2-8: “Y teniendo en su mano un librito abierto; y puso
su pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra; y clamó
con voz grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron los siete truenos
sus voces. Y cuando hablaron los siete truenos, iba a escribir y oí una voz del
cielo diciendo: “Sella lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”. Y
el ángel que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su
mano, la diestra, al cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos
- que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el
mar y lo que hay en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días
de la voz del séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el
misterio de Dios como evangelizó a sus siervos los profetas. Y la voz que oí
del cielo, (la oí) de nuevo hablando conmigo y diciendo: “Ve, toma el
libro, el abierto, (que está) en la
mano del ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”.
Apoc. XII, 12: “A causa de esto ¡alegráos cielos y (¿esto es?)
los que en ellos tendéis los tabernáculos! ¡Ay de la tierra y del mar
porque descendió el diablo (el
Calumniador) a vosotros, teniendo furor grande, sabiendo que poco tiempo
tiene!”.
Apoc. XII, 17-XIII, 1: “Y se airó el Dragón
contra la Mujer y se fue a hacer guerra contra los restos de su simiente, los
que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. Y se
puso de pie sobre la arena del mar. Y ví
del mar una Bestia que
sube, teniendo cuernos diez y cabezas siete y sobre sus cuernos, diez
diademas y sobre sus cabezas, nombres de blasfemia”.
Apoc. XVI, 3: “Y el segundo derramó su copa
en el mar y se volvió sangre como la de
un muerto y toda alma de vida murió, las que están en el mar”.
Detengámonos un poco a desarrollar este tema antes de
continuar con el par de citas que nos están quedando.
a) En
primer lugar, el hecho que un río sea llamado mar no debe llamar la atención, cuando un lago es llamado así en
muchas ocasiones. Un solo ejemplo bastará:
Mt.
VIII, 23-27: “Cuando subió después a
la barca, sus discípulos lo acompañaron. Y de pronto el mar se puso muy agitado, al punto que las olas llegaban a
cubrir la barca; Él, en tanto, dormía. Acercáronse y lo despertaron diciendo:
“Señor, sálvanos, que nos perdemos”. Él les dijo: “¿Por qué tenéis miedo,
desconfiados?” Entonces se levantó e increpó a los vientos y al mar, y se hizo una gran calma. Y los hombres se
maravillaron y decían: “¿Quién es Éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”.
Lc. VIII, 22-25: “Por aquellos días
subió con sus discípulos en una barca, y les dijo: “Pasemos a la otra orilla
del lago”, y partieron. Mientras navegaban,
se durmió. Entonces un torbellino de viento cayó sobre el lago, y las aguas los iban cubriendo, y
peligraban. Acercándose a Él, lo despertaron diciendo: “¡Maestro, Maestro,
perecemos!” Despierto, Él increpó al viento y al oleaje,
y cesaron, y hubo bonanza. Entonces les dijo: “¿Dónde está vuestra fe?” Y
llenos de miedo y de admiración, se dijeron unos a otros: “¿Quién, pues, es
Éste que manda a los vientos y al agua, y le
obedecen?”.
El lago Tiberíades
es llamado mar a través de todo el
Evangelio: Mt IV, 15.18; VIII, 32; XIII,
1.47, etc. etc.
b) Si,
como bien prueba Lacunza, las profecías contra Babilonia todavía no se han
cumplido y además vemos en San Juan citas
constantes en los cap. XVII-XVIII a Isaías y Jeremías donde anuncian su caída, nada más natural que buscar en esa zona
geográfica la interpretación de todos estos pasajes.
c) Tampoco
nos parece acertada la exégesis que interpreta el Éufrates en sentido literal propio y Babilonia en sentido literal metafórico.
d) En
Dan. VII vemos la misma
Bestia que en Apoc. XIII, la Bestia del Mar, que sube del Mar grande, el mismo adjetivo que vemos en
el Apocalipsis.
Dan.
VII, 1-3: “El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, vio
Daniel un sueño y visiones que (pasaban) por su cabeza mientras estaba en su
cama. En seguida escribió el sueño en forma de un resumen. “Yo estaba mirando
durante mi visión nocturna, dice Daniel tomando la palabra, y vi cómo los
cuatro vientos del cielo revolvían el Mar
Grande. Y subieron del mar cuatro grandes bestias, diferentes una de otra”.
Apoc. IX, 14: “… diciendo al sexto ángel, el que tiene la
trompeta: “Libera los cuatro ángeles, los atados sobre el río, el grande:
Éufrates”.
Apoc.
XVI, 12: “Y el sexto
derramó su copa sobre el río, el grande: Éufrates y se secó su agua para
que se preparase el camino de los reyes, los del oriente del sol”.
e)
También Babilonia es llamada grande a través del Apocalipsis[2]: XIV, 8; XVI, 19; XVII, 1.5.18; XVIII,
2.10.16.18-19.21; XIX, 2.
[2] Excepto en Apoc. XI, 8 donde el adjetivo se le aplica a Jerusalén.