sábado, 4 de junio de 2016

León Bloy, por Jacques Maritain (II de XII)

Tal vez convenga referir, al comienzo do esta conversación, algunos rasgos significativos que se relacionan con la vida de Bloy. Hablando de los días de su juventud, solía repetir que el cálculo de lo que comía en un año daba por resultado la cantidad de alimentación que se requiere normalmente en menos de seis meses. Y así escribía a Barbey d'Aurevilly, el 23 de junio de 1894: Calculándolo bien, estoy seguro de no haber comido en un año más de cuatro meses.

Un día que Paul Féval fué a visitarle, se puso a caminar, mientras conversaba, de un lado a otro de la única habitación de Bloy, y así llegó a pisar una pobre alfombra extendida en el suelo. ¡Cuidado!, le advirtió: estáis caminando encima de mi cama.

Bloy y Villiers de l'Isle-Adam se paseaban un día por las orillas del Sena, enloquecidos de angustia y de miseria, cuando Villiers pronunció aquellas palabras que conocéis y que tanto impresionaron a Bloy: Nos acordaremos bien de este planeta. Le gustaba repetir esas palabras de Villiers, y otras tan crueles como esas. Otro día, estaban los dos sentados junto a la mesa de un café, en la acera. Un hombre de esos que se dicen positivos, que conocía a Villiers, se le acercó y le dijo, sonriendo: ¡Y qué tal, poeta! ¿Siempre andáis así, así, así? (y trazaba en el aire espirales ascendentes). Y Villiers le contestó, mirándolo con severidad: Y a usted, señor, ¿cómo le va? ¿Siempre anda usted así, así, así? (y trazó espirales en el aire, también; pero en sentido descendente).

Otra anécdota: Solía recibir dinero por órdenes de pago telegráficas, y en los grandes apuros se dirigía a algunos amigos tan pobres como él. Uno de esos amigos era un checo, llamado José Florián. En cierta ocasión, habiéndose atrasado en el pago del alquiler, escribió a Florián: Si de aquí al 15 de abril no encuentra usted 500 francos, reventamos. Con mucha solicitud y mucho amor, se puso Florián a la busca del dinero pedido; pero no lo consiguió. Llegado el día que Bloy señalara, recibió la respuesta negativa de Florián, pero redactada en los términos más lacónicos; el despacho no contenía más que esta palabra: Revienten.

Bloy no podía soportar el ruido del dinero dentro de la iglesia. Ese ruido le producía una funesta excitación en su sistema nervioso. Recuerdo que un día, en el Sacré Coeur, la encargada de recoger las limosnas se acercó a nosotros sacudiendo la bolsa de monedas en el momento de la Elevación. Bloy la miró con esos ojos de que os hablaba hace un momento, y le dijo estas simples palabras: ¡De rodillas, miserable!


***

Su obra es incomprensible para los que no la sitúan en su vida, para los que no ven en ella la expresión de su alma.
Respecto a uno de los personajes de sus libros, Bloy tiene escritas las siguientes palabras: Mientras hablaba, su alma parecía agitarse en su interior, semejante a una doncella cautiva que arrimara su rostro a las vidrieras de un Escorial incendiado. Así es la obra de Bloy: un signo, un don del alma, un ventanal en cuyos vidrios se dibujan por transparencia los incendios interiores.


Conviene, por eso, que hablemos ante todo de la vida de Bloy; en segundo lugar, trataremos de decir algo de su vocación, de su misión; y después consideraremos a Bloy en cuanto poeta y profeta. Aprovecharé esta oportunidad para citar muchos pasajes de su obra, y esas citas habrán de constituir la parte más valiosa de estas evocaciones.