5. Y noche no habrá ya y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque Jehová Dios lucirá sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos.
Concordancias:
Νὺξ οὐκ ἔσται ἔτι (noche no habrá más): cfr. Apoc. XXI, 25.
Χρείαν (necesidad): cfr. Apoc. III, 17; XXI, 23.
Φωτὸς (luz): cfr. Mt. IV, 16; V, 14.16; XVII, 2; Lc. II, 32; VIII, 16; XI, 33.35; XII, 3; Jn. passim; Hech. XIII, 47; I Jn. passim; Apoc. XXI, 24. Ver Apoc. XVIII, 23.
Λύχνου (lámpara): cfr. Mt. V, 15; VI, 22; Mc. IV, 21; Lc. VIII, 16; XI, 33-34.36; XII, 35; XV, 8; Jn. V, 35; II Ped. I, 19; Apoc. XVIII, 23; XXI, 23.
Ἡλίου (sol): cfr. Mt. XIII, 43; XVII, 2; Apoc. I, 16; VI, 12; VII, 2.16; VIII, 12; IX, 2; X, 1; XII, 1; XVI, 8.12; XIX, 17; XXI, 23.
Ὁ Κύριος ὁ Θεός (Jehová Dios): cfr. Apoc. I, 8; IV, 8; XI, 17; XV, 3; XVI, 7; XVIII, 8; XIX, 6; XXI, 22; XXII, 6. Ver Apoc. IV, 11. Cfr. Zerwick, Graecitas, n. 33.
Φωτίσει (iluminó): cfr. Lc. XI, 36; Jn. I, 9; I Cor. IV, 5; Ef. I, 18; III, 9; II Tim. I, 10; Heb. VI, 4; X, 32; Apoc. XVIII, 1; XXI, 23. Ver Ez. XLIII, 2.
Βασιλεύσουσιν (reinarán): cfr. Lc. I, 33; XIX, 14.27; Rom. V, 17.21; I Cor. XV, 25; I Tim. VI, 15; Apoc. V, 10; XI, 15.17; XIX, 6; XX, 4.6.
Εἰς τοὺς αἰῶνας τῶν αἰώνων (por los siglos de los siglos): cfr. Apoc. I, 6.18; IV, 9-10; V, 13-14; VII, 12; X, 6; XI, 15; XIV, 11; XV, 7; XIX, 3; XX, 10.
Comentario:
Straubinger: “Reinarán por los siglos de los siglos: Con este anuncio definitivo termina aquí la fase final de la profecía. Cf. XX, 4 y 6; Is. LX, 20. Lo que sigue es un epílogo para confirmar su extraordinaria importancia y volver el ánimo del lector a la expectación de la Parusía de Cristo, acto inicial de este último proceso revelado a San Juan”.
Allo: “βασιλεύσουσιν εἰς τοὺς αἰῶνας τῶν αἰώνων (reinarán por los siglos de los siglos), según Dan. VII, 27, difiere de βασιλεύσουσιν ἐπὶ τῆς γῆς (reinarán sobre la tierra) de V, 10, al igual que de XX, 4-6”.
Alápide: “Aquí termina la descripción de la Jerusalén Celeste, que San Juan había empezado en XXI, 1”.
6. Y me dijo: “Éstas, las palabras (son) fieles y verdaderas; y Jehová,
el Dios de los espíritus de los profetas, envió su ángel para mostrar a sus
siervos “lo que debe suceder en breve”.
Concordancias:
Λόγοι (palabras): cfr. Mt. VII, 24.26; X, 14; XIII, 19-23; Mc. II, 2; IV, 14-20.33; VIII, 38; XVI, 20; Lc. VI, 47; V, 1; VIII, 11-13.15.21; IX, 26; XI, 28; Jn. V, 24.38; VIII, 31.37.43.51-52.55; XII, 48; XIV, 23-24; XV, 3.20; XVII, 6.14.17.20; Hech. II, 41; IV, 4.29.31; VI, 2; VIII, 4.14.25.36; XI, 1.19; XIII, 5.7.44.46.48; XIV, 25; XV, 7.35-36; XVI, 6.32; XVII, 11; XVIII, 11; XIX, 10; XX, 32; Fil. I, 14; II, 16; Col. I, 5.25; IV, 3; I Tes. I, 6; II, 13; II Tim. II, 11.15; IV, 2; Tito I, 3; Heb. II, 2; IV, 2; XIII, 7; Sant. I, 18.21-23; I Ped. II, 8; II Ped. I, 19; I Jn. I, 10; II, 5.7.14; Apoc. I, 2-3.9; III, 8.10; VI, 9; XII, 11; XVII, 17; XIX, 9.13; XX, 4; XXI, 5; XXII, 7.9-10.18-19.
Πιστοὶ (fieles): cfr. Mt. XXIV, 45; XXV, 21.23; Lc. XII, 42; XVI, 10-12; XIX, 17; Jn. XX, 27; Apoc. I, 5; II, 10.13; III, 14; XVII, 14; XIX, 11; XXI, 5.
Ἀληθινός (Verdadero): cfr. Lc. XVI, 11; Jn. I, 9; VI, 32; VII, 28; VIII, 16; XV, 1; XVII, 3; XIX, 35; I Tes. I, 9; I Jn. II, 28; V, 20; Apoc. III, 7 (Filadelfia).14 (Laodicea); VI, 10 (Mártires del quinto Sello); XV, 3 (Cántico de los Mártires del Anticristo); XVI, 7 (tercera Copa); XIX, 2 (juicio a Babilonia); XIX, 9 (Bienaventuranza); XIX, 11 (Jesucristo en la batalla del Harmagedón); XXI, 5 (ratificación de las promesas de Dios).
Ὁ Κύριος ὁ Θεός (Jehová, el Dios): cfr. Apoc. I, 8; IV, 8; XI, 17; XV, 3; XVI, 7; XVIII, 8; XIX, 6; XXI, 22; XXII, 5. Ver Apoc. IV, 11. Cfr. Zerwick, Graecitas, n. 33.
Πνευμάτων (de los espíritus): cfr. I Cor. XII, 10 (don de discreción de espíritus); I Cor. XIV, 32 (espíritu de los profetas); Heb. XII, 9 (Padre de los espíritus); Heb. XII, 23 (espíritu de justos); Apoc. I, 4; III, 1; IV, 5; V, 6 (7 Arcángeles); Apoc. I, 10; IV, 2; XVII, 3; XXI, 10 (éxtasis); Apoc. II, 7.11.17.29; III, 6.13.22; XIV, 13; XXII, 7 (Espíritu Santo); Apoc. XI, 11; XIII, 15 (alma, vida); Apoc. XVI, 13-14; XVIII, 2 (espíritus impuros); Apoc. XIX, 10 (espíritu profético).
Προφητῶν (de los profetas): cfr. Mt. X, 41; XXIII, 34; Lc. XI, 49; XIII, 33-34; Apoc. X, 7; XI, 10.18; XVI, 6; XVIII, 20.24; XXII, 9. Ver Apoc. XI, 3-4.
Ἀπέστειλεν (envió): cfr. Apoc. I, 1; V, 6.
Ἄγγελον (ángel): cfr. Mt. XI, 10; Mc. I, 2; Lc. VII, 27 (San Juan Bautista); Lc. VII, 24; IX, 52 (mensajeros); Sant. II, 25 (dos mensajeros de Josué); Apoc. I, 1; V, 2; VII, 2; VIII, 3-5; X, 1.5.8-10; XIV, 6.8-9.15.18; XVIII, 1.21; XIX, 17; XXII, 16 (San Gabriel); VIII, 2.6.8.10.12-13; IX, 1.13-14; X, 7; XI, 15 (7 Arcángeles que tocan las siete trompetas); I, 20; II, 1.8.12.18; III, 1.7.14 (Jerarquía); III, 5; V, 11; VII, 1.2.11; XIV, 10 (ángeles); IX, 11 (ángel del abismo); IX, 14-15 (ángeles malos de la sexta Trompeta); XII, 7 (ángeles de San Miguel); XII, 7.9 (ángeles de Satanás); XIV, 17.19 (un ángel con la hoz afilada); XV, 1.6-8; XVI, 1; XVII, 1.7; XXI, 9; XXII, 8 (ángeles de las siete Copas); XVI, 5 (ángel de las aguas); XX, 1 (San Miguel); XXI, 12 (12 Apóstoles).
Δεῖξαι (mostrar): cfr. Apoc. I, 1; IV, 1; XVII, 1; XXI, 9-10; XXII, 1.8.
Δούλοις (siervos): cfr. Mt. X, 24-25; XIII, 27-28; XVIII, 23.26-28.32; XXII, 8.10; XXIV, 45-46.48.50; XXV, 14.19.21.23.26.30; Mc. XIII, 34; Lc. XII, 37.43.45-47; XIV, 17.21-23; XIX, 13.15.17.22; Jn. VIII, 34.35; XV, 20; Apoc. I, 1; II, 20; VI, 15; VII, 3; X, 7; XI, 18; XIII, 16; XV, 3; XIX, 2.5.18; XXII, 3.
Ἃ δεῖ γενέσθαι (lo que debe suceder): cfr. Apoc. I, 1; IV, 1. Ver Mt. XXIV, 6; XXVI, 54; Mc. XIII, 7; Lc. XXI, 9; Apoc. I, 19.
Ἐν τάχει (en breve): cfr. Lc. XVIII, 8; Rom. XVI, 20; Apoc. I, 1; III, 11; XXII, 7.12.20. Ver Mt. V, 25; Apoc. II, 16; XI, 14.
Comentario:
Allo: “Esta conclusión nos lleva al primer versículo del libro. Los vv. 6-7 corresponden a I, 1-3 y los vv. 12-13 a I, 8. Así, el estilo del epílogo es el mismo que el del prólogo”.
Allo: “Este ángel habla de sí como enviado por “el Señor de los espíritus de los profetas”; esta explicación se debe interpretar por San Pablo (I Cor. XII, 11; XIV, 12.32) (…). No son los “espíritus de Dios” de I, 4; V, 6, sino los dones proféticos, cuyo origen es Dios”.
Wikenhauser: “La visión de la nueva Jerusalén ha puesto punto final a la revelación que Dios anunció a Juan por intermedio de su ángel (I, 1). A Dios se le da aquí el título de “Dios de los espíritus de los profetas”, porque es Él quien, mediante su espíritu, les inspira lo que han de anunciar (…) La expresión “los espíritus de los profetas”, que se lee también en I Cor. XIV, 32, se explica por la idea de que en cada profeta individualmente habita y habla el espíritu de Dios, pudiendo decirse que cada uno tiene su propio espíritu (cfr. I Jn. IV, 1)”.
Martindale: “El “Señor de los espíritus de los profetas” es el dueño de la inspiración”.
Sales: “Dios de los espíritus de los profetas, esto es, Dios por cuya inspiración de su Espíritu hablaron los profetas. El plural “de los espíritus” indica los varios impulsos y oráculos, si bien todos vienen de un mismo Espíritu. Ver I Cor. XII, 11; XIV, 32.
Caballero Sánchez: “Como al principio, Jesucristo reafirma la proximidad de su Venida y de la realización de los acontecimientos apocalípticos: “Debe suceder en breve”. Todos esos acontecimientos están articulados sobre la Parusía del Señor. Por desgracia, ese “en breve”, medido como medida humana que lo hace recaer sobre el tiempo del viejo imperio romano en que Juan vivía, desorienta y desvirtúa toda la interpretación. Pero medido con la medida del Espíritu profético, nos coloca en el “tiempo del fin”, cuando pase “el breve momento de la tribulación presente” y “amanezca el día del Señor” cuya aurora presentimos. Para los que no lo esperan, el Señor “vendrá como ladrón a media noche”; pero para los que lo aguardan, viene como sol naciente, después del canto de gallo”.
Charles: “Los πνεύματα (espíritus) se deben entender mejor junto con Swete como los espíritus de los propios profetas llenos del Espíritu mencionado en II, 7; XIV, 13; XXII, 17. Cuando el profeta habla como profeta, lo que estaba activo era su espíritu (I, 10; XVII, 3; XXI, 10). De aquí que parece que el texto debe interpretarse como una expresión similar a I Cor. XIV, 32 donde se refiere a los propios espíritus de los profetas”.
Fillion: “Un espíritu celeste atestigua su perfecta verdad e invita a los lectores a conformarse a ella en la práctica. Se ha dicho con mucha razón que en estos dos versículos tenemos un resumen muy breve de todo el libro”.
Fillion: “Et dixit…: un ángel, según el v. 8; muy probablemente el que le había mostrado a Juan los esplendores del cielo. Cfr. XXI, 9 ss”.
Fillion: “Las palabras haec verba no se refieren solamente a la descripción de la nueva Jerusalén, sino al contenido entero del Apocalipsis”.
Iglesias: “El epílogo ratifica la fidelidad y veracidad de lo contenido en el Apoc., aduciendo como garantía tres testigos cualificados: el ángel enviado por Dios (v. 6), Cristo, cuyas palabras se reproducen (v. 7), y Juan, que escribe lo que ha visto y oído (v. 8)”.
Swete: “El espíritu de los profetas no se debe identificar con los siete espíritus de I, 4 y V, 6 que están ante el Trono Divino, y son los Ojos del Cordero; son las facultades naturales de los Profetas, elevadas y estimuladas por el Espíritu Santo”.
Bonsirven: “El Dios de los espíritus de los profetas: Los profetas del Nuevo Testamento, entre los que se coloca el autor y que continúa la línea de los profetas antiguos; los hombres manifiestan lo que el Espíritu Santo les inspira, lo que imprime en su espíritu, elevado hacia universo sobrenatural. San Pablo habla igualmente esos espíritus de los profetas que les están sometidos (I Cor. XIV, 32)”.