Capítulo XXII
1. Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Concordancias:
Ἔδειξέν μοι (me mostró): cfr. Apoc. I, 1; IV, 1; XVII, 1; XXI, 9-10; XXII, 6.8.
Ποταμὸν (río): cfr. Jn. VII, 38; Apoc. XXII, 2. Ver Apoc. VIII, 10; IX, 14; XII, 15-16; XVI, 4.12.
Ὕδατος ζωῆς (agua de vida): cfr. Sal. XXXV, 9-10; Jn. IV, 14; VII, 37-9; Apoc. XXI, 6; XXII, 1.17. Ver Apoc. VII, 17; VIII, 10-11; XI, 6; XIV, 7; XVI, 4-5.12.
Λαμπρὸν (resplandeciente): cfr. Lc. XXIII, 11; Hech. X, 30; Sant. II, 2-3; Apoc. XV, 6; XVIII, 14; XIX, 8; XXII, 16.
Κρύσταλλον (cristal): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. IV, 6.
Ἐκπορευόμενον (sale): Ver Apoc. I, 16; IV, 5; IX, 17-18; XI, 5; XVI, 14; XIX, 15.
Θρόνου τοῦ Θεοῦ καὶ τοῦ Ἀρνίου (trono de Dios y del Cordero): cfr. Apoc. XXII, 3.
Ἀρνίου (Cordero): cfr. Jn. XXI, 15; Apoc. V, 6.8.12-13; VI, 1.16; VII, 9-10.14.17; XII, 11; XIII, 8.11; XIV, 1.4.10; XV, 3; XVII, 14; XIX, 7.9; XXI, 9.14.22-23.27; XXII, 3.
Comentario:
Straubinger: “El agua que fluye es el símbolo de la vida inmortal perpetuamente renovada (cf. XXI, 5 y nota). San Juan recuerda aquí a Ez. XLVII, 1-12 (cf. Sal. XLV, 5; Is. LXVI, 12; Zac. XIV, 8). Así fluían también los cuatro ríos del Paraíso (Gén. II, 10 ss.)”.
Allo: “En Ezequiel el río sale de la roca que está debajo del templo, y va a sanear el Mar Muerto; aquí emana del trono mismo, puesto sin dudas en la parte más alta de la pirámide, y riega toda la ciudad de Dios. El origen tradicional de estas figuras son, a causa de los “árboles de la vida” del versículo siguiente, los ríos del Edén”.
Gelin: “Un río de agua se encontraba ya en la ciudad de Ezequiel (XLVII); salía del Templo y transmitía su poder fecundante al valle del Cedrón y a las aguas del Mar Muerto. La misma imagen en Zac. XIV, 8. Aquí parte del trono de Dios y debe abrevar a los elegidos (Jn. VII, 38-39); VII, 17 ya había señalado esta bebida de inmortalidad”.
Garland: “Cuando ascendió al trono por primera vez, vio el mar de vidrio como cristal, en medio del trono (IV, 6). El mar de vidrio probablemente simbolizaba este río que sería la base de limpieza y de vida eterna en el nuevo cielo y nueva tierra. Aunque las naciones van a tomar parte del árbol de la vida, el árbol mismo extrae agua de este río de vida (Sal. I, 3)”.
Fillion: “Como cristal: Se puede suponer que este curso de agua estaba en comunicación con el mar que se veía delante del trono divino (IV, 6), puesto que parecía salir de él”.
Iglesias: “La ciudad de Dios no es sólo una ciudad verdaderamente “nueva”, esplendorosa y magnífica; es también la ciudad de la vida: brota agua abundante (v. 1); el árbol que da vida florece en la ribera (v. 2); ya no habrá pecado ni ocasión de pecado (v. 3), incompatibles con la presencia de Dios y del Cordero. Las aspiraciones de ver a Dios y dialogar con él cara a cara quedan satisfechas (v. 4). Y esto, para siempre (v. 5)”.
Iglesias: “Al final de este versículo la lectura tradicional pone un punto, que da otra lectura del v. 2: “Entre la plaza de la ciudad y el río, a una y otra parte...”.
Drach: “Del trono de Dios y del Cordero: notemos que el trono del Cordero es al mismo tiempo el trono de Dios”.
Strack-Billerbeck: “En PirqeREl 51 (80c) el arroyo que emana del santuario [el de Ez.] parece identificarse con el pozo de Miriam que guió a Israel en la travesía del desierto; luego se divide en doce arroyos que corresponden a las doce tribus de Israel”.