COROLARIO
El
tetragrámaton pronunciado Yehova nos da la clave de 'Ιαώ, el nombre que los paganos dieron al Dios de los
judíos. Este 'Ιαώ, figurado en caracteres latinos, es Iaho, como puede verse en
varios manuscritos y ediciones impresas del antiquísimo comentario a los Salmos
que mencionamos anteriormente. Bochart admite esta lección sólo en este
comentario, y rechaza Jehová, que sólo se ve en ediciones más cercanas a
nuestro tiempo[1]. Este Iaho, no
cabe duda, es una metátesis por Joha (o Ihoa) que los griegos no
habrían pronunciado fácilmente[2]. Lo que nos confirma
plenamente en este pensamiento es que, en los nombres propios que son tetragramatóforos
desde el principio, los griegos dejaron Ioha en su estado natural,
porque entonces les resultaba más fácil pronunciarlo. Así dijeron 'Ιωαθαμ (Iohatham) para el hebreo יותם = יהותם. Vulgata, Joatham.
Hesiquio explica este nombre como perfección de Iaho, 'Ιαώ συντέλεια.
Así, cuando el
venerable nombre está solo, los griegos lo pronunciaban Iaho, 'Ιαω, de acuerdo con el genio de su lengua, pero
combinado con otro nombre, este término conservaba su forma natural y hebrea Ioha
o Ihoa, porque entonces lo pronunciaban más fácilmente. Así, en el Origenianum
Lexicon græcum nominum hebraicorum[3],
el tetragrámaton se da en la forma 'Ιαώ (Iaho), y en los nombres propios compuestos por él, el
tetragrámaton vuelve a ser 'Ιωα (Ihoa o Ioha), como: 'Ιωακειμ (Joacim), 'Ιωαθαμ (Joatham), 'Ιωαννες (Joannes), Ιωαχ (Joach), Vulg. Joha,
etc.
Se cree generalmente que los griegos conocieron el venerable nombre Jehová a través de Pitágoras, quien, en sus viajes, no sólo recogió las lecciones de varios doctores judíos y, según algunos, del profeta Ezequiel[4], sino que se dice que él mismo pertenecía, por su origen, a la nación judía. San Ambrosio, Lib. I, Epist. VI, dice de Pitágoras: “Porque como su ascendencia derivaba (según creencia general) de los judíos, de su aprendizaje derivó también los preceptos de su escuela”. Ver también Numenio, citado por Orígenes, Contra Celso, Lib. I y Clemente de Alejandría, Strom. Lib. I[5].
Hemos dicho más arriba
que Pitágoras designó el nombre inefable con el término griego tetractus,
que corresponde perfectamente al circunloquio de los judíos, el nombre de
cuatro letras. Los demás escritores griegos se limitaron a repetir el
nombre Iaho, 'Ιαώ, que
sufrió ligeras alteraciones bajo la pluma de algunos de ellos. Se sabe, además,
que los griegos estaban muy acostumbrados a adaptar a su lengua los nombres
extranjeros que les parecían demasiado bárbaros o difíciles de pronunciar.
1. Macrobio, Saturn., Lib. I, cap. XVIII, cita un oráculo de Apolo Claros[6] en el que encontramos el siguiente verso:
Φράζεο
τον πάντων ύπατόν Θεόν έμμεν Ιάω.
[Piensa que Iaho es el Dios supremo de todas las cosas].
Este oráculo era muy
antiguo, ya que Conón[7] y Estrabón[8] dicen que se dio cuando
vivía el famoso adivino Mopso, contemporáneo de Calcas, y, por lo tanto, del
asedio de Troya.
2.
Porfirio, citado por los autores eclesiásticos, informa de
un pasaje de Sanjuniatón, traducido al griego por Filón de Biblos. El
historiador fenicio siguió, para los anales de la nación judía, las memorias de
un tal Jerobaal[9], sacerdote del Dios Iaho[10].
3.
Los Fibionitas, secta bastarda del gnosticismo, admitían
trescientos sesenta y cinco Poderes, que eran otros tantos dioses. Pero
reconocían a un Dios por encima de todos los demás, que ocupaba el primer
cielo. Se llamaba Iaho.
4.
Diodoro de Sicilia, Bibl. hist. I, par. 2, cap. 59, hablando
de los antiguos legisladores que, para conciliar mayor autoridad a sus códigos,
los atribuían a deidades, dice: "Y entre los judíos, Moisés pretendía que
sus leyes le habían sido dictadas por el Dios llamado Iaho".
5.
Los paganos imaginaban que los judíos invocaban a Baco en
los regocijos que celebraban en sus fiestas de los tabernáculos, como vemos en
Plutarco, Sympos. lib, IV, quæstio V[11].
Este error surgió del hecho de que, en estas fiestas, los judíos llevaban en
sus manos ramas de palma, adornadas con racimos de mirto y sauce, y un cidro,
que los paganos tomaban por tirsos. Los judíos, mientras danzaban y
saltaban, cantaban varias veces el versículo del Sal. CXVII, del que hemos
hablado extensamente más arriba y en el que aparece varias veces el nombre Yehova.
Los paganos tomaron este nombre como el Evohé de las Bacanales.
Grande era su error, pues sabemos cuánto aborrecían los judíos la adoración de
ídolos desde su regreso de Babilonia[12].
6.
Filón relata que la embajada de la que formaba parte,
al presentarse ante Cayo Calígula, el emperador se enfureció con los judíos,
porque se negaban a reconocer su condición de Dios, y preferían adorar a un
Dios cuyo nombre no pronunciaban. "Al mismo tiempo, dice Filón, levantando
las manos al cielo, pronunció la palabra que ni siquiera está permitido
escuchar, y mucho menos traducir literalmente”[13].
[2] Fuller dice: “Sospecho que la metátesis nació
del hecho de la dificultad del nombre extranjero, y 'Ιωα es la manera correcta de escribir y pronunciar”, Miscel. sacra,
Lib. II, cap. VI.
[5] Frischmuthius, en su disertación De nomine Messiæ glorioso, cap.
1, n. 16, dice: “Orfeo, por quien se dice que este nombre (Jehová) pasó a
Grecia”.