En resumen, la verdadera lectura del tetragrámaton es tal como se puntúa esta palabra: Yehova. Hemos visto que esta lectura resulta claramente, no sólo de los nombres propios que se han formado de ella, sino también de la antigua y constante tradición de la sinagoga, cuya autoridad ningún hombre de buena fe pensará discutir en un asunto de este tipo, que no toca en absoluto lo que divide a la Iglesia y a la sinagoga infiel.
Algunos protestantes
rechazan con desprecio la lectura Yehova, porque, según ellos, esta
forma de pronunciar el nombre inefable es una invención de un monje
del siglo XVI, Pedro Galatino, y antes de él era totalmente ignorada. En primer
lugar, les aconsejamos que no sean demasiado despectivos con los monjes. El
autor de la reforma que han abrazado con tanta pasión llevó el hábito durante
mucho tiempo. Y ojalá no les hubiera legado sino la pronunciación, bastante
indiferente en sí misma, de una palabra hebrea. Diga lo que diga Drusio, la
salvación del alma no tiene ningún interés en esta cuestión puramente
gramatical[1]. Pero la afirmación de
estos señores no sólo es gratuita, sino que revela un gran desconocimiento de
la literatura hebrea. La lectura Yehova fue dada antes de Pedro Galatino
por Ficino, antes de éste, por Dionisio el Cartujo, antes de éste, por
Porchetti, antes de éste, por el autor de un Comentario latino a los Salmos,
comentario tan antiguo que muchos lo han atribuido a San Jerónimo; antes de
éste, por los judíos, que han transmitido la tradición de una época a otra, y
antes de todos éstos, por Raquel, que fue la primera en dar a su hijo un nombre
tetragramatóforo, explicando claramente su intención. El texto dice:
"Y llamó su nombre Yosef = Yehoseph (José), diciendo: Que Yehova me
añada otro hijo”.
§ II
Lo que hemos dicho hasta ahora nos parece que satisface plenamente las diversas dificultades que se han planteado en contra de la lectura Yehova, que es, en nuestra persuasión, la verdadera forma de pronunciar el tetragrámaton. Estas dificultades no merecen ser transcritas aquí. ¡Son, por lo general, tan fútiles! Las más especiosas, encuentran su respuesta en las explicaciones, en cierto modo históricas, que acabamos de dar en relación con la cuestión que nos ocupa.
Sin embargo, todavía tenemos que responder a una objeción que un hombre con sentido común no adivinaría fácilmente, por lo que está fuera del camino de la razón. ¡Varios Adonistas, y el GRAN Buxtorf a la cabeza, se escandalizan singularmente por el hecho de que sus adversarios pronuncien Yehova, lo que reduce el tetragrámaton a la forma, horresco referens! a la forma… ¡de un nombre femenino!
“Otra razón, dice el
profesor de Basilea, parecería estar tomada de la forma o terminación de este
nombre en ָה. Pero si esta
puntuación fuera propia del Nombre Divino del Tetragrámaton, entonces tendría
terminación femenina. Las acutitona (tonos graves) en ָה son
de género femenino; pero no parecería conveniente o probable que
el Nombre de Dios, y sobre todo el nombre propio, se deba pronunciar y proferir
bajo la forma de los nombres femeninos. De aquí que Aben-Esra reprehende
gravemente a Rabí Marín gramático, el cual en Sal. LXVI, 5, donde se lee sobre
Dios: נֹורָ֥א עֲ֝לִילָ֗ה, terrible en su obra, tome la palabra femenina עֲ֝לִילָ֗ה como nombre
Divino. Ojalá, dice, no hubiera prevaricado su mano escribiendo
que Dios fuera llamado según la forma de los nombres femeninos”[2].
En
primer lugar, Buxtorf, al trazar estas líneas, olvidó que, unas páginas antes,
había contado entre los nombres divinos éste: צבאות, tzebaot, cuya forma
es muy femenina: y lo que es mucho más chocante es que traduce este
nombre como Dios de los ejércitos (Deus exercituum). ¿Se puede
entender esto? ¡Un Dios que lleva un nombre femenino precisamente porque es el
árbitro del destino de los valientes ejércitos que luchan virilmente!
Otro
escándalo. En todas las lenguas que conocemos, la personalidad de Dios, la
DIVINIDAD, se expresa con un nombre femenino. Tal es el término אלהות en hebreo, que Aben-Ezra repite
tan a menudo, a pesar de la repugnancia por los nombres femeninos que Buxtorf
le atribuye gratuitamente. En árabe, hay seis substantivos para expresar
la Divinidad, y todos son de género femenino.
Además,
si a Aben-Ezra realmente le pareció mal, LO CUAL NO ES CIERTO, que Moreno le
diera a Dios un nombre femenino, es porque, como judío, agradecía cada mañana
al Señor por no haberle creado mujer. Como veremos en el resto de esta
obra, todos los pueblos que aún no han aceptado el beneficio de la redención,
mantienen a la mujer bajo el peso del anatema que la primera Eva, al abrir la
puerta al pecado, atrajo sobre todos sus hijos. Pero Buxtorf, que se declaraba
cristiano, debía reconocer que la segunda Eva, al abrir la puerta de la
salvación mediante su consentimiento voluntario para convertirse en su primer
instrumento[3],
devolvía al sexo femenino su derecho primitivo. La mujer cristiana ha vuelto a
ser la compañera e igual del hombre, o, mejor dicho, la ley evangélica no
conoce sexo. “No hay varón y mujer; porque todos vosotros sois uno solo en
Cristo Jesús”, Gál. III, 28.
Por último, y lo más
grave, Buxtorf ha malinterpretado gravemente el significado del texto de
Aben-Ezra que alega. Esto es lo que dice el profundo y famoso gramático judío.
"Y en los substantivos se añade una he al final de la palabra. Esta
letra es señal del género femenino; ejemplos צדקה, ישועה, תעודה. Todos estos substantivos deben
llevar el acento tónico en la última sílaba. Si el acento está en la penúltima,
esta he es paragógica, y
ya no señala el femenino. Por el contrario, en este caso los substantivos son
masculinos, como en לילה (noche), התחתונה (bajo) (Ez. XL, 19), נחלה (herencia)[4]… Por lo tanto, el gramático
Rabí Moreno se equivoca al enseñar que en נֹורָ֥א עֲ֝לִילָ֗ה [5] el
término עֲ֝לִילָ֗ה es un nombre calificativo del venerable y terrible Dios, y que
la he final de esta
palabra es una simple paragoge. También dice que este עֲ֝לִילָ֗ה es como el
adjetivo עליון (excelso), así como el término מועל que deriva del verbo עלה (subir), teniendo por formativas
las letras מו, sobre el
paradigma del substantivo מורן (timidez)[6], del versículo: Y haré
entrar la timidez[7], מורן, en su corazón (Lev.
XXVI, 36). Y ojalá hubiera tenido suficiente timidez en su corazón[8], y que su mano no hubiera
sido lo suficientemente audaz para escribir que Dios es calificado a la
manera de los substantivos femeninos[9].
Pues abre los ojos y ve que el sentido obvio y natural de este versículo[10] no deja nada que desear; a
saber, que él (Dios) es terrible en la acción, es decir, que sus
obras lo hacen terrible"[11].
La
crítica de Aben-Ezra no cae, pues, en el hecho de que R. Moreno haya atribuido
a Dios un nombre de forma femenina, ya que dice, por el contrario, que en, עלילה, la he es paragógica, lo
que la haría necesariamente un substantivo masculino. Lo que reprocha a su
oponente es haber cambiado de esta manera en un calificativo masculino
un substantivo que es ciertamente femenino. De hecho, en los dos únicos lugares
del texto en los que se encuentra, tiene el acento en la última sílaba, que es,
como acabamos de ver en la regla dada por Aben-Ezra, una señal inequívoca del
género femenino. Ahora bien, cambiar esta palabra por un calificativo es
querer, como último resultado, poner en femenino los calificativos que se
refieren a Dios, lo que sería contrario a la gramática general, al uso de todas
las lenguas, que ponen el calificativo en el mismo género que el substantivo
calificado.
Aben-Ezra, pues, no
quiso depreciar la terminación femenina de los nombres.
Añadiremos
una reflexión que parece haber escapado a Buxtorf y a los demás despreciadores
de la terminación femenina. No hay nada más masculino que un padre. Por
otro lado, sabemos el respeto que los judíos tienen por sus padres, ancestros,
antepasados. Suelen visitar sus tumbas, rezar por ellos y pedir a cambio la
ayuda de sus oraciones. Pues bien, ¿quién lo creería? La palabra hebrea que
significa padres, ancestros, antepasados, en una palabra, el plural de אב, padre, tiene terminación
femenina: ¡אבות!
Varios grandes hombres
del pueblo hebreo tenían nombres femeninos: יהודה, Judas; יונה, Jonás; עזרה [12],
Esdras, etc., por no hablar de todas las contracciones de יהו en יה: ישעיה, Isaías; ירמיה, Jeremías, etc.
[2] Dissert. de nominibus Dei, § 20, n. 4.
[3] “He aquí la esclava del Señor: Séame hecho según tu palabra”, Lc. I, 38.
[4] El término mencionado aquí por Aben-Ezra es el mismo que נחל, río, con la he paragógica. Pero נחלה, substantivo femenino, con el acento tónico en la última sílaba, significa herencia, posesión.
[5] Sal. LXVI, 5. El hebreo significa: Terrible (Dios) por su acción, es decir, por sus obras. Vulgata: Terribilis in consiliis.
[6] Aben-Ezra, David Kimhhi, Solomon Yarhi, derivan esta palabra de la raíz רכן, y, en consecuencia, consideran como radicales sólo las letras resch, caf. Pero varios hábiles gramáticos, a la cabeza de los cuales hay que situar a R. Samuel ben Meir, nieto de Yarhi, Moisés Mendelssohn y Jules Fuerst, piensan que mem también pertenece a la raíz que es מרן. Además del hecho de que las razones de la gramática hebrea militan a favor de esta última opinión, encontramos la raíz completa en el rabínico que tiene el verbo pasivo כתמין y el substantivo המרכה.
[7] Si la raíz de esta palabra es מרן, y en nuestra opinión lo es realmente, significa algo más que timidez. Significa cobardía. Mendelssohn no sólo hace esta sabia observación en su Comentario hebreo al Pentateuco, sino que, en su versión alemana del mismo libro, traduce Feigheit (cobardía).
[8] No sabemos por qué Buxtorf ha omitido esta frase en la versión latina que da de nuestro pasaje de Aben-Ezra.
[9] Que los calificativos que se refieren a Dios estén en femenino.
[10] Es decir, desde el v. 5 del Sal. LXVI.
[11] Gramática de Aben-Ezra, titulada Tsahhut, edición de Venecia (Bomberg), 1546, fol. 148 verso.
[12] Así se lee en I Paral. IV, 17, y es la verdadera forma hebrea del
nombre. Pues עזרא, con alef, es más bien un nombre con terminación caldea.