6. Porque sangre de santos y profetas derramaron y sangre les has dado a beber: dignos son”.
Concordancias:
Αἷμα (sangre):
cfr. Apoc. I, 5; V, 9; VI, 10.12; VII,
14; VIII, 7-8; XI, 6; XII, 11; XIV, 20; XVI, 3-4; XVII, 6; XVIII, 24; XIX, 2.13.
ἁγίων (santos):
cfr. Mt. XXVII, 52; Hech. IX, 13; XXVI, 10; I Cor. VI,
2; Ef. I, 18; II, 19; III, 18; IV, 12; Col. I, 12; I Tes. III, 13; II Tes. I, 10; Apoc. V, 8; VIII, 3-4; XI, 18; XIII, 7.10; XIV, 12; XVII, 6;
XVIII, 20.24; XIX, 8; XX, 9; XXII, 11.21. Ver Apoc. XX, 6.
Προφητῶν (profetas): cfr. Mt. X, 41; XXIII, 34; Lc. XI, 49; XIII, 33-34; Apoc. X, 7; XI, 10.18; XVIII, 20.24; XXII, 6.9. Ver Apoc. XI, 3-4.
ἁγίων καὶ προφητῶν (santos y profetas): cfr. Apoc. XI, 18; XVIII, 20.24.
ἐξέχεαν (derramaron): cfr. Mt. XXIII, 35; Lc. XI, 50; Hech. XXII, 20; Jud. I, 11; Apoc. XVI, 1-4.8.10.12.17.
Πιεῖν (beber): cfr. Apoc. XIV, 10; XVIII, 3.
Ἄξιοί (digno):
cfr. Mt. X, 10-11.37-38; XXII, 8; Lc. X, 7; XII, 48; XV, 19.21; Apoc. III,
4; IV, 11; V, 2.4.9.12.
Notas Lingüísticas:
Zerwick: “καὶ (αἷμα, etc) (y): apódosis. Hebraísmo”.
Comentario:
Sobre los Profetas y los Santos ver los Excursus XII-XIII.
Por XVIII, 24 vemos que esta sangre de Profetas y de Santos es atribuible a Babilonia. Cfr. XVII, 6 y Sal. LXXVIII, 3.
Allo: “El asíndeton ἄξιοι εἰσιν (son dignos) acentúa la impresión; es la contrapartida de XIV, 5 (ἂμωμοί εἰσιν = son inmaculados)”.
Gelin: “La tercera copa, edición completa de la tercera
trompeta, contamina las aguas dulces. El ángel encargado de las aguas aprueba
la intervención (= juicio) de Dios. Sus
palabras vindicativas aplican una suerte de ley del talión que ya habíamos remarcado
en II, 21-22 (lecho seductor – lecho de enfermedad); XIV, 8-10 (vino de
Babilonia – Vino de Dios); de la misma manera la sangre bebida castigará la
sangre derramada”.
7. Y oí al altar que decía: “Sí, Jehová Dios, el Todopoderoso, verdaderos y justos (son) tus juicios”.
Concordancias:
ἤκουσα (oí): cfr. Apoc. I, 3.10; II, 7.11.17.29; III, 3.6.13.20.22; IV, 1; V, 11.13; VI, 1.3.5-7; VII, 4; VIII, 13; IX, 13.16; X, 4.8; XII, 10; XIII, 9; XIV, 2.13; XVI, 1.5; XVIII, 4; XIX, 1.6; XXI, 3; XXII, 8.17-18. Ver Apoc. IX, 20; XI, 12; XVIII, 22-23.
Θυσιαστηρίου (altar): cfr. Lc. I, 11; Heb. IX, 4; Apoc. VIII, 3b; IX, 13; XI, 1; XIV, 18 (?); (altar de los inciensos en el Santo). Ver Mt. V, 23-24; XXIII, 18-20.35; Lc. XI, 51; Apoc. VI, 9; VIII, 3a.5 (altar de los holocaustos fuera del Santo).
Κύριος ὁ Θεός ὁ Παντοκράτωρ (Jehová Dios, el Todopoderoso): cfr. Apoc. I, 8; IV, 8; XI, 17; XV, ; XIX, 6; XXI, 22. Ver Apoc. IV, 11; XVI, 14; XVIII, 8; XIX, 15; XXII, 5-6. Cfr. Zerwick, Graecitas, n. 33.
Ἀληθιναὶ (verdaderos): cfr. Lc. XVI, 11; Jn. I, 9; VI, 32; VII, 28; VIII, 16; XV, 1; XVII, 3; XIX, 35; I Tes. I, 9; I Jn. II, 28; V, 20; Apoc. III, 7; VI 10 (Mártires del quinto Sello); III, 14 (Laodicea); XV, 3 (cántico de Moisés y del Cordero); XIX, 2 (juicio a Babilonia); XIX, 9 (Bienaventuranza); XIX, 11 (Jesucristo en la batalla del Harmagedón); XXI, 5 y XXII, 6 (ratificación de las promesas de Dios).
δίκαιαι (justos): cfr. Mt. V, 45; X, 41; XIII, 17.43.49; XXIII, 29.35; XXV, 37.46; Lc. I, 17; XIV, 14; Heb. XII, 23; I Ped. III, 12; Apoc. XV, 3; XVI, 5; XIX, 2; XXII, 11.
ἀληθιναὶ καὶ δίκαιαι (verdaderos y justos): cfr. Apoc. XV, 3; XIX, 2.
Κρίσεις (juicios): Cfr. Mt. X, 15; XI, 22.24; XII, 36.41-42; XXIII, 33; Mc VI, 11; Lc. X, 14; XI, 31-32; Jn. V, 22.24.27.29-30; XII, 31; XVI, 8.11; II Tes. I, 5; Heb. IX, 27; X, 27; II Ped. II, 4.9.11; III, 7;; I Jn. IV, 17; Jud. I, 6; Apoc. XIV, 7; XVIII, 10; XIX, 2.
Comentarios:
El altar del incienso (que está en el Santo), debe distinguirse del altar del holocausto de VI, 9 que está fuera del Santo.
Altar de los holocaustos (Ex. XXVII, 1 ss) = oraciones de los mártires del 5 Sello.
Altar de los inciensos (Ex. XXX, 1 ss) = oraciones de los mártires del Anticristo.
Notar que cuando aquí dice “juicios”, en XV, 3 dice “caminos”.
Allo: “El altar es personificado, como lo indicaría el empleo del genitivo después de ἤκουσα (oí); no se trata de “el genio del sacrificio” (cfr. Holtzm.), ni Cristo o los ángeles intercesores en persona (And. al.) sino más bien la repercusión de las oraciones de los santos que allí son ofrecidas como incienso; esta voz… expresa la conformidad de la voluntad de la Iglesia con la de Dios…”.
Fillion: “Alterum ab altari: Según la lección más aceptada “oí al altar que decía”. Los copistas han tomado el cambio adoptado por la Vulgata, a fin de evitar lo que les parecía una imposibilidad, pero en realidad la locución es elíptica, pues el autor pensaba evidentemente en el ángel encargado del fuego del altar, que mencionó más arriba en XIV, 18”.
Interesante explicación. Así como en los vv. 5-6 el que habla es el ángel de las aguas, aquí bien podría ser el ángel del fuego (¿San Gabriel?) y no hace falta referirlo a los mártires del quinto Sello.
Muchos lo aplican de las oraciones de los Mártires del quinto Sello, pero es imposible, pues se está hablando de los Mártires del Anticristo.
Swete: “Sí, Jehová Dios, etc. está tomado casi literalmente del “cántico de Moisés y del Cordero”, y en efecto, es un epítome de él. La frase “verdaderos y justos (son) tus juicios”, que se repite en la caída de Babilonia (XIX, 2) parece venir del Sal. XVIII, 10”.
Ribera: “El ángel clama aquí desde el altar de los inciensos y dice que justos son los juicios de Dios. En este altar se ofrecen los inciensos, es decir, las oraciones de los santos que claman desde la tierra, como vimos en el cap. VIII. Puesto que los santos de la tierra claman contra los impíos pidiendo justicia a Dios y por la libertad de los justos para que sean castigados, con razón el ángel, que ofrece esas oraciones a Dios, se alegra por la divina justicia y atestigua sus justos juicios”.
Ribera: “Tal vez es el mismo ángel del cual se dice: “Y otro ángel salió del altar, el que tiene autoridad sobre el fuego” (Apoc. XIV, 18)”.
Bonsirven: “Ya no es (IX, 13) una voz que parte del altar, sino
el altar mismo que habla, el altar que ha recibido las oraciones que reclamaban
venganza (VIII, 3-4) o bien, según algunas
interpretaciones, fundándose en la Carta a los Hebreos (XIII, 10), Cristo, el
verdadero altar cristiano”.