martes, 29 de marzo de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, ¿No era preciso que Cristo sufriera? (III de IV)

   b) La Pasión vista por los Profetas 

El arresto de Cristo está próximo, su pasión es inminente. Vamos a seguir su curso a la luz de los Salmos y los Profetas, señalando únicamente el cumplimiento literal de las predicciones relacionadas por los Evangelistas; el lector podrá confrontar esos pasajes en su Nuevo Testamento. 

Jesús será odiado sin causa 

“Más que los cabellos de mi cabeza

son los que sin causa me odian.

Son demasiado poderosos para mis fuerzas

los que injustamente me hostilizan,

y tengo que devolver lo que no he robado” (Sal. LXVIII, 5) 

“No se hagan guiños de ojo los que sin causa me odian,

porque ni siquiera hablan de paz,

y planean traidoramente fraudes...

Ensanchan contra mí sus bocas” (Sal. XXXIV, 19-21)[1]. 

Jesús será traicionado por un amigo 

“Hasta mi amigo,

de quien me fiaba, que comía mi pan,

ha alzado contra mí su calcañar” (Sal. XL, 10). 

“Si me insultara un enemigo, lo soportaría;

si el que me odia se hubiese levantado contra mí,

me escondería de él simplemente.

Pero eres tú, mi compañero, mi amigo y mi confidente” (Sal. LIV, 13-14)[2]. 

Jesús será vendido por treinta piezas de plata 

“Y les dije: “Si os parece justo, pagad mi salario; y si no, dejadlo”.

Y ellos pesaron mi salario; treinta (monedas) de plata.

Entonces Jehová me dijo: “¡Tira al alfarero ese lindo precio en que me estimaron!”. Tomé las treinta (monedas) de plata, y las tiré al alfarero en la Casa de Jehová” (Zac. XI, 12-13)[3]. 

Jesús será abandonado por todos. Dios herirá al Pastor 

“¡Hiere al Pastor! y se dispersarán las ovejas” (Zac. XIII, 7)[4]. 

Jesús será como un cordero, como una oveja muda 

“Yo era como un manso cordero llevado al matadero” (Jer. XI, 19). 

“Sin decir palabra

como cordero que es llevado al matadero;

como oveja que calla ante sus esquiladores,

así él no abre la boca” (Is. LIII, 7)[5]. 

Jesús será objeto de desprecio 

“No tiene apariencia ni belleza para atraer nuestras miradas,

ni aspecto para que nos agrade.

Es un (hombre) despreciado, el desecho de los hombres,

varón de dolores y que sabe lo que es padecer;

como alguien de quien uno aparta su rostro,

le deshonramos y le desestimamos.

Él, en verdad, ha tomado sobre sí nuestras dolencias,

ha cargado con nuestros dolores,

y nosotros le reputamos como castigado,

como herido por Dios y humillado” (Is. LIII, 2-4). 

“Pero es que yo soy gusano, y no hombre,

oprobio de los hombres y desecho de la plebe.

Cuantos me ven se mofan de mí,

tuercen los labios y menean la cabeza:

“Confió en Jehová: que Él lo salve;

líbrelo, ya que en Él se complace” (Sal. XXI, 7-9)[6]. 

Jesús carga con nuestros pecados y nuestras enfermedades 

“Él, en verdad, ha tomado sobre sí nuestras dolencias,

ha cargado con nuestros dolores...

Fue traspasado por nuestros pecados,

quebrantado por nuestras culpas;

el castigo, causa de nuestra paz, cayó sobre él,

y a través de sus llagas hemos sido curados.

Éramos todos como ovejas errantes,

seguimos cada cual nuestro propio camino;

y Jehová cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros...

Mas luego de ofrecer su vida en sacrificio por el pecado,

verá descendencia y vivirá largos días” (Is. LIII, 4-6.10)[7]. 

Jesús será flagelado, será escupido en el rostro, será golpeado 

“Entregué mi espalda a los que me herían,

y mis mejillas a los que me mesaban la barba;

no escondí mi rostro

ante los que me escarnecían y escupían.

Pues Jehová, el Señor, es mi auxiliador” (Is. L, 6-7). 

“Fue traspasado por nuestros pecados, quebrantado por nuestras culpas;

el castigo, causa de nuestra paz, cayó sobre él,

y a través de sus llagas hemos sido curados” (Is. LIII, 5). 

“Sobre mis espaldas araron los aradores; abrieron largos surcos” (Sal. CXXVIII, 3). 

“Con una vara hieren en la mejilla al juez de Israel” (Miq. V, 1)[8]. 

Jesús será contado entre los malhechores 

“Repartirá los despojos con los fuertes,

por cuanto entregó su vida a la muerte,

y fue contado entre los facinerosos.

Porque tomó sobre sí los pecados de muchos

e intercedió por los transgresores” (Is. LIII, 12)[9]. 

Jesús tendrá perforados las manos y los pies 

“Han perforado mis manos y mis pies;

puedo contar todos mis huesos” (Sal. XXI, 17-18)[10]. 

Jesús parece abandonado sobre la cruz. Su tribulación 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los gritos de mis pecados alejan de mí el socorro.

Dios mío, clamo de día, y no respondes;

de noche también, y no te cuidas de mí. 

No estés lejos de mí, porque la tribulación está cerca,

porque no hay quien socorra...

Soy como agua derramada,

todos mis huesos se han descoyuntado;

mi corazón, como cera, se diluye en mis entrañas... 

Libra mi alma de la espada,

mi vida del poder del perro.

Sálvame de la boca del león;

de entre las astas de los bisontes escúchame” (Sal. XXI, 1-3, 12-15, 21-22). 

“Herido por Dios y humillado...

Y Jehová cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros...

Jehová quiso quebrantarle con sufrimientos” (Is. LIII, 4.6.10) [11]. 

Jesús tendrá sed y se le dará vinagre 

“Bien conoces Tú mi afrenta, mi confusión y mi ignominia;

a tu vista están todos los que me atribulan.

El oprobio me ha quebrantado el corazón y titubeo;

esperé que alguien se compadeciera de mí, y no lo hubo;

y que alguno me consolara, mas no le hallé.

Por comida me ofrecieron hiel; y para mi sed me dieron a beber vinagre” (Sal. LXVIII, 20-22). 

“Mi lengua se pega a mi paladar” (Sal. XXI, 16)[12]. 

La vestimenta de Jesús es echada en suertes 

“Se reparten mis vestidos, y sobre mi túnica echan suertes” (Sal. XXI, 19)[13]. 

Sus huesos no serán quebrados (el Cordero Pascual no debía tener los huesos quebrados) 

“No le quebraréis ningún hueso” (Ex. XII, 46). 

“Vela por cada uno de sus huesos; ni uno solo será quebrado” (Sal. XXXIII, 21)[14]. 

El costado de Jesús será atravesado 

“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los habitantes de Jerusalén,

espíritu de gracia y de oración.

Y pondrán sus ojos en Mí, a quien traspasaron.

Lo llorarán, como se llora al unigénito,

y harán duelo amargo por él, como suele hacerse por el primogénito” (Zac. XII, 10)[15]. 

Crucificado entre dos ladrones, su sepulcro estará con los ricos 

“Se le asignó sepultura entre los impíos,

y en su muerte está con el rico,

aunque no cometió injusticia,

ni hubo engaño en su boca” (Is. LIII, 9)[16]. 

Qué admirable síntesis del Antiguo y del Nuevo Testamento sobre la Pasión de Cristo, vista por los Profetas con siglos de anticipación, los cuales tenían como abierto el “rollo del Libro”. ¿No será lo mismo a su Retorno?



 [1] Jn. XV, 25. 

[2] Jn. XIII, 18. 

[3] Mt. XXVII, 8-10. Sabemos que Judas, antes de suicidarse, arrojó las treinta piezas en el Templo y los sacerdotes, con “el precio de la sangre”, compraron “el campo de un alfarero”. 

[4] Mt. XXVI, 31; Mc. XIV, 27. 

[5] Hech. VIII, 32-33. 

[6] Mt. XXVII, 41-43; Lc. XXIII, 35-37; Mc. XV, 29-32. 

[7] I Ped. II, 22-25; II Cor. V, 21; Rom. V, 6. 

[8] Mt. II, 7.29-31; Mc. XV, 16-20; Lc. XXII, 63-65; Jn. XIX, 1-3. 

[9] Mc. XV, 28; Lc. XXII, 37. 

[10] Jn. XX, 25. 

[11] Mt. XXVII, 46; Mc. XV, 33-35. 

[12] Jn. XIX, 28-30; Mt. XXVII, 48; Mc. XVI, 36. 

[13] Jn. XIX, 24; Mt. XXVII, 35-36; Mc. XV, 24. 

[14] Jn. XIX, 36. 

[15] Jn. XIX, 34-37; Apoc. I, 7. 

[16] Mt. XXVII, 57-61; Mc. XV, 42-46; Lc. XXIII, 50-51.