domingo, 2 de agosto de 2020

La Disputa de Tortosa (VIII de XXXVIII)

b) Pruebas Bíblicas 

Alega Jerónimo tres pruebas para probar que el Mesías ya ha venido: 

1) Is. IX, 6-7: “Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, que lleva el imperio sobre sus hombros. Se llamará Maravilloso, Consejero, Dios poderoso, Padre de la eternidad, Príncipe de la paz. Se dilatará su imperio y de la paz no habrá fin. (Se sentará) sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y consolidarlo mediante el juicio y la justicia, desde ahora para siempre jamás. El celo de Yahvé de los ejércitos hará esto”.

 ¿Y cómo se prueba que el Mesías ya vino con este texto, nos preguntamos todos? 

Antes que nada, prueba que el texto es Mesiánico por expreso reconocimiento de los antiguos Rabinos y luego establece la divinidad basado en los títulos, especialmente el de “Dios poderoso”. 

Hasta aquí uno no tendría nada que objetar o, mejor dicho, no hay nada raro. 

Pero a continuación viene una exégesis bien judaica (en el mejor sentido de la palabra)[1]: 

La palabra hebrea para “dilatará” es lemarbé. Ahora bien, la letra “mem” (nuestra “m”) en hebreo puede ser doble[2]: abierta (מַ) o cerrada (ם); la mem va cerrada sólo cuando es la última letra de la palabra, pero en esta cita de Isaías, la mem está cerrada a pesar de no ser la última letra de la palabra. De aquí concluye Jerónimo que está cerrada para significar la virginidad de María: porque está cerrada y porque se trata de la mem, primera letra del nombre. 

Como si esto fuera poco, Jerónimo da un paso más y dice que, dado que el valor numérico de la mem es 40 cuando está abierta y 600 cerrada, entonces, el Profeta nos indica aquí que es para indicar que el Mesías iba a padecer 600 años después de esta profecía[3].

 Esta última argumentación es bien pobre y es de admirar que los Rabinos en la sesión 10 no la impugnaran, pues, según la cronología Bíblica, no hay 600 años entre el reino de Acaz y la Pasión (o nacimiento) de Cristo, sino más; los Rabinos se entretuvieron en el significado de la mem cerrada, pero su interpretación dejó mucho que desear. 

Que la mem cerrada profetice a la Virgen sería una hermosa exégesis, pero por desgracia no es fácil probarla[4]. 

En conclusión, creemos que este primer argumento de Jerónimo es, cuanto mucho, un argumento de mera congruencia. 

2) Gen. XLIX, 10: “No se apartará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta que venga Shilo: a Él obedecerán las naciones”. 

Este texto es reconocido como Mesiánico por judíos y cristianos y, a diferencia del anterior, usado desde antiguo por los polemistas cristianos contra los judíos. 

A pesar de ciertas obscuridades, el texto, en su conjunto, es claro. 

Con respecto al cetro, Pacios comenta: 

“Tenga la amplitud que tenga la palabra “cetro”— shebet— y “legislador”— méhoqeq—, supone cierta independencia, gobernarse a sí mismos, cosa que cesa en realidad con Herodes, príncipe extranjero e impuesto, y se hace más patente con los procuradores romanos, acabando todas las libertades que aún quedaban con Tito y Adriano, y esto de un modo definitivo”. 

Y luego amplifica en notal al pie: 

“Cierto que ese tiempo no fué, en general, tiempo de mucha gloria; pero aún en Babilonia tuvieron sus profetas legisladores que les anunciaban sería breve la cautividad, y sus jueces con poder de vida y muerte que juzgaban según sus propias leyes, como consta por el episodio de Susana (Dan. XIII, 1-64), y después vivieron en su tierra, con príncipes, leyes y administración propia, gozando de todos los esplendores de su culto. Después ya van cerca de veinte siglos sin templo, sin sacrificio, sin profetas, dispersos y sometidos a legislaciones extrañas. ¿Qué queda del cetro de Judá? La profecía de Oseas se está cumpliendo:

 "Porque mucho tiempo han de estar los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin massebah, sin efod y sin terafines" (Os. III, 4), 

hasta que en los últimos tiempos (Os. III, 5) se conviertan al verdadero Mesías Jesucristo, que es el que tiene el cetro eternamente”[5].

 El silogismo es claro: 

Shilo es el Mesías; el cetro no será arrebatado hasta que venga el Mesías; pero el cetro ya ha sido arrebatado; luego, el Mesías ya vino[6]. 

En confirmación de la cesación del cetro, alega Jerónimo (ses. 18) varias autoridades judías[7]. 

La respuesta de los judíos es doble (ses. 19): 

a)Ad kí” no significa hasta que, sino siempre, porque, de modo que el texto hay que traducirlo: 

El cetro no se apartará de Judá para siempre, porque vendrá Shilo (el Mesías), cuyo reino no será jamás destruido”.

 b) Los judíos conservan todavía el cetro, gracias a sus Rabinos y a sus privilegios reales.

 Comenta acertadamente el P. Pacios: 

“Las dos objeciones no sólo son de poco valor, sino que se destruyen mutuamente. ¿Por qué ese empeño en traducir 'ad por siempre, sino porque ven que el cetro ha sido arrebatado? Y ¿por qué empeñarse en que el cetro aún continúa en manos de Judá, sino porque la traducción de ad por siempre es insostenible? Cualquiera de las dos soluciones quitaría a los judíos toda dificultad en la interpretación de la profecía. Si dan las dos en vez de una, muestran claramente que no se fían de ninguna[8].

 Jerónimo respondió con contundencia.

 A la primera, argumentó de varias maneras, siendo la más importante, que la traducción que dio es la misma que daban comúnmente los Rabinos en las sinagogas.

 A la segunda, les echó en cara que era una simple afirmación, sin prueba alguna, y que ni ellos mismo creían, que colocaban a ese rey siempre en países lejanos de oriente[9] porque era imposible corroborar esa afirmación.



 

[1] Este tipo de interpretación cabalista era común entonces, como puede apreciarse por las obras de Ramón Martí y el Galatino, y en nuestros días hemos visto un claro ejemplo en el interesantísimo estudio del Cardenal Borgongini Duca a las LXX Semanas de Daniel. Ver AQUI.

 [2] Ver cualquier manual de hebreo, por ejemplo, Joüon, Grammaire de l´Hébreu Biblique, (1947), nro. 5d.

 [3] Ramón Martí, a quien ya dijimos que sigue Jerónimo casi siempre, (ver Pugio, pp. 532-533), refiere la fecha de 600 años no a la Pasión, sino al nacimiento de Cristo.

 [4] Sobre ella volvió a insistir en nuestros tiempos Paul Drach en su segundo tomo de la Harmonie, pag. 55-59. Ver también Knabenbauer, In Isaiam prophetam (París, 19222), pp. 258-259.

 [5] I.241.245.

 [6] Sobre el significado de Shilo ver la interesante anécdota que trae Drach, Harmonie, I, pag. 406-408.

 [7] Es digno de notarse que en la sesión 6 Jerónimo cita unas palabras del Talmud (Sanedrín 41 a) donde se reconoce que cuarenta años antes de la destrucción del Templo le fue quitada al Sanedrín la potestad para juzgar y que los 71 jueces clamaron: 

“¡Ay de nosotros porque ha sido quitado el cetro a Judá y todavía no vino el hijo de David!”.

 Estas palabras son interesantes al menos por dos razones:

 1) Porque parecerían indicar, como les dice Jerónimo, que el cetro del que habla Jacob en su profecía, no se refiere a los reyes de Judá sino al Sanedrín.

 2) Cuarenta años antes de la destrucción, nos llevaría al año 30 y si el Mesías no iba a venir hasta entonces, eso quiere decir que el comienzo de la vida pública ocurrió el año 30 y el año de su muerte fue el 33.

 En la sesión 18, Jerónimo vuelve sobre el tema y dice que el año 30 marca la muerte de Nuestro Señor, pero estas palabras parecerían presentar un gran inconveniente y es que, en ese caso, cuando Jesús comenzó a predicar (sería el año 27 o 28), los judíos bien podían haberle dicho que Él no podía ser el Mesías porque todavía tenían el cetro.

 II.45-46

 [8] I.245.

 [9] Entre los lugares donde decían que estaba el cetro, uno de ellos era Babilonia; cosa curiosa porque ese es justamente uno de los nombres del Anticristo en la Biblia: ver Is. XIV, 4; Jer. XXV, 12.26; XXXII, 36; L, 18.43; LI, 31; Ez. XXXII, 11.