sábado, 23 de junio de 2018

Las parábolas del Evangelio, por J. Bover (IV de IX)


3. PARABOLA Y ALEGORIA

Como la parábola es a la comparación lo que la alegoría a la metáfora, para apreciar la afinidad entre la parábola y la alegoría, hay que estudiarla en las nociones fundamentales de comparación y metáfora.

COMPARACIÓN Y METÁFORA. -

Sean estos dos ejemplos: "Quasi agnus coram tondente se, obmutescet" (Is. LIII, 7); "Ecce Agnus Dei" (Jn. I, 29.36). El primero es una comparación, el segundo una metáfora. La semejanza entre ambos es manifiesta: en uno y otro se relaciona de alguna manera a Cristo con el cordero. Pero, más que la semejanza, interesan las diferencias, que pueden reducirse a cuatro capítulos principales.

Diferencia verbal. -

En la comparación se halla, casi siempre explícitamente, la partícula comparativa como, que en la metáfora ni se halla ni puede hallarse. Aunque meramente extrínseca, esta diferencia es esencial, y sirve de signo distintivo o de criterio que no permite confundir la comparación con la metáfora.

Diferencia semántica. -

En la comparación las palabras se toman en sentido propio, en la metáfora en sentido prestado o trasladado. En el primer ejemplo antes aducido el cordero es un cordero propio y real; en el segundo no hay tal cordero, sino que el que se presenta bajo la imagen de cordero no es otro que Cristo.

Diferencia en la estructura. -

En la comparación el sujeto y el término, distintos entre sí, se yuxtaponen el uno al otro; en la metáfora, borrada la distinción, se compenetran o funden en uno, es decir, suprimido el nombre del sujeto, se expresa éste con el nombre mismo del término. Así en el primer ejemplo (completo) se expresan el sujeto (el Mesías) y el término (cordero); en cambio, en el segundo ejemplo el sujeto (no expresado) se designa con el nombre mismo del término (cordero).

Diferencia psicológica. -


Pero la diferencia radical y fundamental hay que buscarla en la psicología humana. Generalmente en nosotros cada concepto va acompañado y es como sostenido por su correspondiente imagen o fantasma. Esto supuesto, en la comparación, como hay dos conceptos distintos, el del sujeto y el del término, así hay también dos imágenes sensibles correspondientes a cada uno de los dos conceptos; por el contrario, en la metáfora no hay sino un solo concepto y una sola imagen, con la particularidad que el único concepto es el del sujeto y la única imagen es la del término. Así en el primer ejemplo, tanto el Mesías como el cordero tienen su concepto propio, y también su propia imagen; en cambio, en el segundo ejemplo el único concepto se refiere a Cristo, la única imagen es la del cordero. Y como la palabra externa se deriva y depende directa e inmediatamente de la imagen, de ahí que la expresión verbal reproduce la imagen ajena, a pesar de que se refiere al sujeto propio. Se dice cordero (porque se imagina cordero) y se entiende Cristo.


PARÁBOLA Y ALEGORÍA. -

Como la parábola no es sino una comparación desarrollada, y la alegoría una metáfora continuada, las diferencias que las separan son las mismas que distinguen a la metáfora de la comparación. En especial hay que notar que, mientras en la parábola las palabras son propias, por cuanto expresan distintos conceptos acompañados de su correspondiente imagen, en la alegoría las palabras son translaticias, por cuanto, refiriéndose al sujeto, lo presentan con la imagen, no suya, del término.

Una diferencia, con todo, hay que señalar entre el binario comparación-metáfora y el binario parábola-alegoría. Mientras la comparación y la metáfora son simples elementos literarios, la parábola y la alegoría representan verdaderos géneros literarios que, tratados por sí solos, pueden dar origen a verdaderas obras literarias.


COROLARIO: ELEMENTOS ALEGÓRICOS. -

Se ha hecho corriente entre muchos autores modernos una denominación que, por lo dicho, es enteramente impropia, y que para evitar enojosas confusiones debería des-aparecer. Distinguiendo en las parábolas dos clases de elementos, unos no significativos y otros significativos, a estos segundos suele designárseles con el nombré de elementos alegóricos. Creemos que semejante denominación es abusiva. En efecto, la parábola y la alegoría, lo mismo que la comparación y la metáfora, no se distinguen en que las primeras signifiquen y las segundas no, sino en que aquéllas significan de una manera y éstas de otra. Tan significativo es el cordero en el primero de los ejemplos antes aducidos como en el segundo: sólo que lo son de manera distinta. Y en los elementos integrantes de la parábola del Sembrador, el camino, los peñascales y los espinos, aunque son significativos, no son alegóricos, sencillamente porque se toman en sentido propio. Serían alegóricos si, fundiendo la imagen y la sentencia en una sola expresión, se dijera, por ejemplo, que la palabra de Dios queda ahogada por los espinos de las concupiscencias; pero entonces desaparecería la parábola para dar lugar a la alegoría. Tanto en esta alegoría como en la parábola evangélica los espinos que ahogan son significativos, aunque de distinta manera. Es, por tanto, impropio y abusivo denominar alegóricos a tales elementos precisamente por ser significativos. Lo son, no sólo cuando pasan a ser alegóricos, sino también cuando dentro de la parábola son elementos parabólicos. Admitimos, como luego diremos, el género mixto, parabólico y alegórico juntamente; pero, si en la parábola todo elemento significativo se considera como alegórico, desaparece el género de simple parábola para dar lugar al género mixto, que sería el único, fuera de los casos de simple alegoría.


SEGUNDO COROLARIO: DIFERENTE EXTENSIÓN SIGNIFICATIVA DE LA PARÁBOLA Y DE LA ALEGORÍA. -

De la diferencia fundamental establecida entre la parábola y la alegoría se sigue otra diferencia, importantísima para su ajustada interpretación, en la extensión o amplitud significativa propia de cada una de ellas, es decir, en la correspondencia parcial o total de la imagen parabólica o alegórica con el pensamiento significado. En la parábola el sujeto y el término se yuxtaponen, en la alegoría se sobreponen o, mejor, compenetran recíprocamente. Ahora bien, la simple yuxtaposición no exige coincidencia total: basta, y es lo ordinario, que haya coincidencia parcial; en cambio, la compenetración exige de huyo la coincidencia total o completa adecuación. De ahí que en la parábola no todos los elementos son esencialmente significativos: generalmente no todos lo son; en la alegoría, por el contrario, de suyo son significativos tolos los elementos. El contacto de la imagen con el pensamiento en la parábola es inadecuado, en la alegoría es adecuado o total. Hasta dónde se extienda en la parábola este contacto o cuáles sean sus elementos significativos, cuáles puramente ornamentales, es un problema difícil y delicado, que luego trataremos de resolver. Antes es necesario resolver los problemas referentes al género mixto, a la vez parabólico y alegórico.