jueves, 29 de octubre de 2015

Origen de la creencia vulgar en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel. Salvador Iglesias (VI de IX)

II.- EL INTENTO DE JULIANO

El hecho que más ha influido en el desarrollo de la creencia en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel ha sido, a nuestro juicio, el intento de Juliano el Apóstata de reconstruir el Templo de Jerusalén.
Con ocasión de este intento frustrado comienzan los Santos Padres a hablar categórica y unánimemente de la imposibilidad de reconstruir el Templo y de restaurar políticamente el estado judío. Los contemporáneos vieron en aquel fracaso una intervención milagrosa de la Providencia de Dios para salvaguardar la infalibilidad de las profecías.
Un severo examen histórico-crítico del carácter sobrenatural del hecho acaso quitara, si llegara a demostrar lo contrario, mucha fuerza objetiva a este convencimiento subjetivo que predispuso los ánimos en favor de la creencia hoy vulgar. Pero ni es de nuestra incumbencia ni competencia ese estudio, ni nos interesa hacerlo por ahora. Aun supuesta la intervención extraordinaria de la Providencia en aquel caso, quedaría por ver si tuvo o no por objeto salvaguardar esas pretendidas profecías; lo cual, de no mediar una revelación expresa, supone haber probado antes la existencia y contenido de dichas profecías. Pero demos que el hecho fuera milagroso, y la intención de Dios velar por el cumplimiento de su palabra. Todavía se pueden y deben hacer dos preguntas. Primera: La  intención de Dios, que ex hypothesi va directamente contra la reedificación del Templo, ¿se opone asimismo a la restauración política de Israel? Y segunda —independientemente de la respuesta que se dé a la primera pregunta—: Esa intervención de Dios para oponerse entonces a la reedificación del Templo —y si se quiere también a la restauración política de Israel—, ¿responde simplemente a una intención divina de no permitirlo entonces, o supone una voluntad decidida de no consentirlo jamás? Si la intención de Dios, ex hypothesi, es salvaguardar determinadas profecías, se sabe de antemano el alcance de las mismas, o la respuesta a esta última pregunta nos dará la medida de su contenido.

Hacemos estas observaciones previas en el pórtico de este estudio, sobre las reacciones de los Santos Padres ante el intento de Juliano, no para prejuzgar las conclusiones, sino para premunir al lector contra el espejismo que creemos padecieron ellos.
Y hechas estas salvedades, tratemos ya de reconstruir lo sucedido a la luz de las fuentes, y de recoger los comentarios que a las plumas de los Santos Padres arrancó el sensacional acontecimiento.



A) El hecho.

Lo recogen todos los antiguos historiadores eclesiásticos y aluden a él varios Padres contemporáneos e inmediatamente posteriores a los acontecimientos.
El primero de aquéllas es el presbítero Rufino de Aquilea, al cual siguen y del cual dependen todos los demás y cuyo texto íntegro transcribimos de su Historia Ecclesiastica, libro 1, cap. 37:

“Tanta vero ejus ad decipiendum subtilitas et calliditas fuit, ut etiam infelices iudaeos vanis spebus illectos, ut ipse agitabatur illuderet. Quos primo omnium convocatos ad se interrogat cur non sacrificarent cum eis lex sua de sacrificiis imperaret. At illi occasionem se invenisse temporis rati: Non possumus, inquiunt, nisi in solo Jerosolymorum templo. Ita namque praecipi lex.
Et accepta ab eo reparandi Templi licentia in tantum insolentiae pervenerunt ut aliquis eis prophetarum redditus videretur. Igitur ex omnibus atque provinciis convenere Judaei locum templi olim igne consumpti aggredi coepere, Comite properandi operis ab Imperatore concesso; sumptu publico et privato res omni instantia gerebatur. Interea insultare nostris et velut reparatis sibi regni temporibus comminari acrius ac saevitiam ostentare, prorsus in magno tumore et superbia agere.
Cyrillus post Maximum confessorem Jerosolymis Episcopus habebatur. Apertis igitur fundamentis calces cementaque adhibita nihil omnino deerat quin die postera, veteribus deturbatis, nova jacerent fundamenta; cum tamen Episcopus diligenti consideratione habita, vel ex illis quae in Danielis prophetia de temporibus legerat, vel quae Evangeliis Dominus praedixerat, persisteret, nullo genere fieri posse ut ibi a Judaeis lapis super lapidem poneretur. Res erat in expectatione[1].

A continuación —cap. 38 y 39— narra con mucho detalle los portentos del día siguiente: Terremoto que deshace las obras y aplasta a los judíos refugiados en una casa; fuego que sale de la sala donde tenían las herramientas; cruces marcadas en los vestidos de todos, etcétera.
Sin perjuicio de volver más adelante sobre este texto fundamental, observemos de pasada que Rufino de Aquilea no atribuye a Juliano ninguna intención expresa de ir contra las profecías de Cristo. Si sólo poseyéramos su texto, tendríamos la impresión de que el Apóstata pretendió simplemente molestar a los cristianos favoreciendo a sus mortales enemigos, los judíos.

Filostorgio (Historiae Ecclesiasticae compendium a Photio Patriarcha, VII, 9 y 14) introduce la atribución del hecho a la torcida intención de Juliano, que quiso hacer ver la falsedad de las profecías:

«9. —Apostata Julianus, Servatoris Nostri oracula, quibus Hierosolyma ita eversum iri praedixerat, ut ne lapis quidem supra lapidem esset remansurus, falsi convincere molitus, non modo eorum quae studuerat nihil perfecit; immo etiam certissimam eorumdem veritatem invitus licet confirmavit»[2].

Refiere luego el milagro y termina:

«Sic audacia quae oracula Domini Nostri ignominia afficere tentaverat, eorumdem inviolabilem ac venerandam efficaciam imprudens palam predicavit»[3].

«Julianus—dice en otro lugar—, cum urbem Hierosolymam instaurare jussisset, eo consilio ut Domini Nostri de illa praedictiones irritas esse convinceret, prorsus contrarium iis quae moliebatur effecit»[4].
Más adelante refiere— es otro dato nuevo— el Evangelio de San Juan con ocasión de las obras para poner los fundamentos del nuevo Templo:

«Porro hoc miraculum, una cum aliis prodigiis quae tunc caelitus ostensa sunt, perspicue indicabat, numquam in irritum cassuram esse sententiam Domini quae Templi vastationem perpetuo mansuram praedixerat. Liber enim ille eum qui ista multo ante pronuntiaverat Deum et universi Conditorem esse praedicabat. Certissimumque erat indicium, frustra eos in aedificando laborare, cum immutabilis Dei sententia Templum perpetua subversione damnasset»[5].

Sócrates, en su Historia Ecclesiastica, libro III, cap. 20, sigue casi literalmente a Rufino: la misma pregunta del Emperador, la misma respuesta de los judíos, la misma ausencia de intenciones expresas contra las profecías por parte de Juliano. De Cirilo dice:

«Quo quidem tempore, Cyrillus Jerosolymorum Episcopus, memor vaticinii Danielis prophetae, quod Christus etiam in sacris Evangelis confirmavit, palam multas adstantibus praedixit, futurum brevi ut in eo Templo lapis super lapidem non maneret, sed Servatoris oraculum compleretur»[6].

Sozómeno (Historia Ecclesiastica, libro V, cap. 22) depende también de Rufino, pero atribuye el hecho, como Filostorgio, a la intención expresa de mostrar la falsedad e ineficacia de las profecías de Cristo; intención que, según Sozómeno, comparten con el Emperador los judíos y hasta los gentiles:

«Igitur (Judaei), haudquaquam animo reputantes istud omnino fieri non posse, sicut sacris oraculis praedictum fuerat, sedulo opus aggressi sunt»[7].

Los gentiles, aunque enemigos de los judíos, ayudaban

«Quippe qui sperarent se posse perficere id quod conabantur et Christi praedictiones falsi convincere»[8].

«Judaei vero et hoc ipsum cogitabant et opportunum tempus instaurando Templo nactos se esse arbitrabantur»[9].




[1] ML 21, 505.

[2] MG 65, 546s.

[3] MG 65, 547.

[4] MG 65, 551. Esta explicación del hecho que aquí introduce Filostorgio y el resultado contrario a los intentos del Apóstata, pasa casi con las mismas palabras a todos los historiadores posteriores:

Sozómeno, Historia Ecclesiastica, lib. V, cap. 22 (MG. 67, 1283s).

Aurelio Cassiodoro, Historia Tripartita, lib. VI, cap. 43 (ML. 69, 1059): «Repente jussit (Julianus) Deo odibilis destructum resuscitare Templum: credens infelix dominicum verbum se posse destruere, cujus per hoc veritatem magis ostendit».

Teodoreto de Ciro, Historia Ecclesiastica, lib.. III, cap. 15 (MG. 82, 1111): «Subversum Templum restaurare jussit (Julianus) hostis Dei, sperans demens dominicam praedictionem se falsi convicturum, qui ejus veritatem magis confirmavit».

Jorge Cedreno, Historiarum compendium, núm. 525s. (MG. 121, 571).

Nicéforo Calixto, Historia Ecclesiastica, lib. X, caps. 22 y 23 (MG. 146, 539s): «Sed miseris illis in mentem non venit, perfici eam rem minime posse, quam verbis dissertis veterum prophetarum oracula depegent et abnuant... conatum talem ad exitum suun perductum iri arbitrati, quo ipsi quoque falsas esse Christi praedictiones oraculaque ejus intercidisse jactarent».

Eutimio Zigabeno, Panoplia dogmatica, tít. VIII, recogiendo palabras de San Juan Crisóstomo (MG. 130, 286).

[5] MG 65, 551s.

[6] MG. 67, 430.

[7] MG. 67, 1283.

[8] MG. 67, 1283s.

[9] MG. 67, 1286.