sábado, 17 de octubre de 2015

Origen de la creencia vulgar en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel. Salvador Iglesias (V de IX)

D) Interpretación patrística de las predicciones de Cristo.

En tanto no poseamos un índice escriturístico completo de la Patrología, será materialmente impasible estudiar de manera exhaustiva la interpretación patrística de un texto determinado. Habremos de contentarnos con examinar los comentarios de los Santos Padres al Libro Sagrado a que pertenezca el texto en cuestión y repasar aquellos Tratados cuyo título nos haga sospechar que el autor pudo tener ocasión para citarlo. Es lo que pacientemente hemos hecho con aquellos textos más representativos del N. T. que pudieran haber dado origen a la creencia que nos ocupa. Los resultados podrán parecer exiguos a primera vista, pero tienen una fuerza negativa considerable en orden al valor tradicional de la creencia en las pretendidas profecías de Jesucristo, sobre la no restauración política de Israel.

Los textos examinados –cuyo contenido real acabamos de ver en el capítulo anterior— son los siguientes:

Seis de San Mateo: VIII, 10-12; XXI, 43; XXII, 7; XXIII, 28s.; XXIV, 2; XXIV, 15.

Dos de San Marcos: XII, 1-12; XIII, 2.

Ocho de San Lucas: XI, 49-51; XIII, 28s.; XIII, 35; XIV, 24; XIX, 41-44; XX, 9-18; XXI ,5s.; XXI, 24.

Uno de San Pablo: Rom. XI, 25.

Hemos examinado moralmente todos los Comentarios expresos de los Santos Padres a estos textos. Y el resultado de nuestro examen es el siguiente:

La exegesis de los Padres es preferentemente de carácter moral. Cuando tocan históricamente el problema judío —del Templo, de la Ciudad o del pueblo— se contentan con afirmar su ruina (que es, según hemos visto, lo único que Cristo predijo) sin entrar en la cuestión de su duración, ni pronunciarse por la tanto, contra la posibilidad de una futura restauración.

Hacemos gracia a nuestros lectores de esta parte puramente estadística de nuestro estudio en la que solamente hemos considerado los comentarios expresos a los textos citados.

Como botón de muestra vamos a ver solamente los comentarios a Mt. XXIV, 15 («Cuando viéreis que la abominación de la desolación de que habla el profeta Daniel está en el lugar sagrado...»). Es un lugar interesante porque señala el enlace de las profecías de Cristo con el cap. IX de Daniel que tanta influencia ha tenido, como luego veremos, en la formación de la creencia que estudiamos.


Doce comentaristas de los recogidos por Migne no lo tratan. De los diez que comentan el pasaje, ocho se contentan con aplicaciones morales o tratan únicamente de interpretar la «abominación de la desolación» que para unos es el Anticristo, para otros la estatua de Adriano, para otros la destrucción de la ciudad por Tito. Sólo dos (Orígenes y San Pascasio), fundándose en Dan. IX, 27 afirman la imposibilidad de la restauración del Templo.

El testimonio de San Pascasio tiene escaso valor por ser demasiado tardío, fuera ya de la época patrística. Es claro, además, su dependencia literaria de Orígenes. Este, después de habernos advertido que va a exponer una opinión personal según su leal saber y entender, dice textualmente:

“Et hanc desolationis abominationem factam super templum ab exercitu Jerusalem circumdante, dicit Propheta usque ad tempus consummationis manere, ut consummatio fiat mundi super desolationem Jerusalem et templi quod est in ea. Et ubi sunt qui se dicunt Judaeos et non sunt? Et ubi sunt qui dicunt, aedificabitur Jerusalem quae est deorsum priusquam saeculi consummatio fiat ? Si autem aedificabitur templum, aedificabitur ei qui adversatur et extollitur supra omne quod dicitur Deus aut colitur, ita ut in Templo Dei sedeat…  quem Dominus Jesus interficiet spiritu oris sui (II Tes. II, 4.8). Sive ergo placeat quibusdam aedificari hanc Jerusalem super terram tamen non erit falsum quod dicitur: consummatio est danda super desolationem ipsius[1].

Orígenes es el único entre los comentaristas de Mt. XXIV, 15 que vea en este texto, relacionándolo con Dan. IX, 27, anunciada la imposibilidad de la reconstrucción de Jerusalén y del Tempo, como no sea al fin del mundo.

En la misma proporción discurren los comentarios expresos de los Santos Padres a los otros pasajes que hemos estudiado. Nadie se atreverá a afirmar que exista ni remotamente una interpretación tradicional de ninguno de estos textos del N. T. en el sentido de profecías que justifiquen tal como se halla extendida la creencia vulgar.

Al final de este árido recorrido, casi puramente estadístico, podemos formular algunas conclusiones, fruto de nuestra paciente inducción:

1. Lo primero que observamos es la inexistencia de tradición dogmática que pueda fundar la creencia vulgar que nos ocupa en la interpretación unánime de ningún pasaje bíblico.

2. En segundo lugar salta a la vista que los testimonios en favor de dicha creencia son abundantes desde el final del siglo IV en adelante, pero escasísimos en los siglos anteriores. Fuera del texto de Orígenes que acabamos de examinar y que representa, como hemos visto, una creencia poco firme, hemos encontrado solamente un pasaje de San Hipólito que aplicando espiritualmente a los judíos el Salmo LXVIII, dice a propósito del v. 24:

«Dorsa eorum semper incurva: id est, ut serviant gentibus; non quadrigentis triginta annis, ut in Aegypto; neque septuaginta, ut Babylone; sed semper, inquit, in servitutem incurva. Quid jam deinceps frustra et vane liberationem hujus miseriae speras?»[2].

3. Esto nos ha inducido a buscar en la segunda mitad del siglo IV lo que con todo rigor pudiera llamarse el origen de esta creencia popular; y creemos haberlo encontrada en la reacción de los cristianos ante el fracaso de Juliano el Apóstata, cuando intentó que los judíos restauraran el Templo de Jerusalén.




[1] MG 13, 1656 s.

[2] Demonstratio adv. ludaeos, VI (MG. 10, 791 A).