miércoles, 4 de marzo de 2015

La Iglesia Católica y la Salvación, II Parte. Cap. III: Algunas Razones del Malentendido (IV de V)

Sin embargo, a través de la historia de la teología las expresiones de San Roberto “alma” y “cuerpo” de la Iglesia no estaban destinadas a recibir la clase de trato que les dio Wiggers. Estaban destinadas a servir como instrumentos para la inversión de la enseñanza de San Roberto por teólogos que, cuando emplearon esta parte de la terminología de San Roberto, creían estar repitiendo o por lo menos desarrollando su teoría. El pequeño primer paso en este sentido se observa en el muy popular manual de seminario, el Breviarium theologicum publicado en el siglo XVII por el teólogo de Cambrai Juan Polman. En este manual el “cuerpo” y el “alma” de la Iglesia aparecen no como partes de una explicación de una tesis, sino como realidades que requieren definición en sí mismas.

“Según Clemente de Alejandría y Agustín, la Iglesia es como un cuerpo humano animado. La fe, esperanza, caridad y los dones del Espíritu Santo constituyen su alma. El cuerpo es la profesión externa de la fe, la comunión de los sacramentos y el reconocimiento del Romano Pontífice como su cabeza. Del alma sola son los catecúmenos que quieren ser bautizados y que tienen fe, esperanza y caridad. Los herejes ocultos son del cuerpo solo. Los bautizados en estado de gracia son del cuerpo y del alma”[1].

San Roberto dejó perfectamente en claro para cualquiera que se tomara la molestia de leer el De ecclesia militante en su totalidad que él no afirmaba que los lazos interiores de unidad dentro de la Iglesia era en realidad el alma de la Iglesia, sino que aplicó el título metafórico de “alma” de la Iglesia al Espíritu Santo, y habló de los Católicos en estado de gracia como constituyendo “por así decirlo, el alma” de esta sociedad. De la misma manera habló sobre la Iglesia como un “cuerpo” y describió a los malos Católicos como si fueran “por así decirlo, el cuerpo” de la Iglesia. Fue una desgracia para la historia de la teología que el manual de seminario de Polman condujo a las personas a imaginarse que el lazo interno de unión era el alma y que el lazo externo era el cuerpo de la Iglesia Católica.

El mal uso de la terminología de San Roberto fue un paso más adelante al comienzo del siglo XVIII en el manual bien escrito Elementa theologica del profesor de la Sorbona, Carlos du Plessis D’Argentré. Este libro emplea la terminología de San Roberto de forma tal que socava la tesis fundamental del De ecclesia militante. Así, al hablar de los excomulgados, D’Argentré afirma que si “profesan la fe Católica, van a ser de alguna manera (aliquatenus) miembros de la Iglesia en razón de su alma, esto es, por la fe, y tal vez por la caridad (si la excomunión es injusta)”. De todas formas, insiste, en que estas personas “no son del cuerpo”[2].

San Roberto Belarmino había constituido como tesis fundamental de su libro De ecclesia militante la verdad de que, por divina institución, el lazo visible o exterior de unidad eclesiástica, aquello que designó como “cuerpo” de la Iglesia, es el único elemento necesario para la pertenencia a la Iglesia militante del Nuevo Testamento. Dedicó toda la fuerza de su talento y erudición para demostrar el hecho de que la sociedad compuesta de hombres unidos por este lazo de unidad exterior es el Cuerpo Místico de Nuestro Señor sobre la tierra. Menos de una centuria después de su muerte, la terminología peculiar del De ecclesia militante de San Roberto fue usada para defender la contradictoria a su propia enseñanza.
D´Argentré parece haber tenido la dudosa distinción de haber sido el primero en usar el término “alma de la Iglesia” en el sentido belarmiano para explicar la necesidad de la Iglesia para la salvación. Al igual que la mayoría de los libros de su época, el Elementa theologica trata sobre el dogma de la necesidad de la Iglesia en la sección dedicada a los catecúmenos y su relación con la Iglesia. D´Argentré sostiene que “ciertamente los catecúmenos no son del cuerpo de la Iglesia, pero aún así no hay nada que les impida ser de la Iglesia en razón de su alma (quoad ejus animam). Con el deseo del bautismo ésto es suficiente para la salvación”.[3]
D´Argentré usó la terminología de San Roberto, pero hizo a esta “alma” de la Iglesia algo completamente distinto del lazo interno de unión dentro de la Iglesia descrito por San Roberto. Afirma que la Iglesia militante “debe ser considerada como un cuerpo vivo, que consiste de Cristo como su Cabeza, los fieles como sus miembros, y la fe, esperanza y caridad como el alma, actuando como un principio de la vida espiritual para los fieles”.[4] Su uso de esta “alma” de la Iglesia como un factor que puede hacer de un excomulgado “en alguna medida miembro de la Iglesia” y como parte de la explicación de la necesidad de la Iglesia para la salvación es bastante coherente con su visión del tema. Sin embargo, es completamente inconsistente con la enseñanza de San Roberto.

Honorato Tournely, un antiguo cofrade de D´Argentré en la facultad de la Sorbona, llevó el malentendido y la mala aplicación de la terminología de San Roberto mucho más lejos que D´Argentré. El manual de Tournely fue uno de los textos más populares e influyentes durante el siglo XVIII. A través de estos libros se generalizaron el malentendido fundamental de la terminología de San Roberto y el consiguiente socavamiento de sus tesis fundamentales. Tournely usó la terminología de San Roberto para describir tesis sobre la Iglesia que, en última instancia, no eran más que las doctrinas por las cuales San Roberto escribió el De ecclesia militante para combatir.

“La Iglesia puede ser considerada de dos maneras. Primero, según su status interior, o según aquella parte que llamamos el alma de la Iglesia. Así, es la sociedad de los que están unidos por el lazo de la vera fe en Cristo y de la caridad sincera. En este sentido es completamente invisible. Sólo los santos pertenecen a ella como miembros verdaderos y vivos. Segundo, puede ser considerada según su status exterior, o según el cuerpo, y en cuanto es la sociedad de los que están unidos en la profesión pública de la misma fe, y la comunión de los mismos sacramentos y gobernantes eclesiásticos. En este sentido es cierto que la Iglesia es visible y conspicua”[5].

Tournely usó las expresiones de San Roberto “cuerpo” y “alma” de la Iglesia inaugurando una explicación de la necesidad de la Iglesia para la salvación que había de volverse muy común entre los teólogos hasta la aparición de la Mystici Corporis y la Suprema haec sacra. Enseñó que “nadie puede salvarse fuera de la Iglesia, considerado tanto en términos del cuerpo como del alma”. En cuanto al “cuerpo de la Iglesia”, Tournely lo trató como si fuera necesario para la salvación solamente con necesidad de precepto. Sostuvo que el hombre no puede salvarse “si, por su propia culpa, no está en el cuerpo de la Iglesia”. Si el hombre está fuera del “cuerpo” sin culpa suya, entonces, según el pensamiento de Tournely, puede salvarse. Tales individuos, según la visión de Tournely, pueden estar en el “cuerpo” de la Iglesia por intención o deseo.[6]

Después de Tournely, el proceso de cambiar la enseñanza de San Roberto usando su propia terminología no podía llegar muy lejos. Heinrich Kilber, que escribió el tratado de la Iglesia para la colección llamada Theologia Wircheburgensis, llevó estos términos a sus definiciones de la Iglesia, y así los usó para defender doctrinas completamente diferentes a las que había enseñado San Roberto Belarmino.

“La Iglesia de Cristo, considerada inadecuadamente en función del alma (inadequate secundum animam considerata), es la asamblea de los llamados a la fe de Cristo, unidos a Él por los dones sobrenaturales.
La Iglesia de Cristo, considerada inadecuadamente en función del cuerpo, es la asamblea de los bautizados, unidos en la profesión de la misma fe cristiana y en la comunión de los mismos sacramentos bajo el único vicario de Cristo en la tierra.
La Iglesia de Cristo, considerada adecuadamente, es la asamblea de los fieles bautizados en quienes anima interiormente la fe, esperanza y caridad, y que une exteriormente la profesión de la misma fe cristiana y la comunión de los mismos sacramentos, bajo la única Cabeza en el cielo, Cristo, y bajo Su Vicario en la tierra, el Soberano Pontífice”[7].

Lo que Kilber llamó una definición inadecuada de la Iglesia en función de su cuerpo es la definición misma que San Roberto había mostrado ser la descripción real de la Iglesia militante del Nuevo Testamento. San Roberto había usado todo recurso disponible para probar concluyentemente que la Iglesia no puede ser definida en términos de sus miembros más que a través del uso del lazo externo de unión eclesiástica.
Por el uso inepto y exagerado de la terminología de San Roberto, Tournely había aparecido con una descripción de la Iglesia como invisible, precisamente lo mismo sobre lo cual San Roberto había trabajado para probar que la Iglesia militante del Nuevo Testamento no era. Kilber se había imaginado una definición “adecuada” de la Iglesia de Nuestro Señor que se aplicaría solamente a Católicos en estado de gracia.



[1] Polman, Breviarium theologicum (París, 1682), p. 206.

[2] D’Argentré, Elementa theologica (París, 1702), p. 167.

[3] Ibid, pag. 166.

[4] Ibid, pag. 161.

[5] Tournely, Praelectiones theologicae de ecclesia Christi, (París 1739), I, 234.

[6] Ibid. I, 654.

[7] Kilber, Principia theologica (en los RR. Patrum Societatis Iesu Theologia Dogmatica, Scholastica et Moralis Praelectionibus Publicis in Alma Universitate Wirceburgensi Accomodata, edición de París de 1880), I, 86 sig.