lunes, 22 de diciembre de 2014

Castellani y el Apocalipsis, XV: Conclusión

XV

Conclusión

Llegamos al final de nuestra serie de artículos dedicados a analizar el Apocalipsis de Castellani y la verdad que lo mejor, para nuestro fin, será comenzar por el final y luego decir dos palabras al respecto.

La conclusión, lapidaria, es:

El Apocalipsis de Castellani sirve de poco y nada en nuestros días y urge volver a Lacunza.

Hemos dedicado algo más de diez artículos a algunos de los tópicos que nos parecían más representativos de nuestras diferencias, pues casi diríamos que si hubiéramos querido mostrarlas todas, hubiéramos tenido que haber citado casi cada página de su libro, para lo cual nos hubiera sido necesario no ya una serie de posts, sino un Blog al respecto.

Hemos analizado malas traducciones, confusiones, oscuridades, y principalmente nos hemos procurado detener en los dos aspectos que creemos son los más importantes: por un lado el método erróneo de la recapitulación y sobre todo, un alejamiento casi total de los principios trazados por Lacunza.

Habiendo dicho esto, casi que ya vemos venir la objeción de nuestro amable lector:

- “Pero si esto es así, ¿qué tenemos que hacer con Castellani…. tirarlo a la basura?”.

- De ninguna manera, respondemos. Nuestro fin principal en toda esta serie de artículos es que nuestros lectores relean a Castellani con otros ojos, que en definitiva fue lo que nos pasó a nosotros, sobre todo después de leer a Lacunza.

Creemos que la lectura de Castellani, y esto no es en modo alguno una ironía, es imprescindible en nuestros tiempos… al igual que el estudio de la obra de Allo, por dar un solo ejemplo.

La obra de Castellani, además de ser moderna, con todo lo que ello implica en la exégesis de un libro profético, tiene la ventaja de ser una buena introducción a las principales teorías exegéticas y el subsiguiente análisis de las mismas, además de hacernos conocer la opinión de no pocos autores.

Por si fuera poco, a Castellani le debemos la difusión en nuestras tierras de la obra, insuperable y única, del P. Lacunza. Por este solo hecho merece desde ya nuestro agradecimiento.

Ya para ir terminando, solo nos resta aclarar algunas cosas para evitar y deshacer todo tipo de equívoco: todo lo que hemos dicho en esta serie de posts no va dirigido sino a la exégesis que Castellani hizo de un libro de las Escrituras y nada tiene que ver con el resto de su obra ni mucho menos sobre su persona, que admiramos en no pocos aspectos.

Si no estuviéramos convencidos de la necesidad y urgencia de volver sobre la traza de Lacunza, y en menor medida, de Straubinger y Van Rixtel, y sobre todo teniendo en cuenta la gran influencia de Castellani, no nos hubiéramos ni molestado en escribir todo esto.


Vale!