lunes, 13 de octubre de 2014

Notas a la Escritura Santa, V: La Creación del Sol y la Luna


V

La Creación del Sol y la Luna



A medida que uno se va adentrando en el estudio de las Sagradas Escrituras va sacando algunas conclusiones; una de ellas podría formularse algo así como: "toda palabra está ahí por alguna razón"; detalles que a primera vista pasan desapercibidos, se vuelven, mirados de cerca, torrentes de luz.

Hay quienes creen que en materia de exégesis ya está todo dicho, y, por el contrario, habemos quienes, quizá por una reacción desmesurada, replicamos inmediatamente: "la verdad que en materia de exégesis no está nada dicho".

Por supuesto que esto no es más que una exageración, si bien miradas las cosas proporcionalmente, son más (muchísimos más) los pasajes cuyo sentido no han sido definidos que los que sí lo han sido, y por toda prueba nos remitimos sin más a la inmortal Divino Afflante de Pío XII.

La prueba de razón, que exigiría para su justificación la extensión de un libro, podría resumirse, en dos palabras, diciendo: "una apabullante mayoría de profecías miran, no a la Primera sino a la Segunda Venida" o también: "hay libros enteros como el Cantar, los Salmos, la Sabiduría, etc. que miran literal o típicamente a la Segunda Venida[1]". Por otra parte, un estudio atento del Nuevo Testamento nos hará llegar a la misma conclusión: por un lado San Juan en el Apocalipsis y en sus cartas, por el otro San Pablo que habla de la Parusía "en todas sus epístolas" (II Ped. III, 16), el mismo San Pedro, Santiago, Judas, y por último también los Evangelios mismos, donde apenas podrá encontrarse un capítulo que no contenga por lo menos una referencia a los últimos tiempos.

En el presente artículo queremos analizar muy someramente un versículo del Génesis.

Se trata de la creación del sol y la luna narrada en I, 14:

"Luego dijo Dios: "Haya lumbreras en el firmamento del cielo, que separen el día de la noche, que sean signos y (marquen) los tiempos y los días y los años".


Parecería que Dios crea el sol y la luna con cuatro fines:

1) Separar el día de la noche.

2) Ser signos.

3) Marcar los tiempos.

4) Marcar los días y los años.


El primer y el último punto parecerían no presentar demasiados inconvenientes, y marcamos el parecerían por la razón que dimos más arriba.

Analicemos pues, a grandes rasgos, los puntos 2 y 3, empezando por este último.


I) Marcar los tiempos.

Las traducciones aquí varían y el sentido cambia por completo según la palabra designada.

Recorriendo un par de versiones podemos notar las siguientes variantes:

a) Épocas: Crampon, Biblia de Pirot.

b) Fiestas: Biblia de Jerusalén.

c) Estaciones: Straubinger, del original griego.

d) Tiempos: Hebreo, LXX, Vulgata, Straubinger (de la Vulgata).


Fiestas tiene claramente una connotancia religiosa, mientras que estaciones designa las diversas partes del año; por su parte épocas y tiempos, a primera vista, pueden ser entendidos en ambos sentidos.

Analicemos antes que nada la traducción de Straubinger que en su comentario dice:

"Sirvan de señales: Aquí se señala su función que consiste ante todo en servir de reloj para los hombres e indicarles las estaciones del año, los días y las fiestas. Cf. Salmo CIII, 19.23".

Según esto parecería que para Straubinger las fiestas están aludidas cuando se habla de los "años".

Veamos.

Creemos que la versión de Straubinger presenta tres dificultades: una de traducción, otra relacionada a un anacronismo (por llamarlo de algún modo) y la última en que no repara sobre el uso constante del término a través del A.T.

1) El término usado en hebreo es וּלְמ֣וֹעֲדִ֔ים y en griego ες καιρος que literalmente significa: los tiempos.

Zorell[2] dice: "καιρὸς difiere de χρόνος como el "lugar" (determinado) difiere del "espacio" (indeterminado o inmenso)".

Y luego repite[3]: "Tiempo establecido, determinado, hora determinada, tiempo en el orden de la natura o en el decurso de los meses que se suceden anualmente Gn. I, 14 (Sal. CIV, 19), etc".

Este es, por lo menos, el sentido primero y más usual del término.


2) La otra dificultad de traducir καιρὸς como "estaciones" está en el hecho de que todo parece indicar que las mismas existieron recién a partir del diluvio y no antes, debido al cambio en el eje de la tierra, con lo cual mal pudieron haber sido creados el sol y la luna para medirlas[4].

Objeción: El mismo Zorell, en la primera de las citas, aplica el término καιρὸς en dos oportunidades a las estaciones.

Respuesta: ninguna de las dos citas parece ser concluyente en describir las estaciones:

Hechos XIV, 15-17: "Hombres, ¿qué es lo que hacéis? También nosotros somos hombres, de la misma naturaleza que vosotros. Os predicamos para que dejando estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que ha creado el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto en ellos se contiene, el cual en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguiesen sus propios caminos; mas no dejó de dar testimonio de Sí mismo, haciendo beneficios, enviando lluvias desde el cielo y tiempos fructíferos y llenando vuestros corazones de alimento y alegría”.

Los tiempos fructíferos bien pueden ser "los tiempos determinados en que la tierra fructifica", y que esto se pueda aplicar a las estaciones se debe a la materia tratada y no al sentido primero del término; por lo menos no nos parece necesario ver aquí una excepción al uso habitual de la palabra καιρὸς.

Rom. IX, 9: "Porque esta fue la palabra de la promesa: "Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo".

El texto puede interpretarse sin problemas como "tiempo determinado" en lugar de estaciones. La idea es "en esta misma época del año" o "dentro de un año" volveré, etc.
Una vez más, no hay necesidad de salirse del sentido usual del término.


3) Este término es usado en el A.T. en muchas ocasiones aludiendo a las fiestas religiosas.

a) Sobre la Pascua:

Ex. XIII, 10: "Guardarás este precepto año por año, en el tiempo señalado".

Num. IX, 2: "Los hijos de Israel han de celebrar la Pascua al tiempo señalado".

b) Sobre los Ácimos:

Ex. XXIII, 15: "Guardarás la fiesta de los Ácimos. Durante siete días comerás panes sin levadura, como te he mandado, al tiempo señalado, en el mes de Abib".

c) Sobre el Sábado:

Lev. XXIII, 4: "Estas son las fiestas solemnes de Yahvé, las asambleas santas que habréis de señalar en los tiempos señalados".

d) En general:

Esd. III, 5: "Después de esto ofrecieron el holocausto perpetuo, los holocaustos de los novilunios y de todas las fiestas consagradas (lit. tiempos determinados) a Yahvé".

Sal. CIII (CIV), 19: "Para señalar los tiempos hiciste la luna".

Ver también Is. I, 14; XXXIII, 20; Lam. I, 4; II, 7; Ez. XXXVI, 38; XLIV, 24; XLV, 17; XLVI, 9.11; Os. II, 11; IX, 5; XII, 9; Sof. III, 18; Zac. VIII, 19.

Para terminar citemos el comentario al Salmo CIII de la Biblia de Pirot que dice:

“Para señalar los tiempos hiciste la luna”.

Donde el término usado en hebreo מוֹעֲדִ֑ים quiere decir “las épocas fijas para las fiestas sacras, las reuniones calculadas según el año lunar y la Pascua del 14 de Nisán (Marzo-Abril)” (H. Renard).

En conclusión: creemos que debe preferirse la traducción literal los tiempos y mantener el sentido de festividad religiosa, en conformidad con los lugares paralelos.


II) Ser Signos

Aquí no hay mayores divergencias en la traducción, pero aún así se impone una pregunta: ¿signos de qué?

Creemos, sin más, que la respuesta hay que buscarla directamente en el Discurso Parusíaco de Nuestro Señor.

Jesucristo, en el primero de los Discursos, después de profetizar la destrucción de Jerusalén y del Templo, pasa directamente a hablar, en términos generales, de su Segunda Venida y de lo que inmediatamente la antecede, diciendo:

Lc. XXI, 25: "Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la confusión por el ruido del mar y la agitación (de sus olas)".

Y ya en el segundo Discurso, el estrictamente Parusíaco, los Apóstoles indagan un poco más sobre su Segunda Venida y preguntan:

Mt. XXIV, 3: "Dinos ¿cuándo será esto, y cuál será la señal de tu Parusía y de la consumación del siglo?”.

A lo cual Nuestro Señor les responde, primero con no-signos: Primeros cinco Sellos del Apocalipsis (vv 4-14 de Mt y 5-13 de Mc), luego con un signo remoto: Abominación de la Desolación en el Lugar Santo (v. 15 de Mt y 14 de Mc) y finalmente[5] con un signo próximo que son las señales en el sol, la luna y las estrellas (Mt. 29 y Mc. 24-25) diciendo:

"Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor y los astros caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas".

Este es el famoso Juicio de las Naciones, juicio que ha de durar 45 días como nos lo dice Daniel y del cual suelen hablar tanto los Profetas del Antiguo como los del Nuevo Testamento:

Isaías XIII, 6-13: “¡Aullad que cercano está el día de Yahvé! Vendrá como ruina de parte del Todopoderoso. Por tanto todos los brazos perderán su vigor, y todos los corazones de los hombres se derretirán. Temblarán; convulsiones y dolores se apoderarán de ellos; se lamentarán como mujer parturienta. Cada uno mirará con estupor a su vecino, sus rostros serán rostros de llamas. He aquí que ha llegado el día de Yahvé, el inexorable, con furor e ira ardiente, para convertir la tierra en desierto y exterminar en ella a los pecadores. Pues las estrellas del cielo y sus constelaciones no darán más su luz, el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no hará resplandecer su luz. Entonces castigaré al mundo por su malicia, y a los impíos por su iniquidad; acabaré con la arrogancia de los soberbios y abatiré la altivez de los opresores. Haré que los hombres sean más escasos que el oro fino, y los hijos de Adán más raros que el oro de Ofir. Por eso sacudiré los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, por el furor de Yahvé de los ejércitos, en el día de su ardiente ira.”

Isaías XXIV, 16-23: “Mas yo dije: “¡Estoy perdido! ¡Perdido estoy! ¡Ay de mí!” Los prevaricadores prevarican, los prevaricadores siguen prevaricando. El espanto, la fosa, y el lazo están sobre ti, oh morador de la tierra. El que huyere del grito del espanto, caerá en la fosa, y el que subiere de la fosa, será preso en el lazo; porque se abrirán las cataratas de lo alto y se conmoverán los cimientos de la tierra. La tierra se rompe con gran estruendo, la tierra se parte con estrépito, la tierra es sacudida con violencia, la tierra tambalea como un borracho; vacila como una choza; pesan sobre ella las prevaricaciones; caerá y no volverá a levantarse. En aquel día Yahvé juzgará a la milicia del cielo en lo alto, y aquí abajo a los reyes de la tierra. Serán juntados como se junta a los presos en la mazmorra, quedarán encerrados en el calabozo, y después de muchos días serán juzgados. La luna se enrojecerá y el sol se oscurecerá, porque Yahvé de los ejércitos reinará en el monté Sión y en Jerusalén, y delante de sus ancianos (resplandecerá) su gloria”.

Joel II, 30-32: “Haré prodigios en el cielo y en la tierra; sangre y fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que llegue el grande y terrible día de Yahvé. Y sucederá que todo aquel que invocare el Nombre de Yahvé será salvo. Porque como dijo Yahvé, habrá salvación en el monte Sión y en Jerusalén, y entre los restos que habrá llamado Yahvé.”

Joel III, 12-16: “¡Levántense y asciendan los gentiles al Valle de Josafat! Porque allí me sentaré para juzgar a todos los gentiles a la redonda. Echad la hoz, porque la mies está ya madura; venid y pisad porque lleno está el lagar; se desbordan las tinas; pues su iniquidad es grande. Muchedumbres, muchedumbres hay en el valle de la Sedición, porque se acerca el día de Yahvé en el valle de la Sedición. El sol y la luna se oscurecen, y las estrellas pierden su resplandor. Yahvé ruge desde Sión, y desde Jerusalén hace oír su voz; y tiemblan el cielo y la tierra. Más Yahvé es el refugio de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel”.
Cfr. Apoc. XIV, 14 ss.

Apocalipsis VI, 12-17: "Y vi cuando abrió el sello, el sexto y un gran terremoto se produjo y el sol se puso negro como un saco de crin y la luna entera se puso como sangre. Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera arroja sus brevas, sacudida por un fuerte viento. Y el cielo fue retirado como un rollo que se envuelve y toda montaña e isla fueron movidos de sus lugares. Y los reyes de la tierra y los magnates y los quiliarcas y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y entre los peñascos de las montañas. Y dicen a las montañas y a los peñascos: “Caed sobre nosotros y escondednos de la faz del Sedente en el trono y de la ira del Cordero; porque ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.

En conclusión[6]: parecería que el sol y la luna fueron creados como signos de la Parusía, de la Segunda Venida del Mesías en Gloria y Majestad, y esta hipótesis que aquí damos no puede tener nada de extraño puesto que el mismo Dios ya había afirmado por boca del más grande de sus Profetas del Antiguo Testamento:

Is. XLVI, 10: "Yo anuncio desde el principio lo que ha de venir y mucho tiempo antes lo que aún no se ha hecho".

Vale!



[1] No negamos con esto, por si hace falta aclarar obviedades, que haya por ejemplo Salmos que profeticen sobre la Primera Venida, sino que afirmamos que incluso en esos Salmos (que son relativamente pocos) hay por lo menos alguna referencia a la Segunda Venida, tomando este término en un sentido lato que abarca además la Septuagésima Semana de Daniel y el Milenio.

[2] Lexicon Graecum N.T. (1931) s.v.

[3] Lexicon Hebraicum et Aramaicum V.T. (1940), s.v.

[4] Esta es la opinión de Lacunza, cfr. La Venida, Tercera parte, cap. IV y V y parece haber sido confirmada por la ciencia moderna; por lo menos ésta es la interesantísima tesis del Dr. Walter Brown y su famosa teoría de las hidroplacas. Ver AQUI.

[5] No hay dudas que en materia de exégesis, y hasta tanto venga Elías, lo único que podemos hacer es nadar en tinieblas, ¿pero cómo no pensar también en la cuarta Trompeta, Apoc. VIII, 12: "Y el cuarto ángel tocó la trompeta y fue herida la tercera parte del sol y la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, de manera que se obscurezca la tercera parte de ellos y el día no alumbre la tercera parte y lo mismo la noche", y en un suceso que pareciera estarle completamente relacionado, y no sólo cronológicamente, como es el signo magno del capítulo XII?: "Y una gran señal fue vista en el cielo: una mujer revestida del sol y la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas, y tiene (un niño) en su vientre, y clama con dolores de parto y en las angustias del alumbramiento".

[6] De más está decir que este pequeño trabajo no pretender ser más que una serie de ideas generales que puedan servir de punto de partida para ulteriores análisis. Hemos dejado fuera de nuestro estudio un pasaje traducido de diversísimas maneras por los autores y que parece estar completamente relacionado con todo esto; nos estamos refiriendo a Eccli. XLIII, 6-8, pero creemos que estos tres versículos ameritarían un estudio por lo menos tan extenso como estas páginas.