viernes, 9 de agosto de 2013

Algunas Notas a Apocalipsis I, 1-3 (III de V)

1. Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a los siervos suyos lo que debe suceder pronto, y significó por medio del Ángel suyo que envió al siervo suyo, Juan;

V) y significó por medio del Ángel suyo que envió al siervo suyo, Juan

1) Y significó.

Es muy interesante la observación de Zerwick[1] cuando dice: “ἐσήμανεν: indicar con signos más que con palabras claras”.

Según esto se trataría de un lenguaje más bien simbólico. Y esto se confirma por el uso que San Juan le da a este verbo en su Evangelio:

XII, 32-33: “Y Yo una vez levantado de la tierra, lo atraeré todo hacia Mí. Decía esto para significar (σημαίνων) de cuál muerte había de morir”.

XVIII, 28-32: “Entonces condujeron a Jesús, de casa de Caifás, al pretorio: era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder comer la Pascua. Vino pues, Pilatos a ellos, afuera, y les dijo: “¿Qué acusación traéis contra este hombre?”. Respondiéronle y dijeron: “Si no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado”. Díjoles Pilatos: “Entonces tomadlo y juzgadlo según vuestra Ley”. Los judíos le respondieron: “A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie”; para que se cumpliese la palabra por la cual Jesús significó (σημαίνων) de qué muerte había de morir”.
Clara referencia a XII, 33.

XXI, 18-19: “En verdad, en verdad te digo, cuando eras más joven, te ponías a ti mismo el ceñidor, e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otro te pondrá el ceñidor, y te llevará a donde no quieres”. Dijo esto para significar (σημαίνων) con qué muerte él (Pedro) había de glorificar a Dios”.


Allo comenta: “ἐσήμανεν: “palabra joánica, Jn. XII, 33; XVIII, 32; XXI, 19, siempre por una revelación divina”.

Pero no es sólo una revelación divina sino una revelación expresada en forma un tanto oscura o misteriosa. Lo mismo sucede con el Apocalipsis: es una revelación velada de lo que el Padre le reveló a Jesucristo.

2) Por medio del ángel suyo.

Las dudas son básicamente dos:

a) ¿Quién es el ángel?

b) ¿A quién hace referencia el pronombre “suyo”?

La segunda pregunta la responderemos más adelante. En cuanto a la primera, aunque a primera vista parezca difícil, sin embargo todo parece indicar que se trata de San Gabriel. Las razones ya fueron dadas en otra oportunidad y allí nos remitimos. Cfr. AQUI.
Notemos por ahora que el texto no dice “un” ángel sino “el” ángel. No son muchos los ángeles a los cuales les cabe el artículo[2].

Notemos, sin embargo algunos comentarios de los exégetas:

Straubinger: “Por medio de un ángel: Cfr. Daniel IX y X; Zac. I y II, etc. donde también un ángel es intermediario de la divina revelación”.

Allo: “Jesús le ha enviado este mensaje “por su ángel”… es probable (a menos que se admita que la persona del “Hijo de Hombre” ha sido representada por un ángel), que San Juan piense en el ángel del cap. X, que le ha comunicado las profecías que son del mayor interés para sus iglesias, y a los ángeles de las copas que le mostraron Babilonia y la nueva Jerusalén… este ángel es el ángel de Jesucristo (cfr. XXII, 6)”.

3) Que envió al siervo suyo, Juan.

Llegamos por fin a la última dificultad. El texto dice “los siervos suyos”, “el ángel suyo” y “el siervo suyo, Juan”. ¿A quién se refiere: a Dios Padre o a Jesucristo?
Las opiniones están divididas.

Veamos algunas:

Caballero Sánchez: “Por carencia de esa amplitud de criterio los traductores del Apocalipsis introducen su propio prejuicio en el texto de Juan. Dicen:

"Revelación de Jesucristo
que Dios le confió...
y que El (Jesús) notificó
por medio de un ángel suyo... a Juan".

De este modo, habría cuatro personajes: Dios, Jesucristo, un ángel, Juan.
Hay dos ilogismos en esa traducción.
Uno, de fondo. Si "Dios, como dice el texto, da a Jesús a mostrar a sus siervos las cosas...", parece que Jesús no lo cumple al valerse para ello de otro personaje que le sustituya. A Él le toca, por disposición divina, mostrar a los siervos los secretos futuros[3].
El otro ilogismo es de orden gramatical: si el texto une dos verbos personales con la conjunción kaí, sin introducir un nuevo sujeto, ¿con qué derecho lo introducirá el intérprete, conservando a los dos verbos el mismo complemento? Nuestro texto tiene un solo sujeto: "Dios", para los dos verbos "dio" y "notificó", y todos los posesivos autov se refieren a ese mismo Dios-sujeto. No hay razón para hacer de Jesús el sujeto del segundo verbo "notificó", e imaginar que el "ángel'' de que se habla es un ángel de Jesús.
Tanto más que no dice e! texto: "un ángel", sino "el ángel". Al decir: "Dios notificó por medio del “ángel suyo", no puede tratarse de un ángel cualquiera de Cristo, sino del (con artículo) ángel propio de Dios, que no es otro que Cristo, "el ángel de la alianza".

Allo: “ δεῖ(las cosas que deben…) debe ser considerado como una aposición a ἣν (que Dios le dio, etc). Esta construcción puede parecer dura, pero se encuentra en el versículo siguiente, en donde ὅσα (todo lo cual) es una aposición a λόγον (palabra) y a μαρτυρίαν (testimonio). El pronombre ἣν (que) es también régimen de ἐσήμανεν (significó), que tiene por sujeto, no ya a Dios, como ἔδωκεν (dio), sino a Jesucristo, como se verá por el contexto casi inmediato; por consiguiente el segundo y tercer αὐτοῦ (su), se refieren a Cristo, no a Dios, y sin dudas también el primero”.

Fillion: “Et significavit: hay un cambio de sujeto, pues este verbo no se relaciona a Dios sino a Jesucristo que, a su vez, ha “significado”, es decir, manifestado la revelación divina a su discípulo amado, por medio de signos y símbolos proféticos; esto por intermedio de un ángel (la fórmula mittens per angelum… es un hebraísmo)”.

Todo hace pensar, pues, que la clave está en el verbo “significó”. Por el uso del verbo en el Evangelio, el que “significó”, fue siempre Jesucristo.

Sin embargo en XXII, 6 leemos:

“Y me dijo: “estas palabras son fieles y veras, y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos lo que debe suceder pronto”.

Como se ve, la frase es paralela al versículo que estamos analizando.

Y XXII, 16 dice a su vez:

Yo Jesús envié a mi ángel a daros testimonio de estas cosas sobre las Iglesias”.

¿Quién es “el Dios de los espíritus de los profetas”?

Sea quien sea, el sentido no varía, porque aún cuando se trate de Dios Padre, bien puede decirse que el ángel es de Dios y de Jesucristo, y además al decir que Dios envió al ángel suyo, bien puede ser que sea por medio del mismo Jesucristo.
Con todo, nada obliga a pensar que sea Dios Padre quien signifique, y por lo tanto los tres pronombres posesivos deberían aplicarse a Jesucristo.

Objeción[4]:

Esta interpretación parecería ser contradictoria, ya que por un lado dice que lo que Jesucristo revela a sus siervos es lo mismo que el ángel le revela a San Juan, y luego afirma que lo que se le revela a los siervos es la septuagésima Semana, que según nosotros corresponde a las Iglesias de Filadelfia y Laodicea. Sin embargo esto contradice I, 11:

“Lo que vas a ver escríbelo en un libro, y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia, y a Laodicea”. Cfr. también I, 4 y XXII, 16.

Es decir, la revelación a San Juan es más amplia que la que se le da a los siervos, ya que incluiría lo que sucede en las cinco primeras Iglesias.

Resp.:

Esta interesante objeción, lejos de probar en contra, es una corroboración de todo lo que hemos dicho hasta aquí.
No vamos a desarrollar todo el rico contenido del versículo 11, pasaje clave en relación a la estructura del Apocalipsis, puesto que a esto lo dejaremos para más adelante.
A decir verdad, la respuesta ya está implícita en lo que hemos dicho hasta aquí, pero las objeciones muchas veces ayudan a comprender mejor un tema.
La clave de la respuesta está en no identificar “lo que vas a ver” con lo que se le muestra a San Juan. La revelación de la que habla el versículo 1 tiene en cuenta sólamente lo que se le muestra al Apóstol y no simplemente lo que ve. Y así, no es casualidad que el cap. IV se abra con la siguiente frase: “Después de esto tuve una visión y he aquí una puerta abierta en el cielo, y la voz, la primera que yo había oído, como de trompeta hablar conmigo, dijo: “Sube acá y te mostraré lo que debe suceder después de esto”.
Además no perdamos de vista que “lo que debe suceder después de esto”, es un término técnico que ya se encuentra en I, 19 y parece coincidir a todas luces con el “El tiempo está cerca”, “Vengo pronto” y “Las cosas que deben suceder pronto”.

Conclusión final.

Analizando el primer versículo y sus pasajes correlativos creemos que podemos sacar las siguientes conclusiones básicas:

1) Dios Padre da a Jesucristo una revelación para que a su vez la transmita a sus siervos, los cuales son una categoría muy específica de personas: los dos Testigos, los Mártires del quinto Sello y los Mártires del Anticristo.

2) Esta misma revelación que Jesucristo hace a sus siervos, se la da también a San Juan por medio de su ángel pero lo hace en forma velada, la cual no es otra cosa más que el mismo Apocalipsis.

3) El objeto desta revelación es “lo que debe suceder pronto”, lo cual coincide con la septuagésima Semana daniélica.

Continuabitur.




[1] Analysis, in loco.

[2] Caballero Sánchez opina que este ángel es el mismo Jesucristo, pero sus razones no nos convencen en absoluto.

[3] Por lo que hemos dicho hasta aquí creemos que “los siervos” son una clase determinada de personas. El argumento de Caballero Sánchez caería, pues, por su base. Ver la conclusión final.

[4] Debemos esta objeción, que agradecemos, a un amigo.