domingo, 22 de junio de 2025

Algunas notas a Apocalipsis XXI, 23-24

 23. Y la ciudad necesidad no tiene de sol ni de luna para que la alumbren; en efecto, la gloria de Dios la iluminó y su lámpara (es) el Cordero.

 Concordancias:

  πόλις (la ciudad): cfr. Mt. IV, 5; XXI, 10.18; XXII, 7; XXVI, 18; XXVII, 53; XXVIII, 11; Mc. XI, 19; XIV, 13.16; Lc. XIX, 41; XXII, 10; XXIII, 19; XXIV, 49; Jn. XIX, 20; Hech. IV, 27; VII, 58; XII, 10; XXI, 29-30; XXII, 3; XXIV, 12; Apoc. III, 12; XI, 2.8.13; XIV, 20; XVI, 19; XVII, 18; XVIII, 10.16.18-19.21; XX, 9; XXI, 2.10.14-16.18-19.21; XXII, 14.19. Ver Heb. XI, 10.16; XII, 22; XIII, 14.

 Χρείαν (necesidad): cfr. Apoc. III, 17; XXII, 5.

 Ἡλίου (sol): cfr. Mt. XIII, 43; XVII, 2; Apoc. I, 16; VI, 12; VII, 2.16; VIII, 12; IX, 2; X, 1; XII, 1; XVI, 8.12; XIX, 17; XXII, 5.

 Σελήνης (luna): cfr. Mt. XXIV, 29; Mc. XIII, 24; Lc. XXI, 25; Hech. II, 20; Apoc. VI, 12; VIII, 12; XII, 1.

 Φαίνωσιν (alumbren): cfr. Mt. XXIV, 27.30; Jn. I, 5; V, 35; II Ped. I, 19; I Jn. II, 8; Apoc. I, 16; VIII, 12; XVIII, 23.

 Δόξα (gloria): cfr. Mt. XVI, 27; XIX, 28; XXIV, 30; XXV, 31; Mc. VIII, 38; X, 37; XIII, 26; Lc. IX, 26.31-32; XII, 27; XXI, 27; XXIV, 26; I, 14; XI, 40; XII, 41; XVII, 5.22.24; Hech. VII, 2.55; Col. III, 4; I Tes. II, 12; II Tes. I, 9; II, 14; Tit. II, 13; I Ped. I, 11; IV, 13; V, 1; Apoc. I, 6; IV, 9.11; V, 12-13; VII, 12; XI, 13; XIV, 7; XV, 8; XVIII, 1; XIX, 1.7; XXI, 11.24.26. Ver Apoc. XVI, 9. Ver Apoc. XV, 4; XVIII, 7.

 Ἐφώτισεν (iluminó): cfr. Lc. XI, 36; Jn. I, 9; I Cor. IV, 5; Ef. I, 18; III, 9; II Tim. I, 10; Heb. VI, 4; X, 32; Apoc. XVIII, 1; XXII, 5. Ver Ez. XLIII, 2.

 Λύχνος (lámpara): cfr. Mt. V, 15; VI, 22; Mc. IV, 21; Lc. VIII, 16; XI, 33-34.36; XII, 35; XV, 8; Jn. V, 35; II Ped. I, 19; Apoc. XVIII, 23; XXII, 5.

 Ἀρνίου (Cordero): cfr. Jn. XXI, 15; Apoc. V, 6.8.12-13; VI, 1.16; VII, 9-10.14.17; XII, 11; XIII, 8.11; XIV, 1.4.10; XV, 3; XVII, 14; XIX, 7.9; XXI, 9.14.22.27; XXII, 1.3.

  

Comentario:

 Straubinger: “El misterio del Hijo como antorcha de la claridad del Padre -luz de luz dice el Credo- es el que nos anticipa el Sal. XXXV, 10 al decir a Dios: "En tu luz veremos la luz". A este respecto algunos autores, desde la época patrística, han distinguido entre los justos varias esferas de bendición. Parece fundado pensar que siendo el Cordero la lumbrera de la Jerusalén celestial, los que le están más íntimamente unidos y viven aquí de la vida de Él con fe, amor y esperanza, estarán incorporados a Él compartiendo su suerte (cf. v. 7; Jn. XIV, 3; XVII, 22-24) en lo más alto de los cielos (Ef. I, 20; II, 6), es decir, formando parte de ese luminar... Hic taceat omnis lingua. Cf. XXII, 4 y nota”.

 Strack-Billerbeck: “Pesiq 145 a: R. Schemuel b. Nachman (c. 260) dijo: En este mundo, (los israelitas) caminan a la luz del sol durante el día, y a la luz de la luna durante la noche; pero en el futuro no caminarán ni a la luz del sol durante el día, ni a la luz de la luna durante la noche; porque está dicho: “No será ya el sol tu luz durante el día, ni te alumbrará la luz de la luna”, Is. LX, 19. ¿Y a la luz de quién caminarán? A la luz de Dios, como está dicho: “Tu luz eterna será Jehová, y los días de tu llanto se habrán acabado”, Is. LX, 20”.

  

24. Y caminarán las naciones a su luz y los reyes de la tierra traen su gloria a ella.

 Concordancias:

 Περιπατήσουσιν (caminarán): cfr. Apoc. II, 1; III, 4; XVI, 15. Ver Apoc. IX, 20.

 Ἐθνη (naciones): cfr. Mt. IV, 16; X, 18; XII, 18; XXIV, 9.14; XXV, 32; Mc. XIII, 10; Lc. II, 32; XXI, 24.25; Apoc. II, 26; X, 11; XI, 2.18; XII, 5; XIV, 8; XV, 3-4; XVI, 19; XVIII, 3.23; XIX, 15; XX, 3.8; XXI, 26; XXII, 2. Ver. Apoc. V, 9; VII, 9; XI, 9; XIII, 7; XIV, 6; XVII, 15.

 Φωτὸς (luz): cfr. Mt. IV, 16; V, 14.16; XVII, 2; Lc. II, 32; VIII, 16; XI, 33.35; XII, 3; Jn. passim; Hech. XIII, 47; I Jn. passim; Apoc. XXII, 5. Ver Apoc. XVIII, 23.

 Βασιλεῖς τῆς γῆς (los reyes de la tierra): cfr. Mt. XVII, 25; Hech. IV, 26; Apoc. I, 5; VI, 15; XVII, 2.18; XVIII, 3.9; XIX, 19.

 Φέρουσιν (traen): cfr. Apoc. XXI, 26.

 Δόξα (gloria): cfr. Mt. XVI, 27; XIX, 28; XXIV, 30; XXV, 31; Mc. VIII, 38; X, 37; XIII, 26; Lc. IX, 26.31-32; XII, 27; XXI, 27; XXIV, 26; I, 14; XI, 40; XII, 41; XVII, 5.22.24; Hech. VII, 2.55; Col. III, 4; I Tes. II, 12; II Tes. I, 9; II, 14; Tit. II, 13; I Ped. I, 11; IV, 13; V, 1; Apoc. I, 6; IV, 9.11; V, 12-13; VII, 12; XI, 13; XIV, 7; XV, 8; XVIII, 1; XIX, 1.7; XXI, 11.23.26. Ver Apoc. XVI, 9. Ver Apoc. XV, 4; XVIII, 7.

  

Notas Lingüísticas:

 Drach: “El pronombre su, como se ve por el griego, se refiere a la ciudad”.

  

Comentario:

 Los Reyes Magos adorando al Mesías es una imagen de este pasaje.

 Straubinger: “Gelin hace notar que aún se mantiene aquí esa diferencia entre israelitas y naciones de la gentilidad. Dato ciertamente digno de atención y estudio; pero no nos apresuremos a juzgar sobre él ni a criticar audazmente el divino Libro y menos aún en materia como la escatología, en que bien puede decirse que estamos en pañales. Nuestro empeño ha de ser, cuando no vemos soluciones ni las han visto otros, confesarlo para suscitar en el lector el anhelo ardiente de ahondar cuanto pueda la investigación hasta que Dios quiera entregarnos la llave de los misterios adorables que envuelven lo que tan de cerca interesa a nuestra eterna felicidad. Sobre los reyes, cf. también XX, 4”.

 Wikenhauser: “Esta magnífica ciudad de Dios tendrá sobre los pueblos un poder de atracción irresistible. Los reyes irán como peregrinos a Jerusalén a presentar sus ofrendas. El vidente alude con esto a una profecía de Is. LX (especialmente en los vv. 3.5.11), según la cual, en la era de la salud, Israel vivirá tranquilo en Sión rodeado de paz, felicidad y abundancia. Los pueblos de la tierra, lejos de atacarlos o hacer la guerra contra ellos, como en tiempos pasados, se someterán espontáneamente al pueblo de Dios, le servirán y le harán ofrenda de sus tesoros. Esto significa que las naciones paganas se convertirán al verdadero Dios, que habita en Sión, y rendirán homenaje tanto a Él como a su pueblo escogido. Los pasajes más importantes dicen así: “Las naciones caminarán a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora” (Is. LX, 3), “tus puertas estarán siempre abiertas, no se cerrarán ni de día ni de noche (porque ya no habrá enemigos), para que lleguen a ti las riquezas de las naciones, traídas por sus reyes (Is. LX, 11)”.

 Caballero Sánchez: “En la Palingenesia, cada uno de los doce Pontífices que rijan, en la tierra de bendición, las Tribus del Israel de Dios, tendrán también a su cargo, por turno, un mes al año, la provisión diaria del Banquete celestial de la Jerusalén gloriosa. Todas las "generaciones de la tierra", benditas y multiplicadas como las estrellas del cielo y como las arenas que hay en la orilla del mar, ofrecerán su tributo que las manos ungidas de los Pontífices traerán al gran Rey y a su corte. Las doce Tribus constituyen el "trigal y la viña" de donde debe sacarse diariamente la ración de "pan y de vino" destinada a la mesa del Señor (…)

Y así irá la "gloria de la tierra" afluyendo día a día a la Ciudad transcendente.

Sin duda, los "Ancianos del Asia" conversaban entre sí de estos misterios aprendidos de Juan, y San Papías nos refiere como vaticinio del Señor transmitido por ellos, el de la famosa "viña y trigal" milenarios de inaudita fecundidad: "Vendrán días en que nacerán viñas que tendrán cada una diez mil cepas, y en cada cepa diez mil sarmientos, y en cada sarmiento diez mil ramas, y en cada rama diez mil racimos, y en cada racimo diez mil granos, y cada grano prensado dará veinticinco metretas de vino. Y cuando alguno de los santos tomare alguno de aquellos racimos, otro racimo gritará: "Yo soy mejor tómame a mí, bendice por mí al Señor". Igualmente se dará un grano de trigo que producirá diez mil espigas, y cada espiga tendrá diez mil granos, y cada grano dará cinco bilibras de flor de harina clara y limpia. Y así de los demás frutos y semillas y hierba, conforme a la conveniencia de cada uno. Y todos los animales, usando de aquellos alimentos que se reciben de la tierra, se convertirán en pacíficos y unidos entre sí, sujetos a los hombres con toda sujeción". Ahora bien, estas cosas son creíbles para los creyentes. Y como Judas el traidor no creyera y preguntara: "Entonces, ¿cómo serán llevadas a cabo tales producciones?", respondió el Señor: "lo verán los que lleguen a aquellos tiempos".

 Alápide: “Y caminarán las naciones a su luz: a saber, de la ciudad, la Jerusalén Celeste y no del Cordero, como se ve por el pronombre griego femenino αὐτῆς (de ella), como si dijera: las naciones, a la vista de su luz, no en sí sino como reflejo, así su amor y dedicación las incitarán a tender a ella con todas las fuerzas”.

 Alápide: “La palabra caminarán es propia de los viadores y no de los comprehensores”.

 Strack-Billerbeck: “Pesiq 144 b: R. Hoschacja (c. 225) dijo en nombre de R. Aphes (Ephes, c. 210): un día Jerusalén será una lámpara para los pueblos del mundo, en cuya luz caminarán, como está dicho: “Las naciones caminarán según tu luz y los reyes según tu resplandor, Is. LX, 3”.

 Strack-Billerbeck: “AbothRN 35 Fin: R. Shimon b. Gamaliel (c. 140) dijo: Jerusalén será el lugar donde se reunirán todos los pueblos y reinos, como está dicho: “Se congregarán en el nombre de Jehová todas las naciones en Jerusalén, Jer. III, 17”.

 Strack-Billerbeck: “Sal. XVII, 31: Las naciones vendrán desde los confines de la tierra para ver su gloria (la del Mesías), trayendo como regalo a sus (de los israelitas) hijos agotados.

 Midr. Cant. IV, 8 (114a): R. Yehuda (c. 320) dijo: … Las naciones del mundo los traerán (es decir, a los judíos que viven en la Dispersión) como ofrenda al Rey, el Mesías; pues se dice: Traen a todos vuestros hermanos de todas las naciones como ofrenda de consagración a Jehová, etc., Is. LXVI, 20… R. Acha (c. 320) dijo: No es Sal. XCVI, 7: Vosotros, naciones, traed a Jehová las generaciones (de Israel, así el Midr.), sino: Trae a las generaciones (de Israel) en honor y gloria (así el Midr.), es decir, cuando los traigas, no los traerás en desprecio, sino en honor y gloria. - Paralelo: Midr. Sal. LXXXVII § 6 (189b)”.