IV
EL ISRAEL DE DIOS
Gál. VI, 16
Entre las señales que nos
anuncian la proximidad de la vuelta de Cristo, no hay nada más convincente, más
claro, más fácil de verificar que la reunión de los judíos en Palestina.
Me permitiré relatar tres
recuerdos que se escalonan en un espacio de 35 años.
El más antiguo se remonta
a los años 1900 a 1903.
Hacía yo mis estudios en
el Sagrado Corazón de Montfleury, cerca de Grenoble. En el curso de instrucción
religiosa, se nos enseñó que un signo evidente del fin próximo de nuestro mundo
actual sería la reunión de los judíos en la tierra de Israel.
¡Cuánto hubiera deseado
ver este acontecimiento extraño que nada, absolutamente nada, hacía prever!
Treinta años han pasado y
vemos… vemos el "milagro judío".
Cuando fuí a Palestina, el
año 1928, consideré por cierto con gran interés el esfuerzo sionista. El sionismo
no estaba sino en sus comienzos y, en lo que pude apreciar, se notaba más, en
este agrupamiento, la voluntad determinada de millonarios americanos que la de
todo un pueblo deseoso de volver a entrar en su tierra, para "rehacerla".
Pude cerciorarme que los
hermanos Tharaud tenían un vasto campo de experiencias que explotar, para sus
futuras novelas. Sin embargo, qué sonrisa tan escéptica sentía yo deslizarse
por mis labios pensando en la felicitación tradicional que se dirigían
anualmente los judíos unos a otros: "El
año que viene en Jerusalén".
Entre tanto, ¿cuál ha sido
después la marcha de los acontecimientos?
En Mayo de 1935 asistí a la ceremonia conmemorativa del décimo aniversario
de la fundación de la Universidad de Jerusalén. Los siete oradores de origen
judío o cristiano, que en esa circunstancia tomaron la palabra estuvieron
obligados, sin que todos conocieran las profecías, a proclamar que es preciso
esperar de este pueblo una efusión de nuevos valores espirituales sobre el
mundo, tiempos de justicia, de paz y de verdad.
No recuerdo el nombre de estos oradores, pero la incredulidad notoria de
muchos daba, sin que ellos lo quisieran, el más brillante testimonio de la veracidad
de la Palabra de Dios. El viejo espíritu racionalista de estos universitarios
estaba amortiguado, casi vencido, al contacto de la potente transformación de
la tierra de Israel y casi todos se sirvieron de esta expresión "el
milagro judío", para caracterizar la repentina restauración del
"Erest-Israel"[1].
¡El milagro! ¡Los
racionalistas creen, pues, en milagros en estas circunstancias! Y nosotros, los
cristianos vivimos viendo "este milagro", y ni comprendemos su
significado, ni siquiera nos preocupamos de él.
He relatado estos tres
recuerdos, pues ellos ilustran la evolución de un alma sincera, escéptica
primero, después convencida. Sincera en su esperanza de niño; escéptica sobre
el éxito del Sionismo, en fin, convencida por la evidencia del renacimiento de
Israel en su tierra: "el milagro judío".
***
La reunión de Israel
merece, por sus relaciones estrechas con nuestro objeto, un estudio más
detenido. Sucesivamente vamos a considerar:
I.- PROFECIAS QUE ANUNCIAN
LA DISPERSION DEL PUEBLO DE DIOS;
II.- LAS PROFECIAS QUE
ANUNCIAN SU REAGRUPAMIENTO;
III.- LAS TRANSFORMACIONES
MATERIA LES DE LA TIERRA DE ISRAEL.
[1] Es interesante considerar la
importancia que se le concede en los medios israelitas al nuevo nombre de la
Palestina: "Erest-Israel", la tierra de Israel. Este nombre conviene
mejor a la tierra judía que el de Palestina, que quiere decir tierra de filisteos. Por otra parte, las promesas de Dios son
formales: "Los restablecerá en su tierra" (Is. XIV, 1). "Habitarán en su país" (Jer. XXIII, 8). "Os colocaré en vuestro suelo (Ez. XXXVII, 12).