III
¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS GENTES?
Sal. II, 1
Estudiando la
significación de la estatua que vió en sueños Nabucodonosor, dijimos que el
profeta Daniel, interpretándola, había contemplado toda la historia del mundo hasta
la vuelta de Cristo. Es él, Nuestro
Señor, quien, bajo el símbolo de una "Piedra" golpeará al coloso para
reducirlo a polvo y convertirlo en ligero tamo del trigo que se lleva la brisa
en el verano; Juan la verá en Patmos bajo el símbolo DEL CORDERO, "y el Cordero los vencerá (porque Señor de
señores es y Rey de reyes)" (Apoc. XVII, 14).
El verdadero dictador será Cristo, porque se habrá revestido "de su
gran poder" y estará reinando (véase Apoc. XI, 17).
Pero, antes de su vuelta, no nos sorprendamos de esta fuerza dictatorial que
subyuga a todos los países, unos después de otros… Tampoco nos maravillaremos
de la crisis económica mundial, tan claramente anunciada en el Apocalipsis.
***
El tiempo de los
dictadores.
Desde hace veinte años
todos los países de Europa han sido sacudidos por crisis políticas de una
magnitud más o menos considerable, pero todas estas revoluciones tienden hacia
un mismo fin: establecer dictaduras,
ora fascistas, ora comunistas. Si más tarde vemos renacer monarquías, éstas tendrán
un carácter semejante de fuerza y de poderío.
Todos los países claman
por "un jefe", un Stalin, un Mussolini o un Hitler.
Este consentimiento mundial representa la gran aspiración del corazón
humano hacia un libertador: ha llegado el momento "para destruir a los que destruyen la tierra" (Apoc. XI,
18).
Si los dictadores, como
veremos, transforman el país donde se instalan, ellos llevan consigo gérmenes
de muerte y de destrucción, pues su principio de autoridad no hunde sus raíces
en Dios.
Revoluciones como la de
Portugal y la de España han expulsado sus reyes para establecer gobiernos
nuevos; dictadura en Portugal, República autoritaria en España.
¿Qué decir de Italia? Este
país del dulce "far niente" donde el individuo trabajaba poco y
ganaba poco, no guardaba nada, se alimentaba de sol, de algunas cebollas y tallarines,
¿qué ha llegado a ser?
Mussolini ha cambiado la
faz de las cosas.
En Alemania, si consideramos
a Hitler, ¿acaso no encontramos la exaltación del mismo principio de autoridad?
Pero aquí ha sido puesto particularmente al servicio del desencadenamiento de
las pasiones racistas y anticristianas.
Dirijamos nuestras miradas
a la Rusia Soviética.
Los Soviets no quieren, es
verdad, ser fascistas, pero ellos lo son a su manera. Bajo el color rojo del
comunismo y del internacionalismo no hay un país en Europa en que la libertad
sea más trabada y donde la autoridad sea más aplastadora.
Una autoridad que se
extiende sobre todo y que sobre todos pesa, — y con qué peso, — sobre una
nación de 163 millones de hombres, obedientes "al dedo y al ojo" para
evitar la muerte, la prisión o la ruina.
El pueblo ruso ha doblado
la cerviz bajo el poder de un jefe que ha sabido imponer una idea a la masa.
Turquía ha acogido también
la dictadura revolucionaria y enérgica, bajo la férula de Mustafá Kemal.
Irlanda ha seguido el
movimiento; Grecia lo ha conocido, después rechazado y acaba de proclamar un
rey.
¿E Inglaterra? ¿Y Francia?
Ellas miran lo que hacen los países vecinos. ¿No aspiran acaso los franceses a
un régimen republicano de autoridad?
Se trata pues, de una carrera hacia el principio de autoridad que
arrastra a la Europa entera, carrera a la cual nada resistirá, porque es
preciso que existan autoridades humanas constituídas y fuertes, para que ellas
sean quebrantadas, aniquiladas por la Venida de Cristo.
Ya lo hemos dicho,
"la piedra" debe derribar al coloso de oro, bronce, hierro y greda,
que representa los reinos, los jefes, los poderes dictatoriales. Serán
destruidos por una fuerza más poderosa, la realeza de Cristo, tal como se nos
lo muestra en el Salmo II y en el Apocalipsis: "Las destruirá con cetro de hierro" (Apoc. XIX, 15).
Nuestra marcha, — más bien
nuestra carrera, —hacia el fascismo mundial, bajo cualquier aspecto que se
presente, es un indicio cierto de que se van levantando potencias en el mundo,
hasta llegar el día en que se enfrentarán el Anticristo, o bestia del Apocalipsis,
y Cristo.
Estas son las dos
autoridades representativas de todos los elementos, injustos y criminales,
justos y bienhechores, en que se divide actualmente el mundo, y que deben
enfrentarse.
La crisis económica mundial
Cuando el Apóstol San
Juan, en Patmos, vió por revelación del Señor Jesús la ruina de Babilonia,
entrevió igualmente una verdadera crisis económica mundial, es decir, una
superproducción de productos, que detiene las ventas.
"Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque sus
cargamentos nadie compra más. cargamento de oro y de plata y de piedra preciosa
y de perlas y de lino fino y de púrpura y de seda y de escarlata y todo leño
aromático y todo vaso de marfil y todo vaso de leño preciosísimo y bronce y
hierro y mármol. Y cinamomo y amomo y perfumes y mirra e incienso y vino y
aceite y flor de harina y trigo y jumentos y ovejas y (cargamento) de caballos
y de carrozas y de cuerpos, y almas de hombres. Y el fruto del deseo de tu alma
se fue de ti y todas las cosas pingües y resplandecientes perecieron de tí y no
las hallarán más. Los mercaderes de estas cosas, los que se enriquecieron de
ella, (estarán) desde lejos, estando de pie, por el temor de su tormento,
llorando y lamentándose diciendo: “¡Ay, ay la ciudad, la grande, la vestida de
lino fino y púrpura y escarlata y dorada en oro y piedra preciosa y perla…”
(Apoc., 18, 11-16).
¡Llorarán los mercaderes
de nuestra Babilonia mundial! Sabemos esto, desde hace algunos años. En todo
tiempo ha habido crisis de los mercados de venta, pero lo que es nuevo y hace presentir
para el futuro el estado "endémico" de la crisis económica actual, es
el desarrollo siempre creciente del maquinismo, que provoca inevitablemente la
superproducción.
Esta superproducción no
puede ser compensada sino por poderes de compra y una gran prosperidad
económica ¡Cuán difícil es mantener esa prosperidad!
Entonces “los mercaderes de la tierra lloran…, porque
sus cargamentos nadie compra más".
Pero escuchemos la voz de
Cristo: "Pero al comenzar estas
cosas a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza porque se acerca vuestra
redención" (Lc. XXI, 28).