jueves, 12 de noviembre de 2015

Origen de la creencia vulgar en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel. Salvador Iglesias (VIII de IX)

C) Conclusiones de este capítulo.

El estudio del intento de Juliano el Apóstata para reconstruir el Templo y de las reacciones de los Santos Padres ante su fracaso, me ha llevador a la conclusión de que el hecho tuvo una influencia decisiva para la formación y desarrollo de la creencia en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel.
Alguno podría objetar, ante la lectura de los textos aducidos, que la creencia era anterior a estos acontecimientos. Contra ella iban los intentos de Juliano, de los judíos y hasta de los gentiles que intervinieron en el hecho, y en ella se fundaba la convicción contraria del entonces obispo de Jerusalén, San Cirilo.

En cuanto a las intenciones de Juliano ya hemos visto más arriba que las primeras fuentes históricas —Rufino y Sócrates— nada dicen sobre el particular. Es Filostorgio el primero que atribuye a Juliano la intención de contradecir a las profecías de Cristo, intención que Sozómeno hace extensiva a los judíos y gentiles de la época. San Gregorio Nacianceno, por el contrario, presenta, como hemos visto, a Juliano convencido de que, según las profecías del A.T., la Ciudad, el Templo y el culto debían ser restablecidos. Ante esta diversidad de opiniones es prudente, en sana crítica histórica, dudar por lo menos de las verdaderas intenciones del Apóstata. Y si se cree necesario salvar algún fondo de verdad en estas apreciaciones de los historiadores, basta admitir que Juliano y sus esbirros pretendieron simplemente, como dice San Juan Crisóstomo, levantar lo que Cristo declaró que sería destruido.

Por lo que se refiere a San Cirilo hay que hacer varias observaciones.

En los testimonios de Rufino y de Sócrates se advierte una notable discrepancia. Según el primero, persistía en afirmar «nullo genere fieri posse ut ibi a judaeis lapis super lapidem poneretur»[1], mientras que para el segundo «palam multis adstantibus praedixit futurum brevi ut in eo templo lapis super lapidem non maneret, sed Servatoris oraculum compleretur»[2].

A primera vista resulta extraña esta afirmación de Sócrates. ¿Quién de los dos interpreta más fielmente el pensamiento de San Cirilo? ¿Qué relación guarda con los acontecimientos la frase que se le atribuye? ¿En dónde fundaba el Santo Obispo la convicción de que estaba poseído? ¿Y qué valor de tradición tiene, por consiguiente, su manera de ver las cosas?

Creemos haber encontrado la clave para responder a todas estas cuestiones en la Catequesis 15 del Santo Obispo de Jerusalén[3].

Opinaba San Cirilo, que la profecía de Cristo sobre la destrucción del Templo se cumplió cuando la Ciudad fué tomada por Tito[4], pero no del todo. Todavía en su tiempo quedaba piedra sobre piedra. La predicción de Cristo se cumplirá algún día perfectamente

«Quando... vel vetustate colapsi, vel aedificationis praetextu dejecti, vel quamcumque ob aliam causam eversi fuerint lapides omnes: non exterioris dico ambitus, sed interioris aedis ubi cherubim erant...»[5].

En este sentido, pudo decir, como le atribuye Sócrates,

«Futurum brevi ut in eo templo lapis super lapidem non maneret, sed Servatoris oraculum compleretur».

En el texto que acabamos de citar alude San Cirilo a la posibilidad de que las ruinas del Templo todavía existentes fueran totalmente demolidas en algún intento de restauración (aedificationis praetextu), el cual serviría, por lo tanto, para acabar de dar exacto cumplimiento a las palabras de Cristo. Si San Cirilo tuvo esta Catequesis por los días del intento de Juliano, las palabras que acabamos de citar serían las que indujeron a los historiadores a atribuirle la profecía de que hemos hecho mención. Si la había tenido con anterioridad, es presumible que ante la realidad del intento se reafirmara en su manera de pensar. En uno y otro caso, la Catequesis 15, donde San Cirilo trata el tema ex professo es la expresión más autorizada de su pensamiento sobre la materia, y las palabras de Sócrates las que mejor reflejan la mente del Santo Obispo: el intento de restauración servirá para acabar de demoler las ruinas y verificar plenamente la profecía de Cristo de que no había de quedar piedra sobre piedra[6].

Por otra parte, es también cierto para San Cirilo que los judíos no habían de salir con su intento. El restaurador del Templo ha de ser el Anticristo que en su tiempo aun no había aparecido. Veamos el texto íntegro:

«Rursumque ait: Qui adversubur et extollitur super omnem qui dicitur Deus aut numen (supra omnern Deum: idola quippe odio habiturus est Antichristus) ita ut ipse in Templo Dei sedeat (II Thes. II, 4). Quale autem templum? eversum intelligit illud Iudaeorum. Absit enim ut istud in quo sumus dicat. Cur autem hoc dicimus? ne nobis ipsis gratificari videamur. Si enim ad Judaeos tamquam Christus venturus est, et a judaeis adorari volet, ut ipsos magis decipiat, templi studium maximum ostentabit, suspicionern spargens se eum esse genere Davidis qui Templum a Salomone constructum reparaturus sit. Veniet autem Antichristus tunc cum in Templo judaeorum lapis super lapidem non manebit juxta Salvatons denunciationem»[7].

Parece, pues, cierto que para San Cirilo el Templo será restaurado. Lo restaurará el Anticristo que pertenecerá a la raza judía. En tiempo de San Cirilo no podía ser restaurado, porque antes tenía que cumplirse plenamente la profecía de Cristo sobre la absoluta destrucción del Templo. Y aun en el caso de que aedificationis praetextu llegaran a no dejar piedra sobre piedra, todavía no era posible su restauración porque aun no estaba en el mundo el Anticristo que la había de realizar:

«Veniet porro praefatus iste Antichristus, cum Romani Imperii completa fuerint tempora jamjamque mundi finis proximus erit. Decem simul Romanorum reges exsurgent in diversis forte locis uno tamen eodemque tempore regnante. Post hos vero undecimus Antichristus, magicae artis adminiculo Romanum imperium usurpans. Tres eorum qui ante se regnaverint humilliabit, septem vero reliquos suae dictioni subjectos habens»[8].

Estas palabras nos  dan la clave de las fuentes escriturísticas en que bebía San Cirilo su convicción.
Las frases de Rufinovel ex illis quae in Danielis prophetia de temporibus legerat»), y de Sócrates (“memor vaticinii Danielis prophetae, quod Christus etiam in sacris Evangeliis confirmabit”), han inducido comúnmente a los estudiosos a fundar la creencia de San Cirilo en la profecía de Daniel sobre las Semanas, y en las palabras de Cristo que predicen la ruina del Templo. Creemos firmemente que no es así. Se trata del cap. VII de Daniel (visión de las cuatro bestias y del Hijo del Hombre), al que Cristo hace alusión en pleno discurso escatológico. (Mt. XXIV 15)[9].

Bien clara está la referencia a Daniel VII, 24 en las últimas palabras de San Cirilo que hemos trascrito; a continuación de las cuales, añade:

«Haec autem docemus non comminiscentes sed ex divinis quas legit Ecclesia Scripturis et maxime ex recens lecta Danielis prophetia edocti sicut et Gabriel Archangelus interpretatus est his verbis: Quarta bestia erit regnum in terra, quod omnia regna supereminebit. Hoc autem Romanum esse ecclesastici auctores tradiderunt»[10].

Que esta sea la profecía de Daniel de temporibus, de que habla el testimonio de Rufino, se ve claramente por lo que sigue:

«Regnabit Antichristus tres annos et dimidium dumtaxat. Quod non ex apocryphis didicimus, sed ex Daniele. Ait namque: Et dabitur in manu ejus usque ad tempus, et tempora et dimidium temporis (Dan. VII, 25). Interumque alibi hoc ipsum ait Daniel: Et iuravit per viventem in saeculum, quod in tempus et tempora et dimidium temporis (Dan. XII, 7)»[11].

La alusión de Cristo a Daniel que menciona los citados testimonios, es para San Cirilo en la Catequesis 15 la que se contiene en Mt. XXIV, 15. Toda la Catequesis que se titula De secundo Christi adventu es un comentario al discurso escatológico. Siguiendo el texto de San Mateo va examinando cómo se han cumplido los distintos signos precursores de la venida de Cristo al final de los tiempos: falsos profetas, guerras, hambres, pestes, terremotos, disensiones entre les fieles, predicación del Evangelio en todo el mundo...[12] Al llegar al versículo 15 (Cum videritis abominationem desolationis quae dicta est a Daniele propheta) cita como explicación II Tes. II, 3-10 y lo aplica al Anticristo. Este es el único signo que falta, pero cuyos precursores ya lo anuncian. Siguen luego los textos antes aducidos en que San Cirilo identifica a este Anticristo con el undécimo cuerno de la cuarta bestia que vió Daniel.

Resumiendo, pues, el pensamiento de San Cirilo y sus fundamentos escriturísticos, tendríamos:

1. La destrucción total del Templo predicha por Cristo es previa a toda restauración, y según San Cirilo no se había verificado plenamente en su tiempo porque aun quedaban piedras sobre piedras.

2. El Templo será restaurado algún día. Así se desprende, según San Cirilo, de San Pablo cuando en II Tes. II, 4 dice que el Anticristo se sentará en el Templo de Dios. Que el restaurador haya de ser precisamente el Anticristo parece ser una deducción personal del santo Obispo de Jerusalén[13].

3. En tiempo de San Cirilo el Templo no podía, según él, ser restaurado; y por lo tanto, el intento de Juliano tenía que fracasar. Aparte de que aun no se había cumplido plenamente la profecía de Cristo sobre su destrucción total previa —cosa que según San Cirilo podía suceder en cualquier intento de restauración—, la principal razón en contra era que la abominación de la desolación anunciada por Cristo (Mt. XXI, 15) e identificada por San Cirilo con el Anticristo de San Pablo (II Tes. II, 3-10) y con el undécimo cuerno de la cuarta bestia de Daniel VII, 24, aun no había hecho su aparición.

Bajo el aspecto exegético pocos autores modernos estarán conformes con San Cirilo en ninguno de estos puntos de vista; y de hecho, entre los Padres posteriores que coinciden con él en afirmar la imposibilidad de la restauración, no hemos hallado uno solo que se base en ninguno de los argumentos por él aducidos. Ante lo extraño, singular y peregrino de sus deducciones, ¿quién se atreverá a afirmar que San Cirilo represente en este punto una creencia universal con valor de tradición dogmática?
El silencio en los autores anteriores a él cuando comentan los textos en que su opinión aparece fundada, la discrepancia absoluta en el enfoque de la cuestión por parte de los posteriores que coinciden con él, la debilidad de los argumentos escriturísticos en los que basa su convicción, y el testimonio de Rufino que asegura haber llegado San Cirilo a esta conclusión «dilligenti consideratione habita», nos obligan a pensar que ni recoge tradición anterior ni puede decirse iniciador de la que sigue.

El verdadero promotor de la creencia que luego se hizo general sigue siendo —para nosotros— San Juan Crisóstomo, el cual logró imprimirle un sello personal que permanece inmutable en los escritos de los posteriores y que es literalmente independiente en absoluto de la concepción de San Cirilo. El influjo de éste en los siguientes es a lo sumo indirecto. A través de los historiadores Rufino y Sócrates se adquiere la impresión de que San Cirilo, ya antes del intento de Juliano, creía imposible la restauración del Templo. Con ello, los partidarios de esta creencia creen defender una tesis antigua comúnmente admitida y no se percatan del peso ejercido sobre ella por el fracaso del Apóstata.
La realidad es que San Cirilo, más que entre los partidarios de la creencia, debe colocarse en contra. Sostiene que el templo será restaurado algún día. Si mantuvo que en su tiempo no podía ser, fué por otras razones muy distintas de las que empleaba San Juan Crisóstomo para demostrar que no será reconstruido jamás.




[1] ML. 21, 505.

[2] ML. 67, 430.

[3] MG. 33, 869-916.

[4] Cathechesis 10, núm. 11 (MG. 33, 676s).

[5] MG. 33, 889.

[6] En el mismo sentido se expresa Nicéforo Calixto, en su Historia Ecclesiastica, lib. X, cap. 32: “Haec, qui tunc Jerosolymitanus Episcopus fuit Cyrillus, cernens, Danielis prophetae verbum secum ipse in animo perpendit (quod et Christus postea in sacris Evangelii auctoritate sua comprobavit) et omnibus praedixit advenisse tempus cum Servatoris oraculum, non mansurum scilicet esse lapidem super lapidem in Templo, exitum suum habeat” (MG. 146, 542).

[7] MG. 33, 889.

[8] MG. 33, 885.

[9] Nota del Blog: Pero Daniel no habla de la abominación de la desolación en el cap. VII, ¿cómo es posible que Cristo haya citado ese capítulo?

[10] MG. 33, 886s. Los otros tres reinos son para San Cirilo, como para todos los autores antiguos, los Asirios, los Medo-Persas y los Macedonios.

[11] MG. 33, 891.

[12] Nota del Blog: la historia se encargó de demostrar la falsedad de la exégesis de San Cirilo.

[13] Nota del Blog: interesante observación que compartimos totalmente. ¿Creerá el autor que el restaurador será Elías?