viernes, 9 de septiembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte, Las Congregaciones alrededor de Cristo (II de IV)

   b) Al Sonido de la Trompeta de Dios 

Aquí encontramos un nuevo detalle: el de la congregación al sonido de la trompeta. 

Isaías ya había unido la siega del fin de la era y el sonido de la trompeta. Cuando los hijos de Israel sean “recogidos uno a uno”, a fin de que ninguno se pierda –como los últimos granos en el aire–, entonces “en aquel día que sonará la gran trompeta” (Is. XXVII, 13). 

La trompeta jugaba un rol importante para anunciar las congregaciones en Israel, los desplazamientos del campo al desierto, los días de fiesta, los novilunios, como así para llamar a la guerra y congregar las tropas después de la batalla. 

Una fiesta particular llevaba el nombre de Fiesta de las Trompetas, asociada estrechamente a la de la Expiación, al Yôm Kippur (Lev. XXIII, 23-27; XXV, 9). 

¿No es acaso singularmente profético esta relación de las dos fiestas? He aquí la gran expiación de Israel unida al llamado de las trompetas para la gran congregación, al fin del siglo. 

Pero parece cierto que el sonido de las trompetas se hará oír varias veces, para varias congregaciones. Al comienzo de la Tribulación, cuando Dios retome su plan con Israel y se cumpla, punto por punto, lo que fue predicho por el profeta Daniel con respecto a la septuagésima Semana, la Iglesia, Cuerpo de Cristo, no podrá evidentemente participar en la gran Tribulación[1]; será separada del horno, “tomada” como Enoc, porque habrá “andado con Dios” (Gén. V, 24). 

Sobre la tierra subsistirán iglesias judeo-cristianas, representadas por las “siete” a las que Cristo, por medio de su apóstol Juan, envía mensajes poderosos, a fin de que estén preparadas y que, victoriosas del Diablo y del Anticristo, muchos de entre sus miembros puedan recibir gloriosas recompensas[2]. 

¡Bienaventurados los que guarden la palabra de la perseverancia en Cristo y que no acepten los compromisos religiosos y políticos de “la gran Ramera”, Babilonia! –Tal es la suprema advertencia (Apoc. III, 10-11). 

Los “vencedores” serán llevados al encuentro del Señor en los aires a fin de volver con Él. Este encuentro del Esposo en los lugares celestiales y las nupcias del Cordero serán muy cercanas al Retorno de Cristo sobre la nube. No se va al encuentro de alguien más que para acompañarlo cuando llegue. 

“Pues esto os decimos con palabras del Señor: que nosotros, los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron. Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitaran primero. 

Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor. 

Consolaos mutuamente con estas palabras” (I Tes. IV, 15-18). 

Sobre las nubes se harán, en la unidad, las congregaciones alrededor de Cristo: congregación de los que serán muertos en la fe, en el conocimiento y el amor verdadero de Cristo, y que resucitarán a una “mejor resurrección” (Heb. XI, 35), es decir “la primera” (Apoc. XX, 5), congregación de los vivos, que serán “transformados” sin pasar por la muerte. 

Escribiendo a los Corintios, Pablo agrega una precisión sobre el tema: 

“He aquí que os digo un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; 

Porque sonará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Pues es necesario que esto corruptible se vista de incorruptibilidad, y esto mortal se vista de inmortalidad” (I Cor. XV, 51-53). 

Y es siempre la trompeta la que determinará la congregación de los dispersos. 

San Pablo habla de un “misterio”. En efecto, estos raptos están rodeados de lo desconocido; ignoramos el poder de los cuerpos transformados.

Sin embargo, podemos pensar que las diversas congregaciones se harán en función del Retorno en las nubes del Hijo del hombre, que aparecerá con todos aquellos que ya participan en su vida celestial. Entonces, todos, reunidos con Él, formarán sus ejércitos, para el exterminio de los poderes dirigidos por el Dragón, la Bestia y el Falso Profeta –la trinidad satánica– donde serán sus asesores para el juicio de las Naciones. 

Ahora bien, entre los que resuciten al fin de la Tribulación, para las nupcias del Cordero, se contarán numerosos mártires; serán tanto de Israel como de las Naciones. 

c) Los Mártires de la Tribulación 

San Juan tuvo la visión de los “los ciento cuarenta y cuatro mil”, de las doce tribus de Israel, sellados en la frente con el nombre del Padre y del Cordero y que no cedieron ante la Bestia. Estos estarán listos, entonces, para reunirse junto con el Cordero sobre el monte Sión y seguirlo, “rescatados de entre los hombres, como primicias, para Dios y para el Cordero. Y en su boca no se halló mentira, son inmaculados” (Apoc. VII, 18 y XIV, 1-5)[3]. 

Juan vio también

“Una gran muchedumbre que nadie podía contar, de entre todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos de túnicas blancas, con palmas en sus manos. 

Y uno de los ancianos, tomando la palabra, me preguntó: “Estos que están vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”, pero como el apóstol no podía responder, le dijo: “Estos son los que vienen de la gran Tribulación, y lavaron sus vestidos, y los blanquearon en la sangre del Cordero” (Apoc. VII, 9-15). 

Los mártires que, bajo el altar, clamaban y apelaban a la justicia divina contra los habitantes de la tierra, son los mismos que Juan vio ante el trono de Dios. 

Pedían una pronta justicia, pero no la obtendrán sino al momento de la vendimia que se acerca, del juicio de las Naciones. 

Estos dos grupos de mártires, de Israel y de las Naciones, los “ciento cuarenta y cuatro mil” y la gran multitud, formarán la Esposa celestial del Cordero. 

“Regocijémonos y saltemos de júbilo, y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y se le ha dado vestirse de finísimo lino, espléndido y limpio; porque el lino finísimo significa la perfecta justicia de los santos... ¡Bienaventurados los convidados al banquete nupcial del Cordero!” (Apoc. XIX, 6-9). 

No debemos omitir una “separación” sobre la cual ya hemos hablado: la de los judíos que, para escapar a la persecución, se esconderán en un lugar secreto, como Elías en el torrente Carit. Este retiro al desierto ha sido visto por San Juan en “la mujer” –Israel– que dio a luz un “hijo varón” –el Mesías– y que huye al desierto, donde es alimentada –como Elías– durante tres años y medio, lejos de la Serpiente. 

La Serpiente no puede alcanzar a “la mujer”, pues la tierra viene en su ayuda. Entonces, en su cólera, se ensaña contra “el resto de su linaje”. Declara “la guerra a los santos” y “a los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” (Apoc. XII, 14-17). Son estos sobrevivientes, escondidos en el desierto sinaítico, sin duda, ocultos en algunos “maquis”, que serán los primeros vivientes del Reino y constituirán la nueva “descendencia de la mujer”, que podrá desarrollarse sin que los golpes de Satanás, atado en ese entonces, la molesten[4].


 [1] Nota del Blog: La famosa teoría del Rapto de la Iglesia pre-parusíaco, tan común entre los protestantes hoy en día. Entre los católicos, que sepamos, la siguió Van Rixtel, pero es una teoría que no resiste el menor análisis. 

[2] Nota del Blog: De nuevo, una teoría poco usual, seguida que sepamos solamente por Caballero Sánchez en su comentario al Apocalipsis. Nos parece que la interpretación histórica de las 7 Iglesias se debe preferir a todas luces, dado que su cumplimiento (al menos en las 5 primeras) puede ser probado con cierta verosimilitud. 

[3] Nota del Blog: Identificación de ambos grupos, defendida por algunos autores. Creemos que el texto los distingue de tal manera que resulta imposible hacerlo. 

[4] Volvemos a notar nuestra observación sobre la fiesta de la Expiación. Israel en el desierto fue figurado, ya desde Moisés, por el macho cabrío expulsado a lugares salvajes. Israel, mártir de la Tribulación, fue figurado por el macho cabrío degollado.