jueves, 14 de agosto de 2014

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. VIII. La Encíclica Humani Generis (III de III)

3) Algunos autores Católicos intentaron explicar el dogma de la necesidad de la Iglesia para la obtención de la salvación eterna diciendo que la Iglesia es solamente el medio ordinario, y que es posible, en casos extraordinarios, que un hombre obtenga la Visión Beatífica fuera de la Iglesia. Al mismo tiempo afirmaban resueltamente, como  Newman, que es un dogma que fuera de la Iglesia no hay salvación. Claramente, según esta explicación, el dogma no sería más que una fórmula vacía, algo que las mismas personas que lo aceptan como dogma se espera que lo traten a los fines prácticos, como falso. En última instancia, por supuesto, esta explicación coincide con la que dio Newman en su Carta al Duque de Norfolk.

4) En todo sentido, la más importante y más ampliamente usada de todas las explicaciones imprecisas de la necesidad de la Iglesia para la salvación era la que se centraba en la distinción entre el "cuerpo" y el "alma" de la Iglesia Católica. Aquel que intentaba explicar el dogma de esta manera, generalmente designaba la Iglesia visible como el "cuerpo" de la Iglesia y aplicaba el término "alma de la Iglesia" a la gracia y a las virtudes sobrenaturales o a una imaginaria "Iglesia invisible". Antes de la aparición de la Mystici Corporis existían varios libros y artículos que afirmaban que, si bien el "alma" de la Iglesia no estaba separada de alguna forma del "cuerpo", en realidad era más extenso que éste.
Las explicaciones de la necesidad de la Iglesia hechas en términos de esta distinción eran por lo menos insuficientes y confusas y las más de las veces mezclado con serios errores. Cuando la expresión "alma de la Iglesia" se aplicaba a la gracia santificante y al organismo de las virtudes sobrenaturales que la acompañan, la explicación era confusa en cuanto destacaba el hecho que el hombre debe estar en estado de gracia y tener fe y caridad para obtener la salvación eterna, pero tendía a obscurecer la verdad que el hombre debe estar de alguna manera "dentro" de la vera y visible Iglesia Católica en el momento de su muerte a fin de poder alcanzar la Visión Beatífica.

Cuando, por otra parte, una imaginaria "Iglesia invisible", una asamblea de todas las buenas personas en el mundo, era designada como el "alma de la Iglesia", estas explicaciones caían en una inexactitud doctrinal. El mayor misterio de la Iglesia se encuentra en el hecho de que la sociedad religiosa visible y organizada sobre la cual preside el Obispo de Roma como Vicario de Cristo y Sucesor de San Pedro es la vera y única ecclesia del Nuevo Testamento. Esta sociedad, y solo ésta, es el vero reino de Dios sobre la tierra, el Cuerpo Místico de Jesucristo. Incluye entre sus miembros tanto buenos como malos; aquellos que veramente aprecian su membrecía y los que no. Sin embargo, en los designios misteriosos y misericordiosos de la providencia de Dios, esta comunidad y no otra es la unidad social dentro de la cual los hombres encuentran el contacto salvífico con Dios en Cristo.

5) Hubo muchas otras explicaciones imprecisas de este dogma antes de la Mystici Corporis  y de la Suprema haec sacra. Algunos escritores intentaron restringir el significado de la necesidad de la Iglesia para la salvación al hecho que los dones de la gracia por los cuales el hombre en realidad adquiere la salvación pertenecen realmente a la Iglesia. Otros intentaron hacer aparecer que la Iglesia visible era necesaria para la salvación solo con necesidad de precepto. Otros representaron la obtención de la salvación dentro de la vera Iglesia como el "ideal" querido por Dios, pero imaginaron que esta salvación podía obtenerse en otro lugar y por otra parte en circunstancias especiales.
El único método por el cual el dogma puede ser explicado satisfactoriamente es el empleado en la Suprema haec sacra. La carta del Santo Oficio lo único que hace es volver a exponer, en forma más detallada, exactamente lo mismo que todas las declaraciones del magisterium eclesiástico han enseñado sobre el significado de la necesidad de la Iglesia para la salvación. Todo progreso que haya en la explicación de este dogma vendrá y deberá venir en la misma línea fijada en esta carta del Santo Oficio. Tal es la enseñanza de la Humani generis.
La Humani generis es ciertamente uno de los documentos más importantes promulgados por la Santa Sede durante el siglo XX. La perspectiva de los años va a ser necesaria para una propia apreciación de los efectos beneficiosos que ha dado a la enseñanza de la sagrada teología. Aun así, ahora podemos ver claramente que una de sus mejores y más importantes enseñanzas está contenida en su breve referencia al dogma de que la Iglesia Católica es realmente necesaria para la obtención de la salvación eterna.
Repudió y condenó la práctica que, dicho sea de paso, había sido demasiado frecuente, de reducir esta doctrina a una fórmula vana. De hecho esta sección de la sagrada teología o de la doctrina Católica era una en la cual la enseñanza inadecuada o imprecisa tenía precisamente el efecto de representar una parte de la enseñanza Católica como un mero lenguaje sin sentido. Prácticamente todo escritor Católico que tocó de alguna forma este tema comenzaba de alguna forma con una consideración de y un asentimiento a una fórmula precisa: "fuera de la Iglesia no hay salvación". La mayoría de quienes enseñaron  este tema de una forma incorrecta o errada procuraron, en última instancia, dar la impresión que, aunque los Católicos están obligados en conciencia a aceptar esta fórmula como verdadera, de hecho significa poco o nada.
Esa táctica doctrinal era y es completamente errónea. Además, tuvo y solamente podía tener los efectos más absolutamente desastrosos sobre las personas que fueron confundidas por ella. Estas personas fueron influenciadas para creer que un dogma de la Iglesia Católica, una enseñanza que la Iglesia presenta como una verdad divinamente revelada que todos están obligados a aceptar con asentimiento de fe divina, era, en última instancia, algo prácticamente carente de significado. Eran estimulados a imaginar que un dogma que el magisterium de la Iglesia había definido, en tiempos pasados, como parte de la revelación pública divina, terminó siendo, en último análisis, un conjunto de palabras vacías, que los Católicos modernos intelectuales pueden aceptar solamente cuando se les ha quitado el significado que claramente debían tener. Para decirlo con franqueza, aquellos que eran animados a aceptar las incorrectas enseñanzas repudiadas en la Humani generis fueron puestos en la posición de imaginar que la Iglesia era menos que sincera cuando todavía insistía sobre el dogma que no hay salvación fuera de ella.

Y si el hombre puede ser engañado en imaginar que las fórmulas empleadas por órganos del magisterium como el IV Concilio de Letrán y la Cantate Dominio que enseñan sobre la necesidad de la Iglesia no quisieron decir lo que dijeron, de la misma manera fácilmente puede llegar a imaginar que cualquier otra definición de la Iglesia docente carece igualmente de toda significación real. Las peores tendencias doctrinales de nuestros tiempos se encuentran expresadas en la herejía del Modernismo, y era una afirmación fundamental de los Modernistas que las declaraciones del magisterium eclesiástico deben ser aceptadas solamente cuando se las interpretan significando algo diferente a lo que la Iglesia original y constantemente enseñó que significaban.