domingo, 8 de julio de 2012

La Mujer Eterna

   Nota del Blog: antes que nada agradecemos al blog Ven Señor Jesús por la transcripción del siguiente libro, que iremos publicando poco a poco.
   Este libro, de una gran profundidad, fue escrito por Gertrude Von Le Fort (1876-1971), una reconocida escritora alemana criada en el protestantismo y convertida al Catolicismo a mediado de los años veinte.
   Al leer este libro uno creería estar leyendo a Bloy pero con la ventaja de la intuición femenina.
   Creemos que es una obra que se debe leer con mucha atención y tranquilidad ya que es muy rica en contenido.

Gertrude Von Le Fort


Ediciones Rialp, S. A.
Madrid – 1957

Título original alemán:
Die ewige frau

(Im Kösel- Verlag zu München)
Traducción de
María Cleofé Aguilera

PROLOGO

Este libro se propone exponer la importancia de la mujer, no partiendo de su posición psicológica o biológica, histórica o social, sino simbólica. Esto representa cierta dificultad para el lector. El lenguaje simbólico, expresión comprensible para todos de un pensamiento palpitante, ha sido sustituido en gran parte por el lenguaje del pensamiento conceptual abstracto. De ahí que este libro sienta la necesidad de exponer al lector la esencia del símbolo.

Los símbolos son signos o imágenes en los cuales las supremas realidades y determinaciones metafísicas no se reconocen en abstracto, sino que se hacen gráficas alegóricamente; los símbolos son, pues, la expresión perceptible de una realidad invisible. Tienen  por base el convencimiento de que existe una ordenación racional de todos los seres y de todas las cosas, la cual muestra su origen divino a  través de los mismos seres y cosas,  y precisamente por este medio del lenguaje de sus símbolos. Por ello  éstos obligan al individuo que los acoge, pero aún en el caso de  que ya no reconozca su significado o de que incluso los rechace, se encuentran intactos e intangibles sobre él. El símbolo no expresa por tanto, el carácter empírico o el estado de cada portador, sino su significado metafísico. El portador del símbolo puede no estar a su nivel, pero  por ello no decae su símbolo.

De la misma manera que el significado del símbolo no coincide sin más ni más con el carácter empírico de su portador individual, tampoco se limita al portador del símbolo lo esencial que con él se designa. Este libro afirma para la mujer una orientación hacia lo religioso partiendo de su símbolo. Pero no afirmar una religiosidad especial  de la mujer ni mucho menos su primacía religiosa frente al hombre; esto sería la total incomprensión de este libro. Por el contrario, se trata de plasticidad de lo religioso, de su exposición alegórica, que indudablemente- y esto se da en el símbolo- está encomendada y confiada a la mujer en particular.

 Lo que cabe decir de la importancia nuclear de lo femenino puede decirse también de la importancia de sus distintas irradiaciones. En este libro se hace referencia a la manifestación de lo real por medio de la mujer; esta manifestación misma, en cuanto esencia metafísica, nunca deberá ser usurpada por la mujer. Todo ser se manifiesta en la tierra siempre bajo dos aspectos. Esto lo demuestran precisamente las dos formas de vida masculina, que son las más elevadas por su significado simbólico. Así en el aspecto realmente heroico del hombre aparece el gran rasgo de caridad propio de la mujer, pero precisamente como manifestación femenina. Al hombre caballeroso le corresponde la protección de los pequeños y  los débiles. Tenemos, pues, que San Vicente de Paúl, siendo sacerdote, adopta en su corazón a los niños abandonados como lo haría una madre; en San Luis Gonzaga y en las figura de la órdenes religiosas el significado de la virginidad se nos presenta también como una virtud masculina. Cuando Santa Catalina de Siena exige precisamente las virtudes masculinas considerándolas como las verdaderamente cristianas, se tata del reconocimiento de esta doble manifestación, pero  vista del otro lado; igualmente se trata de esta doble manifestación cuando la  oración dogmática de las Letanías Lauretanas invoca a María como mater amabilis y como virgo potens, y cuando equipara a la imagen femenina de la rosa mystica las imágenes masculinas de speculum justitiae y turris Davidica. Al igual que toda la verdad sobre la mujer, aquí, partiendo de la imagen de la Mujer Eterna, se llega también a la comprensión del significado simbólico de lo femenino. María, como representante  de toda la creación, representa igualmente al hombre y a la mujer.