viernes, 26 de abril de 2024

El Sacrificio De Abraham en el libro de lo Justo (I de III)

El Sacrificio De Abraham[1]

En el libro de lo Justo

 

Nota del Blog: Después de haber publicado la introducción de Drach a este hermoso apócrifo judío (ver ACÁ), traemos en esta ocasión una de las secciones más hermosas de todo el libro: el sacrificio que Abraham tenía que hacer de su hijo Isaac. 

*** 

1. Isaac crecía cada vez más y Abraham, su padre, lo instruía en el conocimiento de Jehová y sus preceptos. Cuando tenía treinta y siete años, Ismael, que iba y venía con él, se jactó contra él diciendo: 

«Tenía trece años cuando fui circuncidado, y arriesgué mi vida para cumplir el mandamiento que Jehová había dado a mi padre». 

Isaac le dijo: 

«Te jactas contra mí porque has cortado un poco de piel superflua de tu cuerpo en obediencia al mandato de Jehová. ¡Viva Jehová, el Dios de mi padre Abraham! Si le dijera a mi padre: “Toma a Isaac y sacrifícalo como holocausto, no sólo no me negaría, sino que lo haría con alegría”». 

Y Jehová oyó estas palabras, y le agradaron. Y determinó poner a prueba a Abraham en este asunto. Y sucedió un día que los hijos de Dios[1] vinieron a presentarse ante Jehová, y Satanás, el adversario de los hijos del hombre, vino también. Y Jehová[2] le preguntó: 

«¿De dónde vienes?». 

Él respondió: 

«He venido de toda la tierra». 

Y Jehová le preguntó: 

«¿Qué tienes que traerme de allí? ¿Qué tienes que contarme de sus habitantes?». 

Satanás le dijo: 

«Me he dado cuenta de que piensan en ti y te sirven y te invocan cuando necesitan algo; pero si no lo obtienen, te descuidan y olvidan. Mira a este Abraham, hijo de Táreh. Mientras deseaba que lo hicieras padre, te erigía altares dondequiera que fuera y te ofrecía sacrificios, y no dejaba de predicar tu nombre a los habitantes de la tierra. Pero ahora que ha nacido su hijo Isaac, te descuida. He aquí que ha ofrecido un gran banquete a sus amigos, pero en cuanto a Jehová no ha pensado en él; porque de tantos ganados que ha matado en la fiesta del destete de su hijo, no te ha ofrecido para holocausto ni para ofrenda de paz ni un buey, ni una oveja, ni una cabra, ni siquiera un par de pichones[3]. Además, desde el día en que le nació este hijo, y de eso hace hoy treinta y siete años, no ha erigido ni un solo altar en tu honor. Se ha olvidado de ti porque ya no tiene nada que pedirte». 

Jehová dijo a Satanás: 

«¿Te has fijado en mi siervo Abraham? Porque no tiene igual en la tierra. Es un hombre sencillo y recto ante mí, que teme a Dios y evita el mal. Si le dijera: “Sacrifica para mí a tu hijo Isaac, no me lo negaría”; con mayor razón si le pidiera un holocausto de sus rebaños o de sus manadas». 

Y Satanás dijo: 

«Pruébalo, y verás que te desobedecerá». 

2. En ese momento, el Verbo de Jehová fue a Abraham[4] y lo llamó: 

«¡Abraham!». 

Y Abraham dijo: 

«Aquí estoy». 

Y dijo: 

«Toma a tu hijo, tu único hijo, tu hijo amado Isaac, y vete con él a la tierra de Moriah, y allí me lo sacrificarás en el monte donde se te aparezca la gloria de Jehová en medio de una nube». 

Entonces Abraham entró en su tienda, se sentó ante Sara y le dijo: 

«He aquí que nuestro hijo es grande. Debería haber aprendido hace mucho tiempo todo lo relativo a la adoración de Dios. Mañana por la mañana lo llevaré a la escuela de Sem y su hijo Éber». 

Sara respondió: 

«Dices bien, mi señor; haz lo que propones. Pero, por favor, no me separes de él por muchos días, pues mi alma está estrechamente ligada a la suya». 

Y Abraham le dijo: 

«Hija, ruega a Jehová nuestro Dios que nos favorezca con su bendición». 

Y Sara veló toda la noche, llorando, besando a su hijo, apretándolo contra su pecho, encomendándolo al cuidado de Abraham. Dijo más de siete veces[5]: 

«Te ruego, mi señor, que cuides a este hijo único; no le quites el ojo de encima durante todo el camino. En cuanto tenga hambre, dale de comer; en cuanto tenga sed, dale de beber. No dejes que camine a pie, ni que se siente al sol. No le contradigas en nada». 

Al llegar la mañana, vistió a su hijo con la mejor y más hermosa túnica que le había regalado el rey Abimelec, y le puso un tocado en la cabeza y lo adornó con una piedra de gran valor. También preparó provisiones de todo lo que más le gustaba a su hijo. Abraham e Isaac, y los siervos que estaban con ellos, salieron de la tienda y siguieron su camino. Y Sara los condujo, y besó a su hijo, y lloró y se lamentó, y decía llorando: 

«¿Quién sabe si volveré a verte, oh hijo mío?». 

Entonces Abraham le dijo: 

«Entra de inmediato en tu tienda». 

Y como todavía se escuchaba llorar a Sara en su tienda desde lejos, Abraham se puso a llorar, y los criados lloraron, e Isaac lloró[6]. Y Sara estaba de pie en su tienda y estaba afligida, y hablaba de su hijo a todas sus criadas y siervas.



 [1] Ángeles. 

[2] Ver Job I, 11. 

[3] El sacrificio de los pobres, ver Lev. V. 

[4] Así el texto, literalmente: יהוה דבר היה אברהם אל

[5] Número plural indeterminado. 

[6] Según el texto, Isaac es el último en llorar, circunstancia que siempre nos ha llamado la atención. Se podría hacer aquí una observación que no pertenece al objeto de nuestras notas. Sin embargo, citaremos esta notable palabra de un sabio de Oriente: «En la familia, el amor que sube (añádase, y cuando sube; es decir, de los hijos a los padres) no puede compararse con el que desciende».

Nota del Blog: Si hay algo que se le puede criticar a la edición traducida y comentada por Drach es que no nos haya regalado más notas como estas a través de todo el libro.