Obviamente, a San Roberto le
gustaba emplear la dicotomía “cuerpo” y “alma” para explicar e ilustrar las
diversas distinciones dentro de la Iglesia. En los dos pasajes del De ecclesia militante que hemos citado
en este libro, encontramos el término “cuerpo” usado con referencia a la
Iglesia en tres formas y la palabra “alma” en dos. Habla de la Iglesia como “un cuerpo vivo”. A pesar del hecho de que
esta terminología no se encuentra en el Breviculus
collationis, como parecería suponerse por la manera de hablar de San Roberto, es una expresión estándar para describir la Iglesia de Dios. Es, fundamentalmente,
el nombre de la Iglesia que se emplea en las Epístolas de San Pablo. La Iglesia
es tal que puede ser descripta con precisión bajo la metáfora de un cuerpo
vivo, el cuerpo de Cristo.
En la misma oración en la que habla de la Iglesia como “un cuerpo
vivo”, San Roberto afirma que “hay un cuerpo y un alma” en la Iglesia. Este “cuerpo” en la Iglesia se describe
como consistiendo en “la profesión externa de la fe y la comunicación de los
sacramentos”. El “alma” dentro de la Iglesia, según el De ecclesia militante, está constituída por “los dones internos del
Espíritu Santo, la fe, esperanza, caridad y los demás”.
Luego pasa a explicar la función del “cuerpo” y del “alma” que había
descripto como existiendo dentro del cuerpo vivo que es la Iglesia. Nos dice que “algunos son del alma y del
cuerpo de la Iglesia, y por lo tanto unidos tanto interna como externamente a
Cristo, la Cabeza”. En otras palabras, en este segundo capítulo del De ecclesia militante, “alma” y “cuerpo” son nombres
metafóricos aplicados a dos grupos diversos de fuerzas o factores que funcionan
como lazos de unión dentro de la Iglesia militante del Nuevo Testamento. La
persona que es lo que San Roberto llama “de
corpore Ecclesiae” es aquella unida a Nuestro Señor en Su Cuerpo Místico
por la profesión de la vera fe, el acceso a los sacramentos y la sujeción a las
legítimas autoridades eclesiásticas. Aquel que es “de anima Ecclesiae” está unido a Nuestro Señor en Su Iglesia por
todos “los dones internos del Espíritu Santo”, o por lo menos por la fe divina
genuina.
San Roberto no fue en modo alguno el primer teólogo de la Contrarreforma en incorporar
una explicación de estos dos factores o lazos de unión dentro de la Iglesia
para su defensa de la posición Católica. Una tal enseñanza siempre había sido
parte necesaria de la defensa de la verdad Católica contra los oponentes que
afirmaban que el vero reino sobrenatural de Dios del Nuevo Testamento no era en
modo alguno una sociedad organizada, sino simplemente el grupo de hombres y
mujeres en estado de gracia. San Agustín
se enfrentó a un problema similar en su controversia contra los Donatistas, y
sus escritos fueron libremente usados por los escritores Católicos que
defendían la Iglesia contra los polemistas protestantes.