10. Y díceme: “No selles las palabras de la profecía del libro este; en efecto, el tiempo cerca está”.
Concordancias:
Σφραγίσῃς (selles): cfr. Dan. VIII, 26; XII, 4-9; Apoc. X, 4. Ver Apoc. VII, 3-5.8; XX, 3.
Λόγους (palabras): cfr. Mt. VII, 24.26; X, 14; XIII, 19-23; Mc. II, 2; IV, 14-20.33; VIII, 38; XVI, 20; Lc. VI, 47; V, 1; VIII, 11-13.15.21; IX, 26; XI, 28; Jn. V, 24.38; VIII, 31.37.43.51-52.55; XII, 48; XIV, 23-24; XV, 3.20; XVII, 6.14.17.20; Hech. II, 41; IV, 4.29.31; VI, 2; VIII, 4.14.25.36; XI, 1.19; XIII, 5.7.44.46.48; XIV, 25; XV, 7.35-36; XVI, 6.32; XVII, 11; XVIII, 11; XIX, 10; XX, 32; Fil. I, 14; II, 16; Col. I, 5.25; IV, 3; I Tes. I, 6; II, 13; II Tim. II, 11.15; IV, 2; Tito I, 3; Heb. II, 2; IV, 2; XIII, 7; Sant. I, 18.21-23; I Ped. II, 8; II Ped. I, 19; I Jn. I, 10; II, 5.7.14; Apoc. I, 2-3.9; III, 8.10; VI, 9; XII, 11; XVII, 17; XIX, 9.13; XX, 4; XXI, 5; XXII, 6-7.9.18-19.
Προφητείας (profecía): cfr. Apoc. I, 3; XI, 6; XIX, 10; XXII, 7.18-19.
Βιβλίου (libro): cfr. Lc. IV, 17.20; Jn. XX, 30; XXI, 25; Gál. III, 10; Heb. IX, 19; X, 7; Apoc. I, 11; V, 1-5.8-9; VI, 14; X, 8; XIII, 8; XVII, 8; XX, 12; XXI, 27; XXII, 7.9.18-19.
Καιρὸς (tiempo): cfr. Mc. I, 15; XI, 13; Lc. VIII, 13; XII, 42.56; XXI, 24.36; Hech. I, 7; III, 20; XVII, 26; Rom. XIII, 11; I Cor. IV, 5; Gál. VI, 9-10; I Tes. V, 9; II Tes. II, 6; I Tim. IV, 1; VI, 15; II Tim. III, 1; II Tim. IV, 3; I Ped. I, 5.11; IV, 17; V, 6; Apoc. I, 3; XI, 18; XII, 12.14. Ver Mt. XIII, 30; XVI, 3; XXIV, 45; XXVI, 18; Mc. XIII, 33; Lc. XIX, 44; XXI, 18.
Ἐγγύς (cerca): cfr. Mt. XXIV, 32-33; Mc. XIII, 28-29; Lc. XIX, 11; XXI, 30-31; Jn. II, 13; VI, 4; VII, 2; XI, 18.55; Rom. X, 8; Ef. II, 13.17; Fil. IV, 5; Heb. VI, 8; Apoc. I, 3. Ver Mt. XXVI, 18.
Notas
Lingüísticas:
Zerwick: “ὁ καιρὸς: el tiempo (destinado)”.
Bartina: “Libro profético: con una construcción semítica, se usa el sustantivo genitivado en vez del adjetivo”.
Comentario:
Según varios autores, el que habla ahora es Jesús.
Straubinger: “No selles: no cierres, no ocultes porque el tiempo está cerca y la venida de Cristo será cuando menos se la espera (XVI, 15 y nota)… nótese el contraste con lo que se le dice a Daniel cuando estos misterios estaban aún muy lejanos”.
Caballero Sánchez: “Con esta advertencia final, Jesucristo quiere que Juan explique a los demás el sentido de los oráculos apocalípticos para que se preparen a su próximo Advenimiento.
Los comentadores entienden
la orden de "no sellar" el libro en función de su publicación
material. El texto significaría: “no ocultes estas visiones; publícalas luego;
que todos las conozcan". – Y aducen el contraste de la orden dada a
Daniel: "cierra las palabras y sella el libro..." que, por lo tanto,
debería significar: "no publiques tu libro; mantenlo oculto; que nadie lo
conozca...".
Este mismo contraste hace
palpar lo disparatado de la interpretación, pues el libro de Daniel se hizo
público sin esperar el lejano "tiempo del fin".
Sin embargo, el pasaje de
Daniel ayuda a comprender la expresión "sellar" o "no
sellar" un oráculo apocalíptico. – "Cierra las palabras y sella el
libro, hasta el tiempo del fin: muchos (entonces) lo recorrerán y se
multiplicará la ciencia...– ¿Cuándo será el fin?–... Al terminarse el
quebrantamiento de la fuerza del pueblo de los santos...– Estas palabras están
cerradas y selladas hasta el tiempo del fin... Ninguno de los impíos entenderá,
pero entenderán los entendidos..." (Dan. XII, 4,10).
Si se medita bien este
pasaje, parece que las visiones apocalípticas de Daniel no podrán entenderse
mientras no se tenga a la vista su septuagésima semana, "tiempo del
fin", en que se acaba la opresión del pueblo de los Santos. Mientras no
pasan las 69 primeras semanas, el "tiempo del fin" está lejos.
Cuando Cristo con su muerte y el pueblo judío con su evacuación han clausurado
las 69 primeras semanas, ya se puede vislumbrar, colocada en el poder del
Padre, la septuagésima. Ya "el tiempo está cerca". Y los que tienen
el "entendimiento", don del Espíritu, podrán entender para sí y
explicar a los demás los oráculos apocalípticos.
Luego, puesto que el
"tiempo del fin", según medida divina, está a la vista, Juan no debe
callar sobre el sentido de su visión.
– Desde que el Espíritu se está escogiendo de entre las Gentes los elementos
que unirá a los futuros conversos de Israel para formar el pueblo y el
sacerdocio de la Palingenesia, muchos "entendidos", e. e. dotados del
"nous" espiritual, van recorriendo la profecía daniélica y aumentando
poco a poco el conocimiento de ella. En cuanto al Apocalipsis, Juan mismo,
obedeciendo la orden del Señor, la explicó sustancialmente a los "Ancianos
del Asia"; y hasta a los niños, como Papías y Policarpo, que iban a él con
un corazón sencillo y amante de la verdad, les contó las maravillas del reino
futuro. Y los que se dejan guiar por aquellas autorizadas explicaciones primeras,
que enfocan los oráculos sobre el "tiempo del fin" y la Parusía del
Señor con su reino milenario, pueden esperar, con la ayuda del Espíritu, sacar
de ese tesoro algunas perlas de verdades nuevas y viejas... Los que, al
contrario, desprecian aquellas "autoridades" primeras, articuladas en
Juan, por más que se devanen los sesos, se quedarán a ciegas y no hallarán ni
una perla para incrustarla en el manto regio de nuestra Madre la Iglesia.
Diluirán todo el contenido del libro profético en divagaciones histórico-morales
que volatilizan el sentido natural de los símbolos bíblicos”.
Charles: “Las palabras de la profecía del libro este: Cfr. XXII, 7.18. En todos los casos las palabras son de Cristo; cfr. también I, 3”.
Muñoz León: “En primer lugar se ordena al vidente no sellar la profecía del libro porque “el Tiempo está cerca” (XXII, 10). Esta proclamación implica la proximidad del cumplimiento. Esta frase nos recuerda el anuncio del Reino por parte de Jesús (Mc. I, 15 y par.). Con una frase inspirada en Dan. XII, 10, se insiste en la inexorabilidad del plan divino: “Que el injusto siga cometiendo injusticias y el manchado siga manchándose; que el justo siga practicando la justicia y el santo siga santificándose” (XXII, 11)”.