§ III
LOS SIETE ESPÍRITUS DE APOC.
I, 4
Nota del
Blog: El siguiente texto está tomado del libro “La Cábala
hebrea vengada de la falsa imputación de panteísmo por la simple exposición de
su doctrina según los libros cabalísticos autorizados”, escrito
por el Rabino converso P. Drach. Ver AQUÍ
la reseña del libro.
El discípulo bienamado, que ha sido lo suficientemente bienaventurado como para descansar su cabeza sobre el sagrado corazón de Jesús –recumbens in sinu Jesu–, ha extraído en esta fuente divina el conocimiento de los misterios más profundos y formidables. No vacilo en afirmar que veo los diez esplendores claramente enunciados en el célebre versículo de Apoc. I, 4:
«Gracia a vosotros y paz de Aquel que es, y que era, y que viene;
y de los siete Espíritus que están delante de su trono».
No repetiré que estos tres tiempos del verbo ser, pues viene equivale, según el hebreo, a será y son, si así se puede decir, como la moneda del nombre divino Jehová יהוה, que por sus elementos denota admirablemente el misterio de la Santísima Trinidad. Graves comentarios han demostrado que el Apóstol designa con estos tres tiempos del verbo por excelencia a las tres adorables Personas del Dios uno; y yo mismo, en mi Armonía, he desarrollado extensamente este significado del Tetragrámaton. He aquí, en primer lugar, los tres Esplendores supremos. Mas lo que me propongo establecer aquí es que los siete Espíritus de este versículo son realmente los siete últimos esplendores, es decir, Dios en sus atributos absolutos.
La opinión de los que consideran ángeles a estos siete espíritus parece a muchos inadmisible. Pues sólo Dios, con exclusión de toda criatura, por elevada que esté, aun en la jerarquía celeste, tiene el derecho y el poder de otorgar este estado de gracia espiritual, llamado gratia et pax, traducción verbal del hebreo חן ושלום. Estos dos términos bíblicos expresan nítidamente la feliz unión del alma con Dios, la gracia, vaso precioso que ¡ay! es tan frágil entre las manos de los débiles hombres.
El cap. V distingue los siete espíritus de los ángeles en forma tal que no sería posible confundirlos. Ver los vv. 6 y 11. En ningún párrafo del Apocalipsis se llama espíritus a los ángeles. A San Pablo le gusta repetir la salutación gratia et pax al comienzo de casi todas sus epístolas[1], tesoro de la teología cristiana. Pues bien, el gran Apóstol no atribuye, y con razón, este don celeste más que a Dios:
«Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo» (I Cor. I, 3).
Cabe concluir, entonces, que, en nuestro versículo del Apocalipsis, San
Juan desea para las siete Iglesias de Asia la gracia y la paz del alma
de parte de todo lo que está en Dios, sus hipóstasis y atributos.
La preposición y, και antes de septem Spiritibus, no distingue estos espíritus de lo que precede. Grocio, con su aguda mirada, ya había señalado que se daba aquí la figura tan común entre los hebreos y griegos, llamada ἐν διἀ δυοῑν (hendíadis), literalmente, una misma cosa expresada de dos maneras. En su comentario explica que los siete espíritus son la Providencia divina que se expresa de diversos modos llamados más adelante (V, 6) los ojos de Dios:
«… y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra», dice San Juan.
Grocio agrega:
«Y así será ἐν διἀ δυοῑν (hendíadis); se pide la paz de Dios y de los siete Espíritus, esto es, de Dios obrando por estos siete modos».
El Apóstol del Verbo (En el principio era el Verbo) declara al mismo tiempo en su Apocalipsis que el Verbo es Dios y que en consecuencia los siete espíritus le son inherentes tanto como a su Padre. Se expresa en este sentido cuando en la quinta carta que ha escrito por orden de Nuestro Señor dice:
«Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios».
Un sabio jesuita, el P. Alcázar, autor de un voluminoso comentario sobre el Apocalipsis[2], ha reconocido perfectamente que estos siete espíritus no son otra cosa, incluso en sentido literal, que los atributos divinos absolutos. He aquí cómo Cornelio Alápide resume su exposición:
«Alcázar, por estos siete espíritus, entendió
siete virtudes o atributos de Dios en los cuales consiste la íntegra
perfección de la Providencia. Porque estas dotes están en Dios y son en
realidad el mismo Dios; por lo cual, Juan pide de ellas la paz y
la gracia para los suyos. Pues estas virtudes son en Dios inmensas, ni tienen
fin ni límite alguno; por esto se llaman espíritus, ya que Juan llama ángeles
en el Apocalipsis a los ángeles y no espíritus».
§ IV
LAS SIETE LUCES DESLUMBRANTES,
EN APOC. IV, 5,
Y LOS SIETE OJOS DE JEHOVÁ,
EN ZAC. IV, 10
Que estos siete espíritus sean precisamente los siete últimos esplendores de los cabalistas es algo que el texto de IV, 5 vuelve incontestable. Se dice allí positivamente que los siete espíritus son luces deslumbrantes y resonantes de las hogueras que resplandecen ante el trono celeste.
«Y del trono salían relámpagos, voces y truenos; y delante del trono había siete lámparas de fuego encendidas, que son los siete espíritus de Dios».
Todo este versículo trata de una sola cosa, como se ha dicho antes.Estas luces, atributos, modos de la Providencia de Dios son llamadas en Zac. IV, 10, los siete ojos de Jehová que se pasean sobre toda la tierra. El Apóstol San Juan declara a su vez que estos ojos son los espíritus de Dios.
«Y ojos siete (a saber, del Cordero como degollado), que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra».
Los
cabalistas sostienen que, según el texto citado de Zacarías, los siete
esplendores estaban figurados por las siete luminarias del candelabro de oro del
Templo; que las luminarias representaban al mismo título los siete planetas,
por influencia de los cuales, según creencia de los rabinos, la divina
Providencia se manifiesta en este bajo mundo (עולם התחתון). Por último, lo que acaba de confirmar que tal es el
sentido de los siete espíritus de San Juan, es que el Apóstol, en el capítulo V
del Apocalipsis, después de haberlos atribuído al Cordero, para volver a
decirnos el Verbo era Dios de su Evangelio, hace en el v. 12 la exacta
numeración de los siete esplendores: 1. Virtus; 2. Divinitas; 3. Sapientia;
4. Fortitudo; 5. Honor; 6. Gloria; 7. Benedictio.
Se ve por lo anterior que comentaristas de gran autoridad casi han acertado porque reconocieron en estos espíritus los atributos divinos. Eichhorn, que en el s. XVIII se hizo famoso por sus grandes trabajos sobre la Biblia, dio el último paso en su Introducción al Nuevo Testamento. En el vol. I, p. 347, no vacila en declarar que los siete espíritus del Apocalipsis pertenecen a un sistema sefirótico (es decir, de los Sefirot, esplendores) de la Cábala.
«Cabbalistisch sind -dice– die sieben Geister Gottes» [Cabalísticos son los siete espíritus de Dios].
Tal es, pues, el mundo atzilútico de los cabalistas, el único mundo increado, es decir, Dios con sus atributos relativos (en cuanto tres Personas) y sus atributos absolutos (sus perfecciones, en cuando Dios uno). Estos primeros diez Sefirot son, por lo tanto, un todo indivisible.
«Misterio de los misterios del Anciano de días –dice el Zohar– que no ha sido develado ni a los ángeles» (parte 3, col. 243).
Es el
Nadie ha visto jamás a Dios de Jn. I, 18. Ni siquiera los ángeles, dicen
los Padres de la Iglesia, pues se trata aquí de lo que los teólogos llaman la
visión comprehensiva.
[1] La única excepción
es la Epístola a los Hebreos.
[2] Es de este comentario de donde Bossuet extrajo casi toda su exposición del Apocalipsis.