12. Todos estos libros, por lo tanto, fueron escritos en épocas posteriores a los acontecimientos que relatan, según las Memorias, los Comentarios dejados por profetas contemporáneos a los hechos; es decir, por escribas públicos. En la paráfrasis caldea escriba, ספרא, y profeta, נביאה, son, en este sentido, sinónimos. Es por esta razón que la colección de los libros puramente históricos de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se denomina profetas, porque estos libros fueron tomados de las Memorias de los profetas que habían escrito cada uno los acontecimientos de su tiempo. Estos escritores y oradores públicos, llamados en la Escritura hijos de los profetas (I Reg. XX, 35; II Reg. II, 3.5.7.15, etc.), formaban colegios bajo un régimen de vida común (I Sam. X, 5-6.11; XIX, 20 etc.). Dejaron una cantidad de material histórico que se ha perdido, parte del cual se cita en la Escritura: el Libro de las Guerras de Jehová[1], el Libro de lo Justo, las Historias o Crónicas, «Verba dierum» de varios reyes judíos (I Reg. XIV, 19.29; XV, 7; I Par. XVII, 24; XXIX, 29; II Par. IX, 29; XII, 15; XX, 34; XXVI, 22; XXXIII, 19).
13. Josefo (C. Ap. I, 6, 7), después de nombrar varias naciones antiguas que tuvieron el mayor cuidado en escribir sus anales, los egipcios, que dieron la responsabilidad a sus sacerdotes, los babilonios, etc., añade:
«Me contentaré con mostrar brevemente que nuestros antepasados tuvieron el mismo cuidado, si no mayor; que era el oficio de los Sumos Sacerdotes y profetas; que ha continuado con la misma exactitud hasta nuestros días, y, me atrevo a decir, continuará por siempre… La facultad de escribir estas cosas no se ha dado a todos, para que no sean discordantes, sino sólo a los profetas, que siempre han escrito de forma precisa lo que sucedía en su tiempo».
14. Vemos, por el propio contexto, que Josefo habla aquí de las
Memorias, Anales, diarios redactados en todo momento hasta sus días por los
profetas y Sumos Sacerdotes, y no del canon sagrado que se había establecido
desde Esdras, y que, además, será objeto del siguiente n. 8 de su refutación a
Apión. Esperaba la continuación de estas Memorias. Veremos más adelante que
coloca nuestro Libro de lo Justo entre los documentos antiguos conservados
en los archivos del templo.
15. Teodoreto, en su comentario a Josué, cuestión 14, aprovecha la oportunidad de la cita del Libro de lo Justo para inferir que el Libro de Josué fue escrito por un autor posterior, según una antigua Memoria. Y en la cuestión 4 sobre II Reyes, hablando de nuevo del Libro de lo Justo, dice:
«De esto se deduce evidentemente que el Libro de los Reyes fue extraído de varios libros proféticos».
El erudito obispo llega a la conclusión de que hubo una vez unos libros en los que los profetas habían registrado los acontecimientos de su tiempo, y que más tarde sirvieron de material para la composición de las diversas partes de la Biblia. Lo explica con más detalle en su Prefacio a I Reyes. Por último, en su comentario III Reyes II, cuestión 49, repite que la historia de los Reyes fue tomada de otros libros proféticos más antiguos, de las actas recopiladas por los profetas o escritores públicos que les precedieron, que fueron los únicos encargados de escribir lo que sucedió en su tiempo.