lunes, 31 de octubre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (III de XVIII)

 II. - EL TEÓLOGO 

La Providencia había preparado al P. Billot para la enseñanza del dogma en la Universidad Gregoriana, hogar secular de la alta ciencia eclesiástica en Roma, centro de la fe y unidad donde las corrientes de la vida y del pensamiento religioso vienen de todas las direcciones. Le precedieron en esta cátedra dogmática eminentes profesores, como el P. Perrone y el Cardenal Franzelin. Los superó a todos. Anteriormente había enseñado las ciencias sagradas en las casas de su Orden y en la Universidad Católica de Angers. En Roma comenzó su enseñanza poco después de que la encíclica Æterni Patris diera a la teología un fuerte impulso hacia la doctrina y el método de Santo Tomás.

Una deplorable interrupción había roto la gran tradición. La teología de Santo Tomás, al no poder liberarse, había quedado confinada en un coto cerrado que la había debilitado. En cuanto a la filosofía, la revolución cartesiana la había separado del Doctor Angélico. La gran voz de León XIII colocó de nuevo a la filosofía cristiana en su verdadera dirección.

Tanto para la filosofía como para la teología, el P. Billot fue a la vez discípulo e imitador de Santo Tomás; su discípulo al apropiarse su doctrina y su método, su imitador al reproducir, sin perderlo nunca de vista y sin rendirle culto servil, sus esfuerzos hacia una claridad cada vez mayor, hacia una ciencia cada vez más completa. Durante un cuarto de siglo, trabajó así en la renovación de la enseñanza doctrinal: Vetera novis augere atque perficere [aumentar y perfeccionar las cosas antiguas con cosas nuevas], según la consigna de la encíclica.

El mérito fundamental del cardenal Billot es haber redescubierto, repensado, ampliado y renovado la doctrina del Ángel de la Escuela, haberla enseñado en su pureza con un acento personal y una maestría incomparable. En el mismo plano, fue, en el campo de la fe, en momentos críticos, especialmente durante la formidable crisis del modernismo, el invencible defensor de los derechos de la Iglesia.

La obra doctrinal de Santo Tomás desaparecía bajo pesados comentarios sin vida, bajo largas elucubraciones verbales sin metafísica. El P. Billot quiso liberarla de este peso muerto; se propuso despejar el imponente edificio de las construcciones adventicias que lo desfiguraban y hacerlo visible en sus maravillosas proporciones.

Su característica como teólogo fue ir directamente, a través de las escuelas y sistemas, de la decadencia escolástica y las glosas inútiles, a la fuente más pura de la ciencia sagrada, a la gran escuela del siglo XIII, de ese siglo, uno de los más eminentes de la historia, que nos dio no sólo la visión armoniosa y mesurada de lo bello en sus catedrales, sino también, y, sobre todo, la visión de lo verdadero en la síntesis más sublime de la teología.

miércoles, 26 de octubre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte, Los Derrumbes para una Restauración (IV de IV)

 d) Hecho está

El encadenamiento de Satanás y la ruina de la Bestia y el Falso Profeta van a permitir a Cristo –después de la destrucción de la Babilonia mundial–, continuar el desenvolvimiento del Libro y de decir “hecho está”. 

La última Copa de la cólera del Dios Todopoderoso ha sido derramada. Dios se ha acordado de Babilonia la grande. 

Y los cataclismos del fin de la era sacudieron la tierra. 

“Y desaparecieron todas las islas, y no hubo más montañas” (Apoc. XVI, 20). 

Jesús había advertido a los suyos que estos días de tribulación estarían marcados por el obscurecimiento del sol y la luna, por las estrellas que van a caer del cielo y por el ruido del mar y las olas. 

“Los hombres desfallecerán de espanto” (Mt. XXIV, 29-30; Lc. XXI, 25-26). 

Pedirán a las rocas que los escondan, que caigan sobre ellos. Huirán a las cavernas (Apoc. VI, 15-16; Os. X, 8; Lc. XXIII, 30). 

Los profetas han dado fascinantes descripciones de los sobresaltos de la tierra convulsionada, sacudida como en los últimos dolores de parto. 

“La tierra se rompe con gran estruendo,

La tierra se parte con estrépito,

La tierra es sacudida con violencia,

La tierra tambalea como un borracho;

Vacila como una choza;

Pesan sobre ella sus prevaricaciones;

Caerá, y no volverá a levantarse.

En aquel día Jehová juzgará a la milicia del cielo en lo alto,

Y aquí abajo a los reyes de la tierra.

Serán juntados como se junta a los presos en la mazmorra,

Quedarán encerrados en el calabozo,

Y después de muchos días serán juzgados.

La luna se enrojecerá

Y el sol se oscurecerá,

Porque Jehová de los ejércitos reinará

En el monte Sión y en Jerusalén,

Y delante de sus ancianos (resplandecerá) su gloria (Is. XXIV, 19-23). 

sábado, 22 de octubre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (II de XVIII)

I. - EL HOMBRE: CARÁCTER, ESPÍRITU 

Atleta tanto en la altura como en el pensamiento, lo que primero sorprendía del cardenal Billot, con su elevada estatura, su poderosa cabeza, su magnífica y abierta frente, sus finos labios, era la expresión del vigor intelectual, de la voluntad tranquila y auto-controlada, en la vivacidad y serenidad de su fisonomía, en la suavidad y profundidad de su mirada.

Su inteligencia luminosa, hecha de amplitud y elevación, de vida y movimiento, es de las que llegan al fondo de las cosas con un golpe de vista, que viven de la síntesis y de la unidad y saben contemplar las realidades puras detrás de los velos visibles. Se intuye que este hombre meditabundo es capaz de elevarse victoriosamente por encima de las batallas doctrinales y ascender a las más altas cumbres de las visiones del pensamiento.

Cuando se inclinaba hacia uno con ese movimiento familiar, dejaba traslucir su bondad y afabilidad en la benevolencia de su sonrisa, toda la riqueza de sus sentimientos, junto con la sencillez y lealtad de su alma y la sinceridad de sus palabras.

Su carácter no mostraba ninguna inclinación a la melancolía o al pesimismo. Era alegre, con estallidos de alegría casi infantil, con un optimismo basado en la razón y la fe, lleno de entusiasmo, buen humor y, cabría añadir, candor. Como se ha dicho de su maestro, el Ángel de la Escuela, era cándido en su trato con los hombres y con Dios. Massillon, hablando de Bossuet, atribuye a este genio la misma cualidad, añadiendo "que caracteriza a las grandes almas y espíritus de primer orden" (Oración fúnebre del Delfín).

Entre el cardenal Billot y el cardenal Mercier se han observado verdaderas afinidades intelectuales. También han sido presentado como impulsivos[1]. Quienes han abusado de tales descripciones de estas dos mentes trascendentales no han apreciado la frescura y juventud de sus almas que poseían en alto grado y que brotaba de su entusiasmo por la verdad y el bien, de su indignación ante el error y el mal, y de su valiente costumbre de poner sus palabras en consonancia con sus pensamientos, lo que a algunos les parece una audacia anormal.

La piedad guió al cardenal Billot en la búsqueda de la ciencia; la ciencia le fortaleció en la piedad, y para comprenderle bien, no basta con mirarle desde el único punto de vista intelectual, metafísico o sólo humano, sin dar a la vida del alma ante Dios su mayor parte. Para conocerlo, es necesario considerarlo en la plenitud de los dones de la naturaleza y de los de la gracia, pues en él gustamos su armoniosa unión. Su virtud era la verdad vivida, el deber cumplido, el equilibrio perfecto en la tranquilidad del orden. Busca la verdad y la posee en la paz. Lo fija en la rectitud de pensamiento y la verdadera libertad, muy por encima de las opiniones cambiantes y los prejuicios mundanos. En palabras de Bossuet, "la verdad es una reina que habita en su propia luz".

martes, 18 de octubre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte, Los Derrumbes para una Restauración (III de IV)

 c) La Destrucción de la Trinidad Satánica 

“La consumación decretada se derramará sobre el devastador” (Dan. IX, 27). 

Ha llegado la hora del juicio del “pequeño cuerno” –el Anticristo– y el profeta Daniel nos transporta ante el trono de Dios. 

“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos; y se sentó el Anciano de días... Se sentó el tribunal y fueron abiertos los libros. Miraba yo entonces a causa del ruido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; y mientras estaba mirando fue muerta la Bestia y su cuerpo destruido y entregado a las llamas del fuego.

A las otras bestias también les fue quitado su dominio, pero les fue prolongada la vida hasta un tiempo y un momento.

Seguía yo mirando en la visión nocturna, y he aquí que vino sobre las nubes del cielo Uno parecido a un hijo de hombre, el cual llegó al Anciano de días, y le presentaron delante de Él. Y le fue dado el señorío, la gloria y el reino, y todos los pueblos y naciones y lenguas le sirvieron” (Dan. VII, 9-14). 

El Retorno de Cristo sobre la nube y la proclamación del Reino están unidos a la destrucción del arrogante “pequeño cuerno”. ¡Cuán singular es esta ruina del Anticristo! 

Isaías vio igualmente el fin del Adversario: 

“Herirá a la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío” (Is. XI, 4). 

Y más adelante muestra la ruina de Satanás: 

“En aquel día Jehová castigará

Con su espada cortante (la Palabra); grande y fuerte,

A Leviatán, la serpiente huidiza,

A Leviatán, la serpiente tortuosa” (Is. XXVII, 1). 

El testimonio de San pablo concuerda completamente con el de los profetas: 

“Y entonces se hará manifiesto el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su Parusía” (II Tes. II, 8). 

San Juan, en el Apocalipsis, vio a su vez el fin de la trinidad satánica, después del encuentro y el combate de sus ejércitos, dirigidos por espíritus de demonios, con los ejércitos celestiales conducidos por Cristo. 

“Y vi a la Bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos, reunidos para dar la batalla contra Aquel que montaba el caballo y contra su ejército.

Y la Bestia fue presa, y con ella el falso profeta, que delante de ella había hecho los prodigios, por medio de los cuales había seducido a los que recibieron la marca de la Bestia y a los que adoraron su estatua.

Estos dos fueron arrojados vivos al lago del fuego encendido con azufre.

Los demás –los reyes– fueron trucidados con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se hartaron de la carne de ellos” (Apoc. XIX, 19-21). 

La suerte de la Bestia y del Falso Profeta está echada: son arrojados al estanque de fuego y azufre. Satanás se les unirá antes de los cielos nuevos y tierra nueva, pero ahora solamente está atado en el abismo por mil años. 

“Un ángel... lo arrojó al abismo que cerró y sobre el cual puso sello para que no sedujese más a las naciones, hasta que se hubiesen cumplido los mil años, después de lo cual ha de ser soltado por un poco de tiempo (Apoc. XX, 1-3).

viernes, 14 de octubre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (I de XVIII)

EL CARDENAL BILLOT, LUZ DE LA TEOLOGÍA,

Por el R. P. Henri Le Floch, S. SP.,

Ex Superior del Seminario Francés de Roma

 

"El Eminentísimo Cardenal

Billot, honor de la Iglesia y de Francia”,

Carta del cardenal Merry del Val al arzobispo Sevin de Lyon

 

PRÓLOGO 

¿Quién puede negar que el cardenal Billot fue una gran luz -luminare majus- de la teología? Sus obras, monumentos inmortales de la ciencia sagrada, lo proclaman altamente, y ¿quién revelará por otra parte la inmensa obra realizada por él al servicio directo de la Santa Sede, en las Congregaciones romanas y en la primera de todas, la Suprema Congregación del Santo Oficio? Esta vida de trabajo y ciencia, de virtud y piedad, es digna de admiración y ciertamente merece ser citada como ejemplo. Cuando murió, algunas publicaciones católicas no rindieron homenaje al eminente difunto, y hubo, por su parte, una orden de silencio ofensiva para esta ilustre y santa memoria. Los órganos oficiales consideraron suficiente la concisión y frialdad de la misma: El R. P. Billot murió el 18 de diciembre, en Galloro, provincia de Roma. "¿Qué padre Billot?", nos podríamos preguntar. ¿Cómo podemos justificar esta ingrata abstención? Gloria de la Iglesia, el cardenal Billot es también una gloria francesa y Francia debe honrarle[1]. Su hermoso elogio del cardenal Pie se abre con estas palabras de Eclesiástico: "Laudemus viros gloriosos et parentes nostros in generatione sua. Alabemos a los hombres gloriosos, los padres de nuestra raza. A sí mismo es correcto aplicar este texto sagrado. ¿No es acaso una voz que no debe apagarse, una luz cuyo brillo debe mostrarse en este tiempo de disminución de la verdad, de obscurecimiento de los principios, de oportunismo rebelde a las luchas necesarias y dispuesto a todas las concesiones?

Para quienes le han conocido y visto trabajar, para quienes han amado su ciencia y admirado sus virtudes, sentimos que, ante este laconismo universal, existe una obligación de conciencia de recoger, al menos en un rápido esbozo, los rasgos de esta gran figura y de identificar las ideas principales de su enseñanza y su método, dejando el campo abierto a estudios más completos. De esta convicción nacen estas páginas, en las que se evoca sucesivamente al hombre, al teólogo, al profesor, al defensor de la verdad contra los errores del liberalismo, del modernismo y del sillonismo, a sus adversarios y detractores, al cardenal, a su devoción por la Santa Sede y por el mantenimiento de la fe en su patria.

Como puede verse, esta obra no pretende ser una biografía completa del santo cardenal. Del propio título se desprende que se limita al ámbito teológico y deja de lado todo lo que no se refiere a la actividad doctrinal del ilustre teólogo.

París, 18 de diciembre de 1932.



 

[1] Más allá de las fronteras, más que en Francia, la gente se ha preocupado por esta gloria. En Roma, R. Havard de la Montagne, y en Bélgica, Mons. Louis Picard, han depositado sobre la tumba del venerado difunto, con un talento bien conocido y una gran delicadeza de sentimientos, "un homenaje de admiración y reconocimiento", saludando en él "al defensor de la verdad, una de las inteligencias más elevadas de nuestro tiempo, de tal vigor intelectual, de tal poder de penetración metafísica que debería ocupar un lugar glorioso entre los más ilustres discípulos de Santo Tomás de Aquino…"; celebrando "el resplandor de sus virtudes, su piedad, su ascesis, la frescura de su bondad, al sacerdote de Jesucristo en su plenitud, piadoso, inmaterial, cándido, su vida incomparable", etc. (Cf. Roma, enero-febrero 1932 - Revue catholique des idées et des faits, enero 1932).

martes, 11 de octubre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte, Los Derrumbes para una Restauración (II de IV)

 b) La Destrucción de la Babilonia Mundial 

Con respecto al sueño de la estatua que se destruye, se deben colocar las visiones extraordinarias de los profetas y de Juan en Patmos, sobre la aniquilación de la ciudad más famosa: Babilonia. 

Babilonia –o Babel– fue efectivamente destruida[1], pero lo que los profetas vieron sobrepasa con mucho la ruina de la “gran ciudad” del Éufrates y las visiones del Apocalipsis nos obligan a situar la destrucción de esta Babilonia al fin de los tiempos. 

Es un “misterio”, dice San Juan, un símbolo escondido, la descripción de la mujer sentada sobre la Bestia, que debemos intentar comprender. 

En efecto, la Babilonia del Apocalipsis es como una síntesis de todo lo que debe desaparecer a la Vuelta de Cristo. 

Babilonia está asociada con la vida política, social, diplomática y religiosa. 

La “mujer” montada sobre la Bestia es una especie de monstruo moral, bajo un admirable atavío. 

Es una impúdica, una adúltera, una abominable. Se une al mundo sin Dios, a toda suerte de compromisos, a la irreligión o a la falsa religión, a los “mercaderes” y a “los habitantes de la tierra”, a las democracias y a las dictaduras. 

Toda la impureza, en el sentido de mezcla, compromiso, está concentrada en el “misterio”, en el “mundo” por el cual Jesús no quiso rezar. 

Ahora bien, todos –incluso los devotos– los que son “del mundo”, forman parte de la Babilonia mundial. Sólo están separados de ella los “niños” en el sentido espiritual de la palabra, pues “de tales como éstos es el Reino de Dios” (Mc. X, 14). 

viernes, 7 de octubre de 2022

El Mesías hijo de David e hijo de José, por P. Drach

El Mesías hijo de David e hijo de José, por P. Drach

 Nota del Blog: Las siguientes páginas están tomadas del libro del Rabino converso P. Drach, “De l`Harmonie entre l'Église et la Synagogue”, (1844) tomo 1, pag. 181-187 (nota 29). 

*** 

La tradición judía se refiere al Mesías unas veces como el Mesías hijo de David y otras, como el Mesías hijo de José. Ver Talmud, tratado Aboda-Zara, fol. 5 recto; tratado Succa, fol. 52 recto; tratado Yebamot, fol. 62 recto, y fol. 63 verso; tratado Sanedrín, fol. 97 recto, sig.

Nacido, según la carne, de la sangre de David, por la ilustre y humilde esclava del Señor (Ecce ancilla Domini, Lc. I, 38), Jesucristo fue considerado durante mucho tiempo, en su nación, como el hijo de José, el santo esposo de la más pura de las vírgenes. Ut putabatur filius Joseph, dice San Lucas, III, 23 (cf. también ibid., IV, 22; Jn. I, 45; VI, 42). Su propia madre bendita lo llama hijo de José. "Tu padre y yo, te estábamos buscando", Lc. II, 48. Lo llamó así porque le habló delante de todos los doctores, sedentem in medio doctorum, y aún no había llegado la hora de revelar que Él era el pan vivo bajado del cielo, el misterio que tanto iba a escandalizar a los judíos. “Entonces los judíos se pusieron a murmurar contra Él, porque había dicho: “Yo soy el pan que bajó del cielo”; y decían: “¿No es éste Jesús, el Hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo, pues, ahora dice: “Yo he bajado del cielo?” Jn. VI, 41, 42.

Si la ley mosaica considera al hijo mayor del hebreo que, en ejecución de la ley del levirato, se casa con la viuda de su hermano, como hijo del difunto (Deut. XXV, 6: “El primogénito que ella diere a luz, será sucesor del nombre del hermano difunto, para que su nombre no se borre de Israel”), con mayor razón se le habría concedido a Jesucristo el título y los derechos de hijo del que fue esposo de su madre. Algunos piensan que el significado muy extenso de la palabra hijo en las lenguas orientales autoriza a explicar hijo de José, como significando el que fue exactamente figurado en la persona de José, undécimo hijo del patriarca Jacob[1]. Esta no es nuestra opinión.

Hemos dicho que San José era el esposo de la Santísima Virgen. Según la ley mosaica, los esponsales constituían un vínculo real, llamado, en términos teológicos judíos, erucin. Cuando un hombre comprometido, aruss, quería volver a ser libre, estaba obligado a recurrir a la formalidad del repudio, al igual que un hombre casado. Entre los romanos, el repudio era igualmente necesario para romper el compromiso. La fórmula era: Conditione tua non utor (renuncio a tenerte por mujer mía). Para el divorcio después del matrimonio, la fórmula era: Res tuas tibi habeto (llévate tus cosas).

lunes, 3 de octubre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte, Los Derrumbes para una Restauración (I de IV)

 6) Los Derrumbes para una Restauración 

“Porque es necesario que Él reine “hasta que ponga a todos los enemigos bajo sus pies”... cuando haya derribado todo principado y toda potestad y todo poder” (I Cor. 15, 25-24). 

La Palabra de Dios proclama la extrema importancia del triunfo de Cristo sobre sus enemigos, ese triunfo diferido sin cesar por la maldad e incredulidad de los hombres.

Las luchas de Cristo contra sus enemigos, los poderosos de la tierra, los reyes, el Anticristo y Satanás, son muy a menudo incomprendidas. Los textos de la Escritura son amenazas impresionantes contra aquellos que merecerán beber “la copa de la cólera de Dios...” ¿Quiere decir que tenemos que acusar a Dios de crueldad y violencia? De ninguna manera.

Las descripciones de la matanza y destrucción se encuentran en el último libro del Nuevo Testamento, así como en el Antiguo, y se explican en consideración de la perfecta justicia del Reino. Entonces habrá pasado el tiempo de gracia. 

Si Cristo debe establecer un Reino de paz –recordemos a Salomón–, deberá venir antes que nada a destruir a las falsas autoridades y fundar su Reino sobre la equidad y la justicia. 

“Reinará un rey con justicia” (Is. XXXII, 1). 

En las Escrituras, la expresión “los reyes de la tierra” designa a los enemigos más grandes del “Príncipe de la paz”. Su destrucción precederá a su Reino.

La dulce Virgen María, después de Ana, madre de Samuel, lo anunció: 

“Desplegó el poder de su brazo;

Bajó del trono a los poderosos” (Lc. I, 51-52: I Rey. II, 1-11). 

“Él es Terrible para los reyes de la tierra” (Sal. LXXV, 13).

 a) La Destrucción de la Estatua