martes, 27 de marzo de 2018

El Anuncio a José (I de II)

Nota del Blog: El siguiente estudio es obra del P. Xaver Léon-Dufour S.J., y apareció en Mélanges bibliques rédigés en l'honneur d’André Robert, Paris 1957, p. 390-397. 

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Según Mt. I, 18-25, es seguro que José decidió repudiar a María su “prometida” porque estaba encinta; también es cierto que cambió su proyecto como consecuencia de una intervención angélica. Hasta ahí los intérpretes están de acuerdo. Difieren a la hora de explicar la decisión de José que,

“Como era justo y no quería delatarla (a María), se proponía despedirla en secreto” (Mt. I, 19).

¿Por qué esta conducta envuelta, esta repudiación oculta, ignorada de los usos judíos? ¿En qué consiste la “justicia” que le atribuye el evangelista? ¿Justicia con respecto a la ley, a Dios, a María o justicia indulgente (débonnaireté)? Todas estas respuestas se han dado, suponiendo resuelto otro enigma: ¿José tenía a María como inocente o culpable? ¿O la veneraba como el arca de Dios?

Ordinariamente, si no concuerdan sobre la suposición de adulterio, se responde con seguridad que José no estaba al corriente de la concepción virginal, y esto en razón del mensaje del ángel que parece revelarle:

“José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque su concepción es del Espíritu Santo” (Mt. I, 20).

Pero ¿revela de hecho el misterio de María? Creemos que no. Antes de justificar nuestra opinión por medio de una nueva traducción de este pasaje, recordemos esquemáticamente las interpretaciones corrientes.

jueves, 22 de marzo de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 1


Capítulo IV

1. Después de esto ví y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la voz, la primera, que oí como de trompeta hablando conmigo, diciendo: “Sube aquí y te mostraré lo que debe suceder después de esto”.

Citas Bíblicas:

Sobre la puerta abierta en el cielo, ver:

Ez. I, 1: “El año trigésimo, el día cinco del cuarto mes, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Cobar, se abrieron los cielos, y tuve visiones de Dios”.

Hech. VII, 55-56: “Mas, lleno del Espíritu Santo y clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y exclamó: “He aquí que veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está de pie a la diestra de Dios.


Comentario:

“Después de esto” = IV, 1; VII, 9; XV, 5 y XVIII, 1 = ¿marca una nueva visión?

Esta puerta abierta coincide, en cuanto al tiempo, con la puerta abierta a la Iglesia de Filadelfia (III, 8).

Comienza la tercera parte de la profecía según la división dada en I, 19, la cual, a su vez se dividirá en dos secciones, como luego diremos. Ver AQUI.

San Juan parece darse vuelta una vez más (cf. I, 12) y volver a ver "el día del Señor".

La voz que le habla es la misma de I, 10, es decir, la de San Gabriel. Ver AQUI.

Straubinger: “Las cosas que han de suceder empezarán en el capítulo VI con la apertura de los sellos, después de esta visión. Igual expresión usa Dan. II, 29.45 y tal parece ser el objeto principal del Apocalipsis en cuanto profecía, según se ve en I, 1 (Cf. I, 19 y nota)".

En realidad, todo indica que las cosas que han de suceder comienzan en el mismo capítulo IV, con la reunión del consejo celestial.

El paralelismo de la frase final con I, 19 es clara, como ya lo notamos.

Fillion: “Después de esto: después de los hechos narrados desde I, 10 hasta III, 22. La fórmula Μετὰ ταῦτα εἶδον, después de esto vi (cfr. VII, 1.9; XV, 5; XVIII, 1), varía en este libro con Καὶ εἶδον, y vi (cfr. V, 1.6; VI, 1.2.12; VIII, 2.13; IX, 1 etc.). La primera introduce habitualmente los hechos más importantes, como el comienzo de una visión nueva; el otro concierne a detalles secundarios”.

Fillion: Como de ordinario la partícula “he aquí” señala el carácter inopinado del fenómeno. Comparar el v. 2b etc.”.

sábado, 17 de marzo de 2018

El Signo de Jonás (II de II)


Nota del Blog: A fin de no producir tedio en el lector con una nota al pie casi a cada paso, nos parece más oportuno hacer una sola nota y al final del trabajo.

La predicación de Jonás


Primero lo primero:

Mt. XII, 38-42: “Entonces algunos de los escribas y fariseos respondieron, diciendo: “Maestro, queremos ver de Ti una señal”. Replicóles Jesús y dijo: “Una raza mala y adúltera requiere una señal: no le será dada otra que la del profeta Jonás. Pues, así como Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán, en el día del juicio, con esta raza y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; ahora bien, hay aquí más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará, en el juicio, con la generación ésta y la condenará, porque vino de las extremidades de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón; ahora bien, hay aquí más que Salomón”.

Mt. XVI, 1-4: “Acercáronse los fariseos y saduceos y, para ponerlo a prueba le pidieron que les hiciese ver alguna señal del cielo. Mas Él les respondió y dijo: “Cuando ha llegado la tarde, decís: Buen tiempo, porque el cielo está rojo”, y a la mañana: “Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío”. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos. Una generación mala y adúltera requiere una señal: no le será dada otra que la del profeta Jonás”. Y dejándolos, se fue”.

Mc. VIII, 11-13: “Salieron entonces los fariseos y se pusieron a discutir con Él, exigiéndole alguna señal del cielo, para ponerlo a prueba. Mas Él, gimiendo en su espíritu, dijo: “¿Por qué esta raza exige una señal? En verdad, os digo, ninguna señal será dada a esta generación”. Y dejándolos allí, se volvió a embarcar para la otra ribera”.

Lc. XI, 15-16: “Pero algunos de entre ellos dijeron: “Por Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, requerían de Él una señal desde el cielo”.

Lc. XI, 29-32: “Como la muchedumbre se agolpaba, se puso a decir: “Perversa generación es ésta; busca una señal, mas no le será dada señal, sino la de Jonás. Porque lo mismo que Jonás fué una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre será una señal para la generación esta. La reina del Mediodía será despertada en el juicio frente a los hombres de la generación esta y los condenará, porque vino de las extremidades de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón; y hay aquí más que Salomón. Los varones ninivitas actuarán en el juicio frente a la generación esta y la condenarán, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y hay aquí más que Jonás”.


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Bien. Tenemos varias cosas para decir sobre este interesante estudio.

Lo primero que debemos preguntarnos es ¿para qué es el signo que piden los judíos?

La respuesta es obvia: para reconocer al Mesías.

Es decir, los judíos piden un signo del cielo para recién entonces aceptar al Mesías; por lo tanto, y acá coincidimos con el Autor, el signo del Maestro deberá buscar producir el mismo efecto y no ser un signo de condenación.

Claro que la pregunta que tenemos que hacernos aquí es ¿y qué pasa con los demás signos (de hecho, así llama San Juan a los milagros) de Nuestro Señor? ¿No hacía, acaso, Jesús los milagros para acreditar su divinidad?

El problema es que los judíos ya habían rechazado los milagros de Nuestro Señor atribuyéndolos al diablo, y es en extremo interesante notar que San Lucas relaciona estos dos aspectos que parecerían no tener mucho que ver: el pecado contra el Espíritu Santo y el signo de Jonás.

Estaba Jesús echando un demonio, el cual era mudo. Cuando hubo salido el demonio, el mudo habló. Y las muchedumbres estaban maravilladas. Pero algunos de entre ellos dijeron: “Por Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, requerían de Él una señal desde el cielo” (XI, 15-16).

lunes, 12 de marzo de 2018

Las Genealogías Genesíacas y la Cronología, por Ramos García (IX de IX)


De todo lo expuesto se desprende que el primogénito de Adán y Eva, hermano y rival de Set, se le conocía con dos nombres, el bíblico de Caín y el profano de Horos o Hurrun; y que del primero les viene a sus descendientes el nombre de Cainitas y del segundo el de Auritas, Horitas, Horreos o Hurritas los cuales por consiguiente se habrán de identificar con los Cainitas. Por otras palabras, Horitas y Cainitas serían un mismo pueblo con dos nombres, si bien el uso pudo extender más o menos el ámbito real de cada uno.

De las dos grandes familias de Cainitas, los Aditas y los Tsel.litas, el nombre de Horitas, Horreos o Hurritas, forjadores de un grande imperio, cuadra mejor a los Tsel.litas, los geniales artesanos, que entre otros adelantos trajeron a la humanidad la industria de los metales; y el nombre de Cainitas o Cineos lo reserva la Biblia para los Aditas, pueblos pacíficos de músicos y pastores.

Balaám, sin embargo, en su último vaticinio, da el nombre de Caín y de Cainitas a los Horreos, y junta este nombre con el de los Setitas, como hacían los egipcios con el de Horos y de Set. Con alusión a la institución futura de la realeza en Israel canta así el profeta improvisado (Num. XXIV, 17.21 s.):

17. Saldrá una estrella de Jacob,
y alzarse ha de Israel un cetro,
que tundirá las dos bandas de Moab
y extirpará a los hijos de Set…
21. Y mirando al cainita, elevó su canción y dijo:
Por fuerte que sea tu morada, oh Caín,
y aunque pongas en la roca tu nido,
22. por cierto que será devastado,
hasta que Asur te lleve cautivo.

He ahí a Set y Caín unidos, como en el capítulo IV del Génesis. Y es que no sólo se los recordaba juntos en la tradición, tanto bíblica como egipcia, sino que estaban ambos presentes en la historia y presentes los contempla Balaám, viendo tras los varios descendientes de Set, que allí menciona, a estos descendientes de Caín anidados en las rocas del Seir, es decir, a los Horreos y les vaticina su fatal ruina con palabras enteramente semejantes a las que algún día usarán Abdías v. 3-4, y Jeremías XLIX, 16 contra los Idumeos que moraban en los mismos lugares formaban con los Horreos un solo pueblo.

miércoles, 7 de marzo de 2018

El Signo de Jonás (I de II)


Nota del Blog: El siguiente artículo es obra del P. R. Thibaut S.J. y apareció en la Nouvelle Revue Théologique, 60 (1931), pag. 532-536.

La segunda parte la dedicaremos a realizar algunas observaciones a este estudio.


Jonás y el pez.
El signo de Jonás no es un signo como los demás. Creemos que sobre ésto todo el mundo está de acuerdo. Cuando Nuestro Señor declara que la γενεὰ πονηρὰ (generación mala), tras pedir un milagro, no tendrá otro más que el signo de Jonás, no reenvía indistintamente a los milagros que obró en el gran día tanto antes como después de esta declaración. El signo de Jonás debe, pues, tener algo particular, incluso único. ¿Qué será pues? Esta es la pregunta que divide a los exégetas.

A decir verdad, la mayoría saltea la etapa y va directamente a otra cuestión: ¿cuál es, en la historia de Jesucristo, el suceso que profetiza la estadía de Jonás en el vientre de un monstruo marino durante tres días y tres noches? Responden sin dudar: la sepultura de Cristo que termina el tercer día; en una palabra: la resurrección. Su interpretación es tanto más segura cuanto no hace más que reproducir, parece, el comentario de Nuestro Señor mismo:

“Pues, así como Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches” (Mt. XII, 40).

El signo de Jonás, al ser asimilado de esta manera con el signo del Templo (Jn. II, 19), parecería que la cuestión preliminar está completamente resuelta: el milagro en cuestión tiene aquí de particular que es el más grande de todos. Nuestro Señor envía naturalmente allí a aquellos a los que los milagros ordinarios no satisfacen.

Maldonado, que al principio abandonó la interpretación universalmente recibida antes de él, finalmente la retomó, atenuándola un poco:

“A los que le piden un signo con una intención maliciosa, Cristo no tenía la costumbre de dar otro signo más que el de su resurrección, como si dijera: “¿No me creéis? ¡Y bien! Esperad el fin; el fin (es decir, mi resurrección) os abrirá los ojos” (In Jn. II, 19).

Todo esto supone que Jonás en su signo sea el profeta encerrado tres días en las profundidades del mar. Es ciertamente la nota que se encuentra en San Mateo. ¿Pero por qué San Lucas nos da otra idea? Nos lo muestra predicando a los ninivitas:

“Porque lo mismo que Jonás fue una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre será una señal para la generación esta” (Lc. XI, 30).

viernes, 2 de marzo de 2018

Las Genealogías Genesíacas y la Cronología, por Ramos García (VIII de IX)


Quedamos pues en que el Diluvio no fué sino relativamente universal.

Sostener la universalidad absoluta, siquiera se la limite al hombre, fuera de la contradicción que esto implica, no explica satisfactoriamente la fijeza y limitación infranqueable de las varias razas humanas, y contraviene a la tradición bíblica, que supone la pervivencia de los industriosos Cainitas, a los cuales, lo mismo que a varios otros pueblos antiquísimos, como los Emim (Gen. XIV, 5; Deut. II, 10 s.), los Enacim (Deut. I, 28; IX, 2, etc.), los Zombimim (Deut. II, 20) y los Awwim (Deut. II, 23; Jos. XVIII, 3) o Aamu de los Egipcios[1], en vano buscaréis en el cuadro de los hijos de Noé (Gen. X), no obstante que quiere ser completo.

Mas entre los pueblos deliberadamente omitidos por Moisés en el susodicho cuadro, que quiere ser de un carácter tan universal como el Diluvio, el que más nos interesa es el de los Horreos, identificados hoy con los Hurritas, predecesores de los Cananeos en Palestina, que de ellos se llamó Harr o Hurr, nombre que siempre más conservó entre los egipcios[2], y del cual en fuerza de la pronunciación satem salió verosímilmente el nombre de Syria y tal vez el de la ciudad de Sur junto al desierto homónimo, así como del nombre de Cus salió Susa, capital de los Cosseos o Susianos (= Gen. II, 13; Vulg. Aethiopia), y del europeo equus salió el semítico sus (caballo), etc.

Los Hurritas u Horreos, que en tiempo de Moisés estaban confinados en los montes de Seir, y con quienes se fundieron los Idumeos (Gen. XXXVI), ocupaban siglos atrás un área mucho mayor, formando ya en el V milenio antes de Cristo un grande imperio con los pueblos afines de antiguos carios, paleomoscos y paleotibarenos, caspios, cassitas y elamitas, y con un ciclo de cultura muy notable, que se extendía desde las fauces del Indo a las del Nilo y sur de Rusia.