Nota del Blog: mucho tiempo ha pasado desde la última retractatio y la verdad
que ya es hora de poner algunas cosas en su lugar.
Al hablar del VIII de los grupos del Apocalipsis
(ver AQUI
y también la nota 2 AQUI)
distinguíamos dos batallas y, consiguientemente, dos tiempos y dos grupos
diversos.
Decíamos que lo que se narra tras la apertura del
sexto Sello correspondía al Juicio de las Naciones (VI, 12-17) mientras lo que
vemos en el capítulo XIX, 11-21 es un suceso anterior, donde se describe la
batalla del Harmagedón, pero ¿será ésto así?
Tal vez hemos pecado de demasiadas sutilezas
y distinciones.
Veamos:
Que en el capítulo
VI se describe el comienzo del Juicio de las Naciones y se narran las
conmociones en el sol, la luna, las estrellas y el cielo, y que a este Juicio
lo vemos profetizado en Is. XIII, 9-10; XXXIV, 4; Jl,
II, 10.30; III, 4.15; Mt. XXIV, 29; Mc. XIII, 24; Lc. XXI,
25 no parece haber demasiados problemas en
admitirlo. La dificultad estaría más bien en el capítulo XIX.
Repasemos primero el
texto y luego lo sometamos a un breve análisis:
11. Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo
blanco y el sedente sobre él es llamado Fiel y Veraz, y juzga con justicia y
guerrea.
12. Sus ojos llamas de fuego y en su cabeza
muchas diademas, tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él mismo.
13. Y vestido con un vestido empapado de sangre,
y el Nombre de Él es llamado el Verbo de Dios.
14. Y los ejércitos que están en el cielo lo
siguen en caballos blancos y vestidos de finísimo lino blanco y puro.
15. Y de su boca sale una espada aguda, para
que hiera con ella a las naciones. Y Él las destruirá con vara de hierro y Él
pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso.
16. Y tiene sobre su vestido y sobre su muslo
escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
17. Y vi un ángel de pie en el sol y clamó
con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo:
“Venid, congregaos para el banquete, el grande, de Dios,
18. a comer carnes de reyes y carnes de
quiliarcas y carnes de fuertes y carnes de caballos y de los que montan en
ellos y carnes de todos, de libres y de esclavos y de pequeños y de grandes”.
19. Y vi la bestia y los reyes de la tierra y
sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra Aquel que monta el
caballo y contra su ejército.
20. Y la Bestia fue presa y con ella el Falso
Profeta, el que delante de ella había hecho los signos, con los cuales había
engañado a los que recibieron la marca de la Bestia y a los que se postraron
ante su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego ardiendo con
azufre.
21. Y los demás fueron muertos con la espada
del que montaba el caballo, la que salía de su boca y todas las aves se
hartaron de las carnes de ellos.
Antes que nada pongamos este capítulo en su
contexto inmediato. En los capítulos XV-XVI
vemos el derrame de las siete Copas, mientras que en los XVII-XVIII asistimos a la destrucción de Babilonia, luego la
profecía sigue en el capítulo XIX
con el regocijo en el cielo por la destrucción de la gran Ramera, tras lo cual
vemos el cielo abierto y la aparición de Jesucristo.
No hay que perder de vista que esta es, en líneas
generales, una profecía toda seguida, con lo cual existe secuencia
cronológica.
En dos
lugares más se vuelve a hablar en el Apocalipsis sobre esta batalla:
XVII,
12-14:
“Y los diez cuernos que viste, diez reyes
son, que reino aún no han tomado, mas autoridad, como reyes, por una hora
reciben con la Bestia.
Estos un propósito tienen y su poder y
autoridad a la Bestia dan.
Éstos
contra el Cordero guerrearán y el Cordero los vencerá (porque Señor de señores
es y Rey de reyes) y los que con Él (están): llamados y
escogidos y fieles”.
Los que pelean contra el Cordero son los diez
cuernos de los que venía (y seguirá) hablando, los que se identifican con los
diez reyes de los cuales está formada la Bestia del Mar y que para ese entonces
ya van a haber destruído a Babilonia.
XVI,
13-16:
“Y ví de la boca del Dragón y
de la boca de la Bestia y de la boca del Falso Profeta (salir) espíritus
tres, impuros, como ranas.
Son, pues, espíritus de
demonios que hacen signos (prodigiosos), los que salen a los reyes de todo el mundo habitado a fin
de congregarlos para la guerra del día,
del grande, del Dios, el Todopoderoso.
He aquí que vengo como ladrón:
bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos, para que no ande desnudo ni
vean su vergüenza.
Y los congregó en el lugar, el
que es llamado en hebreo “Harmagedón”.
Bien, tratemos de ordenar esto un poco.
En la batalla del Harmagedón vemos los
siguientes grupos que guerrean contra el Cordero:
a)
Anticristo-Individuo (XIX, 19-20).
b)
Falso Profeta (XIX, 20).
c)
Diez Cuernos (XVII, 14).
d) Reyes
de la tierra (XIX, 19)[1].
e)
Reyes de todo el mundo habitado (XVI, 14).
Ahora bien, en la batalla del capítulo XIX hay
claramente dos etapas: una en la
cual son muertos la Bestia y el Falso Profeta (v. 20) y otra donde perecen los restantes (v. 21).
Está claro que en la primera de las etapas se
trata del Anticristo-Individuo[2],
gracias al pasaje paralelo de San Pablo cuando le escribe a los Tesalonicenses
en segunda carta (II, 8):
“Y entonces se revelará el inicuo, a quien el
Señor Jesús matará por el aliento (lit. espíritu) de su boca y anulará
por la manifestación de su parusía…”.
Aquí termina la primera etapa de la guerra del
Harmagedón y lo que sigue después es, ni más ni menos, el comienzo del juicio
de las Naciones, lo cual se prueba fácilmente por algunos pasajes bíblicos:
1)
Primero y principal, el orden de todos estos acontecimientos, y que muchos pasan
por alto, ya fue indicado claramente por Nuestro Señor en el Discurso Parusíaco
cuando dijo (Mt. XXIV):
29. "E inmediatamente después de la
tribulación de los días aquellos, el sol se obscurecerá y la luna no dará su
resplandor y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes de los cielos serán
sacudidas.
30. Y entonces aparecerá la señal del Hijo
del Hombre en el cielo, y entonces harán luto todas las tribus de la tierra, y
verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con virtud y gloria
mucha.
31. Y enviará sus ángeles con trompeta grande
y congregarán a sus elegidos de los cuatro vientos, de extremos del cielo a
extremos de ellos.
Tenemos en primer lugar el fin de la tribulación, que no es otra cosa más que el fin del
reinado del Anticristo, de lo cual viene hablando en los versículos anteriores,
y luego agrega que inmediatamente después tendrán lugar los fenómenos celestes, y es recién después
de este hecho que ha de venir en Gloria
y Majestad.
Como se vé, esto coincide claramente con el
Apocalipsis, pues primero es destruido el Anticristo-Individuo, y luego tienen
lugar los fenómenos celestes que se identifican con el comienzo del Juicio de
las Naciones, y vemos así las dos etapas de la batalla del Harmagedón.
2)
El juicio de las Naciones no puede excluir a ninguna. Ahora bien, es
interesante observar que en el capítulo
XVI se habla de todas las naciones que han de ser congregadas para
esta guerra:
13. Y ví de la boca del Dragón
y de la boca de la Bestia y de la boca del Falso Profeta (salir)
espíritus tres, impuros, como ranas.
14. Son, pues, espíritus de
demonios que hacen signos (prodigiosos), los que salen a los reyes de todo el mundo habitado a fin de congregarlos para
la guerra del día, del grande, del Dios, el Todopoderoso.
3)
Y por último, el capítulo XIX
termina diciendo (v. 21):
“Y los restantes fueron muertos con la espada del sedente sobre el caballo,
con la que salía de su boca y todas las aves se hartaron de sus carnes”.
Pero he aquí que ya antes en el v. 15 había aclarado:
“Y de
su boca sale una espada aguda, para con ella herir a las naciones. Y Él las destruirá con cetro de hierro y Él pisa el lagar del
vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso”.
Este cetro de hierro ya lo habíamos visto
como el premio al vencedor de Tiatira en II,
26-27:
“Y al que venciere, esto es,
al que guardare hasta el fin mis obras, le daré autoridad sobre las naciones, y las destruirá con vara de hierro, cual vasos de cerámica serán
quebradas”.
Y, por supuesto, en XII, 5:
“Y dio a luz un Hijo, un
varón, que está por destruir todas
las naciones con cetro de hierro y fue arrebatado su Hijo hacia Dios y
hacia el trono suyo”.
La verdad que podríamos seguir analizando
algunos otros textos en confirmación de lo que acabamos de decir pero creemos
que con lo expuesto ya queda más que claro el asunto, y por lo tanto, la
necesidad de la retractatio.
Vale!
[1] Estos Reyes de la tierra no se pueden identificar con los diez Cuernos
porque estos últimos destruirán a Babilonia (XVII, 16) mientras que los
primeros llorarán tras su destrucción (XVIII, 9-10). Parecería que tampoco pueden ser identificados
con “los Reyes de todo el mundo habitado”, y que tienen una relación especial
con la gran Ramera: son los que fornican con ella y viven en el lujo (XVII, 2; XVIII, 3.9).
[2] La duda podría venir con respecto a los diez
cuernos, pero parecería que no hay que incluirlos en la primera etapa de la
batalla porque Dan. VII, 12
explícitamente los excluye:
“A las otras bestias también les fue quitado
su dominio, pero les fue prolongada la vida hasta un tiempo y un momento”.