18. Y la estructura de su muro, jaspe; y la ciudad, oro puro, semejante a cristal puro.
Concordancias:
Ἡ ἐνδώμησις (estructura): Hápax absoluto.
Τείχους (muro): cfr. Apoc. XXI, 12.14-15.17.19. Ver Hech. IX, 25; II Cor. XI, 33; Heb. XI, 30.
Ἴασπις (jaspe): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. IV, 3; XXI, 11.19.
Ἡ πόλις (la ciudad): cfr. Mt. IV, 5; XXI, 10.18; XXII, 7; XXVI, 18; XXVII, 53; XXVIII, 11; Mc. XI, 19; XIV, 13.16; Lc. XIX, 41; XXII, 10; XXIII, 19; XXIV, 49; Jn. XIX, 20; Hech. IV, 27; VII, 58; XII, 10; XXI, 29-30; XXII, 3; XXIV, 12; Apoc. III, 12; XI, 2.8.13; XIV, 20; XVI, 19; XVII, 18; XVIII, 10.16.18-19.21; XX, 9; XXI, 2.10.14-15-16.19.21.23; XXII, 14.19. Ver Heb. XI, 10.16; XII, 22; XIII, 14.
Χρυσίον (oro): cfr. I Ped. I, 7; Apoc. III, 18; XVII, 4; XVIII, 16; XXI, 21.
Καθαρὸν (puro): cfr. Apoc. XV, 6 (ángeles con las copas); XIX, 8 (Esposa del Cordero - Jerusalén Celeste).14 (ejércitos celestes); XXI, 21 (Jerusalén Celeste).
Ὅμοιον (semejante): cfr. Apoc. I, 13.15; II, 18; IV, 3.6-7; IX, 7.10.19; XI, 1; XIII, 2.4.11; XIV, 14; XVIII, 18; XXI, 11.
Ὑάλῳ (cristal): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XXI, 21.
Notas Lingüísticas:
Ὅμοιον (semejante): se refiere al oro, que también es neutro y no a la ciudad, que es femenino.
Zerwick: ἐν-δώμησις: estructura (¿subestructura?). ¿Tal vez los materiales?”.
Comentario:
Notar que en XXI, 21 se dice del cristal que es transparente.
Straubinger: “Los preciosos metales y gemas pueden ser figuras materiales de aquella belleza inefable (II Cor. XII, 4) que "ni ojo vio ni oído oyó, ni pasó a hombre alguno por pensamiento" (Is. LXIV, 4; I Cor. II, 9). Mas no lo sabemos, y por tanto no hemos de empeñamos en negar de antemano todo sentido real y perceptible a estos esplendores, prometidos aquí por el mismo Dios que nos enseña la vanidad del mundo presente. Bien podría el Enemigo, so pretexto de espiritualidad, quitarnos así el ansia de tener "un tesoro en el cielo", sabiendo él que "donde está nuestro tesoro está nuestro corazón" (Luc. XII, 33-34) ¿Acaso la belleza visible habría de quedar sólo para los pecadores de este mundo? ¿Por qué, dice un autor, no cabría una perfección en el orden de la materia restaurada, pues que hemos de resucitar con nuestro cuerpo? El Dios de los crepúsculos, de las flores, de los lagos es quien nos hace estas promesas. Si no le creemos a Él, dice S. Ambrosio, ¿a quién le creeremos? Si alegorizamos todo, nos quedaremos sin entender nada. Hoy podríamos agregar que si las vidrieras de una catedral gótica, por ejemplo, deslumbran nuestra sensibilidad aún carnal, con una belleza de color que nos parece casi sobrehumana ¿por qué no habríamos de creer simplemente a Dios cuando nos promete toda esta pedrería como un marco digno de la patria divina, sin perjuicio del amor puro pues ya no la miraremos con afectos carnales? Véase v. 23; XXII, 4 y notas”.
Garland: “Jaspe era la última piedra del pectoral del Sumo Sacerdote (Ex. XXVIII, 20; XXXIX, 13). Era también una de las piedras con que se cubría Satanás en el jardín de Dios (Ez. XXVIII, 13). La luz de la gloria de Dios en medio suyo brilla a través de los muros de jaspe (XXI, 11)”.
Fekkes: “La descripción de la novia adornada (XXI, 18-21) es la anti-imagen de la ramera adornada (XVII, 4; XVIII, 16). Hay poca diferencia en la apariencia externa entre las dos, y por lo tanto es probablemente incorrecto suponer que el esplendoroso atuendo de la ramera es en sí mismo un signo de maldad. La distinción es de carácter y propósito internos. La ramera-Babilonia atrae a los hombres a involucrarse en un sistema malvado, mientras que la Novia-Nueva Jerusalén atrae a los hombres a su gloria para adorar al verdadero Dios (…)
Con
su afirmación resumida en Apoc. XXI, 2b "preparada como una novia
adornada", Juan se muestra consciente de que la visión de la novia vestida
de lino blanco (XIX, 8) y engalanada con oro, piedras preciosas y, sobre todo,
perlas (XXI, 18-21) refleja las costumbres nupciales contemporáneas entre la
realeza y la gente adinerada”[1].
Fekkes: “Al igual que el lino fino de la novia es una metáfora de las "obras justas de los santos" (XIX, 8; cf. III, 4-5), también sus ornamentos nupciales son colectivamente emblemáticos de la fidelidad espiritual y la conducta santa de los de las iglesias que "vencieron". El hecho de que Apoc. XXI, 2 y XXI, 18-21 estén separados de XIX, 7-9 por el milenio no afecta seriamente a su interrelación, pues todo lo que la novia podía hacer para prepararse debía hacerse antes de la parusía, como dejan claro las exhortaciones de las siete cartas. Esto explica la colocación de XIX, 7-9 inmediatamente antes de la parusía (XIX, 11-21) y corrobora de nuevo su función introductoria. La unión escatológica de la novia (XIX, 7-9, XIV, 21-22) y el novio (XIX, 11-21; XX, 4-6) consuma la relación entre Cristo y su iglesia descrita por primera vez en el Apocalipsis I-III, que comienza con una visión de Cristo engalanado (I, 12-20), seguida de sus amonestaciones a la iglesia para que se prepare para su aparición (caps. II-III). El éxito de su preparación pone fin al difícil período del compromiso y da lugar al alegre anuncio: "Han llegado las bodas del Cordero" (Apoc. XIX, 7b)".
[1] “En este nivel de significado, las piedras
preciosas de los cimientos intercaladas con las perlas de las puertas forman un
hermoso collar que adorna a la novia (cf. el ejemplo de Higgins, Greek and
Roman Jewelry, 181, lámina 55a, y Plinio, Historia Natural 9.54
(106): "El primer lugar y el rango más alto entre todas las cosas de
precio lo ocupan las perlas".