miércoles, 30 de junio de 2021

Algunas notas a Apocalipsis XII, 10

   10. Y oí una voz grande en el cielo diciendo: “Ahora hecha ha sido la salud y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa ante nuestro Dios día y noche. 

Concordancias: 

φωνὴν μεγάλην (voz grande): cfr. Apoc. I, 10; V, 2.12; VII, 2; VIII, 13; X, 3; XI, 12; XIV, 7.9.15.18; XVI, 1.17; XIX, 1.17; XXI, 3. Ver Apoc. I, 12; IV, 1; XI, 15. 

Ἄρτι (ahora): cfr. Apoc. XIV, 13. 

Ἡ σωτηρία (la salud): cfr. Lc. I, 69.71; XIX, 9; Jn. IV, 22; Hech. IV, 22; XIII, 26.47; Rom. XIII, 11; Ef. I, 13; Fil. I, 28; I Tes. V, 9; II Tim. II,10; III, 15; Heb. I, 14; VI, 9; I Ped. I, 5.10; II, 2; II Ped. III, 15; Jud. I, 3; Apoc. VII, 10; XIX, 1 (en el Apoc. siempre se habla del Padre). 

Ἡ δύναμις (el poder): cfr. Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. IX, 1; XIII, 26; XIV, 62; Lc. XXI, 27; XXII, 69; II Tes. I, 7; Apoc. IV, 11 (Padre); V, 12 (Cordero); VII, 12 (Padre); XI, 17 (Padre); XV, 8 (Padre); XIX, 1 (Padre). Ver II Tes. II, 9; Apoc. I, 16; III, 8; XIII, 2; XVII, 13; XVIII, 3. 

Βασιλεία (reino): cfr. Mt. III, 2; IV, 8.17.23; V, 3.10.19-20; VI, 10.33; VII, 21; VIII, 11-12; IX, 35; X, 7; XI, 11-12; XII, 28; XIII, 11.19.24.31.33.38.41.43-45.47.52; XVI, 19,28; XVIII, 1.3-4.23; XIX, 12.14.23-24; XX, 1.21; XXI, 31.43; XXII, 2; XXIV, 14; XXV, 1.34; XXVI, 29; Mc. I, 15; IV, 11.26.30; IX, 1.47; X, 14-15.23-25; XI, 10; XII, 34; XIV, 25; XV, 43; Lc. I, 33; IV, 5.43; VI, 20; VII, 28; VIII, 1.10; IX, 2.11.27.60.62; X, 9.11; XI, 2.20; XII, 31-32; XIII, 18.20.28-29; XIV, 15; XVI, 16; XVII, 20-21; XVIII, 16-17.24-25.29; XIX, 11-12.15; XXI, 31; XXII, 16.18.29-30; XXIII, 43.51; Jn. III, 3.5; XVIII, 36; Hech. I, 3.6; VIII, 12; XIV, 22; XIX, 8; XX, 25; XXVIII, 23.31; Rom. XIV, 17; I Cor. IV, 20; VI, 9-10; XV, 24.50; Gal. V, 21; Ef. V, 5; Col. I, 13; IV, 11; I Tes. II, 12; II Tes. I, 5; II Tim. IV, 1.18; Heb. I, 8; XII, 28; Sant. II, 5; II Ped. I, 11; Apoc. I, 6.9; V, 10; XI, 15. Ver Apoc. XVI, 10; XVII, 12.17-18 (Babilonia). 

ἐξουσία (autoridad): cfr. Apoc. II, 26; VI, 8; IX, 3.10.19; XI, 6; XIII, 2.4-5.7.12; XIV, 18; XVI, 9; XVII, 12-13; XVIII, 1; XX, 6; XXII, 14. 

Χριστοῦ (Cristo): cfr. Apoc. XI, 15; XX, 4.6. 

ἐβλήθη (arrojado): cfr. Apoc. II, 1014.22.24; IV, 10; VI, 13; VIII, 5.7-8; XII, 4.9.13.15-16; XIV, 16.19; XVIII, 19.21; XIX, 20; XX, 3.10.14-15. 

Ἀδελφῶν (hermanos): cfr. Mt. V, 22-24 (¿paralelo a Mt. XVIII, 21-35?); XII, 46-50; XXV, 40 (¿Mártires del Anticristo?); Mc. III, 31-35; Lc. VIII, 19-21; Apoc. I, 9 (San Juan) VI, 11 (Mártires del quinto Sello); XXII, 9-10 (Mártires del quinto Sello). 

ὁ κατηγορῶν (el acusador): cfr. Hapax en el Apoc. Mt. XII, 10; XXVII, 12; Mc. III, 2; XV, 3-4; Lc. VI, 7; XXIII, 2.10.14; Jn. V, 45; VIII, 6. 

ἡμέρας καὶ νυκτὸς (día y noche): cfr. Lc. II, 37; XVIII, 7; Hech. IX, 24; XX, 31; I Tes. II, 9; II Tes. III, 8; I Tim. V, 5; II Tim. I, 3; Apoc. IV, 8; VII, 15; XIV, 11; XX, 10. 

 

Comentario: 

domingo, 27 de junio de 2021

La designación Neotestamentaria de la verdadera Iglesia como Templo de Dios, por Mons. Fenton (IV de V)

 La Iglesia y el mundo: la luz y las tinieblas 

Al insistir sobre el punto de que los miembros de la Iglesia no se deberían casar con los que están fuera de esta sociedad, San Pablo resaltó con claridad sinigual la enseñanza que, como parte de la doctrina Católica, fue puesta por escrito enfática y efectivamente por el Papa León XIII en su encíclica Humanum genus. 

El humano linaje, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad. El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y según conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad; el otro es el reino de Satanás, bajo cuyo imperio y potestad se encuentran todos los que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, rehúsan obedecer a la ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no existiera o positivamente contra Dios. 

Agudamente conoció y describió Agustín estos dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y deseos, compendiando con sutil brevedad la causa eficiente de una y otra en estas palabras: Dos amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial. En el decurso de los siglos, las dos ciudades han luchado, la una contra la otra, con armas tan distintas como los métodos, aunque no siempre con igual ímpetu y ardor”. 

San Pablo nos da una lección tremendamente importante cuando nos muestra que la Iglesia, considerada como constituyendo el único reino sobrenatural de Dios en este mundo e inalterablemente opuesto al reino de Satanás, es justamente designada bajo la metáfora del templo de Dios. El templo era dedicado solamente al servicio y culto del Dios vivo. Cualquier profanación del templo era un sacrilegio muy serio. Y, de la misma manera, la Iglesia Católica es la única unidad social que, como reino sobrenatural de Dios según la dispensación del Nuevo Testamento, está completa y únicamente consagrada al culto de Dios. Es un error asociar con la Iglesia o con alguna de sus partes cualquier factor extraño u hostil al servicio de Dios. 

 

El Templo y la Alianza 

En esencia, la alianza divina es un acuerdo en el que Dios entra con el pueblo que, en su misericordia, escoge, de una manera especial, como suyo. Según los términos del pacto, Dios acepta libremente este pueblo como perteneciéndole a Él de una manera especial y sobrenatural. Promete protegerlo y lo consagra a su servicio. 

jueves, 24 de junio de 2021

Algunas notas a Apocalipsis XII, 9

   9. Y fue arrojado el Dragón, el grande, la serpiente, la antigua, que se llama Diablo (Calumniador) y el Satanás (Adversario), el engañador de todo el mundo habitado. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él fueron arrojados. 

Concordancias: 

ἐβλήθη (arrojado): cfr. Apoc. II, 1014.22.24; IV, 10; VI, 13; VIII, 5.7-8; XII, 4.10.13.15-16; XIV, 16.19; XVIII, 19.21; XIX, 20; XX, 3.10.14-15. 

δράκων (Dragón): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XII, 3-4.7.13.16-17; XIII, 2.4.11; XVI, 13; XX, 2. 

δράκων μέγας (Dragón grande): cfr. Apoc. XII, 3. 

ὄφις (sepriente): cfr. Mt. VII, 10; X, 16; XXIII, 33; Mc. XVI, 18; Lc. X, 19; XI, 11; Jn. III, 14; I Cor. X, 9; II Cor. XI, 3; Apoc. IX, 19; XII, 14-15; XX,2. 

ὁ ὄφις ὁ ἀρχαῖος (la serpiente, la antigua): cfr. Apoc. XX, 2. 

Διάβολος (diablo): cfr. I Par. XXI, 1 y Sal. CVIII, 6; Mt. IV, 1.5.8.11; XIII, 39; XXV, 41; Lc. IV, 2-3.5-6.13; VIII, 12; Jn. VIII, 44; XIII, 2; Hech. X, 38; Ef. IV, 27; VI, 11; I Tim. III, 6-7; II Tim. II, 26; Heb. II, 14; Sant. IV, 7; I Ped. V, 8; I Jn. III, 8.10; Jud. I, 9; Apoc. II, 10; XII, 12; XX, 2.10. 

Σατανᾶς (Satanás): cfr. Mt. IV, 10; XII, 26; XVI, 23; Mc. I, 13; III, 23.26; IV, 15; VIII, 33; Lc. X, 18; XI, 18; XIII, 16; XXII, 3.31; XIII, 27; Apoc. II, 9.13.24; III, 9; XX, 2.7. 

Ὁ πλανῶν (el engañador): cfr. Mt. XVIII, 12-14 (los pequeños, engañados, tal vez, por los Falsos Profetas del primer Sello); XXII, 29; Mc. XII, 24 (sobre la resurrección); Mt. XXIV, 4-5.11; Mc. XIII, 5-6; (Falsos Profetas del primer Sello); Mt. XXIV, 24; Mc. XIII, 22; II Jn. 7-8; Apoc. XIII, 14; XIX, 20 (Bestia de la Tierra – Falso Profeta); I Cor. VI, 9-10. (Sobre los herederos del Reino de los Cielos, cfr. Apoc. XXI, 8 y XXII, 15); Lc. XXI, 8 (falsos profetas antes de la destrucción de Jerusalén); II Tim. III 13 (hombres malos); Heb. III, 10 (generación perversa del desierto); Sant. I, 16; I Jn. II, 26 (tradición); Apoc. XX, 3.8.10 (Dragón); XVIII, 23 (Babilonia) (Parecería haber una relación entre Babilionia y los dos grupos de falsos Profetas). Ver I Cor. XV, 33; Gal. VI, 7; Tito III, 3; Heb. XI, 38; Sant. V, 19; I Ped. II, 25; II Ped. II, 15; I Jn. I, 8; III, 7; Apoc. II, 20.

Jesús es acusado de engañador: cfr. Mt. XXVII, 63; Jn. VII, 12.47. 

Τὴν οἰκουμένην ὅλην (todo el mundo habitado): cfr. Apoc. III, 10 (hora de la prueba) y XVI, 14 (Harmagedón). Cfr también Apoc. XI, 15; XIII, 8 y XVII, 8. 

 

Notas Lingüísticas: 

Zerwick: “οἰκουμένην: tierra habitada”. 

Allo: “Satán” con artículo, es aquí un apelativo, Διάβολος, el adversario, como en el A.T.; cfr. Zac. III, 1 ss; Job I, 6 ss; II, 2 ss”. 

 

Comentario: 

Fillion: “La enumeración es aún más solemne en griego en donde la mayoría de las palabras están precedidas del artículo. El epíteto antigua nos lleva a la tentación primitiva (Gen. III, 1; Cfr. Sab. II, 24 y II Cor. XI, 3). En el Talmud Satanás es llamado también serpiente antigua”. 

Fillion: “Diabolus et Satanas: El primer nombre es de origen griego (Διάβολος, el calumniador); el segundo, de origen hebreo (Satán, el adversario). Cfr. Job I, 6 ss”. 

Swete: “Cf. Sohar Gen., f. 27, 107: “Dios arrojó a Samael y a su caterva del lugar santo”. Una visión similar se presentó a la mente de Nuestro Señor, cuando los setenta le reportaron su éxito, Lc. X, 18”. 

San Victorino: “Este es el inicio de la venida del Anticristo. Antes, sin embargo, conviene que predique Elías, que lleguen los tiempos pacíficos y, de este modo, después, terminados los tres años y seis meses de la predicación de Elías, el Anticristo – así como todos los ángeles rebeldes - sea arrojado del cielo, donde tuvo potestad para subir hasta aquel momento. Que el Anticristo surge del infierno, lo dice también el Apóstol Pablo (II Tes. II, 3-4)”. 

Drach: “Sepens antiquus: esta misma expresión se encuentra a menudo en los escritos de los rabinos”.

lunes, 21 de junio de 2021

La designación Neotestamentaria de la verdadera Iglesia como Templo de Dios, por Mons. Fenton (III de V)

 La Santidad del Templo 

La santidad consiste en una adhesión firme y decidida a Dios y una completa aversión a todo mal moral. Es preeminentemente una característica de la verdadera Iglesia precisamente a causa de la inhabitación especial, única y sobrenatural del Dios Trino dentro de esta sociedad. Es una cualidad de la Iglesia, considerada precisamente como templo de Dios, resaltada en nuestro pasaje de la I Epístola a los Corintios. 

No debemos perder de vista el hecho de que la Iglesia es una sociedad santa en razón del hecho de que, única entre todas las unidades sociales o instituciones que existen entre los hombres, vive una vida corporativa dominada y motivada por la caridad sobrenatural, el amor de Dios conocido en la Trinidad de sus Personas y en la absoluta Unidad de Su Naturaleza, junto con el amor de las creaturas intelectuales exigido por este amor sobrenatural de Dios. En otras palabras, la Iglesia es intrínsecamente santa precisamente porque es la unidad social que actúa como el vehículo corporativo de la vida sobrenatural de la gracia santificante. Ahora bien, la especial y sobrenatural inhabitación divina en la creatura intelectual en estado de gracia es la causa de ese estado de gracia, y de la caridad de la creatura, y por lo tanto de la santidad de la creatura. De la misma manera, la inhabitación divina sobrenatural dentro de la Iglesia, el hecho en razón del cual la Iglesia puede ser designada con razón como templo de Dios, es la fuente de la vida de la gracia, la caridad y la santidad, de la Iglesia. 

 

Estima especial de Dios por el templo 

Al escribir San Pablo: 

“Si alguno destruyere el templo de Dios, le destruirá Dios a él; porque santo es el templo de Dios, que sois vosotros”. 

está indicando el hecho de que está reservado un castigo especial y grave por parte de Dios para quienes dañan o intentan dañar a la Iglesia. Y señala la íntima relación entre este aspecto o parte de la doctrina revelada sobre la Iglesia, y la enseñanza sobre la santidad de la Iglesia. 

viernes, 18 de junio de 2021

Algunas notas a Apocalipsis XII, 7-8

    7. Y hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles guerreó contra el Dragón, y el Dragón guerreó y sus ángeles, 

Comentario: 

πόλεμος (guerra): cfr. Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7; Lc. XIV, 31; I Cor. XIV, 8; Apoc. IX, 7.9; XI, 7; XII, 17; XIII, 7; XVI, 14; XIX, 19; XX, 8. Ver Lc. XXI, 9. Ver Apoc. II, 16; XII, 7; XIII, 4; XVII, 14; XIX, 11. 

πολεμῆσαι (guerreó): cfr. Apoc. II, 16; XIII, 4; XVII, 14; XIX, 11. Ver Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7; Lc. XIV, 31; I Cor. XIV, 8; Apoc. IX, 7.9; XI, 7; XII, 7.17; XIII, 7; XVI, 14; XIX, 19; XX, 8. Ver Lc. XXI, 9. 

δράκοντος (Dragón): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XII, 3-4.9.13.16-17; XIII, 2.4.11; XVI, 13; XX, 2. 

 

Notas Lingüísticas: 

Zerwick: “τοῦ πολεμῆσαι (guerreó): construcción singular; tal vez el hebreo לְה (le) con infinitivo expresa lo que sucede o lo que alguien debe hacer, cf. Os. IX, 13; Eccl. III, 15 donde los LXX vierten servilmente τοῦ con infinitivo; aquí pues “Miguel… peleaba”. 

 

Comentario: 

Allo: “Miguel, considerado como el Arcángel protector de la comunidad judía, Dn X, 13.21; XII, 1”. 

Crampon, citado por Straubinger (Gr.): “Miguel, en hebreo Mi-ka-El (¿quién como Dios?), uno de los principales ángeles, probablemente uno de los siete que están delante del trono de Dios (I, 4 y nota); es llamado arcángel en Jud. 9; Daniel lo llama “uno de los principales jefes” (Dan. X, 13) y dice que está especialmente encargado de los intereses del pueblo de Israel (Dan. X, 21; XII, 1)”. 

Iglesias: “Miguel (lit. el Miguel, e. d., ese ángel que se llama Miguel): nombre hebreo (mîka’el = ¿quién como Dios?), que determina a un ángel de especial relevancia, arcángel, jefe o príncipe de ángeles. Cfr. Jud. 9”. 

Swete: “Yalkut Rub. (en Ex. XIV, 7): se hizo una gran guerra en el cielo”. Es imposible admitir con Andrés de Cesarea que aquí se indica la rebelión original de Satanás, aunque Papías, a quien cita, parece haberlo entendido así. Mucho menos aún se puede admitir la interpretación “en el cielo” propuesta por varios comentadores latinos, por ej. Beda: “el cielo significa la Iglesia”, una opinión que arroja el simbolismo a una desesperada confusión”. 

Swete: “Y el Dragón guerreó y sus ángeles: el Dragón también reclama el rango de Arcángel y tiene ángeles bajo su mando; cf. Mt. XXV, 41”. 

Ribera: “El común de los comentadores piensa que esta guerra tuvo lugar al comienzo del mundo, cuando el diablo y sus ángeles fueron arrojados del cielo, pero sin dudas pertenece a los últimos tiempos…”. 

 

8. y no prevalecieron ni lugar se halló para ellos ya en el cielo. 

martes, 15 de junio de 2021

La designación Neotestamentaria de la verdadera Iglesia como Templo de Dios, por Mons. Fenton (II de V)

 La inhabitación divina en la Iglesia 

San Pablo afirma que Dios, o la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, habita en el pueblo que constituye la membresía de la Iglesia Católica de forma parecida en la que habita en Su templo.  Esta enseñanza clave sobre la Iglesia se refiere, obviamente a algún modo especial y sobrenatural en el que puede decirse con razón que Dios vive o habita dentro de la Iglesia Católica de forma que no lo hace en ninguna otra asociación de seres humanos. O, para decirlo con otras palabras, la terminología de San Pablo indica con mucha claridad que el Dios Trino está presente en la verdadera Iglesia de Jesucristo de una manera en que no está presente en ningún otro grupo social. Esta inhabitación en un grupo social u organización es algo intrínseca o esencialmente sobrenatural. Está en el orden de la gracia más que en el de la naturaleza. 

Ahora bien, la inhabitación sobrenatural de Dios dentro de Sus creaturas solamente puede ser explicado a la luz de lo que es verdadero con respecto a la presencia de Dios en todas las cosas. Obviamente, se debe entender, en primer lugar, que Dios no está presente en ninguna creatura de la misma manera que un cuerpo está en lo que lo contiene. La única manera que se puede decir que Dios está dentro de algo, sea en el orden natural o sobrenatural, es de la manera en que se puede decir que un espíritu está dentro de algo o presente en él. 

En la Summa theologica, Santo Tomás nos recuerda muy eficazmente el hecho de que Dios está dentro de todas las cosas naturalmente de tres maneras diversas[1]. 

Se dice que está en todas las cosas por su substancia porque todas las cosas que no sean Él, permanecen continuamente en su existencia y acto gracias a Él. Ningún ser aparte de Dios puede existir u obrar por el menor instante a menos que sea conservado en el ser y en el acto por parte de Dios. 

Dios está en todos los seres creados o contingentes por su poder, en el sentido que todas estas cosas están completamente sujetas a Él y a su voluntad. No existe creatura sobre la cual el Creador no puede actuar directa e inmediatamente. 

Por último, se dice que Dios está dentro de sus creaturas por su presencia. Toda realidad creada es entendida directa, inmediata y comprehensiblemente por Dios.  

No debemos perder de vista que Dios está naturalmente dentro de cada creatura o presente en ellas de estas tres maneras. Sería absolutamente imposible para cualquier creatura estar exento de esta dependencia completa y fundamental con respecto a Dios en su ser y operación, que haya alguna creatura que no esté completa e inmediatamente sujeta al poder de Dios o que no sea entendida y conocida por Dios de manera completa, directa y comprehensiva. La forma de inhabitación según la cual el Dios Trino está presente dentro de su Iglesia y en razón de la cual se designa a la Iglesia como su templo es algo completamente diverso a ésto. 

sábado, 12 de junio de 2021

Algunas notas a Apocalipsis XII, 6

 6. Y la Mujer huyó al desierto, donde tiene allí un lugar preparado por Dios para que allí la alimenten días mil doscientos sesenta. 

Concordancias: 

γυνὴ (mujer): cfr. Is. LIV, 6; Jer. III, 6-10; Ez. XVI, 8; Os. II, 19-20; Apoc. II, 20; IX, 8; XII, 1.13-17; XIV, 4; XVII, 3.4.6-7.9.18; XIX, 7; XXI, 9. 

ἔφυγεν (huyó): cfr. Mt. II, 13; III, 7; X, 23; XXIII, 33; XXIV, 16; Mc. XIII, 14; Lc. III, 7; Jn. X, 5.12; I Cor. VI, 18; X, 14; I Tim. VI, 11; II Tim. II, 22; Apoc. IX, 6; XVI, 20; XX, 11. Ver Lc. XXI, 21. 

ἔρημον (desierto): cfr. Mt. IV, 1; XIV, 13; XXIV, 26; Mc. I, 12-13.35.45; VI, 31-32; Lc. IV, 1.42; V, 16; XV, 4; Jn. III, 14; VI, 31.49; XI, 54; Hech. VII, 30.36.38.42.44I Cor. X, 5; Heb. III, 8.17; Apoc. XII, 14; XVII, 3 (Babilonia). 

ἡτοιμασμένον (preparado): cfr. Mt. III, 3; XX, 23; XXII, 4; XXV, 34.41; Mc. I, 3; X, 40; Lc. I, 17.76; II, 31; III, 4; I Cor. II, 9; Heb. XI 16; Apoc. VIII, 6; IX, 7.15; XVI, 12; XIX, 7; XXI, 2. 

τρέφωσιν (alimenten): cfr. Mt. VI, 26; XXV, 37; Lc. XII, 24; Apoc. XII, 14. 

ἡμέρας χιλίας διακοσίας ἑξήκοντα (días mil doscientos sesenta): cfr. Apoc. XI, 3. 

 

Comentario: 

Notar que tanto la Mujer como Babilonia están en el desierto. 

Así como le es preparado un lugar a Israel, también Jesucristo le prepara un lugar a su Esposa (Mt. XXV, 34.41; Jn. XIV, 2-3; I Cor. II, 9; Heb. XI, 16; Apoc. XIX, 7; XXI, 2). 

El gran Rey David es tipo de Israel que huye del Demonio, al esconderse en la cueva mientras escapaba del Rey Saúl. Cfr. I Reyes caps. XXII y XXIV, Salmo LVI, 1. 

Allo: “La Mujer “alimentada en el desierto”, cfr. la historia de Elías, I Reyes XVII, 6; XIX, 6, o el maná dado a Israel en la Arabia Petrea, Ex. XVI”. 

Iglesias: “El desierto es lugar bíblico de defensa y protección (p. ej., I Reg. XIX, 3-4), de encuentro con Dios (p. ej., Os. II, 16) y de tentación y prueba”. 

Swete: “Para que allí la alimenten: La referencia a Elías aquí es obvia (III Rey. XVII, 4) … pero también puede tratarse de la provisión diaria del maná durante la travesía del desierto del Sinaí”. 

Notar la semejanza con Moisés y Elías. 

Biblia de Sacy: “San Juan alude a la historia de Elías que, para evitar la furia de Jezabel, se escondió en lo de una viuda que lo alimentó durante el hambre que duró tres años y medio”.

miércoles, 9 de junio de 2021

La designación Neotestamentaria de la verdadera Iglesia como Templo de Dios, por Mons. Fenton (I de V)

Nota del Blog: El siguiente texto está traducido del American Ecclesiastical Review, CXL (1959), pag. 103-117. 

*** 

La función fundamental del tratado teológico de ecclesia Christi es la de explicar el significado del término “la verdadera Iglesia de Jesucristo” en la sentencia “la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia de Jesucristo”. Esto debería ser bastante obvio. Todo lo que la scientia divina tiene que decir sobre la fundación divina de la Iglesia, sobre sus notas, cualidad, poderes y relaciones con otras sociedades, no tienen sino poco sentido para quien no está equipado con al menos una comprensión relativamente adecuada y completamente precisa de lo que Dios ha revelado sobre la naturaleza íntima de su Iglesia. Una concepción deficiente de las verdades fundamentales sobre la Iglesia necesariamente debe viciar cualesquiera o todas las otras enseñanzas establecidas en el tratado teológico de ecclesia. 

Tradicionalmente, uno de los métodos más efectivos para agrupar y proponer lo que la revelación pública divina tiene para decir sobre la constitución íntima de la Iglesia, incluye el uso de los diversos nombres o designaciones aplicados a la Iglesia y a sus miembros a través de los libros inspirados del Nuevo Testamento. Cada uno de estos nombres o figuras pone de relieve con claridad alguna sección de la verdad que Dios reveló sobre la naturaleza de la Iglesia[1]. Una de las designaciones más interesantes y significativas es la expresión “templo de Dios” o “templo del Espíritu Santo” que empleó San Pablo como nombre metafórico de la Iglesia Católica. 

Bajo este título se esconden algunas lecciones sobre la Iglesia que son necesarias urgentemente en nuestro tiempo. Estas lecciones se pueden entender solamente cuando se describe con claridad el significado envuelto en el nombre metafórico con una terminología propia o no-metafórica. Tanto la meditación como la predicación de nuestros sacerdotes deberían aprovechar considerablemente una consideración teológica de esas lecciones. 

Para apreciar esta enseñanza, debemos considerar con cuidado tres pasajes de las epístolas de San Pablo en los cuales el Apóstol de los gentiles designa a los miembros de la Iglesia como formando parte del templo de Dios. Primero debemos describir las lecciones o enseñanzas descritas explícitamente en estos pasajes y luego las consecuencias de la designación metafórica “templo de Dios” usada para designar a la Iglesia, la congregatio fidelium (congregación de los fieles). 

San Pablo aplica la metáfora “templo de Dios” a la colectividad de sus lectores, los miembros de la verdadera Iglesia de Jesucristo, tanto en su epístola a los Corintios como a los Efesios. En la I a los Corintios escribe: 

“¿No sabéis acaso que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, le destruirá Dios a él; porque santo es el templo de Dios, que sois vosotros” (I Cor. III, 16-17). 

En este pasaje encontramos tres afirmaciones sobre la Iglesia que son propuestas como verdad de Dios y pertinentes a ese aspecto de la enseñanza revelada sobre la Iglesia que se saca del uso del nombre metafórico “templo de Dios” como designación o título de la Iglesia. Son: 

1) El Espíritu Santo habita dentro de la sociedad de los fieles, que es la Iglesia Católica. 

2) La Iglesia, considerada bajo la metáfora “templo de Dios”, posee una santidad especial. 

3) El que destruye la Iglesia comete una ofensa muy grave contra Dios y va a ser severamente castigado por Él. 

Es obvio que la primera de estas verdades es la clave de la Iglesia que está enfatizada por el uso del término “templo de Dios” como metáfora o designación de la Iglesia. Debemos entender esta verdad si es que hemos de tener un concepto adecuado de la verdadera dignidad que Dios ha dado a la sociedad de los discípulos de su Hijo. Y solamente puede ser entendida cuando la verdad, expresada en lenguaje metafórico o figurado en este documento inspirado, se expresa en términos propios o no-metafóricos. En realidad, la afirmación no-figurada y la explicación de esta verdad es fácilmente accesible a nosotros en la literatura tradicional de la sagrada teología.


 [1] Cf. Fenton, “New Testament Designations of the Catholic Church and of Its Members”, en The Catholic Biblical Quarterly, IX, 1, 2 (Enero, Abril, 1947), 127-146; 275-306.