Contra
nuestra tesis, surgen no pocas objeciones que trataremos de ir analizando una a
una.
1 Objeción:
Aun
suponiendo que la exégesis sobre los dos tronos y el estar sentado o de pie sea
correcta, no se puede probar que Jesús siga sentado en este momento en el
trono de su Padre, con lo cual cae todo el argumento al estar basado en un
supuesto no demostrado.
Respuesta:
1) En primer lugar, como ya lo indicamos, sabemos por
la fe que Jesús se sentó a la diestra de Dios, con lo cual hay que suponer que sigue sentado allí a menos que se pruebe lo
contrario. En otras palabras, la carga de la prueba no es nuestra.
Instabis:
Pero
ya se han cumplido cosas del capítulo IV en adelante, por lo tanto, el Cordero
ya tiene que haberse puesto de pie.
Respuesta:
Se
han cumplido en sentido literal metafórico, transeat;
en sentido literal propio, niego.
A
las pruebas nos remitimos: basta leer cualquier comentario de las segunda y
tercera posición enumeradas más arriba por Cornely para ver la violencia que se
les hace a los textos. Castellani es un claro ejemplo al respecto[1].
2) En segundo lugar, no faltan indicios para creer
que el Hijo sigue sentado a la
diestra del Padre; piénsese, por ejemplo, lo que la Iglesia implora en la
Misa al momento del Gloria:
“Qui
sedes ad dexteram Patris, miserere nobis”.
Pareciendo suponer que sigue allí sentado.
3)
Por otra
parte, el Sal. II, paralelo al nuestro, termina con estas
misteriosas palabras (vv. 11-12):
“Servid a Yahvé con temor y alegraos, temblando
rendidle homenaje. No sea que se aíre y perezcáis del camino cuando se
encienda pronto su ira.
Bienaventurados los que en Él confían”.
Ese pronto es un eco del “vengo pronto” del
Apocalipsis[2].
En otras palabras, si la batalla que se lee en los Salmos II y CIX todavía no ha
sucedido, ut patet, y agrega que “falta poco” para la ira de Dios, es debido
a que abarca un corto período de tiempo antes de la venida de Nuestro Señor y
es por lo tanto todavía futuro para nosotros. Cuando el Mesías deje el trono
sobre el cual está sentado, entonces y sólo entonces, tendrá lugar lo
profetizado en ambos Salmos.
2 Objeción:
Niego el supuesto. A Jesús ya se le ha sometido
todo bajos sus pies, con lo cual, o ya está de pie o esas imágenes no son
sino meras metáforas.
Prueba de lo dicho:
Ef. I, 15-23: “Por esto, también yo, habiendo oído de la fe que
tenéis en el Señor Jesús, de vuestra caridad para con todos los santos, 16no
ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para que el
Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de
sabiduría y de revelación, en el conocimiento de Él; a fin de que, iluminados
los ojos de vuestro corazón, conozcáis cuál es la esperanza a que Él os ha
llamado, cuál la riqueza de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la
soberana grandeza de su poder para con nosotros los que creemos; conforme a la
eficacia de su poderosa virtud, que obró en Cristo resucitándolo de entre los
muertos, y sentándolo a su diestra en los cielos por encima de todo principado
y potestad y poder y dominación, y sobre todo nombre que se nombre, no sólo en
este siglo, sino también en el venidero. Y todo lo sometió bajo sus pies, y
lo dio por cabeza suprema de todo a la Iglesia, la cuál es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que lo llena todo en todos”.
Respuesta:
Todo
lo sometió bajo sus pies, dist.: de derecho, conc.; de hecho, niego.
Prueba
de lo dicho:
Heb.
II, 5-9: “Porque no a ángeles sometió
Él el orbe de la tierra venidero de que estamos hablando. Mas alguien testificó
en cierto lugar diciendo: “¿Que es el hombre para que te acuerdes de él, o el
hijo del hombre para que lo visites? Lo rebajaste un momento por debajo de
los ángeles; lo coronaste de gloria y honor, y lo pusiste sobre las obras de
tus manos; todo sujetaste bajo sus pies.” Porque al someter a Él todas las
cosas, nada dejó que no le hubiera sometido. Al presente, empero, no vemos
todavía sujetas a Él todas las cosas; pero sí vemos a Aquel que fue hecho
un momento menor que los ángeles: a Jesús, coronado de gloria y honor, a causa
de la pasión de su muerte, para que por la gracia de Dios padeciese la muerte
por todos”.
Es
decir, le están sometidas todas las cosas y no le están sometidas todas las
cosas, bajo diversos aspectos.
Basta
abrir los ojos para ver que casi nadie está hoy en día sometido a Jesús ni a su
ley.
Instabis:
Si
nadie está sometido ahora, a fortiori,
mucho menos lo estará bajo el tiempo del Anticristo, cuando, según la
interpretación del artículo, el Cordero ya va a estar de pie.
Respuesta:
Rara vez obra Dios instantáneamente.
De hecho, en el mismo Apocalipsis vemos los juicios sucederse poco a poco y uno a uno: Sellos, Trompetas, Truenos, Copas, destrucción de
Babilonia, Harmagedón, Juicio de las Naciones, encierro de Satanás[3].
En
una palabra, el día del Señor ha
de comenzar cuando el Cordero tenga en sus manos el Testamento que lo hace
heredero de todo y recién entonces tendrá lugar el castigo efectivo a sus
enemigos, castigo que no será en un único acto sino por medio de diversas
intervenciones divinas.
3 Objeción:
En I
Cor. XV, 25 leemos:
“Es necesario que Él reine “hasta que ponga a todos
los enemigos bajo sus pies”.
Es
decir, Jesús ya está reinando en este momento, con lo cual el “hasta” se
interpreta tal como lo indica la opinión de los autores citados más arriba.
Respuesta:
La
objeción parte de un falso supuesto, porque en realidad ese pasaje se
refiere al reino de facto durante el
Milenio como se ve claramente en los versículos que preceden (23-24) cuando
se habla de la resurrección primera:
“Pero cada uno por su orden: como primicia
Cristo; luego los de Cristo en su Parusía; después el fin…”.
Y
lo confirman los versículos que siguen (26-28):
“El último enemigo destruido será la muerte.
Porque “todas las cosas las sometió bajo sus pies”. Mas cuando dice que
todas las cosas están sometidas, claro es que queda exceptuado Aquél que se las
sometió todas a Él. Y cuando le hayan sido sometidas todas las cosas,
entonces el mismo Hijo también se someterá al que le sometió todas las cosas,
para que Dios sea todo en todo”.
Este
último enemigo destruido es la “primera
muerte” o hades y que será aniquilado tras la resurrección final, después de lo
cual el Hijo entregará todo al Padre.
[3] “El Príncipe de este mundo ya está juzgado”, dijo
el Verbo eterno (Jn. XVI, 11), y sin embargo han de pasar unos 2000 años hasta
que sea ejecutada la sentencia, tal
como vemos al comienzo del cap. XX del Apocalipsis.