4) Finalmente,
nos están quedando dos casos que presentan una cierta dificultad:
I) Apoc. XX, 13: “Y dio el mar los muertos, los (que
están) en él y la Muerte y el Hades dieron los muertos, los (que están) en ellos y fueron juzgados
cada uno según sus obras”.
Puesto que estamos en el juicio final, bien
puede ser que el mar tenga aquí un
significado diferente del que venimos hablando; sin embargo, estas son las
razones a favor de seguir manteniendo la identidad del mar con el Éufrates:
La Muerte y el Hades (la primera muerte y,
además, el último enemigo en ser vencido) dan sus muertos. Estos son todos los
condenados que van a resucitar para ser enviados, en cuerpo y alma, al lago de
fuego y azufre.
Pregunta: ¿será que, así como el Abismo ha de ser, durante el Milenio, una prisión
para Satanás (Apoc. XX, 1-3), Babilonia lo será para los demonios (¿Apoc. XVIII, 2?) y el mar
(el Éufrates) lo será para algunas almas
particulares?
Si es así, ¿quiénes son? ¿Serán los “habitantes
de la tierra”, es decir los que adoraron a la Bestia con culto de latría y que
morirán tras la destrucción de Babilonia, o se trata más bien los que lucharon
contra el Verbo en la batalla del Harmagedón?
Lo que sí parece estar claro en XX, 12-13 es
que hay tres clases de “muertos”.
a) Los que están de pie ante el trono. Estos serían salvos[1].
b) Los que da el Mar.
c) Los que da la Muerte y el Hades.
II) Apoc. XXI, 1: “Y vi cielo nuevo y
tierra nueva; en efecto, el primer cielo y la primera tierra se fueron y el mar no es ya”.
De nuevo caben las dos posibilidades: o el mar
son las aguas que rodean los continentes o es el Éufrates.
Para el primer
caso, están a su favor los siguientes argumentos:
a) Allo:
“Swete nota con mucha delicadeza que, para Juan, el exiliado de Patmos,
el mar es “lo que separa”.
Y si, durante el Milenio, como nota agudamente
Lacunza, los continentes volverán a unirse, entonces se entiende que no exista
más el mar.
b) También cabe la posibilidad que trae Alápide quien dice que, así como el cielo y la tierra pasarán,
mudando sus cualidades, lo mismo sucede aquí con el mar: sus propiedades serán diferentes a las actuales.
c) El mar es nombrado aquí junto con el cielo y la tierra, que son lo que
comúnmente se entiende. Ergo.
Sin embargo, el Mar como identificación del Éufrates puede también defenderse por
un pasaje que parece paralelo:
Apoc. XVIII, 21: Y alzó un ángel fuerte una piedra como un molino grande, y (la) arrojó al mar, diciendo: “Así con
ímpetu será arrojada Babilonia, la
gran ciudad y no será hallada ya”.
Con lo cual, así como Babilonia no será hallada
más, lo mismo pasaría con el Éufrates (mar).
Con todo, nos parece más convincente la primera
solución.
Y hasta aquí llega nuestro repaso por estos
lugares del que habla una y otra vez el Apocalipsis.
Vale!
[1] Joüon, L'Evangile de Notre-Seigneur
Jésus-Christ, 1930.
Lc. v. 36:
“σταθῆναι ἔμπροσθεν”, literalmente “estar de pie ante” es aquí un
hebraísmo que significa “mantenerse”. Prácticamente significa no sucumbir, no
ser condenado, puesto que el Hijo del Hombre viene para juzgar. Puede verse
Sal. V, 6:
“Los insensatos no se mantendrán ante Ti”.
A este pasaje parece aludir el Sal. I, 5:
“Por eso en
el juicio no estarán en pie los malvados, ni los pecadores en la reunión de
los justos”.