4) Pasemos finalmente al sentido que nos parece
el más importante: la tierra como sinónimo de Babilonia.
Antes
que nada, notemos que el mismo Apocalipsis caracteriza bien a los habitantes de la tierra:
a) Este grupo presenta dos rasgos bien marcados: sus
nombres no están escritos en el libro de la Vida y adorarán a la Bestia
con culto de latría, recibiendo como marca, el nombre de la Bestia (Ver AQUI)[1].
Apoc. XIII, 8:
“Y lo adorarán (a la Bestia) todos los
que habitan sobre la tierra; de los cuales no está escrito el nombre en el
libro de la vida del Cordero (del degollado) desde la fundación del mundo…”.
b) Los
habitantes de la tierra son los que dan muerte a los Mártires del quinto
Sello.
Apoc. VI, 10: “Y
clamaron con voz grande diciendo: “¿Hasta cuándo Soberano, santo y
verdadero, no juzgas y (¿esto es?)
vengas nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”.
c) Sobre la tierra se habían desatado los Sellos
dos a cuatro, lo cual explicaría la matanza que realizan sobre los Mártires
del quinto Sello:
Apoc. VI, 4.8:
“Y salió otro caballo, rojizo, y al sentado sobre
él se le dio quitar la paz de la tierra y que se degüellen unos a otros
y se le dio una cuchilla grande… Y vi y he aquí un caballo verde y el sentado
sobre él, su nombre “la muerte” (peste) y el hades seguía en pos de él. Y
se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con
espada y con hambre y con peste y por medio de las bestias de la tierra…”.
Contra
esto se puede objetar que los Sellos dos a cuatro aparecen en el
Discurso Parusíaco y allí, en lo que correspondería al segundo Sello, Jesús
dijo (Mt. XXIV, 6-7):
“Y habéis de oír guerras y oídas de guerras. ¡Ved
que no os turbéis! En efecto, debe suceder, pero no es todavía el fin. Se
levantará, en efecto, nación contra nación y reino contra reino”.
Donde
vemos que la tierra no es Babilonia sino todo el mundo o al menos muchos
países.
La
objeción tiene su peso y no negamos la verosimilitud de que en este caso no signifique lo que
creemos, pero aun así cabe una respuesta a la objeción: nada impide pensar que
Nuestro Señor habla en general de lo que sucederá en muchos países mientras que
San Juan restringe todos esos fenómenos a un solo lugar.
d) La oración de los Mártires es escuchada y el
castigo se ve en el juicio de las Trompetas:
Apoc. VII, 1-3:
“Después de esto vi cuatro ángeles que estaban
de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, teniendo los cuatro vientos de la
tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre
árbol alguno. Y vi otro ángel subiendo del oriente del sol, teniendo (el) sello del Dios vivo y clamó con voz
grande a los cuatro ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el
mar diciendo: “No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que
hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.
Apoc. VIII, 5-7:
“Y recibió el ángel el incensario y lo llenó del
fuego del altar y (lo) arrojó a la
tierra. Y hubo truenos y voces y relámpagos y un terremoto. Y los siete
ángeles, los que tienen las siete trompetas se prepararon para trompetear. Y el
primero trompeteó y hubo granizo y fuego mezclados con sangre y fue arrojado
a la tierra y la tercera parte de la tierra fue incendiada y la tercera
parte de los árboles fue incendiada y toda hierba verde fue incendiada”.
Pero no sólo las primeras cuatro Trompetas están
relacionadas con Babilonia, sino también las últimas tres como se ve por
las siguientes citas[2]:
Apoc. VIII, 13:
“Y vi y oí un águila volando en medio del cielo,
diciendo con voz grande: “Ay, ay, ay de los que habitan sobre la tierra,
a causa de las restantes voces de la trompeta de los tres ángeles, los que van
a trompetear”.
Apoc. IX, 1-4:
“Y el quinto ángel trompeteó y
vi una estrella del cielo caída a la tierra y se le dio la llave del
pozo del abismo. Y abrió el pozo del
abismo y subió humo del pozo como humo de un horno grande y se obscureció el
sol y el aire a causa del humo del pozo. Y del humo salieron langostas a la
tierra y se les dio poder como poder tienen los escorpiones de la tierra. Y se
les dijo que no dañasen la hierba de la tierra, ni nada verde, ni ningún
árbol, sino a los hombres, los que no tienen el sello, el de Dios, en las
frentes”.
A
la cual se le debe agregar que en la sexta Trompeta vemos que es muerto un tercio
de los hombres, es decir, de “los
habitantes de la tierra” (VIII, 13) y donde se dice de los que quedaron
vivos:
Apoc. IX, 20-21: “Y
los restantes de los hombres, los que no fueron muertos con las plagas
estas, no se arrepintieron de las obras de sus manos, para no adorar a los
demonios y los ídolos, los de oro y los de plata y los de bronce y los de
piedra y los de madera, los cuales ni ver pueden, ni oír, ni caminar. Y no se
arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación,
ni de sus hurtos”.
Cosa
casi imposible de aplicar a toda la
humanidad.
[1] La cuestión no es tan simple, pues si comparamos
Apoc. XVIII, 1-3: “Después de esto vi otro ángel descendiendo del cielo, teniendo
autoridad grande y la tierra se iluminó con su gloria. Y clamó con fuerte voz, diciendo: “Ha caído, ha
caído Babilonia la grande y se hizo habitación de demonios y prisión de todo
espíritu impuro y prisión de toda ave impura y odiada. Porque del
vino del furor de su fornicación bebieron
todas las naciones y (¿esto es?)
los reyes de la tierra con ella fornicaron y los mercaderes de la tierra con el
poder de su lujo se enriquecieron”.
Con
Apoc. XVII, 2.5: “Con la cual fornicaron los reyes de la tierra y se embriagaron los que habitan la tierra, con el vino de su
fornicación”… Y sobre su frente un nombre escrito, un misterio: “Babilonia la
grande, la madre de las fornicaciones y de las abominaciones de la tierra”… La
Bestia que has visto, era y no es y va a subir del abismo y a perdición ir; y
se maravillarán los que habitan sobre la tierra (de los que no está escrito el
nombre en el libro de la vida, desde la fundación del mundo), viendo la Bestia,
que era y no es y estará presente”.
Parecería inferirse
que, puesto que todas las naciones
beben del vino de su fornicación, los habitantes de la tierra que se embriagan
serían habitantes de todo el orbe, pero las razones dadas más arriba nos
inclinan más por la opción dada en el cuerpo del artículo.
[2] De aquí que la objeción tomada de XX,
8 que habla de los cuatro ángulos de la tierra como sinónimo de todo el orbe no se puede aplicar a este caso.
Por
lo demás, que los cuatro vientos caen
sobre Babilonia parece estar insinuado por N. Señor en Mt. VII, 24-27 y conc.:
“Así pues, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica,
se asemejará a un varón sensato que ha edificado su casa sobre la roca: Las
lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron
contra aquella casa, pero ella no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Y
todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, se asemejará a
un varón insensato que ha edificado su casa sobre la arena: Las lluvias
cayeron, los torrentes vinieron, los
vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, y cayó, y su ruina fue
grande”.
Que
aquí se hable de Babilonia parece se puede desprender del análisis de los
términos, algunos de los cuales se vuelven a encontrar en el Apocalipsis, pero
sobre esto tendremos que volver más a propósito en otra oportunidad.