Hasta aquí el testimonio de los teólogos. Para
terminar es muy interesante observar esta verdad reflejada en el simbolismo
de la fracción de la hostia.[1]
“Según el rito romano, el pan consagrado
siempre se ha dividido en tres partes: según la práctica actual, a todas
las consume el sacerdote, las dos más grandes juntas y la más pequeña junto con
la preciosa sangre en la cual fue puesta. En los primeros siglos la costumbre
era otra. Como las hostias eran mucho más grandes, cada una de estas partes
estaba subdividida en muchas otras y se empleaban de diversa manera: se
distribuían a los asistentes, eran llevadas a los ausentes[2],
o bien conservadas para el sacrificio siguiente. La participación en la misma
hostia era mirada como una marca excelente y un signo de comunión eclesiástica;
para conservarla o como prueba de la comunión, el Papa y los Obispos enviaban a
otros Obispos e incluso a sacerdotes, pequeñas partes de hostias consagradas; y
los que la recibían las ponían en el cáliz y así las consumían.
El simbolismo de la división de la hostia en tres partes se interpreta
diversamente (…) la más de las veces
(se la relaciona) con su Cuerpo Místico, representado por su cuerpo verdadero,
a saber: la Iglesia Militante, Sufriente y Triunfante. Aquí también se
encuentran divergencias en la interpretación”.[3]
Santo
Tomás, III, q. 83.
Artículo 5: ¿Son oportunas las ceremonias que se hacen en la celebración
de este sacramento?
Objeciones por las
que parece que las ceremonias que se hacen en la celebración de este sacramento
son inoportunas:
8. Las cosas que se
hacen en este sacramento representan la pasión de Cristo. Pero en la pasión de
Cristo su cuerpo fue abierto en los cinco lugares de las llagas. Luego el
cuerpo de Cristo debería fraccionarse en cinco partes, y no en tres.
8. A la octava hay que decir, como dice el
papa Sergio, cuyas palabras se encuentran en Decretis, De Consecr. dist. II can. 22 60:
El cuerpo del Señor puede encontrarse en tres condiciones. La
parte de la hostia introducida en el cáliz significa el cuerpo del
Señor ya resucitado, o sea, el mismo Cristo, la Santísima Virgen y los santos
que estén ya en la gloria con su cuerpo. La parte comida significa
el cuerpo peregrino todavía sobre la tierra, o sea, que los que viven en la tierra
se unen mediante el sacramento, y son triturados por el sufrimiento, como el
pan es masticado por los dientes. La parte que permanece en el altar hasta el
final de la misa significa el cuerpo de Cristo yaciente en el sepulcro, porque
hasta el final de los tiempos los cuerpos de los santos estarán en el sepulcro,
mientras que sus almas estarán en el purgatorio o en el cielo.
Este último rito, sin embargo, de reservar una parte de la hostia hasta el fin
de la misa ya no se observa. No obstante,
permanece el significado de las tres partes. Y algunos lo han expresado
poéticamente diciendo: La hostia se
divide en partes: la mojada designa a los plenamente bienaventurados, la seca a
los vivientes, y la reservada a los sepultados.
Otros, sin embargo, dan la
explicación de que la parte
introducida en el cáliz significa a los que viven en este mundo. La parte
reservada fuera del cáliz significa a los que son plenamente bienaventurados
con su alma y con su cuerpo, y la parte comida significa a los demás”.[4]
Después de lo expuesto hasta aquí, creemos que se
entienden mejor aquellas bellas palabras de las Escrituras:
“Si escucháis atentamente mi voz y guardáis mi
pacto, seréis mi pueblo entre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra;
más vosotros seréis para mí un
reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex. XIX, 5-6).
“Seréis llamados
sacerdotes de Yahveh; se dirá que sois ministros de nuestro Dios” (Is. LXI, 6).
“Ofreceos de
vuestra parte como piedras vivientes, con que se edifique una casa espiritual
para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer víctimas espirituales aceptas a Dios
por mediación de Jesucristo. Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa” (I Ped. II, 5.9).
“Al que nos ama y nos rescató de nuestros
pecados con su sangre, e hizo de
nosotros un reino, sacerdotes para el Dios y Padre suyo, a Él la
gloria y el poderío por los siglos de los siglos, Amén (…) Y los hiciste para nuestro Dios reyes y
sacerdotes, y reinarán sobre la tierra. Sobre estos no tiene poder
la segunda muerte, sino que serán
sacerdotes de Dios y de Cristo (Apoc. I, 5-6; V, 10; XX, 6)”.
Todo lo cual es resumido
admirablemente por el autor de la Imitación:
“Cuando el
sacerdote celebra, honra a Dios, alegra a los ángeles, edifica a la Iglesia,
ayuda a los vivos y da reposo a los difuntos y hácese partícipe de todos los
bienes”[5].
[1] Gihr, tomo 2 pag. 381 s.
[2] “El
sacerdote rompe la hostia del lado derecho según el ordo a fin de
designar la herida derecha del Señor. Luego divide la parte mayor en dos, a fin
de poder tener tres porciones del cuerpo de Nuestro Señor. Pues debe
meter una, haciendo una cruz, en el cáliz, mientras dice “Pax Domini…” para
designar la unión del cuerpo y el alma en la resurrección de Cristo. A la otra,
la consume el sacerdote obligatoriamente antes de consumir el cáliz según el
mandato del Señor. La tercera se reserva para el resto de
los comunicantes o para los enfermos”. (Microl. Cap. XVII).
“El diácono ofrece la patena al sacerdote, en la cual el sacerdote divide el cuerpo de Cristo en tres,
una de las cuales mete en el cáliz mientras dice en alta voz Pax Domini, e
inmediatamente agrega en secreto “fiat commixtio corporis et sanguinis Domini nobis
accipientibus in vitam aeternam”. La otra la consume el
sacerdote junto con el diácono y el subdiácono. La tercera
resérvese, si es necesario, como viático hasta el fin de la Misa… y si no hace
falta, entonces que la consuma el sacerdote o uno de los ministros.” Joan.
Abrincens. “De Off. eccles.”
[3] Clichtov, Elucid. Eccles., l. III, n. 69; Sylvius, in III S. Thomae quaest. LXXXIII, art. 5.
[4] Cfr. también
la respuesta ad 7.
[5] Libro IV, cap. V.