Según los escribas babilónicos, “Después del Diluvio
la realeza descendió del cielo, y el reino se estableció en Kis” – que es el
bíblico Cus—; y agregan una lista imposible de “23 reyes en 24.510 años, 3
meses y 3 días y medio” (Prisma de Oxford, W.B. 444), esto es 245 siglos
corridos antes de la 1 dinastía de Uruk, fundada por Enmekar. El Diluvio, según
esta tradición, habría tenido lugar cerca de 30.000 años ha, en sorprendente
conformidad con los datos de la ciencia prehistórica.
La “Antigua Crónica” egipcia pone aquí a “Cronos y
otros 12 dioses en 3.984 años”, que con los años de otros tres dioses
anteriores Eusebio redondea en 13.900. El Africano que expresa el nombre y los
años de cada uno de los 16 dioses no suma más de 12.843 años[1]. Y
en alas de esta cifra la tradición egipcia, que ignora la línea divisoria del
Diluvio, pretende remontarse con poco más de 20.000 años de antigüedad hasta
los orígenes primeros de las cosas. Creemos que se queda corta.
La ciencia prehistórica ha comenzado ya a llenar y
esmaltar esa serie de siglos sin historia, que se abre después del Diluvio,
buceando en ese vacío histórico-cronológico, en que la humanidad se levanta más
briosa después de la universal catástrofe. ¿Cuántos siglos transcurrieron así?
Investigad, recoged datos, calculad. La Biblia no tiene más que una palabra
que deciros: Cainán. Ahí tenéis al Cainán posdiluviano, despojado de su
atuendo cronológico por la crítica; ponedle vosotros el que más os cuadre.
Si Cainán II cubre un lapso de tiempo de más de
20.000 años en la etapa posdiluviana, Cainán I en cambio, ampara un lapso muy
breve en la prediluviana, por manera que apenas rompe la continuidad entre los
dos grupos de patriarcas, cuyos nombres integran la genealogía de Adán a Noé.
Hay, en efecto, una empresa común de profetismo, llevada a cabo por patriarcas
de una y otra banda, a comenzar desde Enós, “primero que empezó a clamar en
nombre de Yavé” (Gen. IV, 26), contra la corrupción de costumbres, hasta Noé, octavum justitiae praeconem (II Pet. II,
5), en decir de S. Pedro[2].
Esos ocho pregoneros son sin género de duda los ocho
postreros patriarcas prediluvianos, es a saber: Enós, Cainán (o quien
por él), Malaleel, Jared, Henóc, Matuselah, Lamec y Noé. No podemos compartir
la opinión de Hummelauer (in loco),
que siguiendo la cronología artificiosa del texto samaritano, hace perecer en
el Diluvio, como a impíos, a tres de los antepasados de Noé, que son Jared,
Matuselah y Lamec.
Relativa a este período tenemos la lista de los 10
reyes caldeos primitivos de Beroso, confirmada hoy sustancialmente por dos documentos
cuneiformes, el ya citado prisma de Oxford (W. B. 444) y otro documento
paralelo (W. B. 62), cuya presentación puede verse en “Rev. Bibl.” 1924, pág.
534 ss[3].
Desde
muy antiguo se ha visto en esos 10 reyes caldeos la reproducción Babilónica de
la tradición bíblica sobre los diez patriarcas prediluvianos.
De los tres documentos, que además del nombre de los
reyes dan el tiempo y lugar en que reinó cada uno, el más correcto parece el
prisma de Oxford, aunque mutilado. Su paralelo, en lugar de Enmeengalanna
(Amegalaro) que omite, entrevera dos reyes de Larsa, que parecen una mera
réplica de Alagar (Alaparo) y Enmeenluanna (Amelón).
Pero lo más importante del caso es que ambos
documentos cuneiformes, con ser independientes, ignoran el cuarto rey de
Beroso, por nombre Ammenon o Amenón, con 12 saros, que sería en realidad mera
réplica del anterior, Amelón con 13 saros. Los documentos cuneiformes en
efecto, no conocen ahí más que un Enmeenluanna (Amelón) con 12 saros según el
Prisma, y seis según su paralelo.
No
habrá escapado a la perspicacia de mis oyentes, que ese cuarto rey de Beroso,
inexistente, corresponde cabalmente a nuestro Cainán I, cuya función no sería
personal sino representativa, y en el caso además destinada a cubrir un lapso
de tiempo nada largo, cosas todas que por su escaso relieve
histórico-cronológico no hubieron de dejar vestigio cierto en la tradición
babilónica.
La
interpretación nos parece obvia y objetiva. No hay aquí manipulación ninguna.
El hecho es que Amenón con 12 saros parece bien parecido una réplica de Amelón
con 13. Los documentos cuneiformes no dan aquí más que un Enmeenluanna con 12
(o seis), el cual conviene con Amelón en el nombre y el lugar que ocupa en la
lista, y con Amenón en la cifra. Y, en consecuencia, son nueve y no diez, los
reyes primitivos de la tradición babilónica, como son nueve y no diez, los
Pitris Brahmadikas, o primeros padres de la tradición india, y nueve y no diez,
son también los Patriarcas prediluvianos de la tradición biblia, en el supuesto
de la función representativa de Cainán, que venimos propugnando, lo mismo en la
primera tabla que en la segunda.
Damos a continuación la lista de los reyes
prediluvianos según el Prisma, con indicación del tiempo y lugar en que
vivieron, expresado aquel en saros y neros, y poniendo entre paréntesis las
variantes de los otros textos.
1. Alulim (Atoro 10) 8 (18, 4) en Eridu
2. Alabar (Alaparo 3) 10 (20) » »
3. Enmeenluanna (Amelón 13) 12 (6) » Badtibira
4. -------------------- (Ammenon 12) --- (dos reyes en Larsa)
5. Enmeenluanna (Amegalaro 18) 8 (—) en Badtibira
6. Dumuzi, el pastor (Daos 10) 10 (8) » »
7. Sibzianna (Amempsino
10) 8 (10) » Larak
8. Enmeenduranna (Evedorankho 18) 5,5 (20) » Sippar
9. Ubaradudu (Otiartes 8) 5,1 (8) » Suruppak
10. [Siudzuddu (Xisuthro 18) 10 (10) » »].
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Reyes 9 o 10 en saros y neros (120)
76,6 (100,4 + los de Larsa).
La última línea que faltaba en el Prisma, la hemos
suplido con el documento paralelo. Este documento pone además a Enmeenluanna
después de Dumuzi y en lugar del Ammenon de Beroso y de Enmeengalanna que omite,
pone dos reyes de Larsa, cuyos nombres están mal conservados, y que a juzgar
por el silencio de los otros dos documentos y de los años de reinado, que son
20 y 6, respectivamente, parecen mera réplica de los dos anteriores. En Beroso,
además del nombre replicado Ammenon, es de notar que los nombres de Amempsino y
Evedorankho estaban invertidos. Cuanto al lugar en que reinaron, el documento
paralelo en vez de Eridu pone su equivalente Subaru, y Beroso pone a Aloro en
Babilonia y a Alaparo y Evedorankho en Pautibibla (Badtibira).
***
Como conclusión de esta primera parte bien podemos
afirmar que todo tiende a hacer de Cainán un personaje con función meramente
representativa y genealógica, sin la función cronológica que acompaña a los
demás.
Eso
sugiere el nombré de Cainán, único que se repite en ambas tablas genealógicas.
Eso el orden que en ellos tiene, el mismo relativamente en ambas, que es el
tercero después de Adán y de Noé. Eso principalmente el atuendo cronológico que
tiene de prestado, tomándolo del siguiente en la segunda tabla, y con toda
verosimilitud también en la primera. Eso, en fin, el hecho de que lo mismo en
la tradición india que en la babilónica son nueve y no diez los primeros padres
de la humanidad.
Y
si esto es así, como parece, tenemos resuelto de un plumazo el problema
cronológico de las genealogías genesíacas.
Suponed que en efecto Cainán rompe con un hiato
indefinido la serie cronológica, aneja a la genealogía de los Setitas, y ya
podéis tomar las cifras cronológicas, relativas a los demás patriarcas, en su
sentido obvio y natural, sin que la ciencia de la prehistoria, por más siglos
de vida que dé a la humanidad en lo pasado, tenga nada que oponer en firme a la
cronología bíblica.
Si hay alguna discrepancia entre los textos, llévese
la cuestión el jurado de la crítica, como se hace con tantos otros pasajes, y
asunto concluido.
Si parece tal vez exagerado el número de los años
que le sale a cada patriarca, discútese en buena hora sobre el alcance que
daban al año los hombres primitivos, mas no se niegue o desdeñe la verdad de
las cifras, cuando son críticamente irreprensibles. El hecho de que los años de
Henoc queden reducidos a solos 365, que son la mitad de lo normal, da gran
verosimilitud a las cifras de los demás, que no fueron, como él, arrebatados
antes de tiempo de entre los mortales.
Por
lo demás, ¿habéis pensado alguna vez, si la longevidad de los antiguos
patriarcas no sería tal vez efecto de la virtud rejuvenecedora del fruto del
árbol de la vida? Dicen los teólogos que era una virtud física, y
consiguientemente transmisible de padres a hijos, aunque siempre limitada, y
así hubo de acabar por esfumarse[4].
[1] Para estas y otras referencias semejantes véase Budge, (A History of Egypt), que al principio de
su obra recoge los varios extractos de la historia egipcia por Manethon, según
el Africano, Eusebio de Cesarea, la Antigua Crónica, el libro Sothis, etc.
[2] Nota del Blog:
¡Bellísima – y facilísima- explicación de un pasaje bastante controvertido!
¡Ojalá hubiéramos tenido un comentario de Ramos García al Génesis!
[3] Para los extractos de Beroso, junto con los de Manethon, véase el Chron.
Armen. de Eusebio, ed. Aucher, 1818.
[4] Nota del Blog: Interesante
observación. También es posible la opinión de Lacunza, que coincide con algunos
científicos modernos, que dice que el cambio lo generaron “los nuevos cielos y
nueva tierra” que hubo después del diluvio.