Al publicar el interesante Artículo
que el P. Joüon le dedica a analizar la identidad de los siete Espíritus
del I capítulo del Apocalipsis, nos olvidamos de transcribir en nuestra nota
una de las referencias que dimos y que confirmaría la tesis del ilustre jesuita
francés.
En su comentario nos ilustraba:
“Los siete espíritus se caracterizan porque
“están ante el trono” de Dios. Es una abreviación de la locución οἳ ἐνώπιον τοῦ
Θεοῦ ἑστήκασιν “los que están de pie ante Dios”, la cual es empleada en VIII, 2
hablando de los siete ángeles. Pero, “estar de pie ante alguien”
es una locución hebrea ('amad lifné), que sugiere la idea de servicio y
que puede incluso conducir a “servir a alguien, estar al servicio de alguien”.
Para luego terminar con estas palabras:
“Los siete espíritus serían, pues, los
λειτουργικὰ πνεύματα (espíritus servidores, Heb. I, 14), sin
dudas del orden más elevado. Son siete como las Iglesias de Asia. Además,
no es temerario pensar que su rol es el de llevar a las siete Iglesias “la
gracia y la paz” que Dios se dignará acordarles”.
Pero he aquí que, en otra parte del mismo
Apocalipsis, san Juan relaciona directamente “estar ante el trono de Dios” con
el “servicio”.
En VII, 13-15 dice:
“Y se dirigió uno de los Ancianos, diciéndome:
“Estos, los vestidos de túnicas, las blancas, ¿quiénes son y de dónde han
venido?”. Y le dije: “Señor mío, tú sabes”. Y me dijo: “Estos son los que
vienen de la tribulación, la grande; y lavaron sus túnicas y las blanquearon en
la sangre del Cordero”. A causa de esto, están ante el trono de Dios y le
sirven día y noche en su santuario y el sentado sobre el trono tenderá su
tabernáculo sobre ellos”.
Las palabras finales son un eco de lo que se verá
hacia el final del mismo Apocalipsis:
XXII, 3: “Y ninguna
maldición habrá más y el trono de Dios y del Cordero en ella estará, y
sus siervos (de Dios) lo servirán”.
Ver Apoc. XIX, 5.
Todo parecería indicar, pues, que estos siete
espíritus no pueden ser más que los siete arcángeles llamados a “asistir
delante del Señor” (Tob. XII, 15).
Vale!