Lo que acabamos de decir parece corroborarse por el contraste
bien marcado entre Cristo y el Anticristo que los autores advierten a lo
largo de todos estos versículos.
Knabenbauer:
“Lo otro que deberá venir antes de la venida
del Señor, se declara en la aparición del anticristo (el apóstol no usa esta
palabra): y se revelare, ἀποκαλυφθῇ,
lo mismo en los vv. 6.8 con la misma palabra se lo opone a Cristo, que
igualmente se revelará, de la misma manera se habla de su venida, παρουσία como
de la de Cristo; tanto con estas palabras como con la descripción e índole
misma nos lo pone ante los ojos verdaderamente como anticristo”.
Buzy:
“El adversario, ὁ ἀντικείμενος,
participio regularmente empleado como substantivo, (Lc. XIII, 17; Fil. I,
28; I Tim. V, 14) es, con el sustantivo el
anticristo, que San Juan será el primero en usar (I Jn. II, 18.22; IV,
3; II Jn. 7), el calificativo más expresivo para designar el rol de aquel
que viene a oponerse a Cristo, prodigios contra prodigios, parusía contra
parusía, muchedumbre de engañados contra grupo de fieles”.
Biblia
de Jerusalén:
“El impío se revela, 6.8, en contra de la
Revelación del Señor, I, 7; I Cor. I, 7, al igual que su parusía, v. 9, se
dirige en contra de la del Señor, v. 8. El Anti-Dios deviene el Anti-Cristo”.
Buzy:
“Otra constatación de dos en uno: lo anulará por la manifestación de su parusía, el
cual se confunde con el soplo de su boca; lo anulará, καταργήσει (35
veces en San Pablo), como el sol pone en fuga las tinieblas, como dice el
Crisóstomo. Parusía contra parusía, es la verdadera, la resplandeciente, τῇ ἐπιφανείᾳ,
que la supera sobre la falsamente prestigiosa”.
Rigaux:
“Al oponer la revelación de Cristo a la del
impío, (San Pablo) opone tácitamente la fuerza, los signos y los
prodigios de Cristo a los del impío; pone en antítesis la verdad de Cristo y la
mentira, la seducción y el mal del impío”.
Rouiller:
“Después del origen y los actos de propaganda
mentirosa he aquí los “hijos de perdición” (el v. 3 es así desarrollado). Se
diría que San Pablo endurece con gusto el paralelismo de las dos “vías” y
que no puede describir a los que se pierden más que en forma negativa, como
siendo aquellos que no acogieron la verdad[1].
Rouiller:
“Después de este sombrío tablero – Satán,
sus discípulos, su triste fin- S. Pablo vuelve con júbilo a los creyentes de
Tesalónica bajo forma de acción de gracias y exhortación. Todos los temas de
los vv. 1-3a se reencuentran, pero enriquecidos. A la perdición se le opone la
salvación; a la injusticia responde la santidad, obra del Espíritu de Dios; a
la falta de amor a la verdad corresponde la fe en la verdad”.
Padovani:
“El nexo de este versículo y del que sigue
con los precedentes es la oposición que Pablo establece entre aquellos que han
de perecer, que serán seducidos por el Anticristo (en cuanto no creyeron a la verdad, sino que consintieron en la iniquidad), y los
neófitos tesalonicenses, que (si estuvieran vivos al tiempo del Anticristo)
serán conservados inmunes de esa seducción (en cuanto fueron elegidos y llamados a la salvación y a la santificación y a la
verdad por Dios). Esta oposición se hace en forma de acción de gracias,
al tratarse de los más grandes beneficios de Dios”.
Rigaux:
“El Ἡμεῖς δὲ (v. 13, más nosotros) al comienzo de la
perícopa, es enfática. Introduce un contraste entre la suerte de los
incrédulos, de los impíos de los que había hablado en los vv. 8-12[2],
y la elección de los Tesalonicenses. Pablo ha descrito la suerte desdichada de
los unos. Ahora, bajo forma de una conclusión, va a agradecer a Dios por la
suerte de los creyentes, los hermanos amados del Señor. Los bienes que
tienen de Dios son importantes y numerosos: han sido llamados, objeto de un
decreto divino y eterno, están destinados a la salvación, a la santificación y
a la fe, a la acción del Espíritu y a la recepción de la verdad; en fin, este
primer decreto divino ha tenido su eficacia en su llamado al evangelio que es
el camino de la gloria”.
En otras palabras, entre las numerosas antítesis
de San Pablo podemos descubrir también la venida
de Jesucristo (II Tes. I, 10) y la venida
del Anticristo (II Tes. II, 3)[3].
[1] “El P. de la Potterie (Le péché, c´est la iniquité, Paris 1965, pag. 92) muestra que la impiedad se opone muy precisamente a la
verdad. “La verdad y la iniquidad son las características fundamentales de los
clanes hostiles. Indican dos maneras de ser, la pertenencia a dos mundos”.
[2] Rouiller:
“Los vv. 8-12, globalmente
considerados, marcan un neto progreso sobre los vv. 3-4b con los cuales están en paralelo”.
[3] Profundizar esto nos llevaría muy lejos, pero no
podemos dejar de observar la similitud que todo este pasaje tiene con la Parábola del Buen Pastor, de donde
entresacamos solamente un par de versículos (Jn. X, 10-12):
“El ladrón no viene sino para robar, para degollar,
para destruir. Yo he venido para que tengan vida y vida sobreabundante. Yo soy
el pastor, el Bueno. El buen pastor pone su vida por las ovejas. Mas el
mercenario, el que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, viendo venir al lobo, abandona las ovejas y
huye, y el lobo las arrebata y las dispersa”.