sábado, 30 de mayo de 2015

Algunas Notas a Apocalipsis I, 16

16. Y tenía en su diestra siete estrellas y de su boca salía una espada aguda de dos filos y su aspecto como el sol que brilla en toda su fuerza.


I) y tenía en su mano derecha siete estrellas

Notas lingüísticas:

Zerwick: "ἔχων: teniendo; participio en lugar del verbo finito = tenía; lo mismo dígase de los participios que siguen, donde hay casi siempre una construcción perifrástica".

Bartina: "Un modismo semítico introduce este versículo. El verbo en participio (καὶ ἔχων) equivale a un tiempo finito (…) pero con cierta idea de acción continuada presente".


II) y de su boca salía una espada aguda de dos filos

Comentario:

Espada: cfr. Is. XI, 4; XLIX, 2; Sab. XVIII, 15; Ef. VI, 17; Heb. IV, 12; Apoc. II, 16; XIX, 15.21.

Apoc. XIX, 15: "Y de su boca sale una espada aguda, para que hiera con ella a las naciones. Y Él las regirá con cetro de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso".

II Tes. II, 8: “Y entonces se hará manifiesto el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su Parusía.”

Heb. IV, 12: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y más tajante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta dividir alma de espíritu, coyuntura de tuétanos, y discierne entre los afectos del corazón y los pensamientos”.

Straubinger: “La espada de dos filos es figura del poder de la Palabra de Dios. La misma imagen se encuentra en XIX, 15 y Heb. IV, 12. Cfr. II Tes. II, 8”.

Fillion: "El nombre griego ῥομφαία (espada) se aplica a la espada larga y pesada de los Tracios; es usada a menudo en este libro (II, 12.16; VI, 8, etc.) y solamente una vez más en el N. Testamento (Lc. II, 35). Nuestro libro menciona también la μάχαιρα, una suerte de espada más corta (Cfr. VI, 4; XIII, 10.14)".

Ῥομφαίᾳ: cfr. I, 16; II, 12.16; VI, 8; XIX, 15.21.

Μάχαιρα: Cfr. VI, 4; XIII, 10.14.

En realidad, parecería que el significado de la espada de dos filos es doble: por un lado la Palabra de Dios y por el otro es figura del castigo de sus enemigos.


III) y su aspecto como el sol que brilla en toda su fuerza

Notas lingüísticas:

Ὄψις (aspecto): Es usado sólo por San Juan en todo el NT. La palabra aparece dos veces más: en Jn. VII, 24 y en XI, 44. En el primer caso significa apariencia y en el segundo rostro.


Comentario:

Esta imagen se asemeja a la de la Transfiguración de Nuestro Señor y a la de los justos:

Mt. XVII, 2: "Y se transfiguró delante de ellos: resplandeció su rostro (πρόσωπον) como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz".

Mt. XIII, 43: "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre".

Y lo mismo el Ángel en X, 1.


Según esto, parecería que había que traducir rostro pero el problema es que San Juan no usa la palabra πρόσωπον en el Apocalipsis con ese sentido.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Pusillus Grex (I de III)

Pusillus Grex

 “Buscad el reino de Dios y estas cosas se os darán por añadidura.
 No temáis, pequeño rebaño, porque plugo
 a vuestro Padre daros el reino” (Lc. XII, 31-32).

II Parte y III Parte


La Gruta de la Leche. Belén.

    Mucho se ha hablado, y se lo hace sobre todo en nuestros días, del pequeño rebaño, cuya aplicación al caos actual es casi un lugar común.

¿Será posible saber de qué grupo de personas está hablando Nuestro Señor? ¿A quiénes se dirigen estas consoladoras palabras?

Creemos que sí, pero es preciso ir por partes.

Antes que nada debemos notar que este grupo tiene como dos características propias: por un lado una relación con el temor y por el otro con la pequeñez.

Tratemos de avanzar en este sentido.


I.- Los Temerosos de Dios en el Nuevo Testamento.

Un breve repaso por los lugares donde este término es usado en el Nuevo Testamento nos convencerá, en primer lugar, que no se trata de judíos sino de gentiles que adoran al verdadero Dios, y por lo tanto de Católicos.

1) Comencemos con los Hechos de los Apóstoles:

A) Hech. X, 2: “Había en Cesarea un varón de nombre Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica. Era piadoso y temeroso de Dios, con toda su casa… ”. Cfr. v. 22.

B) Hech. XIII, 16: “Levantóse entonces Pablo y haciendo señal (de silencio) con la mano, dijo: “varones israelitas y los que teméis a Dios…”.

C) Hech. XIII, 26: “Varones, hermanos, hijos del linaje de Abrahám, y los que entre vosotros sois temerosos de Dios, a vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación…”.

D) Hech. XIII, 43: “Y clausurada la asamblea, muchos de los judíos y de los prosélitos temerosos de Dios siguieron a Pablo y a Bernabé…”.

Cfr. también Hech. X, 35; XVI, 14; XVII, 4.17; XVIII, 7.

Zorell[1] confirma todo esto cuando dice:

"σεβομένοι τὸν Θεόν (temerosos de Dios) (Hech. XVI, 14; XVIII, 7), más breve σεβομένοι (temerosos) (Hech. XIII, 50; XVII, 4.17), una vez σεβομένων προσηλύτων (temerosos prosélitos) (Hech. XIII, 43) se llamaban aquellos gentiles, que seguían los ritos sagrados judíos, sin embargo, sin circuncidarse ni llevar toda la carga de la Ley, sino de suerte tal de adorar al único Dios en lugar de los simulacros, frecuentar las sinagogas, y observar algunas leyes y ceremonias (descanso sabático, comida prohibida o permitida)".

Y en otra parte:

"τοῖς φοβούμενοι αὐτόν (los que le teméis), Lc. I, 50; Hech. X, 35; Apoc. XIV, 7; XV, 4; XIX, 5; en el mismo sentido: τοῖς φοβουμένοις τὸ ὄνομά σου (los que temen tu nombre), Apoc. XI, 18 (…) por el contrario, los impíos se llaman τὸν Θεὸν μὴ φοβούμενος (no teme a Dios), Lc. XVIII, 2.4; XXIII, 40; en particular φοβούμενος τὸν Θεὸν (temerosos de Dios), Hech. X, 2.22; XIII, 16.26 son aquellos que en otra parte son llamados σεβομένοι (τὸν Θεόν)".

domingo, 24 de mayo de 2015

Algunas Notas a Apocalipsis I, 14-15

14. La cabeza de Él y los cabellos eran blancos como lana blanca, como nieve y sus ojos como llama de fuego.


I) La cabeza de Él y los cabellos eran blancos
 como lana blanca, como nieve

Notas Lingüísticas:

Allo: "λευκαὶ, etc. (blancos, etc), cabeza y cabellera, Cfr. Dn. VII, 9 y Henoc XLVI, 1, atributos de Dios".


Comentario:

Allo: "La blancura de su cabeza ("Anciano de días" en Daniel), significa la antigüedad, es decir la preexistencia de la persona de Jesús (…) En otras palabras: Jesús es Dios".

Wikenhauser: "Expresión de altísima dignidad es su aspecto. Cabeza y cabello semejan lana blanquísima (Dn. VII, 9). El color blanco no es símbolo de la eternidad de Cristo sino del esplendor de los seres celestiales, entre los que Él se cuenta".

Idem Gelin.


II) sus ojos como llama de fuego

Notas Lingüísticas:

Allo: "φλὸξ πυρός (llama de fuego): imagen clásica, cfr. Dan. X, 6, descripción de un ángel".


Comentario:

Allo: "Los ojos son "como flama de fuego", es la mirada de la que no se puede huir, la penetración de su ciencia divina que escruta las conciencias y corazones".

Alápide: "Ribera: los ojos de Cristo inflamados significan la ira de Cristo y la venganza contra los perseguidores de los cristianos y otros impíos. Esto se ve en XIX, 12".

Cfr. Apoc. XIX, 12; Dan. X, 6.

jueves, 21 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (XIV de XIV)

CONCLUSIÓN DE LA SEGUNDA PARTE

La presencia de Israel en el reino mesiano nos parece incuestionable por muchísimos vaticinios del Antiguo Testamento y no pocos del Nuevo.
Fijándose demasiado exclusivamente en los del A. T., cargados de promesas para el pueblo de Israel, y los más de ellos de signo babilónico, algunos quisieran verlos ya cumplidos, sin más, a la vuelta del histórico cautiverio. Es la solución histórica.

Pero las expresiones del sagrado texto aparecen casi siempre inadecuadas con la historia de Israel. Por eso ya desde muy antiguo se buscó un sujeto más acomodado para su cumplimiento, que sería la Iglesia, o sea el Israel de Dios (Gal. VI, 16). Es la solución alegórica.

Mas este punto de vista tiene el grave inconveniente de dejar al margen al primero y principal destinatario de tales promesas, que es el Israel carnal, a pesar de sus defecciones y extravíos. En consecuencia, se ha comenzado a pensar que no es tanta la oposición entre el un Israel y el otro, que no se pueden reducir ambos a un común denominador, cual sería el espíritu nuevo que penetró al mosaísmo Esdrino, y que podría ser considerado como un avance del espíritu cristiano. Es la solución homológica.

Pero esta nueva manera de ver no satisface más que las primeras, por la absurda amalgama de conceptos que implica; y así son muchos los que prefieren una solución sincrética, siguiendo una especie de hermenéutica oportunista, con todos los inconvenientes del oportunismo en cualquier orden.

El inconveniente de todas estas soluciones está en que no explican adecuadamente el cumplimiento de las grandes promesas mesianas, es decir la presencia de Israel en el reino mesiano, sujeto y objeto principal de tales profecías. Y en buena lógica, profecía inadecuadamente cumplida en cuanto tal, es profecía incumplida, y profecía incumplida es profecía falsa, a menos que se le dé otra dimensión, en que se cumpla adecuadamente en todas y cada una de sus partes.

lunes, 18 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (XIII de XIV)

10. LOS TESTIGOS DE CRISTO CONTRA EL ANTICRISTO

Tenemos los dos primeros artífices de la restauración escatológica en dos grandes caudillos, el pontífice y el tsémah. Vamos a ver los otros dos, que son dos insignes profetas, Henok y Elías redivivos, según una tradición no despreciable. Aquí no haremos más que resumir lo que en otra parte (La restauración de Israel, en "Est. Bibl.", año 1949, pág. 75-133) dijimos sobre estos dos profetas. Aparecen juntos en su lucha postrera contra el anticristo o bestia rediviva (Ap. XI, 3.7; cf. XIII, 3; XVII, 11) pero debieron aparecer bastante antes, y por lo que a Elías se refiere es cosa cierta, como veremos oportunamente[1].
San Juan, después de decir de ellos que profetizarán vestidos de saco durante los postreros días del último anticristo, añade: "Estos son los dos olivos y los dos candelabros, los que están de pie delante del Señor de la tierra (Ap. XI, 4 = Zac. IV, 14). Serían, pues, dos pacificadores de primer orden, los mensajeros de la paz, en tiempos los más calamitosos, de que nos habla Isaías XXXIII, 7 (cf. Zac. XIII, 7-9).

No vemos la ventaja de ver con Nostradamus[2] (carta a Enrique II) designados en esos dos testigos el Viejo y el Nuevo Testamento, ni tampoco la de sustituir a Henok por Moisés, sin negar por eso el color egipcíaco (cf. Ap. XI, 8) de la gran tribulación del anticristo, la cual habrán de soportar los dos testigos, como Moisés y Aarón hubieron de soportar la del soberbio Faraón.
Nos parece mucho más acertado ver ahí, no una representación del Antiguo y el Nuevo Testamento, sino de la Ley natural y la escrita, ambas dando testimonio de Cristo contra el anticristo. Lo que fué Elías en la Ley mosaica, eso fué Henok en la Ley natural, un celador insuperable de los divinos intereses. De los ocho pregoneros de la justicia, a partir de Enós, quien fué "el que comenzó a clamar en el nombre de Yavé" (Gen. IV, 26), hasta Noé, que hace así el octavo de la serie, y lo consigna San Pedro en su canónica (II Pet. II, 5), Henok es sin disputa el que mayor renombre dejó como profeta.
En el comienzo del libro apócrifo de Henok se nos da un spécimen de la valiente predicación de este profeta, donde se nos advierte expresamente que sus palabras trascienden con mucho los lindes de aquel tiempo: "y no pensaban en aquella generación que ahora está, sino que hablo de la que está lejos" (Hen. I, 2); y de ella recoge San Judas Tadeo en su carta la parte más interesante: “He aquí que ha venido el Señor con las miríadas de sus santos a hacer juicio contra todos y redargüir a todos los impíos de todas las obras inicuas que consintió su impiedad y de todo lo duro que ellos, impíos pecadores, profirieron contra Él” (Jud. 14 s = Hen. I, 9).

viernes, 15 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (XII de XIV)

9. LA GESTA DEL TSÉMAH EN LAS PROFECÍAS

Uno de los personajes de la futura restauración mejor definidos en las profecías, es el tsémah, germen, vástago, retoño o renuevo de la dinastía davídica, presagiado en el Zorobabel histórico y en quien se hará a su tiempo la restauración de esa misma dinastía, y con ella de todo el pueblo de Dios y del sagrado templo, en unas circunstancias sociales, políticas y religiosas, de gravedad extraordinaria, que él con la ayuda del Señor sabrá superar garbosamente. Muerto en lucha desigual por la justicia, le suplanta, según todos los indicios, el último anticristo.

Los términos tsémah, y tsamáh se usan unas cuarenta veces en la Biblia, mitad en los libros proféticos y mitad en los históricos y didácticos. Fuera de los profetas esos vocablos guardan la significación común de "germen" o "germinar", pero en los libros proféticos, salvo dos o tres excepciones (Os., Ez.), siempre se refieren a la obra escatológica de la gran restauración.
Artífice principal de esa obra es el tsémah, personaje ciertamente mesiano, aunque no el Mesías en persona, según lo dicho. Es sólo un vicario o lugarteniente suyo en lo temporal, parejo de su vicario en lo espiritual, prefigurados ambos en el Zorobabel y el Jesús del ciclo babilónico.

Para entender esto de raíz, es de saber que Cristo tiene dos tronos, el uno como sacerdote, que es el de Melquisedec, y el otro como rey, que es el de David su padre. Por su vicario en lo espiritual hace siglos que se sienta en el trono de Melquisedec. Algún día se sentará también en el de David por su lugarteniente en lo temporal, al tiempo de la universal restauración prometida y esperada (Hech. III, 20 s.: cf. I, 6 s.), de que no fué más que un rasguño la restauración histórica.
A ese gran lugarteniente del Cristo en lo temporal, se le dan varios otros nombres en la Escritura. Y sea el primero y principal el de hijo varón (filius masculus) de Ap. XII, 5 ss., quien con la ayuda de San Miguel (cf. Dn. XII = Is. IV), da la batalla al dragón rojo, y salva a su madre la Iglesia del asedio infernal. Este varón del Ap. XII sería el varón (masculus) de Is. LXVI, 7 s., señal de triunfo y bienandanza, que implica en sí la final rehabilitación de Sión (Is. ib.). Ni sería otro aquel misterioso personaje, a quien el Señor llama "el varón (virum) de mi sociedad", a cuya muerte se sigue la dispersión de la grey humana, lo mismo en Zac. XIII, 7 s., que en Ap. XII, 5 ss. (cf. Miq. V, 1 y el discreto simbolismo de Is. XXII, 25).

martes, 12 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (XI de XIV)

7. LOS ARTÍFICES DE LA RESTAURACIÓN

El alcance ulterior de los vaticinios de signo babilónico, al menos por lo que se refiere a la restauración de Israel, es afirmado en términos precisos por Zacarías, cuando hablando al sumo sacerdote Jesús, le dice:

"¡Oye, pues, oh Jesús, Sumo Sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan en tu presencia! pues son varones de presagio; porque he aquí que haré venir a mi Siervo, el Pimpollo” (Zac. III, 8).

Cuantos activamente intervienen en aquella restauración histórica son varones de presagio, viri portendentes. Es la revelación positiva de que aquella restauración, tantas veces anunciada y celebrada por los profetas[1], no es más que un presagio de la verdadera restauración, que tendrá lugar bajo la égida del tsémah (Vulg. "oriens"), o retoño de la dinastía davídica. Esa revelación positiva, normalmente necesaria para dar a conocer la ulterior significación, puesta a veces por Dios en ciertos hechos, aquí se la pudo excusar, pues la letra misma que los vaticina, con su hiperbólica exageración característica estaba indicando suficientemente esa proyección hacia una restauración mucho más gloriosa, que no aquella modestísima (Esd. III, 12; cf. Ag. II, 4; Zac. IV, 10), incapaz de satisfacer a las esperanzas concebidas en la lectura de tales vaticinios, no ya por los judíos carnales, sino aun por espíritus tan selectos como el autor del Eclesiástico (Eccl. XXXVI).

Asegurados en este punto cardinal, vamos a investigar uno por uno los factores de esa ulterior restauración de Israel, presagiada en aquella restauración histórica, discurriendo de los artífices de la una a los artífices de la otra.
Zacarías, I, 18 ss. tiene una visión en que ve aparecer cuatro astas y luego cuatro artesanos. En las cuatro astas — número que implica universalidad — vienen significadas las naciones que aventaron de su tierra a Judá e Israel, o ayudaron a sus aventadores. En los cuatro artesanos vienen significados los artífices de la restauración, que Isaías viera anteriormente, cuando exclama:

sábado, 9 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (X de XIV)

5. LA SOLUCIÓN ESCATOLÓGICA

Casi todos los grandes vaticinios mesianos, por no decir todos, tienen por sujeto a Israel y por objeto final su liberación y restauración definitiva en el nuevo pacto. Luego, so pena de ser falsos, al menos parcialmente, se han de cumplir concretamente en él. Si no se han cumplido, o no se han cumplido de lleno hasta el presente, hay que esperar que se cumplan algún día, como prevé San Pablo en el capítulo XI de la epístola a los Romanos, y ahí es todo[1].

Con eso los vaticinios no se achican, reduciendo las promesas al círculo del pueblo de Israel, pues no excluyen las demás naciones, antes positivamente se incluyen en la participación de los bienes mesianos, con un acrecimiento de bienestar social en todos; "pues si su repudio es reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino vida de entre muertos?" (Rom. XI, 15).
Por eso los dichos vaticinios no dejan de ser mesianos, pues al cumplirse finalmente en Israel, "porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rom. XI, 29), no dejan de cumplirse en Cristo y en su Iglesia, antes entonces se cumplirán en ésta con toda su plenitud, cuando se incorpore a ella Israel, que es el primero y principal destinatario de ellos[2].

Incorporado Israel a la Iglesia, automáticamente ocupará en ella el lugar de preferencia. Es un convidado de primera calidad, que retardó su entrada en el festín, pero una vez entrado en él, se le dará el puesto que le corresponde y que nadie podría disputarle[3].
Este es el punto culminante, que por regla general, el ojo del profeta sorprende el cinerama de la nueva economía, y desde ese punto de vista contempla el panorama de la salud mesiana, es decir, no desde su establecimiento en el mundo, sino desde la entrada de Israel en ella. Entre tanto se le espera. Esa es la actitud del Señor (Os. III; cf. Hebr. X, 13), y ésa ha de ser también la de sus fieles.

miércoles, 6 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (IX de XIV)

3. LA SOLUCIÓN HOMOLÓGICA

Los partidarios de esta solución discurren una manera de continuidad entre el neomosaísmo y el cristianismo. Entienden por neomosaísmo el mosaísmo renovado durante la restauración postbabilónica, informado de un espíritu de piedad más acendrado que nunca, y de una diametral repugnancia a la idolatría, nunca hasta entonces sentida en Israel. Una tal renovación del mosaísmo, con un espíritu nuevo, que constituye ciertamente el alma de aquella restauración, se presenta a la mente de estos exégetas como un avance del cristianismo en el que históricamente habría de culminar, según el orden de la providencia.

Esa providencial ordenación del mosaísmo al cristianismo salvaría la unidad dialéctica del vaticinio en ese espíritu nuevo, que es el meollo de las grandes profecías mesianas, pues depositado como un germen del seno del mosaísmo Esdrino, había de florecer luego en el cristianismo integral, que sería así como su natural culminación. Y ese y no otro sería también aquí el pensamiento de San Pablo, plastificado en la figura del niño y del adulto en I Cor. XIII y Gal. IV.
La verdad es que en I Cor., con la figura del niño y del adulto no quiere plastificar la diferencia del judío al cristiano, sino el diferente grado de desarrollo en la vida misma del cristiano como tal, y así no hay caso. En la epístola a los Gálatas ya quiere con tal figura significar el diferente modo de ser del judío y del cristiano, pero estos diferentes modos de ser, si externamente tienen alguna analogía, lo cual basta para justificar la figura, en realidad son dos modos antitéticos y no homólogos, cual es el del siervo y el del hijo, según este otro texto más explicito de Rom. VIII: "No recibisteis el espíritu de esclavitud, para obrar de nuevo por temor, sino que recibisteis el espíritu de filiación, en virtud del cual clamamos: ¡Abba! (esto es), Padre”. (Rom. VIII, 15). En esa adopción de hijos tenemos, a no dudarlo, el espíritu nuevo de las profecías mesianas, con que se excluye a todas luces el espíritu mosaico en la mente del Apóstol.

La supuesta culminación del mosaísmo en el cristianismo, sin solución de continuidad del uno al otro, es ciertamente contraria al pensamiento de San Pablo, así como al de San Juan, cuando razona, "porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad han venido por Jesucristo" (Jn. I, 17).
A la verdad, en uno y otro Testamento hay elementos indiferentes y elementos característicos de uno o de otro. Al negar aquí el desarrollo vital del Viejo al Nuevo Testamento, no nos referimos a los elementos comunes o indiferentes, sino a los peculiares y característicos de cada uno, que son cabalmente los que entran en juego en los vaticinios de signo babilónico.

domingo, 3 de mayo de 2015

La Perspectiva Escatológica, por Ramos García (VIII de XIV)

II

LA PRESENCIA DE ISRAEL EN EL REINO MESIANO

La presencia de Israel en las grandes profecías del Antiguo Testamento, como sujeto de las promesas divinas y aun como protagonista de las grandes empresas mesianas, es un hecho a todas luces evidente. Basta abrir, v. gr., cualquier página de Isaías, para ver que Israel llena el pensamiento del profeta, y ha de llenar algún día el mundo entero (cf. Is. XXVII, 6), cuando Jerusalén, antes desolada y desierta, vuelva a ser el centro de atracción e irradiación universales. La exégesis fluctúa al hacer la aplicación y dar la explicación de tales vaticinios[1].


1. LA SOLUCIÓN HISTÓRICA

Leyendo aquellas afirmaciones en los profetas anteriores al cautiverio babilónico, se pudo pensar que tales promesas tuvieron su cumplimiento a la vuelta del dicho cautiverio bajo la égida de Zorobabel y Esdras. Y esa es en el fondo la explicación de ciertos exegetas. Se advierte, es verdad, un gran contraste entre la magnificencia de los vaticinios y la mezquindad de aquella restauración postbabilónica. No hay adecuación perfecta entre la profecía y su cumplimiento histórico, pero eso se debería, según dicen, al modo de expresarse los profetas, de un idealismo y patriotismo a toda prueba. Sin embargo, esta solución no pasa de ser especiosa en tantos casos.
Efectivamente, los autores postexílicos, que eran naturalmente los llamados a aplicar esos vaticinios a su tiempo, proyectan su cumplimiento a un tiempo posterior, como es de ver en la oración del autor del Eclesiástico, donde con alusión perpetua a los profetas anteriores se expresa así en el capítulo XXXVI:

“Renueva los prodigios, y haz nuevas maravillas. Glorifica tu mano, y tu brazo derecho. Despierta la cólera, y derrama la ira. Destruye al adversario, y abate al enemigo. Acelera el tiempo, no te olvides del fin; para que sean celebradas tus maravillas. Devorados sean por el fuego de la ira aquellos que escapan; y hallen su perdición los que tanto maltratan a tu pueblo. Quebranta las cabezas de los príncipes enemigos, los cuales dicen: "No hay otro fuera de nosotros". Reúne todas las tribus de Jacob; para que conozcan que no hay más Dios que Tú, y publiquen tu grandeza, y sean herencia tuya, como lo fueron desde el principio. Apiádate de tu pueblo que lleva tu nombre, y de Israel a quien has tratado como a primogénito tuyo. Apiádate de Jerusalén, ciudad que has santificado, ciudad de tu reposo. Llena a Sion de tus palabras inefables, y a tu pueblo de tu gloria. Declárate a favor de aquellos que desde el principio son creaturas tuyas y verifica las predicciones que anunciaron en tu nombre los antiguos profetas. Remunera a los que esperan en Ti, para que se vea la veracidad de tus profetas; y oye las oraciones de tus siervos, según la bendición que dio Aarón a tu pueblo, y enderézanos por el sendero de la justicia. Sepan los moradores todos de la tierra, que Tú eres el Dios que dispone los siglos”. (Eccli. XXXVI, 6-19).