Nota del Blog: el siguiente artículo está tomado de la Revista de Teología, Año II (1952), num. 6, pag. 11-21. y recibió una respuesta del P. F. Locher en la num. 8, pag. 55-66; réplica extremadamente pobre que, hasta donde sabemos, no mereció un nuevo artículo por parte del docto Monseñor alemán. Para lo único que podría servir la respuesta del P. Locher es para profundizar un poco más algunos aspectos de la parábola, pero en cuanto refutación deja muchísimo que desear y casi nos parece una pérdida de tiempo el publicarla.
Van Rixtel, por su parte, en su hermosa obrita "El Testimonio de nuestra Esperanza", cap. XV, art. 2 párrafo B (pag. 562-564), le dedica un lindo comentario a esta importante parábola, en todo conforme con el de Mons. Straubinger.
II Parte
II Parte
EL SIMBOLISMO DE LA LEVADURA
[UN ESTUDIO EXEGETICO SOBRE MAT. XIII, 33]
I
Todos los
escrituristas, y especialmente los traductores de la Biblia, saben por
experiencia que la terminología
bíblica no siempre coincide con la moderna y que por eso una palabra hebrea o
aramea, y mucho más un giro o modismo oriental, en su traducción verbal puede aparecer con un sentido
distinto del que le daban los autores sagrados.
Sabido es, por ejemplo, que el término sapientia, tan frecuentemente usado en
el Antiguo Testamento, no corresponde a lo que hoy día entendemos por
sabiduría, como tampoco la necedad de
los Libros Sapienciales se deja identificar con el significado profano que
tiene en nuestro diccionario.
Semejante diferencia notamos en las palabras justo y justicia, que rebasan nuestro concepto de justicia y corresponden
más bien al concepto cristiano de santidad. El término bíblico día del Señor es siempre el día del
juicio, y no el Sábado o Domingo; lo cual es de mucha importancia para la
interpretación de Apoc. I, 10[1].
En Mat. IV, 17, el Señor inicia su
predicación pública exhortando a las multitudes a hacer penitencia (poenitentiam
agite) lo que, por lo menos en castellano, no equivale al griego (metanoeite) que quiere decir:
arrepentíos, pues penitencia tiene hoy más bien el sentido de ejercicios
penosos para mortificar el cuerpo.
Basten estos pocos ejemplos para mostrar las
dificultades con que choca la exégesis frente a las palabras modernas que han
perdido su primitivo sentido y no corresponden más al sentido que tienen en la
Biblia.
El mismo
fenómeno aparece en los simbolismos bíblicos. ¡Cuántas veces compara el
Salmista a Yahveh con una roca (cf. Sal. XVII, 3) para caracterizar la
inconmovible fuerza de Dios y el seguro amparo de que gozan aquellos que en El
confían! ¡Y cuán a menudo encontramos, en el Antiguo Testamento la copa como símbolo de la ira de Dios, o
la figura del cuerno, que señala el
poder de Dios o de una persona y la protección de sus clientes!
En el Nuevo Testamento es el Benedictus de Zacarías
el que trae el antiguo concepto de cornu
salutis (Luc. I, 69). Sin embargo, el hombre moderno difícilmente entiende
tal simbolismo. Tampoco le es familiar el giro escudriñar los riñones, tan corriente en la Biblia, o ese otro: quitarle a uno el báculo de Pan.
II
Uno de los simbolismos más conocidos es el de la levadura, que Jesucristo usara en la
parábola de Mat. XIII, 33. Aparentemente hay unanimidad respecto de su
sentido, tanto entre los exégetas antiguos como entre los modernos. Pero ¿no es
posible que en esta misteriosa parábola se encierre un sentido más profundo de
lo que comúnmente se le atribuye? ¿Tal vez un sentido que se funda en el simbolismo
antiguo oriental de la levadura?
Empezamos por las explicaciones que dan a esta
parábola las versiones españolas.
Nácar-Colunga (tercera edición) dice
brevemente: "La parábola del
fermento nos muestra la virtud del
Reino, o sea de la gracia, para transformar el mundo y los hombres que creen".
Bover (Ev. de S. Mateo): "El misterio del Reino de Dios significado por
el fermento en su acción íntima y
potente, invisible y callada en las almas y su poder de transformar y mejorar
la vida humana".
La mujer, que esconde la levadura en el Reino de
Dios es, según Bover, la Santísima
Virgen.
Scío de S. Miguel: "Así como la levadura estando esparcida por toda la masa, poco a poco la
va mudando y convirtiendo en sí misma, del mismo modo la predicación de los Apóstoles y de sus santos sucesores mudó y
convirtió todos los pueblos haciéndoseles semejantes".
Torres-Amat (en la edición preparada
por Ballester Nieto): "La levadura
es la palabra de Dios, la masa son los hombres que la reciben con docilidad;
éstos, gracias a la virtud de esta
levadura, se vuelven otros hombres; eran carnales y se vuelven espirituales".
García Hughes: "La doctrina de la Iglesia,
escondida primeramente en un rincón de Palestina, ha prestado su sabor a todo
el mundo, aún a aquellos mismos que no son católicos".
Straubinger (edición Desclée, Bs.
Aires) trae las explicaciones corrientes a las cuales pone algunos reparos que
estudiaremos más adelante.
Páramo (Torres Amat), Brandscheid-de La Torre, Cipriano de Valera (protestante) no
ponen notas.
Es de notar
que la extraña palabra abscondit (griego enékrypsen)
es traducida literalmente (=escondió) solamente por cuatro de los citados
autores: Scío, De La Torre, Straubinger y Cipriano de Valera. A ellos se agrega
el Evangelio Concordado del Cardenal Goma y Tomas. Los demás atenuaban el
término usando los verbos meter y mezclar. Extraño llamamos el vocablo abscondit porque en realidad nadie lo
usa cuando se trata de meter la levadura en la masa[2].
El hecho de
que tantos y tan excelentes traductores den al verbo abscondit un sentido diferente del que tiene ordinariamente, se explica
probablemente por el hecho de tener presente la explicación tradicional de la
parábola. Tenemos aquí un ejemplo del influjo de la interpretación sobre la
traducción.
Una investigación de las versiones extranjeras
(italianas, francesas, alemanas e inglesas) no cambia el aspecto de la
cuestión. Solamente una inglesa, la de Scofield, se opone en una
nota terminantemente a la interpretación acostumbrada y propone otra, relacionada
con la parábola de la cizaña.
III
Una mirada histórica nos lleva más o menos al mismo
resultado: que las opiniones son muy
diversas en los pormenores, sin embargo casi todas tienden a considerar la
parábola de la levadura como una profecía sobre la fuerza transformadora del
Cristianismo. Según la Catena Aurea, San Crisóstomo hace notar que Cristo no dijo que la mujer "metió la levadura en la masa, sino que la
escondió", y continúa: "De
la misma manera vosotros, después que hubiereis estado sometidos a vuestros
enemigos, triunfaréis de ellos; y así como el fermento se va corrompiendo pero
no se destruye, sino que poco a poco cambia toda la masa de su propia
naturaleza, así sucederá en vuestra predicación".
La Catena
Aurea trae también la explicación de S.
Agustín, quien dice: "El
fermento significa la caridad, porque la caridad estimula y excita el fervor.
La mujer figura la sabiduría". Para S. Jerónimo la mujer representa la predicación apostólica.
San Hilario ve en la mujer a la
Sinagoga y encuentra también una dificultad en el término abscondit. Observa el Santo: "Aun cuando todas las naciones han sido llamadas al Evangelio, no se puede
decir que todas han escondido a Cristo, al contrario, lo han esclarecido"
(Catena Aurea).
También el
Aquinate, en su comentario al Evangelio de S. Mateo, se dió cuenta de la
dificultad de ver en la levadura una imagen de la virtud intrínseca del
Cristianismo, y la soluciona diciendo que la levadura tiene dos sentidos simbólicos,
uno bueno y otro malo. Asimismo Maldonado se refiere a los supuestos dos sentidos
simbólicos de la levadura, pero ni él ni
los otros exégetas citan lugar alguno de los demás libros de la Biblia en que
se toma la levadura como símbolo de una cosa buena.
Podemos, pues, resumir el estado de la cuestión en
estas palabras: la exégesis católica,
prescindiendo de algunas vacilaciones y reparos, prefiere la aplicación de la
parábola a la virtud espiritual del Evangelio y del Reino de Cristo. De ahí que
en la mujer que secretamente (abscondit) mezcla la masa con la
levadura, vean una figura buena. Solamente San Hilario la identifica con la
Sinagoga y en Mat. XVI, 6 el fermento es para él figura de la observancia de la
Ley judía.
[1]
Ver lo que ya dijimos AQUI
sobre este tema.
[2]
Además, este verbo es usado sólamente en
esta parábola en todo el N.T. lo cual confirma la idea de Straubinger de que
debe tener un sentido especial, pues si no Nuestro Señor hubiera usado los
términos “meter”, “mezclar” o algún otro que le dan los autores.