domingo, 28 de diciembre de 2014

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo VIII

CAPITULO OCTAVO

LOS DOS UNGIDOS: JESUCRISTO, EL UNGIDO-PRÍNCIPE,
E ISRAEL, EL UNGIDO EVACUADO.

V. 25: «Desde la salida de una palabra, hasta un Ungido-Príncipe hay siete semanas y sesenta y dos semanas... V. 26: Y después de 62 semanas un Ungido será evacuado...»

¿Quién es el Ungido-Príncipe que cierra las primeras 69 semanas de Daniel?

Saúl, David y los Reyes judíos, fueron «príncipes ungidos». Zorobabel y Josué y los Sumos Pontífices de Israel fueron también, en cierto modo, «príncipes ungidos». Hasta, por excepción, en caso particular, algún Rey no judío, como Ciro, pudo ser «ungido» de Yahvé para cumplir alguna misión providencial en orden al pueblo mesiánico...

Pero, según las Escrituras, el Ungido-Príncipe por antonomasia, el supremo analogado de todos los ungidos-príncipes, el Mesías-Rey por excelencia, aquel que por derecho propio debe ocupar la cumbre de la línea divisoria de los tiempos judíos; aquel, por consiguiente, que a priori debe constar como eje principal en una visión cronológica sobre Jerusalén en marcha hacia la plenitud mesiánica, es uno solo: Cristo-Rey.
El que proclama su Unción y Realeza a la faz del mundo el último día de su vida, que es también el último de la Semana 69[1].
El que preguntado por el Sumo Pontífice Caifás: «¿Eres tú el Cristo (e. e. el Ungido), el Hijo de Dios bendito?», responde, con serena e inmutable palabra: «Tú lo has dicho, yo soy».
El que Pilatos muestra al pueblo diciendo: «¿Queréis que suelte al Rey de los Judíos, a Jesús llamado Cristo (e, e. ungido)?».
El que crucificado entre dos ladrones ostenta a la faz de la tierra, en las tres lenguas civilizadas, su nombre y la causa de su condenación: «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos.»
El que agonizante sufre las burlas de magistrados, sacerdotes y escribas judíos, que le dicen: «Que el Cristo-Rey (Ungido-Príncipe) de Israel descienda ahora de la Cruz para que veamos y creamos».

No hay duda. La 69° semana daniélica se clausura con la proclamación solemne en Jerusalén y Judá de la mesiánica realeza de Jesús de Nazareth, hijo de David. Con la oblación sangrienta del Cristo-Rey crucificado hacia las tres de la tarde del viernes santo en la hora del sacrificio vespertino, expiró la 69° semana de nuestra profecía. Era, como después lo veremos, el 23 de marzo del año 31 a los 483 años de la Misión de Nehemías.

Cristo-Rey es el Ungido-Príncipe. Pero, ¿quién es el Ungido evacuado del que se nos habla inmediatamente después, al principio del versículo 26: «Y después de las 62 semanas será evacuado un Ungido»...?

Los intérpretes en general consideran como algo enigmático e inexplicable la omisión en el texto hebreo del artículo delante de este segundo «ungido».
Sin embargo, para el P. Lagrange y en esto tiene razón, la omisión del artículo indica que la idea aquí encerrada no debe identificarse con la del «Ungido-Príncipe» del versículo anterior... Pero el Padre va demasiado lejos cuando toma pie de ello para confirmarse en su opinión de que el texto habla de dos Ungidos-Príncipes, separados por 62 semanas de años. Ciro allá, Onías III acá. Exégesis descentrada.
Los dos «Ungidos» están tocándose en el acabamiento de la 69 semana. El «Ungido-Príncipe» en la cumbre de su actuación, por el Sacrificio de la Cruz, es hecho Rey glorioso de los siglos. Su anonadamiento y muerte de Cruz le valen de parte de Dios el nombre único, soberano sobre todo nombre. ¡Gloria a Cristo-Rey inmortal!
El otro «Ungido» no es llamado «príncipe». Y lejos de ser ensalzado con el cerrarse de la 69 semana, es «extirpado». Operación divina.

Si la precisión textual y la omisión del artículo no permiten confundir en un mismo personaje estos dos Ungidos, ¿cómo vamos a entender el misterio? ¿Quién puede ser este segundo «Ungido», contemporáneo del primero y en íntima comunión con él, puesto que también es «cristo» de Dios, depositario de la unción divina o gracia mesiánica?
No puede haber más que una sola respuesta a tal pregunta. Pero respuesta clarísima y enteramente satisfactoria.
Este "Ungido" o Mesías evacuado, no es un individuo, y por esta razón también no lleva artículo[2]. Es una persona colectiva. Es el Pueblo-cristo. Es Israel, pueblo «ungido», e. e. pueblo consagrado a Dios, pueblo teocrático, pueblo sacerdotal, pueblo plasmado por Dios para ser el depositario y el órgano de su gracia en el mundo, con su tierra santa, su Ciudad santa, su Templo santo, su Ley santa; su Sacerdocio santo, su Culto santo.

Pero sucedió que en aquel mismo día final de la 69° semana, este Pueblo-Cristo, en vez de reconocer y aclamar a su verdadero Jefe, haciendo escarnio de su realeza, lo llevó al Calvario y lo clavó en Cruz. «Y la sangre de la Víctima recayó sobre la Cabeza y los hijos del Pueblo-Ungido». Y ese Pueblo, antes habitáculo de Dios, quedó como profanado y execrado, réprobo por un tiempo y vacío de la gracia mesiánica, aunque conserva en su ser muerto la marca indeleble de su Consagración. Sacerdote apóstata y secularizado...

"Un Ungido será evacuado». Al expirar Jesús en la Cruz, la reprobación del Pueblo Ungido fué materialmente simbolizada por la rasgadura del velo del Templo: «Y la cortina del Templo se partió por medio de arriba a abajo». Israel perdió todos los bienes divinos que brotaban de su Unción. Quedó rota la Alianza, roto el espiritual matrimonio de Sión con Yahvé. La viña fue arrendada a otros viñadores, nuevos depositarios de la gracia, nuevo Israel espiritual, mientras el Israel según la carne, perdida la sobrenatural presencia que desde el Arca le infundía vida quedó por entonces hecho un desierto lleno de inanimados huesos.
Tal es la riqueza de las substanciales palabras: "un Ungido será evacuado"…

De ahí la dificultad con que tropezaron las antiguas versiones para traducir esas palabras, sin menoscabo del sentido.
En el griego, la persona ungida desaparece y se habla simplemente de unción: χρῖσμα. Lo mismo sucede en la antigua latina, que puso igualmente: Unctio, chrisma. Por el contrario, en la Vulgata, San Jerónimo puso el acento sobre la persona ungida al traducir el hebreo Maschiah por Christus, con el peligro, del que no se libraron ni él, ni San Agustín, ni los exégetas posteriores, de individualizar a este sujeto y de confundirlo, ya con Jesucristo, entendiendo su evacuación de la Muerte de Cruz; ya, según la moderna critica, con- Onías III, el Sumo Sacerdote expulsado y asesinado en tiempos de Antíoco Epífanes.
En suma, las antiguas versiones griega y latina, conservando lo formal del hebreo, orientaron mejor a los SS. Padres anteriores a San Jerónimo hacia la verdadera explicación de este pasaje, como parece reconocerlo el P. Lagrange (art. cit., p. 185), aunque él mismo opta por la opinión de la Crítica independiente.

Pueden verse en Knabenbauer (p. 253) o en el Diccionnaire de Théologie catholique (Art. «Daniel», col. 85), las principales interpretaciones de los Santos Padres. Tertuliano refiere χρῖσμα a la unción real y sacerdotal, porque, perdido el aceite de la unción con la destrucción del Templo, ya no habrá entre los judíos ni reyes ni sacerdotes. Lo mismo dice Orígenes. Para el Pseudo-Cipriano trátase, al parecer, de la ruina del Templo. Para Eusebio, es la muerte de Hircano II el último representante del pontificado legítimo. Para San Juan Crisóstomo parece ser la dignidad del supremo sacerdocio. Policronio e Isidoro de Pelusa entienden la evacuación del fin de la autonomía judaica espiritual y política, etc...
Todas esas interpretaciones encierran partículas de la verdad central aquí profetizada: la reprobación temporal de Israel después del deicidio con el cerrarse sobre el Calvario la 69 semana.
Se comprende, desde luego, por qué la profecía habla de «evacuación» y no usa palabra alguna que directamente signifique "muerte física". Esa locución habría sido impropia. Karath tiene un sentido genérico de evacuar, amputar, extirpar, desgajar que no suena a muerte física. Así lo comprendieron también las antiguas versiones. «La unción será removida», dicen los Setenta; «destruída», pone Teodoción; «exterminada o destruida», aduce la antigua latina.
San Jerónimo, en la Vulgata, desfiguró el verdadero sentido, traduciendo: «occidetur Christus», Cristo será muerto; y obligando: en cierto modo a la posteridad, poco versada en crítica textual, a entender el pasaje de «Cristo crucificado».

La interpretación que sostenemos como única verdadera respeta todos los matices del texto y trae a la memoria las expresiones de San Pablo cuando habla del mismo misterio: «el lanzamiento de los judíos... desgajáronse las ramas... cayeron ellos... Si no permanecieres en la bondad de Dios, Tú también serás arrancado... » (Rom., XI, 15.19.22).






[1] Según nuestra opinión la Semana 69° termina el Domingo de Ramos. Ver AQUI.

[2] Esto no prueba nada. Sabido es que tanto en hebreo como en griego la falta de artículo puede explicarse por tratarse de un nombre propio.